Inés Aráoz, Paisaje con figura, Editorial Leviatán, 2022.
por Diego Roel
Especial para El Desaguadero
Cómo hablar con esta
Lengua de papel
Vasko Popa
1
Me piden que reseñe el último libro de Inés Aráoz.
Me piden una reseña.
Corta o larga, me dijeron. Muchas o pocas palabras.
Me siento y escribo.
Recuerdo Imprólogo, el poema que Octavio Paz le dedicara al poeta serbio Vasko Popa. Y desde una profunda obstinación me pongo en movimiento para crear, a mi manera, algo a partir del sueño.
2
El sol poniente sobre la mesa baila.
3
Pero, cómo hablar del puro peso
Que se alarga hacia los cielos
O bien se enancha
Siempre hacia lo antes y lo sin nombre
4
Cierro los ojos y al pie de la Casa-barco la veo,
debajo de la paciencia de las estaciones:
Inés Aráoz,
cazadora, buscadora incansable del oro del poema.
Me siento y recomienzo mi prosa
una, dos, tres, cuatro, cien veces.
Escribo la palabra-llave: ptitzja.
No hay nadie a la vista,
sólo este Paisaje con figura.
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Lo que digo engendra un texto,
lo disipa.
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Anoto para mi reseña:
«La intención de Inés Aráoz es, siempre,
hablar de lo que no se puede hablar.
Ella conoce el secreto de la gracia,
las claves del juego secreto.
Conoce los intersticios del sentido».
Mientras escribo estas palabras
un lejano sonido de campanas
cubre mi escritura.
Entonces me repliego, retrocedo.
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Esto que escribo nunca podrá ser
una reseña.
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De pronto, con el entrecejo, frente a mí,
otra vez la veo. Y ahora sé, comprendo:
Inés Aráoz cuando escribe, VE.
Sí, la guían grafos de luz, seres alados,
ráfagas de sendas, grandes vientos.
La guían flamas de incendio, tornados,
carbones del cielo.
9
En mitad de esta página me detengo
y digo: Paisaje con figura.
(¿Es la presentida forma del amado
la que responde desde el centro del poema?)
Me siento y recomienzo.
Una, dos, tres, cuatro, cien veces.
Desde una profunda obstinación
me pongo en movimiento para crear,
a mí manera, algo a partir del barro.
Escribo:
Sea la palabra
En flagrancia pura
Ardiendo.
Tres poemas de
Paisaje con figura
de Inés Aráoz
Intersticiales de Zurita
Oh cómo me gustó
Suspender mi paso
En el desierto verde de Atacama
Entre las líneas de Zurita
Estaba yo
Cuando asomando un encendido balar
En mis oídos
Suspendido mi paso
Se quedaba
Y de buena manera
Volvía a mí
La aguzada faz del gliptodonte
Sobrevolando
El cuarteado salar de Uyuni
Sean todos juntos los desiertos
Uyuni, el Atacama, el Gardaia
O el lecho seco del Salado
Sólo en ellos la sed se sacia
Y el paso suspendido
En vuelo se alza
Para mí fueron siempre
Las montañas
Es cierto
Pero cómo soslayar
El desierto verde de Zurita
Y el resonar de esos balidos
Descuajada la montaña
Alados gliptodontes blancos
Hacia mí otra vez corrieron
Rosetones de sal
Estampando sus corazas
No era que de ovejas
Nadie hablara
En sus dichos se advertía
Que Zurita las veía
Y a tanta atención
Sólo un nombre cabe
Y es que las amaba
Maestro
Siempre supe, Maestro
Que sólo vería lo que mi ojo
Estuviera preparado para ver
Y que mi pequeña medida
No es en verdad pequeña
Sino la mía
Esa porción de semejanza
Que alcanza más o menos luz
Según los días
Y que a todos nos emparenta
En tu imagen
Ya cumplida
Otra vez
Punto, sí
En su totalidad
Flamígero
El poema
Ardido, no!
Ardiendo
Suspendido el paso
Y aún en ese instante
Ya cumplido
Mis hombros hoy
O los tuyos
Sea el mundo
O lo antes
Lo mucho antes, sí
Sea la palabra
En flagrancia pura
Ardiendo
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