miércoles, 8 de enero de 2014

La historia de un poema de Enrique Solinas


Cómo escribí El Rostro de Dios

por Enrique Solinas
(Especial para El Desaguadero)



Siempre, detrás de cada poema, hay una historia para contar. Una historia que muchas veces tiene que ver con la autorreferencialidad o, por el contrario, su ausencia, según el tipo de poesía. Porque el poema es el producto final de una serie de sensaciones, ideas y acciones, que se fueron combinando para que surja el verso. Pero en la captación del tema, en la idea inicial, está esa historia que muchas veces se aleja de lo que terminamos por decir.

El rostro de Dios fue un poema que hice a lo largo de los años y forma parte del libro Noche de San Juan (Ediciones del Dock, 2008). Es un poema que habla sobre la muerte de mi madre. Anteriormente había escrito varios poemas donde ella aparecía o el discurso la aludía, pero su muerte me causó una profunda conmoción y extrañeza.

El poema intenta describir el momento en que despido el cuerpo de mi madre. El médico dijo Pueden pasar a despedirla y estábamos todos confundidos y sorprendidos porque eso no iba a suceder. Entro primero al cuarto, su cuerpo estaba cubierto por una sábana hasta la cabeza, como tapan esos muebles antiguos para protegerlos del polvo. Descorro la sábana e inmediatamente una mosca sale de su boca y vuela por la habitación.

En ese exacto momento supe que ahí tenía el comienzo de un poema. La visión de la mosca, saliendo de su boca –un ser vivo que surge de un cuerpo muerto– como si el espíritu de la madre hubiera transmigrado hacia el cuerpo de la mosca, y en su vuelo se llevara consigo la verdad de la vida, las respuestas de todo, los secretos que a nadie contó.

Ahí tomé conciencia de que todas las madres del mundo habían nacido para desaparecer. Esta afirmación que parece absurda, en ese momento, tuvo el peso del mundo sobre mis hombros y estaba devastado. Si bien, de chico, en algún momento pensé en la posibilidad de la muerte de mis padres, a medida que fui creciendo, esa idea se disipó, y fueron abandonando este mundo las personas que estaban en edad de hacerlo. Por este motivo, su muerte me desorientó, ella no debía morir y yo no estaba preparado.

¿Cómo escribir un poema sobre la muerte de la madre y que la emoción no te sobrepase? ¿Qué es más importante, la muerte de la madre o las distintas interpretaciones y lecturas que hacemos sobre el hecho? Entre estas dos posturas yo sabía que estaba el poema. Y también sabía que el exceso era perjudicial para el texto que debía escribir. Por este motivo, el decir elegido es lo más parecido a una autopsia para que lo emocional no empantane la descripción y el motivo de la poesía.

La primera parte instala la situación y construye el personaje desde su importancia. La idea es transmitir al lector el peso de lo que sucede y que ese cuerpo, extendido bajo las sábanas, se exceda a sí mismo (sus brazos se alargan y tocan el infinito, sus manos se apoyan en oriente y occidente), porque esta madre ya no es mi madre, sino que es todas las madres del mundo. Y esta madre muerta ya no es una madre es una gran metáfora (¿la patria, el amor, la verdad, la belleza, etc?).

El resto del poema, su desarrollo, es la metempsicosis y cómo la madre está en la mosca, tal vez como una «esperanza desesperanzada» de que el hinduismo tenga razón, que la transmigración de las almas es posible porque nada podemos hacer más que «cubrir el cuerpo» y «contemplar el aire de la noche, fatal y divino».

La dedicatoria «a mi madre, in memorian» está al final del poema. Esto se debió a que sentía que si ponía la dedicatoria al principio, predisponía al lector y se transformaba en un golpe bajo. Como no es usual, muchas veces publican el poema con la dedicatoria al principio y también, en lecturas públicas, digo la dedicatoria al principio, para que el público entienda el poema.

Desde su publicación hasta el día de hoy es uno de los poemas de mi autoría que más gusta y es copiado y publicado en la web, ya por su temática, por el tono, por esa «emocionalidad distante» al decir de la crítica y que es una característica particular de mi universo poético.




El Rostro de Dios

 Esa mujer,
 extendida hasta nunca debajo de la sábana
no muestra signos de respiración.
Apenas es el resto de una imagen,
el personaje principal en bastidores
no disponible para despedidas.
Hacia los costados,
sus brazos se alargan y tocan el infinito.
Las manos se apoyan en oriente y occidente
sin ganas ya,
          sin intención.

Descorro la sábana y al mismo tiempo
vuela una mosca como ninfa sorprendida.
He aquí la cuestión:
sus labios entreabiertos y la piel extraña
contrastan con el gesto de una sonrisa,
y el único signo de vitalidad
es la mosca
que ha bebido toda su respiración.

Si la mujer sonríe es porque sabe algo
que nunca terminó de decir.
Si la mujer sonríe
es porque nos ha engañado
y nunca sabremos el motivo.
Pasa el tiempo como la vida pasa,
como pasa lo bello y lo triste.
Luego la abrirán en dos
para saber la causa de su fallecimiento.
Luego,
su rostro cambiará y será otra,
alguien desconocido.

Ahora sé que éste es el rostro de Dios:
una mujer que se va y la mosca que sonríe,
compartiendo la misma despedida.
Tan sólo nos queda
cubrir el cuerpo de la desesperanza
y contemplar el aire de la noche,
fatal y divino.


a mi madre, in memoriam

Para escuchar el poema en la voz del autor hacé clic aquí.

***


ENRIQUE SOLINAS nació en Buenos Aires el 11 de Julio de 1969. Es  Profesor en Letras y Ciencias de la Comunicación (CONSUDEC) y Licenciado en Letras (UCA). Desde 1989 colabora con publicaciones de Argentina y del exterior,  es docente y forma parte de grupos de investigación en literatura argentina y latinoamericana (CONICET) y en literatura y mística (SIPLET - ALALITE). Publicó en poesía: Signos Oscuros (1995), El Gruñido (1997), El Lugar del Principio (1998), Jardín en Movimiento (2003), Noche de San Juan (2008), El gruñido y otros poemas (2011). En colaboración, Invocaciones –cuatro poetas en la voz del mito– (2012). En narrativa: La muerte y su conversación (cuentos, 2007). Por su labor literaria obtuvo varios premios, entre ellos, el 1er. Premio Rotary Club Bienio 1990/1991, 1er. Premio Nacional Iniciación Bienio 1992/1993, de la Secretaría de Cultura de la Nación, el 1er. Premio Dirección General de Bibliotecas Municipales de Buenos Aires 1993, Mención en los Premios Municipales de la Ciudad de Buenos Aires a la Producción 1994/1995, Subsidio Nacional de Creación de la Fundación Antorchas, Concurso 1997 de Becas y Subsidios para las Artes, el 1er. Premio Estímulo a la Creación año 2000 de la Secretaría de Cultura de la Nación, el 1er. Premio de Cuento Fantástico 2004 de la Fundación Ciudad de Arena y la Secretaría de Cultura de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, Mención Especial Concurso Dorian 2007, por la Promoción de la Diversidad y la Cultura, Lima, Perú, etc. Su obra y forma de parte de antologías nacionales e internacionales, siendo traducido al inglés, al italiano, al francés, al portugués y al griego. Invitado al II Festival Internacional de Poesía de la Feria del Libro de Buenos Aires 2007, al I Festival Internacional de Poesía del Centro Cultural de la Cooperación 2009, al IX Festival Internacional de de Poesía de Granada 2013, Nicaragua, al IV Festival Internacional de Poesía Latinoamericana de Lima, Perú, 2013, a la XXII Festival de Poesía de George Mason University 2014, USA, a la Feria del Libro de Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, 2014, etc. Actualmente, su actividad incluye la narrativa, el periodismo cultural, la crítica literaria y de artes plásticas, y la investigación. Es asesor de Ediciones Ruinas Circulares y dirige la Colección Crítica de dicha editorial.

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