lunes, 1 de mayo de 2023

4 poemas de Antonio San Miguel

Antonio San Miguel.



Antonio San Miguel Roldán nace en Madrid en 1976, ciudad en la que reside hasta 1990, fecha en la que se traslada a vivir a Talavera de la Reina, donde se diploma como Trabajador Social por la Universidad de Castilla La Mancha. Desde 2016 es también Graduado en Trabajo Social. Es en los años 90 cuando inicia su actividad literaria, escribe sus primeros poemas, publica artículos de opinión en periódicos locales, ensayos filosóficos, cuentos… Volverá a Madrid para diplomarse en interpretación actoral en la Escuela “Metrópolis”. En la actualidad desempeña funciones de trabajador social en un Centro Ocupacional para personas con discapacidad intelectual y es docente de interpretación actoral, dramaturgia y director de teatro en la Escuela de Teatro y Cine Joaquín Benito de Lucas, y profesor de Dramaturgia en la Escuela de Escritores «Persiles». Entre sus méritos poéticos cabe destacar: finalista del premio Adonais (2008) con la obra La canción del agua; ganador del premio nacional de poesía Joaquín Benito de Lucas (2012) con la obra La muerte de Rómulo; Premio internacional de poesía Joaquín Lobato (2016) con Raíles o el premio de poesía José Hierro (2018) con la obra Llegar a Portugal en un ferrocarril que ya no existe. Recientemente obtuvo el V Premio Internacional de Poesía Ateneo Navarro por Oda a un sofá desvencijado.



Calla

Abríamos un cráter,
y nadie discutía.
Encogimos los brazos. La tierra fue apartada
con desprecio.
Preparábase el barco a los océanos.
Vibraban las raíces, desmanteladas, vivas,
colapsada cicuta
que se aproxima al fuego ¡Última vez
de todo!
Venecia sin dormir ¡Qué difícil
reírse
cuando tu voluntad
la dictan otros,
el vuelo circular (¡Qué extravagancia!)
de una pala en la mano!

Somos sombras de acero
sobre un tapete…

Somos.

Aún te dejas ver por estos ojos…


(De La muerte de Rómulo, 2013, Premio Joaquín Benito de Lucas)


Mi abuelo Antonio
 

Indiferente lluvia aniquilada
por el mortal desprecio
con que se inunda todo a media tarde.
Es ahí, justo ahí, en ese breve espacio,
debajo de una foto de mi abuelo,
donde encuentro un rincón
vacío, y una risa leve, casi apagada,
constantemente viva en mi recuerdo.
Como una telaraña
prendida de mis ojos,
debajo de la mesa donde escarba
la infancia sus milagros,
le veo pasear y no moverse,
le veo suspirar y me emociono,
ahora, al revivirlo
con un cigarro inmóvil en la mano.

¿Cómo podré decirle,
con qué templanza hallar algún secreto
que dé felicidad a mi vacío,
que no empañe de lágrimas
su clara ortografía entre mis hojas
pintadas torpemente?
Si ya se ha perfilado como un niño
que olvida lo que el hombre un día fue
y mudo permanece
metido en un armario bajo tierra.


Y no he podido, a solas, encontrar
el momento oportuno,
quizás, para decirle  
que yo también soñaba con un río.


(De Raíles, 2016, Premio Joaquín Lobato).



Madrid
(Estación de Chamartín)


Mi tren, esa terrible
epidemia de adioses,
¡mirad cómo se inscribe cada lágrima
en su nube de tránsito
cuando en la descarada
decadencia
va gimiendo hacia un polvo
de muerte
cotidiana!,
y asida a la ventura
por lo frágil,
abiertas mis raíces,
me encuentra cada noche,
yo lo encuentro también,
en un recodo,
por los grandes
hangares del deseo,
volviendo a transitar
desnudo, como sombra
al ancho pedestal de mi destino.

(De Llegar a Portugal en un ferrocarril que ya no existe, 2018, Premio José Hierro)


Nos subimos en la misma parada
 

Nos subimos en la misma parada.
Nos buscamos sin nada,
cualquier excusa es buena para cruzar los ojos.
Nos sentamos muy juntos,
buscamos en el roce nuestras piernas.
Dos soledades frotan la misma plenitud al mismo tiempo…

Llegados a Verdum ella se baja.
Apenas me sonríe. Yo me hago el despistado.
Se ocupa de otras cosas mientras piensa en mí,
lo noto en sus zapatos.
Moviendo las caderas se despide.

Sin ella estoy jodido.
Habría sido el hombre más feliz…

Tendrán que disculparme, acaba de subir otra princesa…

(De Crematorio del mar, 2019, Premio Balanceo.

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