por Marcelo Díaz*
(Especial para El Desaguadero)
Hay un cuento de Sam Shepard donde dos amantes hablan por teléfono, uno de ellos está dispuesto a dejar su vida por completo, la rutina familiar, el trabajo, las coordenadas que habita, por una fuerza extraña parecida al amor (pero que probablemente no sea eso) y el otro está lejos, muy lejos, construyendo su propio hogar sin mencionar, o tener presente, en sus borradores mentales a nadie salvo a sí mismo. El cuento se llama Coalinga a medio camino. Hay una película de Wim Wenders que articula una narración muy parecida, de hecho Shepard ha sigo guionista de Wenders. El film se llama Paris Texas. En mi vida la pérdida es recurrente, familia, afectos, seres queridos. Hace años quise continuar con una relación que era insostenible y perdí literalmente todo lo que había construido en forma artesanal, pieza por pieza, en un instante. De ahí que no es casual que un poema como One art de Elisabeth Bishop se transforme en una especie de amuleto, igual que el poemario magnífico El arte de perder, de Mirta Rosenberg –casi homónimo del texto de Bishop–. Atribuirle significación a la pérdida parece un sinsentido, más aún confiar en un método o técnica para perfeccionarla. El poema que escribí posee un tono autobiográfico, la ficción aparece como un horizonte integrada a escenas de una película, dos poemas, y un cuento. Lo curioso es que en algún momento me sucedió lo mismo que a los personajes de Shepard, o Wenders, como si en la escritura estuviese prefigurada de alguna manera la experiencia con todo su resplandor y con toda su pobreza. Nunca pude entender bien cómo es que naturalizamos la fragilidad de las relaciones con los otros. Lo curioso también es que conocí a otros lectores, que al igual que yo, venían con una fisura interior, en su momento, y de a poco me fueron leyendo por ese poema, y no deja de ser curioso que en alguna oportunidad haya sido leído por autores que estimo mucho, y por personas que apenas conozco, con quiénes mantenemos experiencias en común como si fueran una contraseña de vaya a saber qué clase de vínculo menos que invisible.
***
Teoría de la pérdida
Suponía que sería de noche
cuando el hilo eléctrico de tu voz desapareció
atrapado en un auricular como de plata.
Decimos sujetos a interpretación.
¿Qué cambiará ahora si enciendo un reflector
entre dos ciudades separadas por mil kilómetros
para reafirmar una marca en el asfalto
parecida a un hombre sentado en la autopista
ensayando una llamada nocturna?
Digo, por ejemplo, somos el campo de fuerza
de un agujero negro o como la espera
a punto de sacudir la quietud de las rocas.
Voy hacia ti, hasta aquí llegamos. Hablo
del boomerang de los afectos extraños
que en su viaje de regreso nos trajo lejos.
a M.R
de El fin del realismo (Viajero Insomne, 2014)
*Marcelo Díaz, 1981. Licenciado en letras. Premio Bienal Arte Joven Universidad Nacional del Litoral. Publicó en el año 2007 el libro de poemas La sombrilla de Wittgenstein (Reeditado en el año 2013 por Colectivo Semilla. Bahía Blanca). En el año 2011 publicó el libro Newton y yo (editorial Nudista). En el 2014 El fin del realismo (Viajero insomne). Y en 2012 publicó el ensayo La máquina de enunciación K con editorial EDUVIM. Participó en la antología de jóvenes narradores Es lo que hay llevada a cabo por Lilia Lardone en el año 2009 y de las antologías Penúltimos: 33 poetas de Argentina (1965-1985) selección a cargo de Ezequiel Zaidenwerg (UNAM.2014) y 20 años agarrándose los dedos con la puerta por Llanto de mudo ediciones (2015). Y en el año 2015 editó en coautoría el libro Los fuegos de Orc: antología de poesía y ciencia ficción argentina Textos suyos aparecen en las revistas ADN, poesíaargentina, Veintitrés, no-retornable, Otra Parte, Indie Hoy y Ñ.
1 comentarios:
Sencillamente hermoso
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