lunes, 4 de octubre de 2010

Entrevista a Diana Bellessi

«La poesía es un intento de avizorar el futuro»



por Fernando G. Toledo

Lo que uno tiene es esto: la música de dos versos grabada en lo profundo, como una melodía que perteneciera a otro tiempo, propio pero acaso desconocido. Dos versos: «He construido un jardín como quien hace / los gestos correctos en el lugar errado».
Era un poema de Diana Bellessi (Zavalla, Santa Fe, 1946), leído por primera vez en una revista [1] junto a su nombre, en 1993, a poco de la publicación del libro que lo incluía: El jardín. Lo que uno tiene es una relación extraña, gestos correctos en un lugar errado. Un intento por entrar en su jardín poético, no siempre feliz. El regalo de un libro de manos de su editor (José Luis Mangieri, quien le obsequió a quien esto escribe Colibrí, ¡lanza relámpagos! [2]). El encuentro frecuente con el nombre de la escritora, que se agigantaba, y, por fin, la reunión de su poesía en un solo volumen. Tener lo que se tiene, el libro de 1.200 páginas que recopila todos los libros de Bellessi, puede representar para muchos la oportunidad por ingresar, ahora sí, en su poesía. Una poesía «tensa», «rabiosa», pero a la vez «pacientemente dulce», al decir de Jorge Monteleone [3]; una poesía sin media concesión, ardua y límpida a la vez, que su autora presentó en Mendoza, en la reciente Feria del Libro.
Rodolfo Braceli supo preguntarle a la autora de Crucero ecuatorial, Tributo del mudo, Eroica o Sur sobre el hermetismo que acorazaba a buena parte de sus poemas: «me gustaría que fueran completamente claros», reconoció, para luego citar a Girri: «un poema puede ser hermético pero siempre tiene llave y cerradura» [4].
Acaso Tener lo que se tiene sea esa llave maestra, pues su prólogo, el recorrido amplio y paciente por cada verso, permiten una mirada completa a una obra que, con sus pliegues y bordes, parece mostrar, empero, una notable unidad.
Y si esa llave no fuera suficiente, si aún resulta lejana y cerrada la poesía de Bellessi, no dejaría de ser una buena oportunidad para acceder a su poética esta charla, esta cerradura por la que Diana deja que miremos su obra.

–La edición, el año pasado, de Tener lo que se tiene, que reúne toda su poesía publicada hasta la fecha, ofrece la posibilidad de repasar su nutrida obra poética. ¿Qué siente al contemplar ese ancho volumen, todas esas palabras?
–Siento lo que el nombre del libro dice: que es lo que se tiene.

–¿Qué rasgos principales, si es que pueden enumerarse en una mera respuesta, son los que usted sabía que trazaba con su escritura y la visión de toda ella, a través de Tener lo que se tiene, lo confirma?
–Puedo decirte que al construir el archivo del libro completo, al leer todos los libros con cierta atención, lo que sentí es que había coherencia. Coherencia en el pensar y en el sentir, en la exploración de las formas, en los logros y sobre todo en los fracasos, esos fracasos que te llevan a intentarlo otra vez, en un nuevo libro…

–El «decir» de su poesía es múltiple: de a ratos, el tema parece descentrarse, quizá para reproducir cierta inestabilidad, o más bien, inasibilidad del instante. Pero ese descentramiento a la vez, se sazona con palabras tenues, inocentes casi, que remiten a la infancia, a los juegos, al campo. El fondo (el tema) y la figura (la forma) establecen una fascinante dialéctica. ¿Es su poesía un intento por retener a veces, remediar otras, el pasado y el presente?
–Es hermoso lo que decís, ojalá sea cierto… Pero no construyo ni mantengo un programa en mi escritura, lo que descubro como coherencia es algo a posteriori, nunca previo al poema, o al conjunto de poemas que construyen un libro. Lo que sucede es siempre un misterio para mí. Escribo poesía porque haciéndolo no sé qué es lo que hago, ¿me entendés? Y confío luego en lo que el lector dice de ella, allí se termina el poema, o mejor aún, no termina nunca mientras haya un nuevo lector que abre ese poema. A la luz de lo que vos me das en este momento, podríamos decir que es un intento de avizorar siempre el futuro.

–«Yo desaparezco salvo / en la función de tensar el sentido / hacia lo visible» se lee en un poema de Tener lo que se tiene, que es también una celebración del silencio. ¿Esa «función» es la única que justificaría a la poesía frente al silencio?
–Quizás sí, sobre todo porque no es una función, sino la disfuncionalidad del poema la que a veces lo logra, su descentralización, su inestabilidad, como vos lo dijiste hace un momento; el instante es inasible pero creamos –el poeta y su lector– un campo de ilusiones en su lugar, eso es el poema.

–El problema de los llamados «pueblos originarios», la problemática de la vida en las cárceles, la pobreza, son temas con los que también ha tratado en buena parte de su poesía. ¿Es también una poeta «comprometida», para usar una terminología un tanto en desuso?
–Un poeta sólo puede ser comprometido, como un trapecista; te lanzás al aire y sabés que un centímetro de diferencia a tu trapecio o a las manos de tu compañero, pueden significar la vida o la muerte. No hay problema, no hay problemática, hay parientes que te llaman o a los que llamás, y vas con el corazón hacia allí. A veces es un compañero humano y otras es un yuyo, una piedra o un pajarito. Parientes en el campo de ilusiones de la emoción, como decía Muriel Rukeyser: «el universo está hecho de historias y de átomos» [5].

–Sorprende saber que no perteneció a una «familia lectora» y que buscó de manera autodidacta sus lecturas. ¿Cómo fue su acceso a las obras literarias? ¿Qué autores o qué obras la marcaron, la «invitaron» a ser poeta?
–Hay familias que leen, y familias que cantan y cuentan haciendo grandes silencios. La mía pertenece al segundo rubro. Así que en primer lugar, la copla mestiza. El Dante, Juancito de la Cruz, Salgari, los grandes de la ciencia ficción, y andá a saber…

–¿Se puede decir que supo del mundo que la rodeaba, del vasto mundo, a través de la literatura, y luego salió a comprobarlo? Porque uno de sus datos biográficos nos cuenta que recorrió el continente americano durante años [6].
–Colgué una mochila en mi espalda a los dieciocho, era demasiado joven para saber del vasto mundo a través de la literatura, pero los libros colaboraron a la intensa formación del deseo, el deseo de andar por el mundo. Pertenezco a la generación de los setenta, la que elaboró el mito de la patria grande, así que todo el continente era, y aún es, mi casa; y por extensión el mundo entero.

–Hay una tendencia, en la crítica, a hablar de «literaturas de género». Usted encabezaría una larga, y no menos brillante, lista de las llamadas «poetas lesbianas» [7]. ¿Define algo ese género o es absurdo si de hablar de las obras mismas se trata?
–Tuvo sentido hasta los ochenta, cuando ese yo, con esa peculiaridad, la de ser lesbiana, aún no había sido enunciado en la escritura. Creo que nunca, al menos en América Latina, llegó a ser un género, y ahora, rotos los paradigmas del pasado, lo encuentro un tanto anacrónico.

–¿La poesía de qué otros poetas argentinos contemporáneos le parece digna de destacar?
–La poesía argentina es extraordinaria, y desde el Martín Fierro en el siglo XIX ha gozado de gran variedad y de una salud que no han quebrado ni siquiera las dictaduras o la desaparición casi completa de la industria del libro. Hacer nombres sería muy largo, pero te digo dos de mi corazón: Francisco Madariaga y Miguel Ángel Bustos.

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Notas:
[1] En realidad, dos revistas y un diario, que aparecieron casi simultáneamente. El número 24 del
Diario de poesía incluyó algunos poemas de El jardín, y el número 26, una entrevista a Diana Bellessi a cargo de Ricardo Ibarlucía, junto a un adelanto de Sur. Entre ambos, apareció en Página/12 una noticia sobre el libro en que se incluía el poema citado.
[2] En 1996, luego de la publicación de una entrevista con el autor de esta nota, el poeta y editor José Luis Mangieri (1924-2008) le envió a éste como obsequio una caja con libros editados bajo su sello Libros de Tierra Firme.
Colibrí, ¡lanza relámpagos! acababa de aparecer, como número 2 de la colección Poetas de Hoy. «Es una poeta impresionante», había adelantado Mangieri al avisar de la inclusión de ese flamante volumen en el envío.
[3] Son palabras de Jorge Monteleone en
La poesía como tierra sin mal: habla, mirada, gracia y donación, prólogo de la edición de Tener lo que se tiene (Adriana Hidalgo Editora, 2009).
[4] La versión digital de esa entrevista, publicada en el suplemento ADN de La Nación el 24 de julio de 2010, puede consultarse aquí.
[5] Diana Bellessi se permite aquí no una cita, sino una paráfrasis de Muriel Rukeyser (1913-1980), ya que la línea original de la poeta estadounidense, incluida en
The Speed of Darkness (1968), dice: «The Universe is made of stories, not of atoms» («El universo está hecho de historias, no de átomos»).
[6] Lo confirma la propia Bellessi en la entrevista con Alicia Genovese y María del Carmen Colombo, incluida en
Colibrí, ¡lanza relámpagos! (Libros de Tierra Firme, 1996).
[7] En la entrevista con Leonor Silvestri, publicada por Página/12 el 6 de junio de 2008 (ver edición digital aquí), Bellessi se refiere ampliamente a esta cuestión.


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Seis poemas de Diana Bellessi

Persecución del sueño

Cada noche persigo un sueño como a un ciervo
en la pradera. Como a él, apenas lo imagino;
o veo un ojo, el delicado filo de la cornamenta,
el flanco rojo que refulge y se pierde entre
los pastos del sudán.
Pero entonces apareció, entero, sobre el muro de
arena que bordea la laguna. La luna en el agua
lo volvía nítido contra el cielo.
Ella detrás, me miraba.
Empezó a cantar una canción. Rendida de
amor, y de terror, supe que su voz creaba
la mitad secreta del mundo.

(de Tributo del mudo, 1982)


Waganagaedzi, el gran andante


El musgo al tacto como rodar sobre muslos mojados. Silencio. Las nutrias nadando bajo el agua fundidas con el sueño de un doble líquido y perpetuo. Martín pescador, movimiento puro, a lo largo del río que corta como un cuchillo, sin otra dirección que aquella impresa por el ojo, cerrado.

A esta perfecta entropía llegó Waganagaedzi. Y todo se trastocó.

[...]

(de Danzante de doble máscara, 1985)


El Magnificat...

El Magnificat
cae
sobre tus nalgas

Cabalgo

cubriendo de jugo
la grupa entera

Los pechos duros
y aceitados avasallan

El Magnificat
sale de tu boca

Corre por canales
de aire líquido
y leche/entre los labios
de la concha
el matorral de pelo azafranado

Magnífica yegua
que me lleva en su salto

Cae

disuelta en mí

me deshace

Magnificat
entre tus brazos

Abolir
Hilos que sostienen
la contienda

Abolir
Carnadura
de una ilusión idiota

Suelta
Desatada en el tiempo
sale

la pequeña figura
de su traje
Madrenoche que estás
en los infiernos

te busco te abandono

No soy de tú
más que la rata
en el terror desnudo

La envergadura de tus hombros
balaustrada de los brazos
de un castillo en el aire
hacia el que ceso
no
de nadar

Vos sos
magnífica
hermosura
tiene tu cabeza

Y la columna del cuello
que la une
a pechos imposibles
de saquear
De un puño de ceniza
te construyo
radiante tú:
me mirabas
y no era
yo
era eso

sonda de arena
el tiempo

Abolir
De un manotazo
Los hilos que sostienen
la escena
El anfiteatro se llena
de sangre
sangre sobre las gradas
Huye el Coro
Queda la tragedia
sin público ni prueba
Borrada por el rojo
veo
escorzo de cadera
mata de pelo
de fuego
mayor entre tus muslos
que mi mano aferra
Abolir el texto
del drama

La palabra liberada
de deseo deja
de ser palabra

No es a mí
a quien escucha:
Ella sólo rastrea
un fantasma

(de Eroica, 1988)


He construido un jardín...


He construido un jardín como quien hace
los gestos correctos en el lugar errado.
Errado, no de error, sino de lugar otro,
como hablar con el reflejo del espejo
y no con quien se mira en él.
He construido un jardín para dialogar
allí, codo a codo en la belleza, con la siempre
muda pero activa muerte trabajando el corazón.
Deja el equipaje repetía, ahora que tu cuerpo
atisba las dos orillas, no hay nada, más
que los gestos precisos
dejarse ir para cuidarlo
y ser, el jardín.
Atesora lo que pierdes, decía, esta muerte
hablando en perfecto y distanciado castellano.
Lo que pierdes, mientras tienes, es la sola compañía
que te allega, a la orilla lejana de la muerte.

Ahora la lengua puede desatarse para hablar.
Ella que nunca pudo el escalpelo del horror
provista de herramientas para hacer, maravilloso
de ominoso. Sólo digerible al ojo el terror
si la belleza lo sostiene. Mira el agujero
ciego: los gestos precisos y amorosos sin reflejo
en el espejo frente al cual, la operatoria carece
de sentido.

Tener un jardín, es dejarse tener por él y su
eterno movimiento de partida. Flores, semillas y
plantas mueren para siempre o se renuevan. Hay
poda y hay momentos, en el ocaso dulce de una
tarde de verano, para verlo excediéndose de sí,
mientras la sombra de su caída anuncia
en el macizo fulgor de marzo, o en el dormir
sin sueño del sujeto cuando muere, mientras
la especie que lo contiene no cesa de forjarse.
El jardín exige, a su jardinera verlo morir.
Demanda su mano que recorte y modifique
la tierra desnuda, dada vuelta en los canteros
bajo la noche helada. El jardín mata
y pide ser muerto para ser jardín. Pero hacer
gestos correctos en el lugar errado,
disuelve la ecuación, descubre páramo.
Amor reclamado en diferencia como
cielo azul oscuro contra la pena. Gota
regia de la tormenta en cuyo abrazo llegas
a la orilla más lejana. I wish you
were here amor, pero sos, jardinera y no
jardín. Desenterraste mi corazón de tu cantero.

(de El jardín, 1992)


El regreso


Gajo de mandarina dulce
la luna mengua y se alza al este
hacia las dos de la mañana

Yo vuelvo a casa al trotecito
en la noche inmensa estrellada
con la perra y su rastro fijo

clavado al suelo, equilibrio
entre las dos, así me pierdo
tranquila mirando el cielo

y ella me trae de vuelta al rancho
nuestro como un ángel guardián
Qué buena la noche y el día

si por acá vivir es seda
y me da vergüenza agregar
un susurro de voz, rozar

con mi uña la tela tan tersa
donde la luna mengua y se alza
azucarada mandarina

melancolía del misterio

(de La rebelión del instante, 2005)


Épica

Por qué será que se vuelve a intentar
aquello donde siempre se fracasa,
como la ropa vieja las sentencias
que ayer corrían altivas por las roncas
gargantas quisiéramos reanimar,
o no es a las frases sino a la gente
que se desbarranca de la historia
hacia el cuarto trasero de la casa,
y fracaso mediante se pudiera
fijar ahí el desorden o la creación
organizados por un momento
con su sello de plata, solidarios
como la mano de Dios

(de Tener lo que se tiene, 2009)

6 comentarios:

maría josé p. dijo...

en España se menciona usualmente a esta escritora. Será oportunidad para conocerla mejor... ¡gracias!

sergio dijo...

Debo felicitar a Toledo porque la entrevista estuvo a la altura de la entrevistada. Bien.

En cuanto a Diana me interesó muchísimo lo que dice del fracaso, concretamente cuando afirma: "esos fracasos que te llevan a intentarlo otra vez, en un nuevo libro…" que a su vez me llevó a pensar en unos versos del anterior entrevistado de la revista, Rubén Valle, cuando dice "Creo que todo está dicho/tanto que vale decirlo una vez más". O sea, mi relación es la siguiente: yo creo que uno siempre habla más o menos de las mismas cosas, pero como nunca hay conformidad absoluta con lo escrito, sigue intentándolo, diciéndolo de aquella manera que más se acerque a la soñada en el momento de lanzarse a escribir un poema. Creo. Sospecho. Supongo.

Hernán Schillagi dijo...

Impresionante entrevista. No sólo por la altura de la entrevistada, sino porque la presentación que hace Fernando G. Toledo está al nivel. El lector entra sabiendo un poco más para
luego leer las respuestas lúcidas de Bellessi.

Tener en las manos este libro (y digo las dos, porque con una no te lo podés) es una experiencia del desborde y lo inabarcable. ¿Leer todo seguido? ¿Leer el último y volver? ¿Leer salteado por azar?

Interesante el orden cronológico de acuerdo a cuándo se escribieron y no a cuándo se publicaron. Casi es un pequeño acto de justicia para un poeta que edita cuando puede y como puede.

Estos versos: "Por qué será que se vuelve a intentar
aquello donde siempre se fracasa..." podría ser un arte poética. El que escribe poemas siempre vuelve a intentar.

Ale Adi dijo...

Coincido con Hernán. Muy buena la entrevista, a la altura de esta gran maestra. Tuve el gusto de escucharla recitar en el Festival Internacional de Poesía, en la edición 2009 de la Feria del libro de Buenos Aires, y hace unas semanas en nuestra Mendoza. Un placer volver a oirla hablar de sus parientes, de sus revoluciones y escuchar el canto de su poesía que deja ecos suspendidos en la sala para el deleite de nuestros paladares siempre sedientos de versos.
De su libro, qué decir... una biblia de la poesía contemporánea, a la que se puede recurrir todas las noches para abrirla al azar en alguna de sus miles de páginas, encontrando siempre respuestas, o simplemente un instante de placer al leerla.

Por mientras, seguimos intentando...

Hernán Schillagi dijo...

Ale: el sábado a la mañana,como siempre me levanté temprano (¡qué viejo!), tomé el libraco enorme de "Tener lo que se tiene" y me "zampé" todo "Crucero ecuatorial" y, mate en mano, viajé como loco por la Sudamérica profunda, sentí hablar distintos acentos, conocí caras nunca vistas y acompañé a esta viajera de la palabra. Un placer intransferible. O sí, es cuestión de "leer lo que se tiene".

Fernando G. Toledo dijo...

Yo me quedo con El jardín: sus flores, sus macetas, su pasto que cede a los pies. Un libro lleno de rosas. Y, se sabe, il n'y a pas de rose sans épines.