lunes, 26 de septiembre de 2011

Elogio de la variedad

Repercusiones de los recientes Premios Nacionales de Poesía



Por Sergio Pereyra

En un artículo aparecido unas semanas atrás en el que cuestiona la adjudicación de los Premios Nacionales de Poesía, la poeta y ensayista Ivonne Bordelois, autora de los estupendos La palabra amenazada y El país que nos habla, luego de analizar un poema («Sudorosos en el porche») de la galardonada con el primer premio, Diana Bellessi, se detiene en un verso («batiendo grácil las alas»), ante el cual se interroga: «¿se puede escribir así en el 2011?». Y nos preguntamos el porqué de esta pregunta que, amén de tener ya una respuesta (el verso existe), es tan prescriptiva. Es decir, ¿hay una única forma de escribir?

Que Bordelois estime que la hay, parece contradecir otro pasaje de su nota donde elogia «el capital poético extraordinario de nuestro país», porque, ¿no es acaso la presencia simultánea de poetas como Bellessi, Arturo Carrera, Hugo Gola (acreedores del segundo y tercer premio respectivamente) y Jorge Leónidas Escudero (apenas mencionado, y pan de la discordia); y muchos pero muchos otros, un factor determinante de este saldo positivo?

Como lectores una de las experiencias más interesantes que nos pueden suceder es precisamente encontrarnos (en ocasiones, toparnos) con una variedad de obras que cubren un arco que va de lo lírico a lo prosaico, de la elaboración puntillosa al aparente descuido. Y es que hay poesía para todos los gustos, aun para los distintos gustos de un mismo lector; pues, «si ser siempre el mismo es un fastidio» (Foucault), leer siempre lo mismo, además de empobrecedor, es aburrido; y el aburrimiento, el peor pecado que un aficionado a las letras puede cometer. Entonces, según las circunstancias, ¿por qué no regocijarse con estéticas diversas, a veces incluso opuestas? O sea, hay momentos cuando ansiamos que nos hablen de determinadas cuestiones y de determinadas maneras, y otros, todo lo contrario. ¿O un mismo señor no puede disfrutar de los arabescos verbales de una Bárbara Belloc («Quiero un poncho del color de los caminos./ Quiero un poncho hecho de lana de la luna./ Un velo más de la cebolla menos un pétalo, un paso/ sin huella…») tanto como del ascetismo de la gran Juana Bignozzi? («Consagré y consagraron mi vida/ a tareas que se cumplirán sin mí// no veré morir a mi madre/ no conoceré el delirio por un hombre/ no viviré en la revolución») Y si esto sucede cuerpo adentro de un sujeto, imaginemos lo que puede ocurrir en una comunidad de lectores.

En cuanto al poeta, ¿quién, sino su propio deseo, podría indicarle qué o cómo debe escribir? Aunque hoy por hoy la rima (la consonante sobre todo) huela a naftalina, si fuera del gusto de un autor usarla, nadie podría impedírselo; en última instancia serán los receptores (los de a pie, los especializados) quienes juzguen si en ese caso concreto tal procedimiento resultó adecuado, o si merece –o no- ser premiado. Y ya que el asunto de los premios regresa (en el caso del restaurado Premio Nacional de Poesía, causa de algunos enojos, y de muchas alegrías), qué decir, sino que son poco más que un frágil puente –publicitario- tendido entre el poema y sus posibles lectores, ya que, por lo usual, un poeta premiado solo accede -cuando accede- a su cuarto de hora de pequeña fama en las páginas de los suplementos culturales, páginas que, también por lo usual, suelen ser las primeras destinadas por el comerciante de barrio a envoltorio de huevos. Por experiencia sabemos que ningún libro por muy internacional y merecidamente laureado que sea (valgan como ejemplos los muy bellos la vista de Claudia Masin y La llave Marilyn de Laura Yasan) provoca amontonamientos histéricos a las puertas de las librerías cual si del último Harry Potter se tratara. O sea, de lo que se habla es de «una ausencia de demanda que hace de la poesía un margen, pero un margen (y no es un consuelo de tontos) en el que ha estado y está su posibilidad de resistencia, su posibilidad de fiesta y de goce» (Genovese).

***


MUESTRARIO DE VARIEDAD



Un poema por poeta mencionado.


Títere de la moneda

Pringles, 4 de enero de 2004.
Viene un chico a la puerta y grita desde afuera:
“Señor, ¿tiene una monedita?”
Abro la mirilla grande de la puerta negra,
Le digo entre los relieves oscuros: “¡Sí; ya
Vuelvo!” Y voy hasta la caja donde guardo
Los títeres de guante; me calzo uno y
Lo llevo hasta la mirilla, ahora Boca de Teatrino:


“-Siiiiiiiiiiiiiiiiiiii?”- y el chiquito se ríe.


Y el títere de la moneda le da la moneda.
¡Por suerte no soy yo!
El títere de la moneda le da la bienvenida a mi puerta.
¡Por suerte no soy yo!
El títere le dice que todos los remordimientos
Son esa moneda trucha que le da.
Que todo el dinero del mundo
Es su mentira que le entrega.
Que toda la falsedad de la tierra cabe
En nuestro dolor, en la mísera alegría
De ese instante sin rencor: “¡Gracias, Señor,
Hasta mañana!”


Arturo Carrera. Potlach.

*

SI SOLO FUERA UN SOPLO
el amor
poco valdría

si fuera solo un fuego
el paso de los días
lo apagara

si un agua suave fuera
el sol lo absorbería
con su llama imperial

qué es entonces
si no es soplo
ni fuego
ni agua?

tal vez una sed
que clama
un llamado que no puede
ser oído
una memoria que traspasa
los días
un olvido que vuelve
y vuelve
más vivo que todo
lo vivido.


Hugo Gola

*



LE DIGO A UN GRAN POETA


Hölderlin,
a tu mamá una carta le dijiste,
¿recuerdas?, «todo lo alcanza el amor». Escribiste eso y hoy
desdícete, por favor te lo pido, Hölderlin,
pues quise detener lo que huía
con palabra a mujer y no alcancéla.

Es por eso me duele haber creído
lo tan absoluto que escribiste
y tan serio en mi que speranzado
corrí tras el amo a lo tonto
cayéndose la baba.

¿Es que mentiste?
Sea como sea desdícete, Hölderlin,
así ningún pobre namorado en desgracia
se largue al infinito con todo
y sufra como yo destrozo de alas.


Jorge Leónidas Escudero. Antología personal



Hosanna:
Oculato osario

Apenas se puede mover el viejo, está hecho concha: todo blanquito y calcáreo, quietecito en el fondo de la residencia Egeo, sin una perla en la boca ni una moneda en los bolsillos, con los huesos ensanchados como una mantarraya y un abanico estático en la mano aun más estática. Está esperando la visita, mudo, tieso; un bailarín congelado en el aire en pleno salto y sometido de inmediato a rayos X cuyos efectos lo convierten en la idea de un muerto capturada en la fugacidad del movimiento, cuando comienzan a caer al suelo las costillas, las dos rótulas, el fémur, el sacro. Es una víctima nuclear, todo él digno de relicario; esperando el más allá como quien espera un barco que zarpó recién, como quien espera cura, o amor de parte de quien no ama. Parece un aljibe. Parece una fuente de agua sin agua, de piedra. Pero el viejo escucha todo, pero no lo que pasa: escucha el río que corre y los grillos de madera, la burbuja de la valva que sube a superficie, el crujido de la piel de la serpiente.

(recuerdo de la rambla)
A propósito de: Ítalo Svevo: Senilitá.

Bárbara Belloc. Espantasuegras


*


después de décadas vos me anunciarás mi muerte


el día que dejes de hablarme de manera irónica
seca y un poco desatendida
sabré que me estoy muriendo
el día que dejes de decirme
por favor se habla con el subjuntivo lo has olvidado
no se viste uno con flores y rayas
no se sale así a la calle
ese día seré conmovedora
digna de piedad
y toda forma de felicidad habrá desaparecido
el día que me disculpes cualquier
cosa que diga
sabré que ha llegado el final


Juana Bignozzi. Si alguien tiene que ser después



*

Madre e hijo


Despacio, despacio, que hasta aquí no llegue la prisa
de la muerte. No quiero que venga la primavera
dijiste, no tengo ropa que ponerme. En las montañas
pareciera que siempre está a punto de desatarse
una tormenta, pero hay una sola tormenta en todo
el invierno. Cuando sucede salimos los dos
a verla. Te tiemblan las manos como a una niña
pequeña, siempre me pregunté si de alegría
o de miedo. Todas las cosas únicas aterran.
A veces quisiera protegerte, taparte los ojos,
que no adviertas la primera gota
desprendiéndose, inevitable, del cielo. Que no sepas
que por más que hagamos silencio por meses,
por años enteros, acabaremos por decirnos una
u otra palabra y en ese momento comenzará
a correr el tiempo.

Claudia Masin. la vista

*


Plegado en sí

como un juego de cubos infinito
una muñeca rusa que guardara en el fondo
los gajos de una flor crecida en una grieta
hago trinchera en el silencio
y es la palabra que no digo
el ladrillo de furia en la cara del miedo
un lunes con la lengua cortando el paladar

lo que resta es apenas un átomo de tiempo
una laguna quieta duplicando la imagen del presente
plegándola en sí misma para aguantar la vida adentro de la vida
mi corazón latiendo en su mensaje turbio

¿es posible morir de intensidad en la jaula del cuerpo?
¿es posible que en ese atardecer
brille el error como una luna enferma
que me devuelva limpia al punto de partida?

lo real es impuro
podría soportar esa fragilidad
si conservara intactos los ojos cuando vuelvo
si pudiera ganarme la otra parte del día
merecer el misterio

Laura Yasan. Ripio


*


PRIMAVERA

I

Las calas, aros de Etiopía, abren su corola
blanca. Señalan un sol. La forma más simple
y perfecta.
Un aro de música para esta mañana.
un viento del oeste
y la decisión de sostener la vida
entre los brazos abiertos.

II

Un pato biguá
deja su estela de plata.
Ramón cruza a remo
como oficiando misa en el agua.
Él es el símbolo, la clave.
De espuma que se borra,
de espuma la canoa
donde el Mudo
despliega su canción.


Diana Bellessi

viernes, 9 de septiembre de 2011

«Principio de permanencia», de Laura Yasan


por Paula Seufferheld



principio de permanencia

                                                                     a Juan Luis Andrade

así como en lo puro habrá crudeza
como fue lucifer el más hermoso entre los ángeles
abril el más ligero de los meses
y nadie
ha caminado jamás sobre papel de arroz sin dejar huella
ni trazado un sendero sobre el agua

      creés en la distancia

y nada más girás sobre tu centro a la velocidad de un disco de vinilo
una voz te persigue
una carta te pisa los talones y lo darías todo por convertirte en sal si volteás a mirarla
      (que un relámpago surque de nervaduras líquidas el cielo
      que te lleven las aguas si con eso evitaras sus ojos implorando)

      creés en el avance

así la travesía es el principio
de una ley que refuta el movimiento

no hay recuerdo tan límpido que pueda atravesarte cuando ya te hayas ido
tan lejos como puedas es demasiado cerca
no hay cuchillo tan lento

***

La excusa del poema

El poema que nos conmueve se escribe en el cuerpo porque nos habla de quiénes somos con palabras que no conocíamos pero intuíamos. Así el poema se vuelve revelación. Intentaré transcribir con palabras –a menudo torpes y mezquinas- mi experiencia luego de leer y releer «principio de permanencia» del libro Ripio (NuevoHacer, 2007) de Laura Yasan.
Mi propuesta: interactuar con el texto, ser una voz que trabaja entre los versos, que los interpela y resignifica. Mostrar mi hoja de ruta para que al enfrentar el poema y mis impresiones, en ese juego de espejos, tanto yo como ustedes quedemos atrapados en un sinnúmero de imágenes que se replican y repelen.

así como en lo puro habrá crudeza
como fue lucifer el más hermoso entre los ángeles
abril el más ligero de los meses
y nadie
ha caminado jamás sobre papel de arroz sin dejar huella
trazado un sendero sobre el agua


Las antítesis se suceden y no sé donde te llevan. Asentís con la cabeza luego de repasar cada verso: lo puro y lo crudo, el viejo tópico de la rosa con espinas… no hay tersura que no tenga un revés de aspereza, pensás. El señor de la muerte fue el primero de los ángeles en el paraíso perdido. El más gris de los meses es también el de la brisa amable que se asimila a la libertad de las hojas. El papel más delicado, material para flores y acuarelas, imposible de escribir, es, a la vez, tierra firme para imprimir tu huella. Y el agua por más que recupere continuamente su forma, ya fue surcada por tus pies descalzos.


creés en la distancia

Cierre de la antítesis. Aquí hay una afirmación que destruye un acto de fe: creer en la distancia es absurdo, imposible como todo lo enumerado.
Te detenés y observás en la mitad del poema una duda: ¿la distancia es imposible o tiene una naturaleza diferente a la que le atribuiste siempre?

y nada más girás sobre tu centro a la velocidad de un disco de vinilo
una voz te persigue

La voz que habla sentencia, como en el mito de Edipo, llega el momento de mostrar la verdad, destapar los ojos: a 33 ½ rpm, en un disco donde solo has grabado los latidos de tu corazón, el bombeo monocorde se confunde con el chirrido de la púa. Diástole y sístole que saltan en los surcos sucesivos de tu larga duración y el centro se aproxima más y más. No hay distancia física (la probaste, ¿te acordás?) y en un páramo perdido gritaste y en lugar de tu eco, hallaste esa voz que insiste, que no da tregua, que persigue.

una carta te pisa los talones y lo darías todo por convertirte en sal si volteás a mirarla

Voz, carta… «el otro» hecho texto, trama que amenaza, que quiere enredarte. Escapar es girar en círculos y la distancia un acto imposible. Atrás Sodoma. Fuego y azufre para los condenados pecadores. El desastre. Aunque no girés la cabeza el resplandor de la ciudad incendiada se refleja en los objetos que tenés por delante. Orfeo miró y terminó perdiendo el amor para siempre. Pero atrás no está Eurídice, bien podría estarlo, reemplazar los terrores de Sodoma por el mito griego, mirar y perder, eso es lo que querés, perder. Olvidar, aquí y ahora. Pero el olvido se demora, apenas se arrastra en su letanía de caracol.

    (que un relámpago surque de nervaduras líquidas el cielo

Y girás pero la luz del cielo y su tormenta te enceguecen, no ves a quien amás y agradeces el acto piadoso de esa naturaleza encrespada. Cuando volvés la espalda seguís siendo un hato de carne y huesos caliente, excitado, concentrado en tu huida.

     que te lleven las aguas si con eso evitaras sus ojos implorando)

Pero las aguas forman remolinos y dejarte arrastrar es volver al centro, como en el disco, pero ahora la melodía de tu sangre es disonante, violenta y adquiere la contundencia de las olas al romper contra las piedras.

     creés en el avance

así la travesía es el principio
de una ley que refuta el movimiento

Primero fue destruir tu fe en la distancia, ahora, el poema intenta demoler tu fe en el avance. Recordás algunos pasajes del poemario Viajero inmóvil de Fernando G. Toledo. Los versos del poeta mendocino llegan a conclusiones similares sobre el concepto de distancia vertidos por Yasan: «Con este vicio nómade estancado en la partida» (poema 1), «Cuento los pasos otra vez uno a uno despacio/ Y descubro que dibujan un círculo obsceno» (poema 13), «Viajero inmóvil que gira sin eje/ Hacia un remedo de repeticiones» (poema 18).


no hay recuerdo tan límpido que pueda atravesarte cuando ya te hayas ido
tan lejos como puedas es demasiado cerca
no hay cuchillo tan lento

Si el camino es el círculo, el disco de vinilo, la púa que dibuja el surco o el dedo que da forma al remolino de agua; si convertirse en estatua de sal es ver por una eternidad unos ojos implorando, conviene abandonar tu fe en la distancia y dejarte desangrar hasta el olvido.