Basho definía al haiku como «lo que está sucediendo en este momento, en este lugar y atravesado por una reflexión». Inspirados en esas líneas, proponemos un «reportaje haiku», cuyas preguntas y respuestas se apoyen en esos pilares.
¿La poesía como bálsamo? Es posible: lejos de considerar a la escritura lírica algo así como sirvienta de la medicina o la psicología, hay algo inocultable: que el trato con la belleza poética, con la escritura de versos, con su lectura y el resonar de lo escrito en el ánimo, puede, en algunos casos, provocar una cura.
Algo de ese efecto colateral, buscando o no, es lo que ofrece —según su autora—Cosernos del revés para que no se note, el libro de poemas de la mendocina Natalia Greta Martínez (Mendoza, 1983), que acaba de ser galardonado con el Premio Vendimia 2025 de Poesía.
El premio (que consiste en una retribución en metálico y la publicación, a través de Ediciones Culturales de Mendoza) permitirá ver otra faceta de la autora, que también cultiva la narrativa.
1- En este momento
—Contame de tu libro, que tiene un título largo, casi aforístico: Cosernos del revés para que no se note. ¿Cómo nos lo presentarías y qué representa para vos que haya sido premiado con el Vendimia?
—Es un libro que nace del desgarro, pero que no quiere mostrarse roto. El título resume una estrategia de supervivencia: ocultar las costuras, disimular las marcas. En los poemas hay hilos, tejidos, remiendos; pero también agua, sombra, muerte, memoria. Son textos que quieren suturar sin esconder el dolor, como quien se cose desde adentro para no exponer las cicatrices. Es un libro que dialoga con el duelo, la pérdida, lo cotidiano quebrado, pero siempre con una pulsión poética que intenta resistir. (En cuanto al premio Vendimia) Es un reconocimiento que abraza. Me emociona profundamente porque siento que el premio Vendimia es la máxima premiación para los autores locales. El Vendimia me da voz y también responsabilidad: la de seguir escribiendo con honestidad y profundidad.
2. En este lugar
—Sos profesora de Lengua y Literatura, lo cual habla de una afinidad por las letras, convertida además en profesión. Pero, ¿cómo nace tu relación con las letras y cómo nace en vos la vocación de la escritura? ¿Cuáles han sido las lecturas fundamentales para tu formación?
—La lectura fue mi primer refugio. En la infancia, los libros eran lugares donde podía quedarme. Después apareció la necesidad de responderle al mundo con palabras propias. La escritura no nació como vocación, sino como necesidad. Escribía para entender, para ordenar lo que sentía. Y en algún momento esa pulsión se transformó en una forma de vida, en un oficio. Ser profesora es, además, una forma de sostener esa pasión. En cuanto a las lecturas, hay muchas que me marcaron: Jorge Luis Borges, Alejandra Pizarnik, Idea Vilariño, Angélica Gorodischer, Olga Orozco, Roberto Juarroz, Juan Gelman, Úrsula K Le Guinn, me quedo corta con la lista. Pero también me nutro de lo cotidiano: una conversación, un recuerdo, una foto, una escena doméstica, una pérdida. La poesía no está solo en los libros; está en cómo miramos, en cómo escuchamos, en cómo sentimos.
3. Una reflexión
—Ya publicaste antes otro libro de poemas, además de obras de otros géneros. ¿Cómo considerás que ha sido la evolución de uno hacia otro libro y cómo es escribir en distintos registros?
—Patio interior fue mi primer libro de poemas. Lo siento como una semilla de lo que vino después. Aquel era más introspectivo, una búsqueda del adentro. Cosernos del revés... es más orgánico, más consciente del lenguaje poético como herramienta de sostén. Hay una maduración en la imagen, en la estructura del libro como entramado. En ambos está presente la memoria, la ausencia, el dolor; pero el segundo encuentra más herramientas para habitar y expresar esos territorios. En cuanto a escribir poesía y narrativa, siento que ambas formas se retroalimentan. La narrativa me permite desplegar escenas, personajes, tiempos más amplios. La poesía, en cambio, es precisión, es gesto mínimo pero potente. Cuando escribo, decido de antemano el género. Pero, hay veces que relatos nacen como poemas y viceversa. Lo importante para mí es la verdad emocional que se transmite.
Dos poemas de
Cosernos del revés para que no se nota
de Natalia Greta Martínez
La puerta en el atardecer
Como si hacer memoria me devolviera su cuerpo
revuelvo la olla en sentido contrario al reloj
como una especie de retroceso falso.
Así se hace el dulce, se estremece
para que no se arruine.
El movimiento es vida, dicen
para sobrevivir catástrofes el movimiento es vida.
Pero cómo explicar que
fue una catástrofe íntima, personal, cotidiana.
El sol se esconde sepia tras las montañas
la casa atardece de un mismo color
el mismo aroma.
Son segundos en que la presencia llega
en ese susurro
que hace que la mermelada sea perfecta.
El dulce ámbar ya tibio
descansa boca abajo en los frascos.
Se etiquetan y se guardan en lo oscuro
dentro de la alacena de las generaciones
con esa puerta que ya no cierra del todo.
Hay personas que son atardeceres
absolutos, fugaces, eternos.
Viaje de ida
Sentir que nos acercamos a la muerte
como ese frío inesperado en el pecho.
Tratar de abrigarnos
con una manta
hecha de retazos.
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