Pablo Seguí nació en Córdoba en 1973. Publicó, entre otros, los libros de poemas Los nombres de la amada (1999), Claves y armaduras (2005), Naturaleza muerta (2011), Otro verano y éste (2017) y Animal de bien (2018). Brinda talleres de poesía y mantiene varios blogs, entre ellos algunos con poemas escritos en francés. También es violinista.
Navegación solar
A pesar de que nadie funge ya de censor
y de que las palabras, alguna vez heridas
por el morbo, regresan liviana, mansamente
a su seno; a pesar de que en la noche absorta
pueda hablar sin temer que cruja el corazón;
o tal vez justamente porque ahora dispongo
de dulce libertad y un horizonte abierto,
es que callo y evito, vanidad que me hundía,
aquel ritmo salaz que medía desmanes.
Fiebres en que abjuré, desordenado, injusto,
del sentido, de lo posible, rechazada
por años, sucesión de pasos en la ruta
del que ve que las cosas, más allá del probable
desatino, son sólo múltiples ocurrencias
del tiempo, y que las olas de ese río invencible
acomodan y pulen el lecho, las arenas,
y que es idiota, inútil querer otros destinos
para la roca, para la desembocadura.
Que en adelante sea lo mejor navegar
en busca de más sanas provisiones, y hacer
del día y de la luz un emblema que nutra
versos que deberían mirar con más frecuencia
ese grácil cardumen, esa playa, estos remos.
De Otro verano y éste (Barnacle, 2017)
Otro verano y éste
Increíble. Si pienso en esa noche
de lluvia en que entreví
la verdad de los cuerpos al mirar
aquella lluvia que,
potente, se volcaba sobre las
carnosas hojas tras
el vidrio, tras la reja repujada,
al cabo de los años
y de una suerte inteligente y ciega
que atrás dejó los nombres
de aquellos seres negros que querían
que negara sin más
la brisa, me doy cuenta de que nada
de lo que ahora tengo
me faltó nunca. Cuánto se engañó
mi corazón con fuentes
retorcidas, perversas; cuánto encuentro
de lo de siempre en vos,
amor, en tu palabra y en tu risa,
e incluso en los desplantes
intempestivos, aguerridos, altos
de tanto orgullo tuyo,
respiración que canta. Reconozco
caricias y destellos
reveladores de la más ociosa
infancia que, latente
aún en nuestros rostros de crecidos,
aflora como un fuego,
como sonrientes llamas que se besan,
o más bien como imanes
que, separados, se buscaban desde
la lejanía. O como
lo que jamás podremos olvidar:
el amor a la vida,
nacido de una noche de verano,
de la lluvia, lo verde,
y ahora constatar que curioseabas,
de algún modo, detrás
de esos cristales, duende, aquellos ojos
que luego te supieron.
De Otro verano y éste (Barnacle, 2017)
Fumando espero
Enciendo un cigarrillo
y me pregunto cuántos
me habré fumado, a medias
o completos, en todos
estos años de dúctil
hábito. Son preguntas
que uno se hace en las pausas
y que nadie responde,
como hacen esas tías
que nos oyen hablar
y callan displicentes.
Una cuestión retórica,
como mimar al perro
sólo para sentirse.
De Animal de bien (Barnacle, 2018)
Seis años
¿Cuándo llegó esta llave
a mis manos? Dos mil
once, creo. (Se escribe
sobre lo que nos colma
el corazón.) La tele
estaba en esa esquina
y mi abuela cebaba
de la pava. (Se escribe
sobre lo que se fue
hace solo un segundo.)
Nada ha cambiado, o casi:
la Babía, al dormirnos,
prendía el velador
del trencito. (Se escribe
para volver a andar:
pasos en la penumbra.)
De Animal de bien (Barnacle, 2018)
No todos los poemas son poemas
Cuando escribo de día
los poemas se ponen
impacientes, me exigen
que los publique rápido,
piden pista, desean
algo que no es la fama
pero se le parece,
inquietos como están,
vos sabés, por el ruido.
Pero cuando a la noche
todo se calma, pozo
de la ambición y el músculo,
también ellos se posan
como polvo en el suelo,
o poso de una taza
que sabe que una luz
aún calma mi perfil.
Inédito
“La turba no perdonará ese cielo”
Cuando llega el silencio
a la mente me hundo
en un papel en blanco
y escribo. Ya es de noche
y un libro se sulfura
porque no nos recuerda.
Un lampo de quietud
me prometo. Callada,
mi sombra resplandece
a cada verso que
trazo, a cada derrumbe
del tiempo, irreversible.
Inédito
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