martes, 25 de marzo de 2025

Bettina Ballarini: una lírica que supo conservar el misterio

Bettina Ballarini.



por Fernando G. Toledo


La poeta, docente y editora mendocina Bettina Ballarini falleció este sábado 22 de marzo de 2025, a los 64 años. Luego de permanecer internada por varios días y someterse de urgencia a una intervención cardíaca, su muerte se produjo en la mañana de este sábado. Dedicada a la poesía como una pasión que la definía plenamente, a punto de considerarse «poeta, a pesar de todo y en cualquier parte del mundo», Bettina (cuyo verdadero nombre de pila era Stella Maris) se entregó a pleno a ese arte, desde varios aspectos: como autora, principalmente, pero también como editora, estudiosa y difusora. De hecho, el año pasado se realizó en Mendoza un Coloquio de Poesía que fue parte de la estela de celebraciones poéticas de la provincia en la Feria del Libro.

Bettina Ballarini había nacido en Godoy Cruz el martes 12 de julio de 1960. Según sus palabras, llegó al seno «de una familia de agricultores que emigraron de la Italia de las grandes guerras en la primera mitad del siglo XX».

«Aprendí con ellos la identidad de esta tierra que los cobijó y la cultura del trabajo. Y, sobre todo, el sentido del amor, del respeto, de la lectura, de la música y, en fin, de la poesía», escribió en la solapa de uno de sus últimos libros, titulado En casa, variaciones sobre la misma pandemia (2022).

Tras formarse en escuelas públicas de Mendoza (incluido, el Liceo Agrícola), se graduó en la carrera de Letras de la Facultad de Filosofía y Letras (UNCuyo), y de ahí saltó a indagar en otra de sus pasiones: el cine. En Buenos Aires, y luego en Valencia (España) estudió Guion y Producción Audiovisual y su bagaje la impulsó en 1990 a la creación de una institución que persiste y que ha formado a numerosos profesionales de la provincia: la Escuela Regional de Cine y Artes Audiovisuales.

Seis años antes se había convertido en profesora de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNCuyo, donde año más tarde crearía la cátedra libre María Luisa Bemberg, dedicada a la gran cineasta argentina.

A pesar de su amor inclaudicable por la poesía, demoró la salida de su primer libro. Recién en 2000 llegó Espacios que los pájaros pierden, de hermosa edición (gustaba de pensar en ocasiones en publicar «libros objeto»). A ese le siguió uno de sus mejores poemarios, Sin fundación mítica (2002, Libros de Piedra Infinita). De él escribió recientemente Marta Castellino en el diario Los Andes, para destacar los aspectos notables de la Ballarini poeta en este volumen: «La concepción del libro como un objeto de arte integral, con una perfecta complementación entre lo visual y el texto poético; (…) su conocimiento de la literatura universal, su dominio de tópicos y motivos, así como de la técnica literaria y, finalmente, su profundo amor por el desierto».

Luego de Sin fundación mítica llegó el turno de La cantina del alba (2007), un poemario que, de paso, le sirvió para inaugurar su sello editorial: Jagüel Editores. Bajo esa rúbrica salieron sus otros libros de poemas: Banana Spleen (2012), Lejos de Lisboa y unas canciones más (2018), El libro de Juana (2020), En casa (2022) y Mi pie posible (2024).

Más allá de la poesía era su principal vía literaria, también se dedicó a narrar, con especial acento en los textos dedicados a lectores jóvenes. Publicó, entre otros, El tiempo de la chicharra (2004), El conde Polán (en Tintero, de Los Andes), De dónde vino la Sol Pol (2015) y los relatos basados en tradiciones orales que reunió bajo el título Los ojos del desierto (2016).

La poesía de Bettina Ballarini supo combinar dos tonos en apariencia disímiles: la voz casi confesional, íntima, que teñía de lirismo cada palabra, por un lado. Por el otro, la dedicada tarea de «nombrar» el mundo cercano de modo urgente, pero también a la luz de la historia: hacer que la sorpresa de los días vividos apareciera en sus poemas con la sola invocación, pero, al mismo tiempo, dejar que ese presente fuera atravesado por cierto aire de nostalgia cuando se lo ponía a la luz de lo ya vivido.

Se ve claramente esa doble faceta en uno de los libros ya mencionados, Sin fundación mítica. Por ejemplo, en este poema: 

Al fondo del día el desierto
tiene unos ojos 
rojos de sol y de viento 
blancos en la arena de siempre. 

Son otras esas pupilas. 
Apenas 
una línea mansa de horizonte 
más lejos que el deseo. 

He aquí el mar, he aquí el cielo 
desgajados de su propio límite. 

Los ojos del desierto 
son eternos de par en par. 

Entre un grano de arena 
y otro se quiebra la pregunta 
de todos los comienzos.

En una entrevista publicada por Los Andes en 2022, a propósito de la edición del libro En casa, Bettina dejó anotada, al pasar, una reflexión que daba a entender que la poesía era para ella un arma para lidiar con lo inapresable. Bien puede servir como resumen de su poética: «En la poesía, no todo es una planificación tan clara como un discurso didáctico. Queda siempre el caudal de misterio en que la literatura nos fusiona con el mundo y no se puede explicar».



Más sobre Bettina Ballarini en El Desaguadero:




Tres poemas de 
Bettina Ballarini


Retrato

Decía
que la vida ocurre en los extremos
ardientes al tacto:
   rojo rebelión y pájaro.
Obviaba los calendarios, 
la mesa y el pan
    quizá involuntariamente.
Tuvo una casa en la frontera
y una trinchera en el mar
pero no habitó en ninguna parte.

            A veces por la noche
           reconocía los nombres
               de las estrellas.

(de Espacio que los pájaros pierden, 2000)



La noche
arrastró por las acequias
un plenilunio elástico.

Se va a desbordar la mañana
sin flores húmedas.

Suena el desafinado lenguaje
de celofanes tardíos
durando en las orillas.

Celofanes con rosas mustias
que vendieron niños.

No son hojas de otoño,
más bien
golpean los zapatos.

(de Sin fundación mítica, 2003)


Vida

Si en estos días
la muerte al fin me saliera de adentro
y tan obscena como susurrante
me obligara a mirarle a los ojos
para destapar toda mi vida
como una película en cámara rápida,
es posible
que lo único bondadoso de esa muerte,
haría
que la cinta se detuviera
solo en esos ojos tuyos
el tiempo suficiente de ese mar y sus olas
y sus pintas doradas donde
se iba quemando
en silencio
el sol de las tardes.
Y entonces, libre de miedo,
sentiría que ahí mismo,
en tus ojos,
ya he muerto antes 
sin morirme

(de En casa, variaciones sobre la misma pandemia, 2022)

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