Santiago Sylvester en Mendoza, 2013. Foto de Camila Toledo. |
Santiago Sylvester nació en Salta en 1942. Figura prominente de la poesía argentina actual, es autor de numerosos libros de poemas, de un libro de cuentos y varios de ensayos, publicados en Argentina y España. Ha recibido los premios Provincia de Salta, Fondo Nacional de las Artes, tercer Premio Nacional de Poesía, Gran Premio Internacional Jorge Luis Borges y Municipal de la Ciudad de Buenos Aires. En España recibió los premios Ignacio Aldecoa, de cuentos, y Jaime Gil de Biedma, de poesía. Es autor de dos antologías de la poesía del Noroeste Argentino, de una antología de la poesía de Manuel J. Castilla, otra de Néstor Groppa, y ha realizado ediciones críticas de obras de Juana Manuela Gorriti y Federico Gauffin. Dirigió la colección Pez Náufrago, de poesía, y es la colección de ensayos Época, ambas en Ediciones del Dock. Es miembro número de la Academia Argentina de Letras
Certidumbre
Imaginando lo peor de todo:
cuando ame a otra mujer
o cuando hayas muerto
(tal cosa es posible en esta vida)
todavía recordaré tus ojos, tus palabras,
los gestos de tu mano,
la costumbre con que te acercas.
Me pregunto si serás un exceso del destino,
un equilibrio en medio de la duda,
o la serenidad con que buscaré un nuevo orden
cuando después de todo esto
desaparezca la razón del mundo.
Salta 1978
De Palabra intencional (1974)
I
Siente piedad por sus testículos al borde de la mesa,
por su cabeza tan dejada de Dios,
por su hambre, porque nunca volverá a comer,
por su perra que ladra en el desierto,
por su memoria atolondrada
que lo hace orinar en los malvones.
Y luego de apiadarse, lo ata,
ausculta, desinfecta,
prepara los detalles: no siente piedad
dos veces por el mismo perro.
De Perro de laboratorio (1987)
Escenario vacío
¿Nadie aplaude a un escenario vacío? Todo lo que hemos visto ha pasado por él.
La mujer que plancha en el cuarto del fondo, el hombre de la pala, el que golpea la mesa aturdido sin remedio, ¿no tendrán su recompensa?
El que toma sol entre los cajones del mercado, ¿no recibirá una ovación?
¿No hay un elogio para el que riega las plantas? ¿Nadie aprueba la tarea de dormir? ¿Ni un estúpido aplauso para el que fríe un huevo?
El escenario vacío: sólo hay en él
la complejidad de la trama
que pide de nosotros, no un espectador,
sino un nuevo escenario;
un espejo hacia la sala
examinando al auditorio.
El problema no resuelto es que también
está vacía la platea
mientras los aplausos aturden,
la función continúa
y no hay quien corra el telón.
De Escenarios (1994)
La muerte...
La muerte es provisoria, pero la vida está definitivamente aquí,
aunque todo indique lo contrario:
en el gusto que el café deja en la boca,
en la brasa que se consume sobre el cenicero,
en el rugido de los automóviles, más allá de la ventana,
y también en la memoria que gira en sentido contrario a las agujas del reloj,
/contradice a las aves migratorias, sube escalera abajo/
y se salva de la destrucción.
De Café Bretaña (1994)
(la conversación)
Los años no entran todos por la misma puerta
aunque terminen juntos,
siempre en trance de irse hacia otra parte: el problema
es adónde
Tampoco vienen del mismo lugar: cada uno con su avío;
y si terminan comiendo de la misma sopa, reflejados
en el mismo espejo,
no muestran siempre una cara triunfante sino
esta pregunta que cae por su propio peso: ¿hay años que ya no vendrán?
Y no hay una respuesta: hay
principios generales que terminan en desilusión: un secreto
que sólo muy pocos no conocen.
Aunque no entran todos por la misma puerta,
tienen el diálogo de los que están resignados a juntarse
y esa conversación,
lo que se dice en ella,
es lo único que no deja de existir
cuando de pronto un reloj se detiene para todos.
De La palabra y (2011)
(una comprobación)
Εl que ha oído por primera vez el viento en un patio agitado por un frente de tormenta,
oye también este viento
que la memoria sacude ahora en mi cabeza.
El lugar de observación
se desplaza, siempre está de paso: me gusta su manera de abarcar lo que toca: estas menciones reflejas
para que nada sea lo que es: como el viento que oigo
es y no es el de aquel patio,
y sólo queda una premisa cierta o falsa que ha sucedido hace años.
Y nadie es dueño de las consecuencias
ni de los vientos que vendrán.
De Los casos particulares (2014)
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