lunes, 13 de marzo de 2023

4 poemas de Alicia Grinbank

Alicia Grinbank.



Alicia Grinbank nació y se crio en el barrio de Floresta (Ciudad de Buenos Aires). Estudió Literatura Francesa. Publicó los libros de poemas Bruma y verdor (Botella al Mar, 1987), Curanto (Libros de Tierra Firme, 1992), La balsa de la Medusa (La Luna Qué, 2002), Noche cerrada (El Mono Armado, 2006) y Pulmón de manzana (El Mono Armado, 2011).


Zumbido

Todo está ordenado:
hasta arden los leños en la casa
comida suficiente 
plagas controladas
mandaderos por la puerta de servicio
Es solo una mosca que perturba
ronda por el borde del plato…
hace frío ¿de dónde habrá salido?
Una mosca verdinegra
            zumba


De Curanto (1992)


Vista abierta

Desde el 6º piso de mi balcón florido 
se ve la terraza del laboratorio de la vuelta: 
hombres con cofia blanca ajustan manivelas 
abren un gabinete sellado 
revisan tuberías    instalan artefactos.

Algunos atardeceres   mientras riego las plantas 
los contemplo y me dejo creer que acá 
en Colegiales  
—al alcance de mi vista en el centro mismo de la manzana—
se activará el botón o la palanca
que acabe por fin
con el dolor de todo.


Pulmón de manzana

En 4 cuadras a la redonda se fragua el mundo.
Ventanitas y detrás el desdén  el amor  la cacería.
En algunas terrazas se baldea
en otras se tritura el costillar.
La vecina fuma a morir
y en el mercadito —a las siete de la tarde—
la broma chabacana
diluye el estrago de los rostros.

Pero la hora más intensa
sucede cuando me acuesto
y dejo que me bañe la luz nocturna del barrio.

Escucho su respiración de animal doméstico:
débiles reyertas        besos salvajes.
Hasta que la bocina de algún tren carguero
hiende la noche      y me duermo.

De Pulmón de manzana (2014)


Escena final

Está enojado el hombre, iracundo, digamos.
Y es lógico, ella lo ha crispado hasta la puteada.
Sacó de él lo que tanto calló y perdonó y contuvo.
Ahora quedó solo en la calle del dolor:
desfilan taxis vacíos    parejitas abrazadas
y el hombre vuelve a su casa.
Abre las ventanas y de ella arroja cartas, fotos 
y alguna chalina perfumada.
Luego pega el grito. Se deja caer por ese tragaluz infame:
rebota en el patio de la planta baja
entre condones y verduras
desnucado y feliz por la noticia
que ella recibirá a la mañana

Inédito

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