domingo, 26 de mayo de 2013

Llevar la poesía a los oídos de la gente



Llega a Mendoza el Festival Internacional de Poesía Abbapalabra-Transpoesía 2013

Desde el martes próximo, Mendoza recibe al Festival Internacional de Poesía Abbapalabra-Transpoesía 2013, que trae a poetas de distintos países (y también locales) y que tiene por objetivo no atraer al público con los versos sino llevar el arte lírico a los oídos de la gente, ofreciendo charlas y recitales en lugares de marginalidad y en establecimientos educativos.

Abbapalabra surgió en San Luis de Potosí (México) como un festival, desde sus inicios, nada convencional. La idea era desacralizar la figura del poeta, pero además (como diría en un recordado verso nuestro Fernando Lorenzo) «a soplar al oído de los hombres / la tempestad y su cortejo de cristales partidos».

A la apuesta se sumaron otras iniciativas. Una de las primeras en hacerlo fue el Encuentro Internacional Arte-Comunidad (antes llamado Poesía-Comunidad), propiciado por la Asociación Cultural Tangente que motorizan diez jóvenes de la provincia de Heredia (Costa Rica).

Después de diversas ediciones de Abbapalabra, el festival excedió las fronteras aztecas para iniciar un «corredor cultural» por diversos países latinoamericanos, hasta que llegó el momento de visitar, en esta edición, nuestras tierras. En Argentina, sólo Mendoza y Buenos Aires serán sedes del festival, y nuestra provincia lo hará como parte del programa «Mendoza sin márgenes», del Ministerio de Desarrollo Social.

En este capítulo mendocino participan ocho poetas (ver nombres y cronograma aparte), de diversos estilos y con el mismo compromiso por hacer evidente que la poesía es un oficio más que un don.

Marta Miranda, poeta mendocina radicada desde hace tiempo en Buenos Aires, participó anteriormente en el festival en México, y cuando apenas acaba de terminar el Festival Internacional de Poesía de Buenos Aires (donde ofició como uno de las coordinadores) es la encargada de coordinar el Abbapalabra mendocino.

Es ella la que nos explica la naturaleza, tan particular, de este encuentro poético, que excede lo literario.

–¿Qué es Abbapalabra-Transpoesía y en qué consiste el capítulo de Mendoza?

–Se trata de un verdadero «corredor cultural» que viene desde México, país donde se inició como el festival Abbapalabra. Básicamente es una actividad literaria que recorre varios países pero que tiene un contenido social.

–Es un festival, pero no un festival convencional. ¿Cuál es la búsqueda?

–La característica es que en general uno va a una conferencia o una lectura de poemas para encontrarse con el autor, y en cambio aquí es el escritor el que va a buscar a su público, sobre todo en las comunidades más apartadas. Es una actividad descentralizada que apunta a lugares marginales, a lugares donde habiten pueblos originarios o a sitios donde no se tiene, por diversas razones, contacto con las actividades culturales.

–Y también ayuda a ofrecer una imagen más realista del poeta...

–La idea macro es desacralizar la tarea del escritor y acercar a chicos y a adolescentes la idea de que es un oficio común y alcanzable. El escritor no es un dios, sino un tipo común.

–¿Por qué la poesía es la expresión adecuada para esta búsqueda, la de llevar arte a la gente?

–Creemos que todos alguna vez hemos escrito un poema. La actividad literaria, la escritura, es casi la primera forma de expresión. Es intimista. Por eso estamos confiados en que todos hemos escrito, y por eso es un paso inmediato. El canto requiere cierta habilidad especial, más que la escritura. Y cuando vamos a estos lugares siempre nos encontramos con chicos o adultos con intereses literarios. De por sí es lindo escuchar poesía, pero siempre hay algunos que han incursionado en este género.

–¿Cómo se eligen los lugares o comunidades a visitar con las lecturas de poemas?

–En México, donde nace el Festival Internacional de Poesía Abbapalabra, ellos trabajan con un concepto similar. Y son ellos los que proponen el concepto, que nosotros aplicamos en esta ocasión. En Costa Rica se trabajó con niños muy chiquitos, cosa que en México no sucede. En Mendoza vamos a ir no sólo a escuelas o jardines maternales, sino por ejemplo vamos a ir al ex COSE, un centro de contención juvenil, o escuelas que han surgido en lugares impensables, como El Pozo de Godoy Cruz. En Buenos Aires, además, vamos a trabajar con organizaciones sociales que nuclean escuelas y las llevan a su ámbito.

***

El cronograma

►Martes 28/05:  De 14 a 16 y de 17 a 19: lecturas en Dirección de Responsabilidad Penal Juvenil.

►Miércoles 29: En Bº La Favorita (horarios a confirmar)

►Jueves 30: De 10 a 12 y de 18 a 20: los poetas leerán sus textos y dialogarán con la gente en El Pozo de Godoy Cruz (CENS 3-474).

►Viernes 31: De 11 a 13 y de 16 a 18: actividades diversas en la escuela de Asunción (Lavalle).

***

Pequeña antología de los participantes




Juan Carlos Quiroz
México. 
Publicó: Crónica de navegación (los demonios) y No había mar, entre otros.

El poeta de la casa


Escribo versos porque en mi casa no me dejan hablar.
Por ejemplo, cuando hablo de la rosa, del fuego,
o del profundo giro del vuelo de un pájaro,
mi sobrina Ana, que tiene el pelo largo y negro y los ojos hermosos,
me dice: «¡Tío, ya cállese!»

Después, cuando describo la misteriosa profecía de las aguas del mar,
mi madre me dice: «¡sh sh sh sh sh…! Por favor,
mejor deja que hable tu hermano».

O cuando menciono la intensa melodía que brilla en la cima del universo,
mi hermano Martín, que le tiene un enorme pavor a los ratones,
dice: “¡Ah, ya va a empezar éste con sus tonterías!”
Es por eso que escribo versos, porque en mi casa no me dejan hablar.
Y aunque los publique,
casi nadie los lee.



Álvaro Mata Guillé
Costa Rica. 
Algunos libros: Debajo del viento y La nada disgrega la nada.

5.


En  nuestros días,
(días alejados del estupor de los campos
del hedor calcinado de hueso en los hornos de hueso
del ahogo y el miedo de gas y dientes de polvo en el lodo,
en las grietas del ahogo
las arrugas;

de ojos y el terror de los ojos en los dientes
en la hendedura negra del ojo
en los dientes;

de rezos aplastados en las vigas,
en las manchas del cuerpo y el cuerpo que mancha el color destiñendo el sopor en los ladrillos
los trazos
los vagones
el rostro aplastado en las columnas;

de sal negra en la nieve negra del fango
del sopor en la ausencia
en los huecos que perforan la carne de hueso en las piedras,
del susurro en los huecos de las urnas,
en las cámaras,
en el silencio que vulnera el sopor muerto del silencio asimilando el tiempo, violando el mutismo sosegado en la costumbre,
en el tiempo,
en el túmulo,
los tablones

los insectos…)

el otro
-el yo el vos el tú,
lluvia que encubre la niebla y ahueca el viento-
desaparece como un espejismo en la avidez del prisma,
como una fosa perdida en la oscuridad del brillo,
como un espectro que persigue el moho en el fulgor del moho,
reflejo de una alucinación sin pétalos,
ni fulgor;

pero,
qué quieren decir estas frases:
que se han ido los pájaros
y la mirada se ausenta en la ceniza,
en la bruma en la tiniebla,

en el llanto al lado del riachuelo próximo al cerco, que atrapa el susurro que baja de las ramas en las nubes en el viento,
poseído por un brillor de abolorio muerto:

que nos hemos convertido en esplendor gris de lo que ocurre, hacinados en la oscuridad de un espectáculo que acumula rostros como celdas de una colmena pudriendo lo luminoso,
escondidos en el espejismo,
en la soledad de la ausencia
en el miedo
en el viento;

que se ha ido el deseo
y el umbrío cubre la sonrisa en la sombra y macha las arrugas de pus en los ojos, en los dedos en la pus,
en el espejo,
en el rostro de la laguna muerta:

la lluvia oscurece la poza estancada en la imagen de piedra,
las piedras del riachuelo
los pétalos de piedra
los tablones
los dedos yertos desfigurados en el piso,  

los insectos...




Julio Ceballos Vega 
México. 
Ha publicado Ventanas de un día en blanco. También es artista visual.


Confesión

El mármol que te cubre no es el de Rodin
sólo la piedra soporta el peso que escurre

¿Porqué al mirar la foto
permanezco en sepia?

¿Qué ocurrió
quién impuso la ruptura?

Bien decías que morir ocurre siempre
vivir sucede a veces
y eso quién sabe.



Fernando G. Toledo
Mendoza. 
Publicó, entre otros títulos: Secuencia del caos, Viajero inmóvil y Mortal en la noche.

Caza mayor y menor

Como un desconocido estás, de nuevo,
Saliendo del lugar de la reunión,
Huyendo de un bullicio que te infecta,
Que corre por los techos y paredes
Como si fueras la presa a atrapar
Por el sonido infalible del mundo.
Quedan en paz las voces, a lo lejos.
Pero solo aquí, en un cuarto vacío,
Persiste igual la tenaz cacería,
Que toma la forma reconocible
De algún recuerdo que no deseabas,
O tan sólo de tu voz interior
Que es también una peste
Y que ahora te alcanza.




Bettina Ballarini
Mendoza. 
Publicó Sin fundación mítica, La cantina del alba y Bananaspleen.

II

Me arrastra una voz desconocida
pero extrañamente familiar
como un fantasma
entre la música y el humo
de esta cantina..
Ahora macera la lluvia fría
en sus manos que no conozco
y la rocía
innumerable y tibia
convidándome
a húmedas noches de amor.

¿Acaso tendrá clemencia
con mis rosales desnudos?



Mario López Alonso 
México. 
Publicó Murmullos.

Insomnio

La noche plena
en el tumulto de la luna
Flotando en mi sudor
escucho
como nunca
el llanto líquido
de algún desconocido
en la arena
de alguna
parte

Al borde del insomnio
todos los sueños se empantanan
en el dolido refugio de la esperanza
tocándonos los huesos
millas adentro
en nuestra carne
¿Despertaremos?


Marta Miranda 
Mendoza-CABA. Publicó El oleaje, La misma piedra y Nadadora, entre otros.


Subte


Una bruma que
no es marina
las envuelve
estaciones, islas de luz
emergiendo
en la oscuridad líquida
Pasamos
no hay sorpresa
imposible
desviarse
Una tras otra
y esos rostros
en la isla
ahí
los nuestros, más dinámicos
todos
pasajeros



Ricardo Rojas Ayrala 
Buenos Aires. 
Publicó Sin conchabo corazón, La lengua de Calibán y Caligramas.

Marea

Ni toda la marea oscilante
del azul mediterráneo apagará
lo que has hecho con ese primoroso templo
de Artemisa, en Éfeso.
Aún si algunos vanidosos,
en Oriente,
quieran ya mismo imitarte:
¡Triste Eróstrato,
abandona esos fuegos fatuos
de la historia!

sábado, 11 de mayo de 2013

La historia del poema «Río» de Marcelo Leites

Marcelo Leites junto al Juanele (de algún modo)



Por Marcelo Leites 

(Especial para El desaguadero


La poesía es para mí entre otras muchas cosas, un estado de contemplación, un estado donde la interioridad y la exterioridad se funden armoniosamente. Por supuesto que este estado –como la paz, como la felicidad— no es permanente. Elegí el poema Río que abre mi libro Resonancia de las cosas. El título del libro remite a todas aquellas cosas, personas, lugares que fueron significativas para mí en algún momento. Y cómo esas cosas aparecían como un eco lejano, produciendo una resonancia que originó la escritura. Pero el libro ya fue reseñado por Carlos Battilana (en Diario de Poesía), Santiago Espel y Jorge Aulicino (en la presentación del libro). Así que me voy a centrar en el poema. 

El río Uruguay bordea la ciudad de Concordia, donde vivo. En la costa he permanecido mirando el agua correr, a veces calma, a veces agitada. Pero siempre o casi siempre mi mirada se perdía en algo que estaba más allá del alcance de la mirada en el punto de confluencia entre el horizonte y el río. Podía pasarme horas enteras sólo en esta actitud contemplativa. A veces, aparecía algún pájaro, pero nada alteraba el silencio del lugar, sólo acompasado por el suave murmullo del agua. También los pescadores formaban parte del ritual. Ellos también aparecían sumidos en algo que estaba más allá de su espinel. Y también eran capaces de esperar durante horas y horas que «picaran» los peces. Uno de esos días fue que se me ocurrió que la actitud del pescador y la del poeta tenían algunos puntos en común. Y de a poco se me fue ocurriendo el poema, que escribí en varios días de trabajo.

Inmediatamente después de escribir el poema, me di cuenta de que había una «resonancia» de Juan L. Ortiz, sobre todo de ese poema tan conocido Fui al río, donde el poeta se siente atravesado por el río y su percepción cambia después de haberlo «visto» en profundidad. Pero también había un eco de otro poema, que transcribo más abajo: El agua, uno de los poemas cortos más memorables de Ortiz. Seguramente escribí mi poema con el recuerdo inconsciente de esos dos poemas. En el caso de El agua, los elementos comunes son el pescador y esa mirada extasiada sobre el río. Salvo que en el poema de Juanele el protagonista es el pescador, en cambio en mi poema es el yo lírico el que se confunde con el pescador.



RÍO

Leve viento sopla en la superficie
ámbar de una última paleta de luz.
Trae olor de espinillos florecidos
del monte cerca de la orilla.
En su canoa un pescador tironea
lentamente el largo espinel:
llega casi a costa uruguaya.

Con ojos virados como mosca
recorre los saltos de agua y el vuelo
rasante de gaviotas hambrientas.
Las horas parecen no transcurrir.

El curso del río cambia.
El viento sopla fuerte.
Viene tormenta parece.

El bote sigue anclado y estable,
no conviene remar contra corriente.
Mejor me hago el distraído.
No presto atención al cimbronazo
de la correntada contra el bote.
Entreveo las colinas lejanas
y los sauces en las barrancas,
con el corazón al aire.
El aguardiente quema la garganta
y reconforta.
Ya no espero el pique
los peces, la pesca.
Espero que el clima
se ponga de mi lado.
El viento amainará
y el río volverá a su cauce.
Sólo hay que dejarse llevar
por el flujo de las cosas.
Y esperar pacientemente.

Ya no quedan pájaros y la noche
que se avecina es una metáfora
de la soledad más absoluta.
Las señales son múltiples
y el aparejo vacío abre
todavía más sus sentidos.
Los truenos se van apagando.
Las nubes se disuelven.
La atmósfera está en calma.
El río es un largo espejo plateado.

Te quedás inmóvil
con la mirada perdida sobre las lomas
más allá de la línea del horizonte,
donde el agua se junta con la luna
durante un tiempo inconmensurable.

Después volvemos a la costa.
Podemos regresar a casa.


Marcelo Leites, de Resonancia de las cosas, Ediciones en Danza, 2009.

*

EL AGUA

Veis la de pies ligeros, mis amigos?
Quién vio una gracia, así,
con esas manos de luz
en pétalos
para los ojos
y más pétalos
para una melancolía
de orilla?

Quién vio, decid, quién vio?

Oh, no es la danza, sólo ella.
Es una alegría de cabellos, más allá de ella misma,
en un ir de destino
hacia el escalofrío del principio…
La alegría, mis amigos, la alegría destrenzada
Para un amor que se va, ay,
en las velas del día…
O la alegría pura
que muestra hasta las alas de la luz
sin requerir mostrarse ella,
en una idea ya de la alegría…

Y no es con ella nada, nada,
el pescador
que sale de la noche
con su palidez
más íntima,
en los iris más fugados,
para el gusto de arriba,
y continúa en el vacío,
sólo asido,
cuando se queda totalmente sin hora,
a la liana del vino…

Nada?
Y ese cielo ahora a sus pies,
desde sus pies hasta las islas,
en una brisa de países
de un más allá hundidos?
Nada?
No es también él
una sombra
muelle
y fluida
en la destilación imposible
de los follajes
y de las colinas
y de las nubes
y de las líneas de los vuelos,
de ese abismo a sus pies?

No se pierde asimismo, él, sin saberlo,
sauce sin saberlo
o cinta de paso sin saberlo,
en un infinito que mira y mira
del otro lado de la vida
en una ausencia
celeste?


Juan L. Ortiz