domingo, 20 de junio de 2010

De la relectura (o en busca del niño perdido)



por Sergio Pereyra

El inventario mental de los libros leídos en los últimos meses arroja un saldo que causa estupor: en lo que a lectura se refiere me comporto como un chico: quiero que una y otra vez me cuenten el mismo cuento: es decir: no he leído nada nuevo. Prueba de ello es la restitución a sus propietarios legítimos de tres o cuatro libros sin siquiera hojearlos, porque su presencia, con ese halo de pobres criaturas urgidas de amor, me resultaba intolerable. Es decir: sólo en la relectura encuentro placer.

Vengo, por ejemplo, de zambullirme el fin de semana en “Una hermosa niña”, relato de Truman Capote donde se despliega la figura encantadora, luminosa y siempre frágil de Marilyn Monroe. Tal era al menos la impresión que mi memoria había conservado de lecturas anteriores: la pequeña estaba en primerísimo primer plano. En esta ocasión, sin embargo, algo distinto ocurrió: por primera vez reparé en su compañero de aventuras, el propio Truman ficcionalizado (TC). El truco de Capote consiste en presentarse como el reverso exacto de Marilyn: cáustico, cerebral, cínico, revulsivo. Una anécdota sexual de TC con el astro de cine Errol Flynn resulta de lo más ilustrativa al respecto. Entonces, allí está: ante nosotros la pareja perfecta: la bella muchacha y el maricón de lengua afilada.

No obstante, este personaje, TC, acaso contagiado de la fragilidad de su interlocutora (¿de su interlocutora o de su nostalgia de ella? Eso nunca lo sabremos. Las cronologías nos dicen que las acciones narradas datan del 55, que Marilyn murió en el 62 y que el libro fue publicado en el 80. Y esto, al fin y al cabo, es literatura), TC, decía, hacia el final pierde su máscara, cuando en medio del estrépito de las gaviotas, grita: Marilyn, Marilyn, ¿por qué todo tuvo que salir así? ¿por qué es una mierda esta vida? (más que nunca hay la impresión del aullido lanzado a través del tiempo y la muerte).

Y yo, este sábado, no pude sustraerme a su influjo que me envolvió por los cuatro costados, tanto que, si busco un paralelo en mi propia historia debo remontarme muy lejos, a mis veinte años, cuando, lapicera en mano y un nudo en la garganta, leía a Lorca (Porque te has muerto para siempre,/ como todos los muertos de la Tierra,/ como todos los muertos que se olvidan/ en un montón de perros apagados), Vallejo (Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé!/ Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,/ la resaca de todo lo sufrido/ se empozara en el alma… Yo no sé!), Auden (Detengan los relojes/ desconecten el teléfono/ denle un hueso al perro/ para que no ladre/ Callen los pianos y con ese/ tamborileo sordo/ saquen el féretro.../ Acérquense los dolientes/ que los aviones/ sobrevuelen quejumbrosos/ y escriban en el cielo/ el mensaje.../ él ha muerto).

Auden, Vallejo y Lorca releídos

Ahora bien, que un enunciado que condensa una actitud que yo juzgaba adolescente fuera causa de tan vivo estremecimiento, tiene para mí un significado por lo menos ambiguo. Porque, si por un lado, demuestra mi permeabilidad a la amargura destilada en una queja; por el otro, no puedo obviar el hecho de que lo hace en el terreno de la literatura y no en el de mi experiencia cotidiana, donde tan a menudo me siento petrificado. Más tarde, y con la perspectiva que regalan los días, llegué a la conclusión de que no había inocencia alguna en el gesto inicial de tomar ese libro y no otro, pues su contenido me era familiar; y que quizás secretamente buscaba era reavivar una llama.

Entonces, y a diferencia de la lectura cuyo atractivo radica en la novedad, podría ser que la relectura fuera una especie de llave para regresar a habitaciones antiguas, conocidas y perdidas; habitaciones, sin embargo, de algún modo queridas. Y si, como afirma Hugo Mujica, debería uno encontrar aquello que la poesía (y el texto de Capote, pese a estar escrito en prosa, lo es) nos hace ver y decir sobre nosotros mismos, esta relectura puso bajo mi ojos la intuición, si no la certeza, de que los años amontonados a mi espalda no han modificado mi afinidad con cierto nihilismo dolido, desesperado; y que, por lo tanto, en algún lugar (y esto es pura metáfora) continúo siendo un hermoso niño.

15 comentarios:

Proyecto Maria Castaña dijo...

(Este es un precomentario de calentamiento)
Porque has tocado mi fibra melodramática, acaso la más auténtica o la única que me sostiene en general y en particular, sumo a tus citas "nudo en la garganta" una de don Salinas que se hermana a las tuyas: "Vuelto al osario inmenso/
de los que no se han muerto/
y ya no tienen nada/
que morirse en la vida".

(Volveré por Marilyn)

Hernán Schillagi dijo...

SERGIO: si alguien, sin saber a santo de qué, me pidiera una única característica que reflejara lo esencial de la poesía, eso sería el poder de relectura que poseen sus textos.

Estoy seguro que a muchos "El Quijote", "Rayuela" o "Madame Bovary" les cambió para siempre la forma de ver la realidad. También reconozco que habrán vuelto una, dos o tres veces a transitar en forma completa esas páginas descubriendo propiedades nuevas. Pero no mucho más.

Sin embargo, un poema puede ser leído a lo largo de toda la vida como una fuente inagotable y en dos sentidos: para recuperar esos golpes letales que nos estremecieron en la primera juventud (como una fuente de juvencia) y también para que nos apague alguna nueva sed que nos abrasa por dentro.

Los ejemplos de Auden, Lorca y Vallejo son realmente demoledores. A pesar de conocerlos (y haberlos releído), mucho me costó avanzar con el ensayo sin que su música perversa no me obnubilara.

sergio dijo...

Paula: espero su visita definitiva. Minetras tanto difruto de los versos de Salinas.

sergio dijo...

Hernán: estoy totalmente de acuerdo con lo que dice respecto de la relectura en la poesía. Uno siempre vuelve a ciertos poemas. Lo curioso es que vuelve a los libros de poesía pero busca un poema concreto. Bah, eso hago yo. Muy raramente releo un libro de poemas de cabo a rabo. Del mismo modo que no releo una novela de cabo a rabo. La relectura es tan pero tan arbitraria… Yo al menos creo que busco ciertos lugares de placer y al mismo tiempo de revelación. Creo. Nunca es definitivo lo que uno puede decir sobre estas cosas. Son experiencias que continuamente se corrigen. No, más bien, son prácticas que continuamente corregimos. Eso al menos me sucede a mí.

Anónimo dijo...

Sergio: Usted sabe que no son muy adepta a la poesía, sin embargo, mientras leía su artículo recordaba mis viejas lecturas en ese género. Alfonsina, Neruda y Olga Orozco y otros que el alzheimer no me deja recordar.
Por otra parte, Como dijo Hernán , Madame Bovary, El Quijote, Cien años de soledad, o hasta La Gran Aldea dejaron en mi una sensación que con el tiempo y con la relectura me llevaron a disfrutarla desde otra perspectiva.

sergio dijo...

Anónima:

En la relectura lo que se pone en juego, creo, es no un nuevo texto sino otro lector. Digo, las experiencia y la lectura misma nos modifican continuamente. Entonces, me parece, que la lectura que hace una mujer de las aventuras de la Bovary no es (no puede ser) la misma que hizo una jovencita. Eso creo. Gracias por el comment.

G. dijo...

Quisiera poder decir que releo todo el tiempo, pero en realidad, me guardo las ganas. Siento que aún no he leído lo suficiente. No me pasa con algunos poemas. Con la poesía más que una relectura es la búsqueda inexacta de aquel primer contacto, del descubrimiento. No llega a serlo, creo que incluso es mejor. Sigo saboreando algunos poemas de la Pizarnik, de e e cummings, de Garcilaso y de mi amiga Lorca.

Proyecto Maria Castaña dijo...

Yo tengo los mismos hábitos de relectura de Sergio: vuelvo a algún momento clave de un texto que, por lo general, tengo marcado en el libro: subrayado o la hoja doblada en el vértice superior. Suena dañino pero es mi modo de "mimar" mis libros -obvio, no lo hago con los prestados-.
Agrego que soy mucho de releer parlamentos de obras de teatro, sobre todo cuando estos son poéticos. Empezando por todo Sófocles hasta llegar a un maravilloso Bernard – Marie Koltès capaz de ofrecer poesía pura en su obra "En la soledad de los campos de algodón".

Anónimo dijo...

Cuenta decir que releí muchas veces " El principito"?. jaja no será como Gustave Flaubert pero debo decir que no si es por los años o qué pero cada vez que llega a mis manos la nostalgia de la primera lectura se reaviva...(MAB)

sergio dijo...

Guille:

lo de guardarse las ganas de releer suele suceder cuando uno es muy joven como ud lo es. Es decir, uno siente que debe ir en pos de toooooodos los libros de los que ha oído hablar y por eso siempre está leyendo cosas nuevas. Ya le llegarán las ganas de volverse. Eso es, creo, inevitable.

sergio dijo...

Guille:

lo de guardarse las ganas de releer suele suceder cuando uno es muy joven como ud lo es. Es decir, uno siente que debe ir en pos de toooooodos los libros de los que ha oído hablar y por eso siempre está leyendo cosas nuevas. Ya le llegarán las ganas de volverse. Eso es, creo, inevitable.

sergio dijo...

Pau:
Yo raramente leo o releo teatro. tal vez en un tiempo lejano la excepción fue mi pequeña obsesión por Un tranvía... Ahora, lo que sí hago con obras de narrativa es también repasar escenas, diálogos (sobre todo en la novela policial. Siempre son tan divas de Hollywood que no puedo resistirme)

sergio dijo...

AMB:

La verdad es que le admiro la paciencia. Yo leí -muy por encima por cierto- una vez el principito cuando yo era muy joven y nunca tuve ganas ni paciencia para volver a él. Tal vez, debería hacer un nuevo intento. Por ahí me vuelva un sabio posmo.jajajaja

Proyecto Maria Castaña dijo...

Sergio, lo que es imposible de ver más de 15 minutos y solamente en un estado de conciencia alterado, es la película del Principito donde Bob Fosse hace de zorro.

Cecilia Restiffo dijo...

Amigo mío:
Quizás llegué tarde e su ensayo, pero más vale tarde que nunca, he estado analizando mis hábitos exiguos de relectura y me quedo con todo lo que opinan y dicen mis antecesores sesudos, tal vez pudiera agregar lo que un gran escritor como Calvino me aportó alguna vez allá cuando era alumna de Literatura Italiana, con doña Galli de Ortega, dice el egregio: "toda relectura, es una lectura de descubrimiento como la primera".
Creo que en la poesía este concepto se valida por sí solo. Me ha pasado volver un tarde cualquiera a releer algunos poemas de Olga,y encontrarme con otros en los que antes no había reparado es por ello que la relectura es descubrimiento en todo su sentido pues al volver a transitar ese sendero amable y conocido posiblemente hallemos nuevos parajes que antes quedaron fuera de nuestra mirada viajera.
Muy hermoso su ensayo.