Horacio Castillo (h), nació en La Plata, Provincia de Buenos Aires, en el año 1968. Es psicoanalista. En 2016, publicó su primer poemario Ánima cruda por Ediciones del Mono Armado. Las tumbas del yo, publicado en 2022 por Ediciones La carta de Oliver, es acompañado por un prólogo de Augusto Munaro y una contratapa de Rafael Felipe Oteriño que destaca: «Hace de la poesía un instrumento de exploración, examen y puesta en acto de los enigmas y proposiciones con las que puede toparse una mente escrutadora...». De este nuevo libro hemos recogido 6 poemas.
INSISTENCIA
A la poesía le repugna la piedad y la debilidad
y a la muerte la insistencia en arrancarle palabras.
Entonces hablo conmigo mismo de la compasión,
de la profanación del cuerpo,
de la extracción de la materia,
del tumor irreparable,
del perdón que anida dentro,
de la extirpación del perdón, de la resurrección,
de la división entre el cuerpo y el alma,
del gran cuchillo que rebana el pensamiento,
de lo imprescindible y necesario.
*
HC
En la intimidad de mí mismo soy un caso perdido,
un yo destartalado, sin repuestos ni mecánica que lo arregle.
Sufro de vicios líricos y lugares comunes,
cierta pátina de la derrota puede llegar a hacerse notoria,
pero aun así, tengo algunos gramos de confianza
y me sumerjo en la playa del mundo
como si se tratara de una purificación.
Si esto es algo loable, no estoy muy seguro,
se me impone más allá de mi voluntad,
no soy quien comanda la nave.
Sólo es una fe en liquidación,
un malentendido.
*
A NIVEL DEL LENGUAJE
Confieso que no he podido atravesar las barreras del lenguaje
y desde la estación veo alejarse las vanguardias a toda velocidad.
Mi reloj poético atrasa
y no acierto con el pulso de este tiempo,
además, tengo problemas cervicales,
marcadores oncológicos que controlar
y deudas impagables con el cosmos y el Estado.
Disculpen, se me escapa la realidad poética.
Estoy limitado a pequeñas cosas,
asuntos de baja intensidad,
escaramuzas de la mente.
*
EL TANQUE DE AGUA
Un niño pálido se esconde bajo el tanque de agua,
en el techo de una casa que arde bajo el sol.
Arde en esa siesta abominable de verano
porque todavía piensa que hay tiempo.
Pero algo a comenzado a pesar allí,
algo ha comenzado a pudrirse o a morir
porque sobre un cielo demasiado vacío,
revolotean unos pájaros que huelen la carroña del miedo.
Sentado bajo el tanque de agua,
mira esos pájaros que llevan restos del tiempo en sus garras,
sus dedos se deslizan sobre una pared que se descascara,
que muestra su esqueleto de alambres oxidados y vigas de hierro
y esparcidos sobre un techo que arde bajo el sol
antes de bajarse para siempre,
dejará allí, como reliquias,
fragmentos de un yo a punto de extinguirse.
*
LA ESPERA
Un hombre espera, sentado en la orilla,
espera y mira cómo se deshacen los brazos del mar,
como se devora y se deshace el pasado y el presente
y todos los restos enfermos de las cosas.
Un hombre espera, contemplando el mar,
espera algo que nunca llegará, o sí.
Es inquietante,
como si de pronto las olas arrojaran el cuerpo de un ahogado.
*
ORIGEN
Todo comenzó acá, en el agua, en el tiempo,
en el dolor de la sombra del tiempo, en el mar.
Porque sin saberlo habíamos llegado hasta allí,
a esa lengua de arena,
a la metafísica unión del río con el mar
y allí nos quedamos, para siempre,
como pescadores de fantasmas,
a la hora en que se enfurece el sol,
con esa rabia desmesurada que tienen los astros.
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