domingo, 26 de abril de 2009

Poesía desde los bordes




Dos nuevos libros de la editorial artesanal de Mendoza carbónico ediciones;mza: las heras, de Claudio Rosales y Nunca fui tan feliz como cuando era dark, de Leonardo Pedra.


Con una tirada pequeña, pero que apuesta a la circulación de mano en mano y a la calidez de lo “hecho en casa”, aparecen estos breves poemarios que se suman a una interesante lista de diez obras publicadas por la editorial.

La propuesta es una poesía que juega con el humor irreverente, en el caso de Pedra; y Rosales intenta darle una vuelta de tuerca a lo telúrico y al coloquialismo. Los dos libros presentan personajes borders y cucurtianos que deambulan en un realismo sucio a lo Carver, además se manifiestan con un lenguaje de fuerte resonancia en los poetas beatniks de los ’60.




Algunos poemas

*-***

si salís al picante bulevar
o cauce seco de mafia y amnesia.
y no hay nadie;
¿a quién matás entonces?


manzanita: la mano toda
tatuada con comillas,
empeda a su maricón
que llegó ayer de Santiago.

Palomas de galpón
frente al canal:
putas del desguarecer
y su calambre alcohólico.


**-*hola loco

madrugada de los enamorados:
el viejo Monte le enjuaga
las bolas
al pibetravesti
sentado
en el Ferrum
blanco del baño
de la Gorda Pao.

Pimpantes o algo parecido,
por la conversa del sobrino, tomamos cerveza.

-traete unos vasos Shirly…


las heras, de Claudio Rosales


***


Método para apagar la luz de mi mente

Me siento en la cama
enciendo el velador
abro los ojos tanto como puedo
apago el velador
dejo que la oscuridad penetre en mi cráneo
es lenta
se mueve como humo
como nubes en negativo
espero pacientemente
que todo brillo se extinga
luego cierro los ojos
me acuesto
me tapo y ya.

Lobo

Tirado de costado acaricio al lobo dormido,
es tan suave su pelaje.
Temo que despierte.
Lentamente me acomodo a su lado,
lo abrazo con mucho cuidado,
siento su enorme cuerpo relajado
respirar profundamente,
siento sus músculos hechos
para correr contra el viento,
regados con agua bebida del río
y sangre tibia de corderos.
Hundo la cara en su tibio cuello,
me pierdo en su perfume salvaje,
cuando despierte sé que me comerá.

Nunca fui tan feliz como cuando era dark
, de Leonardo Pedra

sábado, 18 de abril de 2009

Cuando la poesía no es un poema



Estás apestando todo el valle con tu ñoñez…

(Jimbo a Nelson en Los Simpson, episodio 156)



Con frecuencia leo en los diarios o me llegan por e-mail, gacetillas de presentaciones y concursos de dudosa reputación donde se confunde, sin ton ni son, un vocablo con otro: poesía y poema. En unos reza infamemente “La autora, Nélida Rosa Gómez de Manzur, presentará en la SADE su undécimo libro de poesías”. En otros con impunidad solicitan “…de 6 a 8 poesías que no excedan los 50 versos”. Al mismo tiempo me he encontrado con una cantidad variopinta de antologías de poesías publicadas y también con las que arman sin criterio las inocentes y siempre apuradas profesoras de la secundaria. Qué decir, entonces, de las “Poesías completas” de José Asunción Silva, de Antonio Machado o de Rubén Darío. Uno siente que “La realidad y el deseo” de Cernuda, que reúne toda su obra poética, es un plato volador que aterrizó sobre el obelisco de las librerías.

Basta. Me cansé. Como hace ya varias décadas se hastiaron de ser llamadas “poetisas” las mujeres que escribían poesía como un acto que las justificaba y no como un hobbie entre la radionovela y la llegada del marido de la oficina. Estoy más que harto de que para referirse a los textos construidos por versos que pertenecen al género lírico se les llame irresponsablemente “poesías” y no poemas.

Me explico. Como la música o la pintura, la poesía es el género. Por lo tanto, su significado es semejante al término lírica, ya que no se refiere a un texto o a muchos, sino a su especie o conjunto que incluye a los himnos, las canciones, las odas y, casualmente, a los poemas. Sin embargo, uno podría pensar que popularmente se ha impuesto la palabreja, que a nadie le importa la diferencia, que “poesía eres tú”, y entonces, todos felices. Grave error.

Tal vez pueda decirse también que, ante tanta proliferación del término como un hongo nocivo, estoy negando la realidad. Que tengo que aceptar que poema tiene un simpático sinónimo. Puede ser. Pero lo que yo estoy tratando de combatir es una realidad. Porque poesía no es el sinónimo, sino el gemelo malvado y burdo de poema.

Pasa que, luego de machacarle a los alumnos y corregir con disimulo a colegas, me di cuenta dónde radica el peligro, en qué grieta se cuela el virus mortal de esta palabra. Pues en la ñoñez, queridos amigos. Si alguien viene y me espeta, sin más, que acaba de publicar un libro con 50 poesías, enseguida pienso que este autor perpetró versos que remedan torpemente el octosílabo, con rima asonante, pero que a veces confunde y mezcla con la consonante y la libre, entre otras barbaridades del montón. Que además ese libro tiene primorosas poesías dedicadas a la madre fallecida, a su terruño dorado, a la niñez perdida, a algún prócer olvidado, a las estaciones del año. ¡Cuánta zalamería! ¡Qué “útil” para leer en los actos escolares! Pero qué tristemente alejado de la lírica.

Por eso es que tomo con firmeza la lanza de la poesía (cuidado, hablo sólo del género). Poesía escrita con conocimiento de causa, construida compulsivamente como un taxidermista que quiere capturar un instante de la existencia. Aquella poesía, finalmente, que, en cada uno de los poemas, despierte al monstruo agazapado en cada lector y le renueve la sed. Esto que escribo “no es para el mal de ninguno, sinó para el bien de todos”, como dice el inmortal poema de José Hernández.


***

Para deleitarse, la "declamación" de la poesía Numen de amor

viernes, 17 de abril de 2009

Un mendocino en el Festival de poesía de Buenos Aires




El escritor mendocino Juan López leerá sus poemas en la segunda jornada del IV Festival Internacional de Poesía 2009 que se desarrollará en la Feria del Libro de Buenos Aires. Este encuentro, que reúne a escritores nacionales y extranjeros, comenzará el miércoles 29 de abril, a las 20.30. Ese día, la Fundación El Libro, organizadora del festival, entregará una distinción a la editorial Último Reino por su 30 aniversario, y un recuerdo al poeta Daniel Chirom. Además, Graciela Aráoz presentará al gran poeta mexicano José Emilio Pacheco (1939), quien leerá sus textos y dialogará con el público. A partir del jueves 29 y hasta el sábado 2 de mayo, los poetas invitados leerán en dos turnos (18.30 y 20 el jueves, y 19 y 20.15 el viernes y el sábado) en la sala Rincón de la Lectura. El cierre del festival será el sábado 2, a las 21.30, y estará a cargo de la poeta Luisa Futoransky (Buenos Aires, 1939).

La lectura de Juan López será el jueves 30 de abril, desde las 20, presentación en la que se destaca la poeta Diana Bellesi.

sábado, 11 de abril de 2009

Noche de ronda, poesía y música

Presentación de la revista Serendipia N° 11. Recital de Patricia Rodón, Rubén Valle (poesía) y Jorge Martín (música).



por Paula Seufferheld

Las gacetillas informaban que la presentación de la revista literaria Serendipia nº 11 sería el viernes 3 de abril, en el Museo del Área Fundacional a las 22. Incluiría, nada menos, un recital donde se reunirían Rubén Valle y Patricia Rodón (poemas) y Jorge Martín (teclado). ¿La entrada? Un libro para una biblioteca popular, uno más de los gestos solidarios de Alejandro Frías y Lorena Puebla, responsables de esta publicación cultural.

Esa noche, todavía en su casa, esta cronista debía afrontar dos problemas: ¿qué libro llevaría?, ¿cómo llegaría al Museo del Área Fundacional desde Palmira? Miró su biblioteca: 3 volúmenes de El Principito, regalos de distintos cumpleaños y 2 ejemplares de El Perfume. El libro de Saint Exupery le pareció infantil, en cambio, el thriller de la Edad Media era una buena intriga, alguien sabría disfrutarlo.

Ya en el centro, esta redactora de incógnito, encontró el Museo y dio dos vueltas por la plaza Pedro del Castillo. Solo veía novias y quinceañeras sacándose fotos en las distintas fachadas del edificio. Detuvo su auto y se limitó a observar. De pronto un joven cruzó la calle con un libro en una de sus manos. Había que seguirlo. Sin que percibiera el acoso visual, el muchacho y la que escribe llegaron al bar Don Hilario casi al mismo tiempo. Al aire libre se habían dispuesto las mesas alrededor de una pérgola iluminada. Allí estaba montado el pequeño escenario donde los artistas darían su recital de poesía y música. ¿Público?, mucho. 60 personas que colmaban todas las mesas y los espacios de césped. ¿Clima? ¡Qué decir de este eterno verano! Parafraseando unos versos de la Rodón, daban ganas de dejarse estaquear por las estrellas hasta la mañana. A este marco se sumaron el vino, las empanadas y las picadas para dar consistencia, aroma y sabor a la previa de este encuentro.

Con su bonhomía y calidez marca registrada, Alejandro Frías abrió la presentación comentando las distintas secciones de la revista, hizo hincapié en las nuevas como “El duelo” que consiste en desafiar a 4 escritores para que elaboren un relato a partir de una frase disparadora y “Ayer te vi” donde distintos autores irán develando sus rostros. ¿La intención de esta sección será que las letras den la cara? El responsable de Serendipia, también contó con orgullo el interesante intercambio literario que se está gestando entre escritores mendocinos y mexicanos en el contexto de la revista y del Grupo Café Literario del D.F., “menducos” y “defianos” se conocen y publican sus materiales aquí y allá, ¿qué tal? Después de este breve paneo por la publicación, Alejandro sacó bombos y platillos para presentar a los dos poetas convocados, las estrellas de la noche. Hacía mucho tiempo que no entrelazaban sus voces y Serendipia lo logró. ¿Exageró Frías cuando comparó este encuentro con una reunión de ex-Beatles? Cada lector-oyente del dúo habrá tenido su juicio, lo cierto es que este tipo de presentaciones rim-bom-bantes además de controvertidas son muy divertidas.

En un tono pausado, donde palabras y silencios se intercalaban con justeza, Rubén Valle leyó algunos de sus poemas. Brevedad e ingenio brillaron en “Monólogo exterior”, “Vox Populi”, “Legado”, “Darwin” y “Un poeta por día”. En este último texto el poeta revela una pesadilla: Anoche soñé con perros/se comían un poeta por día.

Patricia Rodón demostró otra vez que una voz dulce puede cohabitar con una lengua descarnada. Presentó algunos poemas de su libro inédito Colores primarios como “De pasos” y “Agua clara”.

A medida que se sucedían los poemas, algo resultaba extraño: nadie aplaudía. Incluso la Rodón, cuando escuchó el primer aplauso agradeció este gesto que ya no esperaba. ¿El público fue poco expresivo o no quiso interrumpir el fluir de las palabras que iban de un poeta a otro? Creo que todos los presentes optamos por el silencio que permitió que paladeáramos desde los títulos hasta las inflexiones de voz de los puntos finales. (¿Todo esto no será una sanata de esta redactora para justificar la modorra etílica de varios asistentes?).

El dúo Rodón-Valle subió tres veces al escenario. Este concierto se completó con la participación del pianista Jorge Martín que desplegó un repertorio de temas ágiles y contundentes como “Migración de pájaros”, basado en textos de El Principito (sí, el mismo libro que la que escribe no quiso donar), “Aquellos días”, “Rojo sobre rojo” y “43 puestas de sol”. El músico sorprendió al final con una tranquila canción de cuna desprovista de los toques dramáticos del resto de sus composiciones.

¿Por qué estos 3 artistas no se unieron en algún momento de la noche? ¿Qué resultado se hubiera obtenido de este cruce de fuerzas poéticas y musicales? Es algo que muchos de los presentes nos quedamos con ganas de saber.

La presentación concluyó con la venta de la revista, el pan más sabroso para aquellos que editan y escriben. Con ese manjar, 80 páginas de olorosa tinta fresca, nos fuimos del bar, borrachos y efusivos de palabras abundantes y justo vino.



Algunos poemas de los autores



Monólogo exterior

Creo en las verdades piadosas
En el tic tac de la hoja en blanco
En que uno más uno es uno
Y que poco importa si venimos de Eva
los monos o los barcos
Creo que dios es una luciérnaga en pleno día
y que los padres son magos antes que reyes
Creo que la fe es una ventana
y hay quien se tira y quien no
Quien habla un idioma propio
y quien calla en la lengua del otro
Creo en caminar por el filo de una palabra
Tropezar dos veces con el mismo poema
Y blasfemar contra las putas musas
Creo en la duda y su recompensa
Creo que creo
Creo que todo está dicho
Tanto que vale decirlo una vez más.


Rubén Valle, de Tupé (inédito)


Los misterios que merecen ser salvados



El resplandor que sale de la voz de los cantantes
La confusión del adn de los muertos
La canción de una niña a su muñeca
Los poemas que se llevan como amuletos
Las cosas que se mueven en el final del viento
La asamblea que discute en el insomnio
El micrófono escondido en los secretos
El canal privado de los sueños
Las manos de los músicos
La insondable noche y las estrellas
El pie salvaje de las bailarinas
Los abrazos de los que vuelven
El silencio y su eco
Los blues que son la tristeza en su belleza
Los besos que son campanas que suenan para adentro
El goce y su pura alegría
El aire que circula entre las palabras de amor
Los ojos de las mujeres cuando se pintan los labios.



Patricia Rodón, de Estudio voyeur (2001)

jueves, 2 de abril de 2009

Y mucho después vinieron los performers









En el curso de ingreso a la carrera de Letras, hace ya unos cuantos años, una profesora leyó un poema. No era la primera vez ni sería la última que yo asistiera a un acto semejante. Algo, sin embargo, sucedió. Algo que, aunque suene desmedido, no dudaría en calificar de mágico ¿Cómo explicar si no la porfía de mi memoria (sé que la de otros también) en cobijar esa voz, el clima propiciado por esa voz? Una voz suave, igualmente distante en su dicción del prosaísmo de la lectura de un diario, cuanto de las discípulas de Berta Singerman, que con sus ampulosidades convierten cualquier poema en una “puesía”; o de los performers que… ¿qué hacen exactamente con el texto los performers? En fin. Recuerdo esa voz diciendo:


Con hombres como tú el comercio sería
Cosa leve y tan pura que, sin sudor ni sangre
De ninguno comprada, dejaría a la tierra
Intactos sus veneros. Pero a tu pobreza
El comercio podría allanarle un camino.


Esa voz sigue aquí. Y tal vitalidad me persuade de la importancia de una buena lectura en voz alta, tanto en la experiencia solitaria como en la colectiva de la poesía, pues, es innegable –de eso da fe cualquier manual de literatura-, la ligazón entre lírica y música. Desatender entonces a su condición primera de hecho sonoro, a su “entrar por los oídos”, es, cuando menos, un error.


“Casi quisiera sentenciar que hasta que un texto no encuentra sustento en su debida voz, retacea, al menos en mi sentir, algunas de sus revelaciones fundamentales”, anota con peso Santiago Kovadloff. De mis afanes a ambos lados del mostrador de la institución educativa, he aprendido que el conocimiento es el primer peldaño para alcanzar esa debida voz. O sea, sospecho que poco o nada debía a la espontaneidad la profesora a la que me refiero: cada inflexión, cada tono eran hijos de un conocimiento preciso del texto; incluso su emoción, aunque pura, no era original, era la emoción de lo repetido:


Durante las tardes meridionales del verano,
A través de una clara ciudad, solas las calles,
Llevarías en cestillo guirnaldas de jazmines,
Y magnolias, por un nido fragante de hojas verdes
Oculto su blancor, como alas de paloma.


Es decir, para que la voz escoja el sendero correcto y no otro, para que la benevolencia del público sea captada, más, tratándose de un auditorio -el escolar- esencialmente hostil; quien lee debe apoyarse en el conocimiento. Conocimiento que, nobleza obliga, no abunda, puesto que la lírica es el “talón de Aquiles” en la formación de los profesores de letras; amén de ser también el género que reclama una frecuentación más constante ¿O no fue en la familiaridad donde ese fogonazo casi libidinal que sentimos por algunos poetas devino amor? De más está decir que en cada sílaba proferida por la boca de la que hablo, el fervor por Luis Cernuda vibraba:



Tras de las rejas bajas, si una mujer quisiera
Para su gracia oscura tal vez la fresca gala
De una flor, y prenderla en su pelo o en su pecho,
Donde ha de parecer nieve sobre la tierra,
Una moneda a cambio dejaría en tus manos.


Entonces, no es tarea menor tender con la voz (reitero: no se trata de gargantas potentes al estilo de los egresados del ISER ni de actores aullando a Girondo, dejando jirones de Girondo, sino de voces corrientes entrenadas en la lírica) un puente para que ese amor por el poema alcance, a través del oído, claro, los corazones de los oyentes. Porque aun cuando en la escucha no lleguemos al hueso –semántico- del texto, la impresión de esa lectura, al involucrar los aspectos más sensoriales del arte de la palabra, resulta en muchas ocasiones indeleble.


Así podría darse el caso de que la relectura de un poema se transformara en una actividad “coral”, que nos instale en el centro de algo mayor (¿una tradición?). Léase: mi voz de esta tarde superpuesta a la de Cristina Salatino de hace ya unos cuantos años, interpretando a dúo “El indolente”:


Así, al ponerse la tarde, tú podrías
De un vino transparente beber el calor rubio,
Mordiendo la delicia de un pan y de una fruta,
Y luego silencioso, tendido junto al río,
Ver latir en la honda noche las estrellas.