jueves, 2 de marzo de 2023

La historia de un poema de Noelia Palma

Noelia Palma (foto de Oscar Ernesto Solís)



por Noelia Palma (*)
Especial para El Desaguadero

Un gesto. Una bailarina se acuclilla. Los dedos se mueven en el piso como si escribiera. De pronto escribe. Y no dejará de escribir. De niña fui esa bailarina. 
Cerca de mi casa de la infancia había una academia de danza que se llamaba Plus Life. A los cinco años mi madre me inscribió. Recuerdo haber ido con temor a lo desconocido y haber regresado a casa sin querer volver. 
Mi profesora tenía un nombre que recuerdo con melancolía: Lorena. 
Lorena nos enseñó disciplina a mí y a las compañeras. Nos enseñó la precisión del movimiento, los saltos de la danza jazz, la historia, los tiempos, las repeticiones, la belleza. Lorena nos enseñó a competir, nos llevó al teatro, enseñó a nuestras madres a maquillar y a peinar. Se ponía nerviosa con nosotras y festejaba a la par. Lorena nos hacía diplomas con letra prolija y muchas felicitaciones. 
La última vez que competí en un teatro usé una malla azul y blanca con estrellas brillosas. Las medias color piel hacían a mis piernas más estilizadas. Tenía flequillo y la cara de una niña que entraba en la adolescencia, con granos, regordeta, feliz. Recuerdo que mamá, cuando llegamos a Capital, me llevó a almorzar unos tostados en un bar, para después correr al colegio La Salle. El vestuario en el que estábamos era un aula. Todas las academias tenían asignada una. La competencia era por street jazz. Las madres iban y venían haciendo cosas. Ensayamos varias veces y, entre tanto, olvidé decirle a mi madre que la vida era hermosa.
Fui esa bailarina hasta los 13 años. Un día mi pierna derecha ya no funcionó debidamente.
Cuando dejé de bailar, el tiempo adhirió una película dolorosa a mi cuerpo. Una piel nueva. Y escribí. Siempre escribí, pero, de pronto, algo reemplazaba la danza.
Probablemente hoy sea la poeta que esa bailarina puede ser. Las historias no terminan. Se reescriben. 
Por ahora, descansa la bailarina. 






18

Se acuclilla en la sombra endeble y espera.

Escribe que la vida 
es un corazón con los ojos cerrados.

Descansa la bailarina 
mientras mueve los dedos.

Escribe.

Que su único amor se dio por vencido;
no como los soldados 
sino como la luz pegajosa 
del tiempo.

Como la distancia entre el fantasma 
que toca la puerta

y el que ya fue perdonado.

(de Las flores que mis hijos dejan en los libros, 2022)




(*) Noelia Palma nació en Morón, Buenos Aires, en octubre de 1984. Publicó: Que la muerte nos ampare (2017); Solo con todo el mundo, Charles Bukowski (2017); La casa (2019); Marilyn (2020); Luxemburgo (2020), 0034 (2021) y Las flores que mis hijos dejan en los libros (2022), que obtuvo la 1ra. Mención de en la XV edición del Concurso Nacional Adolfo Bioy Casares 2021. Coordina el taller y clínica de poesía Historia de la Melancolía.

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