lunes, 27 de marzo de 2023

6 poemas de María Laura Buttarini

María Laura Buttarini.



María Laura Burattini nació en Buenos Aires en 1968. Se graduó de abogada en la Universidad de Buenos Aires. Actualmente se desempeña como secretaria Letrada del Tribunal Fiscal de la Nación. Participa de diferentes talleres literarios. Varios de sus textos fueron premiados y forman parte de numerosas antologías en el país y en el exterior (Canadá, España, Francia, entre otros). Publicó El fondo de la caja (Ediciones en Danza, 2019) y los libros de poesía infantil Un mundo más leve, Mi amigo imaginario, Las olas y ¡Mi abuela es extraordinaria!


Miedo

Llueve en aguacero. 
Digo prisa y las horas se arrastran.

Me aterra pensar que es un hechizo 
el que transforma mi temblor en realidades.

Digo patio
y los jazmines se oscurecen.
Digo grillo
y la tristeza se hace blanda.

La única palabra poderosa 
que arremete, 
que se salva.
aparece y me rescata 
si te nombro.



Viajera

Vuelve encantadora 
a fraguar esta tarde 
aún en llamas.

Un haz de colores 
atraviesa 
la lágrima carnal 
de la inconsciencia.

Revivo en los dientes 
esa duda 
que tensa 
imperiosa 
mi sigilo 
y acabo 
en la espesura de los vientos 
como un capullo incierto a la deriva.



Verano

Estas ganas de aguacero 
en los cristales 
como el índice de Ariadna 
dibuja
sinuoso
una máscara.

Tanta orfandad de fresco 
de carozo y siesta 
que rogamos lluvia.

El aire se aturde 
de chicharras.

Mientras tanto 
nos sometemos 
al laberinto ahogado 
de la espera.



Otras

Me miro en el peso de los roles 
y quisiera patear el grito, 
pedir ayuda, 
desesperarme.

Pero sigo aquí, 
a la vista de todos 
que se callan, 
prisioneros.

Intento
hacer aparecer en la saliva 
cualquier desesperanza 
y abandonarme a la luz.



Odio

¿Y si en lugar de odio fuera 
una caricia
la que se engendra 
bajo la hiedra trepadora?



Recorrido

«Heme aquí perdido entre mares desiertos. Solo como la pluma que se cae de un pájaro en la noche»
Vicente Huidobro

Dejamos una estela 
cuando al amanecer 
nos llenamos de dudas 
y se hace luz la semilla 
que muestra el brote nuevo.

De El fondo de la caja (2019)


lunes, 13 de marzo de 2023

4 poemas de Alicia Grinbank

Alicia Grinbank.



Alicia Grinbank nació y se crio en el barrio de Floresta (Ciudad de Buenos Aires). Estudió Literatura Francesa. Publicó los libros de poemas Bruma y verdor (Botella al Mar, 1987), Curanto (Libros de Tierra Firme, 1992), La balsa de la Medusa (La Luna Qué, 2002), Noche cerrada (El Mono Armado, 2006) y Pulmón de manzana (El Mono Armado, 2011).


Zumbido

Todo está ordenado:
hasta arden los leños en la casa
comida suficiente 
plagas controladas
mandaderos por la puerta de servicio
Es solo una mosca que perturba
ronda por el borde del plato…
hace frío ¿de dónde habrá salido?
Una mosca verdinegra
            zumba


De Curanto (1992)


Vista abierta

Desde el 6º piso de mi balcón florido 
se ve la terraza del laboratorio de la vuelta: 
hombres con cofia blanca ajustan manivelas 
abren un gabinete sellado 
revisan tuberías    instalan artefactos.

Algunos atardeceres   mientras riego las plantas 
los contemplo y me dejo creer que acá 
en Colegiales  
—al alcance de mi vista en el centro mismo de la manzana—
se activará el botón o la palanca
que acabe por fin
con el dolor de todo.


Pulmón de manzana

En 4 cuadras a la redonda se fragua el mundo.
Ventanitas y detrás el desdén  el amor  la cacería.
En algunas terrazas se baldea
en otras se tritura el costillar.
La vecina fuma a morir
y en el mercadito —a las siete de la tarde—
la broma chabacana
diluye el estrago de los rostros.

Pero la hora más intensa
sucede cuando me acuesto
y dejo que me bañe la luz nocturna del barrio.

Escucho su respiración de animal doméstico:
débiles reyertas        besos salvajes.
Hasta que la bocina de algún tren carguero
hiende la noche      y me duermo.

De Pulmón de manzana (2014)


Escena final

Está enojado el hombre, iracundo, digamos.
Y es lógico, ella lo ha crispado hasta la puteada.
Sacó de él lo que tanto calló y perdonó y contuvo.
Ahora quedó solo en la calle del dolor:
desfilan taxis vacíos    parejitas abrazadas
y el hombre vuelve a su casa.
Abre las ventanas y de ella arroja cartas, fotos 
y alguna chalina perfumada.
Luego pega el grito. Se deja caer por ese tragaluz infame:
rebota en el patio de la planta baja
entre condones y verduras
desnucado y feliz por la noticia
que ella recibirá a la mañana

Inédito

lunes, 6 de marzo de 2023

6 poemas de Laura García del Castaño

Laura García del Castaño.



Laura García del Castaño nació en Córdoba el 17 de octubre de 1979. Publicó varios libros de poemas, entre los que se destacan El grito (edición de autor, 2004), La vida en que sueñas (Recovecos, 2012), El animal no domesticado (Pan Comido, 2014), El sueño de Sara Singer (Llanto de Mudo, 2014, Caleta Olivia 2017), El animal no domesticado (Pan Comido, 2014), Los demonios del mar (Ediciones Del Dock, 2015) y Mubarak (Buena Vista, 2022).


Nacer rompe...

Nacer rompe el espejo de la eternidad
lo fracciona en infinitas fatalidades
vivir es la fatalidad
de no entrar de pie
en la parte de reflejo que nos toca
y añorar los pedazos faltantes


En la ceguera...

En la ceguera
está la visión que nos falta
como en el sueño
el resto de vida que no despierta

De La vida en que sueñas (2012)


nadie te conoce

no saben cómo 
dispones la risa, moderas el hambre 
controlas el celo 
la voracidad de la carne 
no saben dónde 
clavarías la lanza 
si eres quien da o quien bebe 
del veneno 
lo inesperado es un mundo de ciegos 
mirando el mar esta habitación, la ropa sucia 
tu dolor de espalda 
que rujas como un niño maldito 
no sugieren nada 
sobre el corazón más tierno 
sobre el bonsai más soleado 
se esparce el musgo 
florece la catástrofe


a la altura de tu corazón

que no estuve a la altura de tu corazón 
que soy un alma oscura marchitándote 
que mi nombre es largo y pretencioso 
que tus labios no venían cansados ni sedientos 
apenas si fui tu primera constelación 
el segundo pecho que has bebido, un oscuro marcapaso 
que no pudimos concebirnos, fecundamos 
que este amor ha sido armado, intencional 
el nudo en tu pelo rojo 
lo desnucado, lo torcido 
que desteñí tu camisa 
rayé el disco del adagio 
que no te mostré el mar 
con la rama de espantar los perros 
que todo lo que escribo 
es animal, salvaje y velocísimo 
y que vos te lo has montado 
en mi cara 
para huir

De Los demonios del mar (2015)



El panal...

El panal que sacaste de la ventana 
está ahora sobre la pila de libros
casa flotante, embalsamado glaciar
con sus piezas desnudas y sus habitantes perdidos
Cuando no duermo
me siento frente a él y observo
exhibida a escala
nuestra fortaleza:
un reino paralítico
que aún perdura
y cruje de noche
la pureza de un tumor
que aumentará su tamaño
para despedirnos


Lavo la sangre...

“Antes un cubo de agua era más valioso que nuestros propios hijos" 
Tovognaze

Lavo la sangre de mi periodo en agua color café
Lavo la falla de mi nacimiento
Froto la censura del hombre
La mancha de la mutilación
La costura que es herida y amenaza
Ellos odian lo que no controlan.
No lo dejan ir. Yo lo dejo ir
Estrujo con fuerza mis bragas, como si torciera el cogote de un ave para el almuerzo
Como si exprimiera
la teta de una cabra famélica
El órgano entero de mi madre y de mis hijas
Lo dejo ir.
Lavo el musgo tibio de mi carne
La baba deslavada del universo
y ando así
Goteando sobre la sequedad intensa de mi pueblo
Me muevo lenta sobre los cultivos
para que nadie sienta el olor de
mi sangre desgajada y estéril
que a nadie alimenta
Hebra de madre muerta desmenuzada
no retenida
espesa fibra del baobabs
coágulo sin rostro
líquido terco, clandestino
pura arritmia del bosque
Mi cuerpo inundado
altera a mi padre avergüenza a mi hombre
Decepciona a los dioses
Sangro frente a mi esposo
Mientras estoy menstruando no puedo tocar sus remedios
ni sus amuletos, anulo su poder
Pero entonces apesto a mujer
No puedo evitarlo
Como el mandril
Esparzo el olor en dirección a mi obtuso rival
No puedo ser sumisa en esto
Sangro aunque me ordene que no lo haga
aún arrodillada ante él
Sangro y renazco
Anulo su poder
Lavo la sangre de mi periodo en agua color café

luego llevo el balde hasta la huerta
y riego
Espero que los brotes nazcan que mis hijas crezcan
que todo sea del color
de la tinta en que se impregna

De Mubarak (2022)

jueves, 2 de marzo de 2023

La historia de un poema de Noelia Palma

Noelia Palma (foto de Oscar Ernesto Solís)



por Noelia Palma (*)
Especial para El Desaguadero

Un gesto. Una bailarina se acuclilla. Los dedos se mueven en el piso como si escribiera. De pronto escribe. Y no dejará de escribir. De niña fui esa bailarina. 
Cerca de mi casa de la infancia había una academia de danza que se llamaba Plus Life. A los cinco años mi madre me inscribió. Recuerdo haber ido con temor a lo desconocido y haber regresado a casa sin querer volver. 
Mi profesora tenía un nombre que recuerdo con melancolía: Lorena. 
Lorena nos enseñó disciplina a mí y a las compañeras. Nos enseñó la precisión del movimiento, los saltos de la danza jazz, la historia, los tiempos, las repeticiones, la belleza. Lorena nos enseñó a competir, nos llevó al teatro, enseñó a nuestras madres a maquillar y a peinar. Se ponía nerviosa con nosotras y festejaba a la par. Lorena nos hacía diplomas con letra prolija y muchas felicitaciones. 
La última vez que competí en un teatro usé una malla azul y blanca con estrellas brillosas. Las medias color piel hacían a mis piernas más estilizadas. Tenía flequillo y la cara de una niña que entraba en la adolescencia, con granos, regordeta, feliz. Recuerdo que mamá, cuando llegamos a Capital, me llevó a almorzar unos tostados en un bar, para después correr al colegio La Salle. El vestuario en el que estábamos era un aula. Todas las academias tenían asignada una. La competencia era por street jazz. Las madres iban y venían haciendo cosas. Ensayamos varias veces y, entre tanto, olvidé decirle a mi madre que la vida era hermosa.
Fui esa bailarina hasta los 13 años. Un día mi pierna derecha ya no funcionó debidamente.
Cuando dejé de bailar, el tiempo adhirió una película dolorosa a mi cuerpo. Una piel nueva. Y escribí. Siempre escribí, pero, de pronto, algo reemplazaba la danza.
Probablemente hoy sea la poeta que esa bailarina puede ser. Las historias no terminan. Se reescriben. 
Por ahora, descansa la bailarina. 






18

Se acuclilla en la sombra endeble y espera.

Escribe que la vida 
es un corazón con los ojos cerrados.

Descansa la bailarina 
mientras mueve los dedos.

Escribe.

Que su único amor se dio por vencido;
no como los soldados 
sino como la luz pegajosa 
del tiempo.

Como la distancia entre el fantasma 
que toca la puerta

y el que ya fue perdonado.

(de Las flores que mis hijos dejan en los libros, 2022)




(*) Noelia Palma nació en Morón, Buenos Aires, en octubre de 1984. Publicó: Que la muerte nos ampare (2017); Solo con todo el mundo, Charles Bukowski (2017); La casa (2019); Marilyn (2020); Luxemburgo (2020), 0034 (2021) y Las flores que mis hijos dejan en los libros (2022), que obtuvo la 1ra. Mención de en la XV edición del Concurso Nacional Adolfo Bioy Casares 2021. Coordina el taller y clínica de poesía Historia de la Melancolía.