viernes, 28 de abril de 2023

6 poemas de Fina García-Marruz

Fina García Marruz.



Fina García Marruz fue una de las más destacadas poetas del siglo XX. Nacida en La Habana, Cuba, el 28 de abril de 1923, bajo el nombre de Josefina García-Marruz Badía, falleció poco antes de cumplir un siglo de vida, el 27 de junio de 2022.
Se destacó por una amplia y diversa obra poética, que comenzó en 1942, cuando publicó Poemas. Luego llegaría títulos poéticos como Transfiguración de Jesús en el Monte (1947), Las miradas perdidas (1951), Visitaciones (1970), Créditos de Charlot (1990), Nociones elementales y algunas elegías (1994) o Habana del centro (1997). Además, destacó como ensayista. 
Entre las numerosas distinciones que recibió en vida destacan el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda, Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana y el Premio Internacional de Poesía Federico García Lorca.
Fina García Marruz formó parte de un grupo notable de poetas cubanos, y recibió la influencia de poetas españoles como García Lorca, Juan Ramón Jiménez y de su coterráneo José Martí. Destacó también por el compromiso político con el comunismo. Fue compañera de otro gran poeta cubano: Cintio Vitier. 



La despedida

Se adelantó el mayor de la familia 
y me tendió la mano poderosa, 
familiar del sepulcro sincero de los lunes, 
y el oro mitológico de los bueyes finísimos.

Era austero el color sencillo de las lomas 
entre el palmar morado como un lujoso harapo. 
Sus zapatos terrosos daban su grueso pobre. 
Reales como el pan me conmovieron.

Quedó atrás la familia melancólica 
en ocre y amarillo, pequeña entre sus palmas. 
Sus manos se adentraban en el aire
como entra una danza en una música sin desplazarla, 
y yo miré su idioma, y el arrugado óleo del adiós.



Variaciones sobre el tiempo y el mar

El mar dice: soy viejo. Antes que el tiempo fuera 
ya yo golpeaba sordo, brillaba y restallaba. 
Me tiendo como un león o como la espada 
inservibie de un guerrero después de una batalla perdida.

Sostengo las devastadas murallas, las ruinas silenciosas. 
Soy lo que no habéis visto y lo que habéis olvidado.
Vuestro cuerpo me toca sin saber que atraviesa 
un órgano sin memoria, más distante que un astro.

Fuera de la esperanza y la desesperanza 
miré la espuma fenicia el olor de las comidas. 
Recuerdo el comercio y el cambio como una rosa salvaje 
y las palabras que oí como el tesoro que se hunde.



Cine mudo

No es que le falta
el sonido,
es que tiene
el silencio.


Y lo real es que aún no ha sido...

¡Y lo real es lo que aún no ha sido!
Toda apariencia es una misteriosa
aparición. En la rama de otoño
no acaba el fruto sino en la velada
promesa de ser siempre que su intacta
forma ofreció un momento a nuestra dicha.
Pues toda plenitud es la promesa
espléndida de la muerte, y la visitación
del ángel en el rostro del más joven
que todos sabíamos que se iría antes
pues escogía el Deseo su sonrisa nocturna.



La Pietá de Miguel Ángel
A Dinorah

Ay, es como una luna,
esos delgados miembros sostenidos
por la madre, ahora poderosa,
más allá del dolor.
 
La mano sosteniéndolo la arruga
levemente la piel bajo los hombros.
La otra, de reina, parece que mendiga.
 
No llora ya: ofrece al Hijo
que quisiera mecer,
a su pequeño inmenso
que quiso lo inaudito.
 
Ay, es como la fina
luna menguante.



Sarcófago de los esposos
En Villa Giulia.
(S. VI a. de C.)

Sosteniendo las copas
invisibles,
familiarmente, eternamente juntos
en el lecho
de la fecundación y de la muerte,
serenamente lúcidos
y sonreídos
(con un “sorriso triste”, como dijo
el niño a la maestra que indicaba
con tímida dulzura tanta gloria),
vosotros lo afirmáis hermosamente:
No sólo el imposible
amor,
también las nupcias consagradas
vencerán a la muerte.
 
Gracias,
esposos grávidos, etruscos no,
celestes,
brindando por nosotros.

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