Alejandro Nicotra nació en Sampacho, Córdoba, en 1931. Publicó, en poesía: Cuaderno de Córdoba, Castellví, Santa Fe, 1957; Nuevas canciones, Colombo, Buenos Aires, 1965; El tiempo hacia la luz, Hachette, Buenos Aires, 1967; Detrás, las calles, Rialp, Col. Adonais, Madrid, 1971; Puertas apagadas, La Ventana, Rosario, 1976; Lugar de reunión, Taladriz, Buenos Aires, 1981; El pan de las abejas y otros poemas (antología), El Imaginero, Buenos Aires, 1983; Puertas apagadas/Lugar de reunión, Universidad Nacional de Córdoba, Córdoba, 1986; Desnuda musa, Alción, Córdoba, 1988; Hogueras de San Juan, El Imaginero, Miramar, 1993; Il pane delle api e altre poesie, Centro Internazionale della Grafica di Venezia, Venecia, 1993; Poesía (1976-1993), Alción, Córdoba, 1994; Cuaderno abierto, Ediciones del Copista, Col. Fénix, Córdoba, 2000; Antología poética, Fondo Nacional de las Artes, Buenos Aires, 2002; Lugar de reunión -Obra poética 1967-2000-, Ediciones del Copista, Córdoba, 2004; El anillo de plata, Ediciones del Copista, Col. Fénix, Córdoba, 2005; De una palabra a otra, Ediciones del Copista, Col. Fénix, Córdoba, 2008 y La tarea a cumplir, Editorial Brujas, Col. Fénix, Córdoba, 2014. Ha recibido, entre otras, las siguientes distinciones: Premio Arturo Capdevila del PEN Club Internacional, Centro Argentino, 1968; Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores, 1977; Premio Esteban Echeverría de Gente de Letras, 1991; Premio Konex de la Fundación Konex, 1994; Premio Consagración del Gobierno de la Provincia de Córdoba, 2003; Premio Rosa de Cobre de la Biblioteca Nacional, 2013. Fue Miembro Correspondiente de la Academia Argentina de Letras. Falleció el 1 de abril de 2024 en Córdoba.
Recuerdo de Alfredo R. Bufano
Santa Fe, 1957
Le veo en alta noche, a orillas del Suquía,
en la ciudad que nombran colinas y campanas;
el cielo era un enjambre extático que ardía
sobre su voz transida de músicas lejanas.
Distante de los álamos y las cumbres cuyanas,
dolido por su patria, de la pampa traía
el corazón sediento de alturas sobrehumanas
y los ojos velados por la melancolía.
Le veo como entonces, en mi ciudad callada.
¡Qué luna de trasmundo, qué cruel aire de frío,
rondábanle la frente, al cielo levantada!...
¿Quién velará su dulce, su claro señorío?
¡Le veo como entonces, en esta madrugada,
y oigo su voz, ya eterna, en el canto del río!
(Publicado en La Prensa, 1957)
Enumeración urbana
Las avenidas que corren en la noche
con todas sus lámparas encendidas, hacia el amor
y desembocan en los baldíos y las sombras.
Y las plazas, los sitios
en los que el tiempo respira y dice, por árboles
y gárgolas: — Yo soy la eternidad...
Y los edificios, altos,
con ventanas abiertas a un millón de existencias
posibles. (Y no hay más que el cuarto, blanco y negro,
en que alguien está solo. Cuartos
y cuartos como planetas fríos.)
Y los puentes, anacrónicos
en la elegía y el suicidio, sólo pasos
de una calle a otra calle.
Y las calles, que entre relámpagos
y gritos, te conducen
a la casa, sin nadie, de tu muerte.
Opinión sobre poetas
—Creía en ellos,
con alguna vacilación, es cierto,
como se cree en quienes han hablado con Dios
en sus montañas,
y cuentan el secreto;
pero un día
renegué de sus bocas de pájaros mentirosos;
después, los vi morir
en una choza sucia,
ciegos y balbuceando palabras sin sentido.
Entonces volví a creer en ellos,
en su sabiduría rota,
ya sin ninguna sospecha de cordura.
(Puertas apagadas, 1967-1976)
Estos pájaros
Como en un alba de invierno,
se buscan por las quiebras de tu voz, niebla
y árbol,
sus oscuras bandadas. Ya no sé
de dónde vienen
—ni a dónde van.
Me basta su azorado aleteo,
su trino lúgubre,
su llegada semejante a un adiós.
(Hogueras de San Juan, 1989-1993)
Escena/Epílogo
Al parecer, todo ha concluido.
(Desierto el libro, clausurada la lámpara,
en sombra el párpado del hogar
y su gato.)
Sólo que la mañana ha vuelto.
(Extiende, de cima a cima, un cielo frío
con luz rosada.)
(De una palabra a otra, 2006-2008)
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