viernes, 24 de septiembre de 2010

El verso o la vida



por Hernán Schillagi


Una tenue mujer de provincia, hija de un carpintero, que apenas alcanzó a cursar el primero de la secundaria va y compra una remera verde para su hijo de 10 años. Llega a su casa, envuelve al niño como si la prenda fuera una hoja de parra, lo abraza fuerte y le dice al oído: «Verde que te quiero verde».

A ese niño que era yo, sin aviso, la poesía lo había tomado por asalto. Mi vida, por lo tanto, ya no sería la misma. Qué sucede, entonces, cuando la poesía pierde su estatuto de «arte elevado que se expresa con palabras» para rozarse de igual a igual con el lenguaje cotidiano; qué pasa, además, cuando la forma seudocarcelaria del poema se abre y el autor es un ente anónimo borrado por una maraña de frases mundanas.

Los asiduos lectores de poemas -los raros, como encendidos lectores de poemas- que empezamos anotando versos sueltos en la contratapa de las carpetas, en los diarios íntimos, en las puertas del baño del colegio; sabemos que la memoria se nos fue contaminando, saturando de versos potentes que tomaron vida propia, y saltaron con furia de un soneto a la más desaguisada conversación con un hermano en el momento justo de no saber qué hacer ante los trámites de una herencia: «No nos une el amor, sino el espanto…». ¿Y Borges? ¿Y Buenos Aires? Bien, gracias.

Es que existen, desde tiempos remotos, versos repetidos por los simples mortales (no interesan aquí los eruditos que pueden recitar el Mio Cid en castellano medieval) que son portados en la garganta como el último trago de agua, ante una realidad desértica que nos cubre de cardos y ortigas. Lo insinúa Daniel Link cuando habla de la poesía de Arturo Carrera: «Sí, los versos (sueltos) son una voz inmemorial que canta desde el fondo de los tiempos, un laberinto de pura pérdida que sobrevive en nuestra memoria como la sola promesa del canto, y por eso los recordamos...». Sin embargo, los versos que se dicen casi con inocencia no actúan de manera conclusiva y sabihonda como sí lo hacen el refrán o las frases populares del estilo «Dime con quién andas y te diré quién eres»; sino que un verso incorporado arremete con acierto para zanjar caminos en un diálogo que amenaza con cerrarse y repujar, además, en el metal de los silencios hasta dejar una marca difícil de ser olvidada: «Me gustas cuando callas porque estás como ausente…»; y como en La caída de la casa Usher, un secreto comienza a mostrar su primera grieta. ¿Será por eso que «Cultivo una rosa blanca»?

En el prólogo a El tesoro de la lengua, Ariel Schettini propone realizar «Una antología (razonada) de los versos que se grabaron en la lengua y perdieron su autor (su contexto, su valor de acontecimiento histórico, para contar, ahora, una historia verdadera: pura actualización, puro fuera de contexto, pura posibilidad de redención, a cada momento que se los recita) y se volvieron creaciones de la misma lengua…». La poesía no pide permiso, y mucho menos un verso suelto que desborda vigencia cuando es pronunciado en medio de una transacción comercial por la simpática almacenera que nos tacha de su libretita diciendo: «¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!». El lenguaje, retribuido (ya que fue la cantera donde el poeta buscó) y, de paso, mucho más valioso. No por nada el mismo Schettini nos dispara: «porque un poema existe cuando genera un efecto de verdad».

Por lo tanto, una pregunta irreverente me viene acicateando desde el comienzo: ¿Un poeta escribe con minuciosidad toda una enorme obra para que sólo quede un verso aislado en los labios de la gente, que además ignora su autoría? Termino de escribir el interrogante y el cursor titila malicioso en el blanco de la pantalla, porque intuye que sé la cruda respuesta. Pero es que, como dice Santiago Kovadloff en Sentido y riesgo de la vida cotidiana: «El hombre se ahoga en la literalidad. El hombre es incapaz de vivir sin respirar el aire renovador de la metáfora…». Poetas, vates con el modem desorientado: «Esto es amor, quien lo probó, lo sabe». Además, en un mundo cada vez más aturdido de palabras sin reversos ni sorpresas, donde un coro de toses desafina la última noticia del naufragio; inhalar y exhalar un verso viene a ser el paf que nos abre el pecho y nos devuelve a una realidad diferente, al menos más fácil de respirar.

Lo dicho, hacer un aporte anónimo a la lengua popular con un verso suelto, intoxicar el habla de todos los días con el aire fresco de las imágenes y comparaciones inesperadas, quizá sea uno de los pocos logros concretos de la poesía (y de los poetas) en estos últimos dos mil años. Duele decirlo, pero esas son las cenizas que quedarán de nuestros poemas, aunque tendrán un sentido: «Polvo serán, mas polvo enamorado» [1].





[1] Sin caer en una contradicción, tan sólo por el vicio de citar a los autores y los poemas de donde son extraídos los versos sueltos y para que el lector vuelva a sentir el placer de releer algunos de estos textos, aquí van las referencias:


«Verde que te quiero verde…» de Federico García Lorca en «Romance sonámbulo», de Romancero gitano.
«No nos une el amor, sino el espanto…» de Jorge Luis Borges en «Buenos Aires», de El otro, el mismo.
«Me gustas cuando callas porque estás como ausente…» de Pablo Neruda en «Poema 15», de Veinte poemas de amor y una canción desesperada.
«Cultivo una rosa blanca…» de José Martí en «Poema XXXIX», de Versos sencillos.
«¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!» de Amado Nervo en «En paz», de Elevación.
«¡Esto es amor! quien lo probó, lo sabe.» de Lope de Vega en «Soneto 126», de El arte nuevo de hacer comedias.
«Polvo serán, mas polvo enamorado» de Francisco de Quevedo y Villegas en «Amor constante más allá de la muerte», de El Parnaso español.

22 comentarios:

Mauro Matons dijo...

Excelente reseña sobre el poder de las frases llenas de gloria.
Si se aceptan criticas benevolas, daré la mia. Y no desde el anonimato . Leí severamente parte del blog .Me encanta q gente mendocina se meta a full desde acá con un proyecto asi. Los banco.Ahora, leyendo de mas,
me encontré con la poesia del Sr. Toledo. Ella si bien demuestra una sapiencia y una solidez gramatical muy fuertes y es limpia a la hora de leerla, es una poesía muy común, de lo mas común. Por ello termina generando algo mas que NADA.
La de Valle, sencillamente sensacional.
Mi intención no es ofender, solo exponer.
Saludos.
Muy buena la revista.

Damián dijo...

voy al hueso (hijos y estudio me demandan)

¿Un poeta escribe con minuciosidad toda una enorme obra para que sólo quede un verso aislado en los labios de la gente, que además ignora su autoría?

no creo. creo que uno a veces confía demasiado en la consistencia de sus palabras. y al final, lo que se llama "madurez" en el poeta no es más que despojarse de eso: uno arranca creyendo que goza del poder de manipular la palabra, y mientras pasa el tiempo, cae resignado en la cuenta de que "sólo tiene esta pobre antena/ que le transmite lo qué decir"

haciendo honor a esta nota, no recuerdo bien quién dijo que cuando publicaba, no sacaba un libro más, sino un libro menos. Uno va descubriendo qué es de uno, y qué es del poema (como diría el gran poeta neuquino Tomás Watkins).

tal vez la mejor manera de capitalizar este destino seudotrágico de nuestras palabras sea aflojarle a la pose, animarse a ser honesto antes que impactante, escribir para desnudarse y desdudarse, y no para el bronce, como muchos lo hicimos alguna vez.

Particularmente, yo no sé si aspiro a ser recordado a largo plazo. no es algo que por ahora me interese. pero sí me preocupo por ejercer con mis contemporáneos la misma actitud que con mis maestros: citarlos, pensarlos, buscarlos, quererlos, sentirme su hermano o su enemigo. Leerlos en serio, en definitiva.

Hernán Schillagi dijo...

Querido Damián: hay que decir que por ir "al hueso" dejás de lado parte de la sabrosa carne, ya que en ningún momento propongo la idea de escribir para el bronce, sino todo lo contrario: saber que nuestros nombres, cronopios y famas son secundarios, que somos tributarios de esa usina inagotable que es el lenguaje vivo.

Entiendo que compartís lo que digo, pero me gusta pensar que la lucha de todo poeta es por hacer un aporte anónimo, aunque no sé si humilde, ya que el esfuerzo requiere de una confianza egocéntrica enorme. No por nada aclaro que "la poesía no pide permiso".

Así y todo, es cierto que con el paso del tiempo uno se da cuenta que la "posteridad" es salir hoy en los diarios para que al otro día sirvan para envolver los huevos.
Entonces, no dejés de pegarte una vuelta y hacer caer -invito también a los demás lectores- algún verso repetido que se asoma a tu boca de vez en cuando, o se arrima irreverente a tus oídos. Para que sigamos oyendo "el grito sagrado".

Gracias y un abrazo grande.

Pd: ojalá podás arrimarte a las Mendozas para la Feria.

proyecto Maria Castaña dijo...

Yo pensaba que tu viaje iniciático a la poesía había empezado "abrazado, apretado y acariciado" por las letras de un popular cantante venezolano de melena felina, ja.
Fuera de la broma, el ensayo es excelente, aunque me pareció inverosímil la anécdota de la almacenera recitando a Nervo, ¡presentámela ya! Sigo bromeando... debe ser mi espíritu festivo de sábado a la noche.
Vamos al meollo de tu escrito, pienso como Atahualpa, que el verdadero poeta alcanza la gloria cuando se vuelve anónimo. Versos inscriptos en las paredes como consignas, versos que se desprenden de la boca como imágenes o metáforas de la vida cotidiana, versos que se trastocan en el fervor de una hinchada de fútbol y llegan a lo que Jung llamaba el inconsciente colectivo.
"Las callecitas de Palmira tienen un no sé qué".
"Era la tarde y la hora en que el sol la cresta dora de los Andes".
"Volverán los oscuros gorriones en mi balcón sus nidos a colgar".
"Hay golpes en la vida tan fuertes, ¡yo no sé!".
"La princesa está triste, ¿qué tendrá la Paulita?" (alguien me lo dijo, lo juro y no sé quién. Al que fue, desde el recuerdo, gracias por lo de princesa).

(La foto del paf expeledor de poesía es genial, la mejor ilustración desde que hacemos la revista, en mi humilde pero exaltada opinión)

Fernando G. Toledo dijo...

No estoy seguro de que el mejor fin de la poesía sea mezclarse con la prosa cotidiana, en frases donde no se borra ya al autor, sino el contexto, el sentido y el afán lírico de su escritura. Pero sí es cierto que estamos tachonados de esa clase de textos que se escaparon o fueron abducidos por el habla diaria, para enriquecerla seguramente, o para establecer una dialéctica ineluctable con la misma. Hay muchos otros versos que resuenan por allí, como anzuelos poéticos de engañosa carnada: «No te des vencido, ni aún vencido» (Almafuerte); «Abril es el mes más cruel» (Eliot), «Que lo que el árbol tiene de florido / vive de lo que tiene sepultado» (Bernárdez), «He cometido el peor de los pecados» (Borges), «Hombres necios que acusáis a la mujer sin razón» (Sor Juana), «Juventud, divino tesoro» (Ruben Darío), «La más bella niña / de nuestro lugar,
hoy viuda y sola / y ayer por casar» (Góngora), etc. Acaso pronto acabemos escuchando una bella frase cualquiera al pasar y la reconozcamos diciendo: «Poesía eres tú».

Fernando G. Toledo dijo...

Creo además que este breve ensayo podría tener su contrapartida, a la vista de cierta «poesía chatarra» que suele leerse por allí. Es aquélla que estima casi que un poema se hace solo, y basta poner lo dicho por allí en lineas descedentes para convertirlo en poesía. Lo que en un momento puede ser un recurso, un pliegue en el poema, en otros se transforma en un método. Y se leen entonces cosas horribles, muchas veces.

Ale Adi dijo...

Hernán: me gustó mucho tu ensayo. Sin embargo, me pregunto después de leerlo, qué tanto me gustaría que alguno de mis versos sean rescatados (merecidamente o no)para insertarse en el lenguaje cotidiano en una emisión inconciente de lo que puede ser muchos veces apenas una frase para llenar el silencio, como el de una cajera frente a un cliente, totalmente desconocido.
Pero, inmediatamente, empiezo a

Ale Adi dijo...

recordar cuántas frases habré derrochado por cuanta hoja, carpeta, cd (porque hasta tenía la manía de citar versos sobre los cds virgen), pared, tenía a mi alcance.
Y se me suman otras remembranzas, especialmente a partir del comentario de Paula, de recitar de memoria la Sonatina de Darío, especialmente sus primeros versos, creyéndome también esa princesa triste... y así tantos recuerdos más que se empiezan a acumular sobre un lado de la balanza. Y empiezo a comprender que muchas veces escribo para encender fuegos. Y empiezo a entender que entonces muchas veces escribo para dejar cenizas.

Cecilia Restiffo dijo...

Estuve pensando en su ensayo y me preguntaba ¿qué caminos extraños y mágicos son los que hacen que estos versos lleguen a nosotros?
¡Ah la memoria!... esa caja mágica en donde guardamos aquella canción de las tres caravelas,o tal vez el nombre de algún tiempo verbal; o aquella redondilla de José Martí.
En fin mi teoría quiere explicar que esos versos han sido transmitidos por dos medios a mi entender:una vía oral que tiene como sustento el recitado o la repetición fragmentaria como parte de la comunicación entre padres e hijos, abuelos y nietos; y una segunda instancia dada por la escuela primaria y sus rutinas de memorización en las que por razones obvias se elegían poemas: en mi caso por ejemplo recuerdo aún cuando en tercer grado me pasearon por toda la escuela recitando: En Paz, de don Amado; no porque otros no lo supieran sino por la forma en que mi rostro y mis gestos expresaban el sentido profundo de la fugacidad de la vida, yo en realidad no entendía nada de ..." Que si extraje la miel o la hiel de las cosas fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas", mi congoja teatral era sólo una imitación del recitado a veces completo a veces fragmentado, que mi abuela desplegaba cada vez que podía. Sin embargo ya de grande esos versos me persiguieron hasta que pude darles el sentido completo, esos y tantos otros que por una vía u otra escuchaba y repetía, coincido con Fernando en que muchos han perdido su contexto y hasta su sentido pero no son la mayoría, creo que una gran parte conserva denotativa o connotativamente su sentido y trasuntan el habla dándole a la comunicación un aire vital de metáfora, y esto es maravilloso, es decir, que el lenguaje poético sea parte de la vida cotidiana revierte la idea de que este género es marginal, y cuando al transeúnte se le devela que dentro de este poema está el verso que siempre le repetía su madre el descubrimiento refuerza la apropiación de estas palabras, ejemplo vivo es "los hermanos sean unidos".
En otro sentido creo que la denostación de la memoria por parte de los didactas, en un período largo de la alfabetización en las escuelas, va a devenir en que las generaciones hijas de la no-memoria, ya no puedan erigir tales o cuales versos en busca de un sentido profundo o misterioso. Para terminar desearía que entre las diversas, y a veces mediocres, aspiraciones de los poetas de hoy estuviera la de "intoxicar el habla", como dice el autor de este ensayo,y no como se ve en algunos casos la de "intoxicar la poesía". Porque como dice Becquer: "¿Qué es poesía?".
Muy bueno su ensayo.

Hernán Schillagi dijo...

Paula: creería que nuestro acceso a la poesía es paulatino y por diferentes vía de revelación. Pero lo que más me inquieta es que la vía irracional es la primera. Borges decía que si un poema no te acelera la circulación de la sangre, no estaba escrito para vos.

Gracias a este vicio de escribir en blogs, he ido descubriendo los accesos no convencionales y azarosos que tuve con la poesía, ya que bíblicamente la negué tres veces. La creía cursi y poco verosímil en la adolescencia, mientras leía "Sobre héroes y tumbas" (¿qué más cursi e inverosímil en la narrativa argentina que el primer capítulo "El dragón y la princesa"?).

Un ensayo es un además un género ficcional y una exageración de la nostalgia. Así y todo mi almacenera poética puede existir entre galletas de animales y aceite suelto.

Me encantaron tus "descontextualizaciones" líricas. Si no es así, ¿para qué están los versos en el mundo?

Hernán Schillagi dijo...

Fernando: realmente yo tampoco veo como el "mejor fin" de la poesía el de mezclarse tímidamente con el habla cotidiana, pero sí como uno de sus pocos logros más concretos, palpables para un mundo que pide para todo factura y tícket. Ante los agoreros que le declaran la muerte en vida o te preguntan socarronamente por su utilidad en la sociedad, una de las respuestas es esa: enriquecer el habla cotidiana, darle un brillo nuevo al opaco lenguaje de todos los días y, finalmente, hacer pasar el aire mejor por nuestras gargantas.

Buenísima tu lista de "versos saltarines e independientes". Otro modo serían algunos poemas musicalizados. Las canciones tienen más llegar:

"Quisiera morir, ahora, de amor..." Idea Vilariño.

"Caminante, no hay camino...", A. Machado.

"Los atacantes del amor..." J. Gelman en el temazo de Miguel Mateos.

Hernán Schillagi dijo...

Alejandra: Justamente vos con ese nombre que tu tocaya Pizarnik inmortalizó temerariamente:

"alejandra alejandra
debajo estoy yo
alejandra"

Podrías andar recitándolo a cada rato, ja.

Además es una alegría enorme que hayás comentado tus experiencias. Lo de escribir versos en los cd's me encantó. Yo llegué a escribir en las cajitas de los cassettes, pero superaste todo fanatismo por la poesía.

Quizá, como bien decís, escribimos para encender un fuego, pero si en las cenizas queda el gesto, el impulso; creo que ya hemos conseguido suficiente.

Gracias por tu comentario.

sergio dijo...

Pienso que, a los fines de la repetición oral, no puede ser de otro modo: sólo pueden repetirse versos sueltos (como mucho un poema más o menos breve) Digo, de Shakespeare quedan esas historias geniales, pero a la hora de la cita la mayoría de nosotros no pasamos del ricardiano: “Mi reino por un caballo”

¿Importan el contexto, el autor? La verdad es que tengo mis dudas. Es más ¿me importaba a mí saber quién dijo “fecunda es la soledad/ que alienta un pensamiento” o “ en el borde finísmo del caos/ me sostengo” cuando me los repetía incesantemente en busca de algo de confianza? La verdad es que no.

Si las palabras brindan algún consuelo o generan una imagen nueva de la realidad o un misterio nuevo, bienvenidas sean. En ese caso, yo tardé varios años en saber cuál era “el mal paso que había dado la pobre costurerita”

Muy bueno su ensayo. Un ensayo en la tradición de los ensayos que reflexionan sin descuidar el lenguaje ( es decir, no lo saturan de palabrotas técnicas)

Fernando G. Toledo dijo...

Sergio:
Puede que al que repite «Ser, o no ser» (¿cómo que no pasamos de «Mi reino por un caballo»?) no le importe el contexto. Sólo digo que no pareciera que el fin de la poesía sea, para todos, ése. De igual modo sabemos que no hay un fin de la poesía y que acaso ese meter un verso brillante y único en la prosa cotidiana sea un premio para el autor, cuyo salario es la anonimia.

Hernán Schillagi dijo...

Cecilia: "¿Y tú me lo preguntas?"... ja! Poesía sería, entre muchas cosas, ese misterio que te llevaba a poner caras compungidas al recitar "En paz" sin entender una palabra.

Recuerdo -con cierto amargor- haberme pasado una siesta dentro de un Fiat 128 que tenía mi papá aprendiéndome una "poesía" de memoria para recitársela a la maestra (y la olvidé a los tres segundos!). Para mí era un sufrimiento, pero acepto que memorizar para mi cabeza es una imposibilidad.

Quizá con la insistencia docente y apostando a que fuese un juego y no una tortura, me hubiese aprendido más de un texto. ¡Hasta el preábumbulo!

Creo que los pulmones de la poesía van mutando y se defiende sola ante los desechos contaminantes que algunos poetas les tiran. No sé, me gusta pensar que puede soportar desde la ignorancia del mercado hasta las cursilerías de las maestras de declamación.

Gracias por tu comentario.

Hernán Schillagi dijo...

Sergio: gracias! Quizá los petardos técnicos y las citas snob en un ensayo lo que quieren es que la tesis sea inasible y, lo que es peor, indiscutible. Quiero pensar que el ensayo abre -con difusa nostalgia- nuevas puertas y que el lector se siente empujado a traspasarlas.

Cuán cierto es que los versos de las obras (teatrales, pero en verso) de Shakespeare que más se recuerdan y repiten, nadie toma la referencia original. Si hasta el "Ser, o no ser" puede salir en una publicidad de productos light. Me encanta.

Aquel "mal paso" de la costurerita, para mí era como la tarada de la farolera que se tropezaba al pasar por un cuartel. Cuánta ingenuidad, pero qué fogonazo metafórico para entender ciertos eufemismos de los adultos.

Hernán Schillagi dijo...

Ah, los vasos que se cayeron anoche y se hicieron mil pedazos cuando estaba poniendo la mesa para que cenáramos vos, Cecilia y yo: «¡Fuenteovejuna lo hizo!» ;-)

Hernán Schillagi dijo...

Fernando: dos cosas.

Primero, ante tu interesante idea de la poesía chatarrera: "aquélla que estima casi que un poema se hace solo, y basta poner lo dicho por allí en lineas descedentes para convertirlo en poesía..." Repito lo que le dije a Cecilia, la poesía tiene espaldas con qué resistir. Sin embargo comparto en gran medida, aunque estaría interesante no hacer bandera ni de lo lírico ni de lo antilírico. Cualquier atisbo de "purismo" de ambas posturas aburre y atasca cualquier tipo de avance. Mucho más cuando, en uno de los casos, se habla desde el más soberbio desconocimiento y falta de lectura.

Segundo, ayer charlábamos que el "Verde que te quiero verde" es el que más se sale de contexto. Los demás versos guardan algo de la carga contextual en la que se originaron. La desesperación de Ricardo, la duda de Hamlet, o la literalidad cómplice en en «Vida nada me debes...»

Pero el verso de Lorca al ser tan personal la metáfora (esa luna gitana, esa fatalidad latente), por un lado; y, por otro, el machaque del "color esperanza" que no hay como sacarlo de nuestras prosaicas cabezas;
el verde -fatalmente- es ahora buena onda.

Espero pronto el ensayo de contrapartida (¡y con ejemplos jugosos!).

Fernando G. Toledo dijo...

Hernán:
No he querido postular ninguna bandera a favor de lo lírico ni de lo antilírico, aunque ahora que lo decís, creo haber tenido mayor experiencia de aburrimiento con el purismo de la antilírica que con su opuesto. Esto mostraría que no se puede ser tan purista con decir que aburren esos purismos opuestos, y así hasta el cansancio.
Yo creo que «Verde que te quiero verde» no es el único que pierde sacado de contexto. «Ser o no ser» también lo pierde, lo pierde «Volverán las oscuras golondrinas» y lo pierden «Que por mayo era por mayo» o «a mis soledades voy, de mis soledades vengo», pero claro que con otros se salva parte del asunto («que muero porque no muero», «ay, qué trabajo me cuesta / quererte como te quiero» o «que los sueños, sueños son»).
A lo que iba originalmente era que, a menos que se tenga un afán aforístico, no creo que un poeta escriba sus textos con el objetivo de que alguno de sus textos termine siendo un eslogan o algo así. Pero si querés, te concedo una excepción: «Poderoso caballero, es don dinero».
En fin, que el ensayo es muy productivo, lo pone uno a pensar y recordar.

Hernán Schillagi dijo...

Fernando: estamos de acuerdo en cuanto hacia dónde se dirige más el aburrimiento. Uno dice: "Bah, a éste se le coló la lista del supermercado" o "¿Por que no lo escribió en prosa". Pero cualquier "purismo" siempre es peligroso. Sí, hasta decir esta propuesta roza lo sentencioso y prefiero poner sólo la duda.

Por otro lado, la propuesta siempre fue no ir hacia el refrán o el aforismo, ya que la poesía no es conclusiva, no clausura ni es un Martín Fierro derrotado aconsejando a sus hijos que se "hagan amigos del juez" ni como el hipócrita refrán "Al que madruga, Dios lo ayuda".

Me parece "refrescante" pensar que la irreverencia de la poesía se cuela en la chatura del lenguaje y le da pinceladas de "cantos de vida y esperanza". Si se pierde contexto, nombres y apellidos, en el saldo sale ganando la lengua y la poesía.

Mariela Bazán dijo...

Muy interesante el debate. Me sumo para recordar a mi José A. Goytisolo con su "El poema: no yo". Pues eso.
Lo siento, don Agustín.

Hernán Schillagi dijo...

Mariela: gracias por tu comentario y bienvenida al blog. Me encanta Goytisolo. En cualquier momento haremos referencia a su poesía, aunque sea lateralmente.

Un abrazo.