miércoles, 21 de marzo de 2012

La idiota de la familia

La pequeña voz del mundo, de Diana Bellessi.
Buenos Aires, Taurus, 2011.



La idiota de la familia. La díscola de la lengua. La subversiva. Así considera Diana Bellessi a la poesía en La pequeña voz del mundo, el libro de ensayos que la autora santafesina (Premio Nacional de Poesía 2011) publicó en Taurus.

Para Bellessi, hablar de la poesía es como asomarse a un paisaje pedregoso y difícil. Una fotografía, hecha de papel, pigmentos y colores, acaso consiga retratar un paisaje. ¿Pero cómo hace la palabra para retratar a la palabra, a la palabra en carne viva, a la más inasible, a la de la poesía, pues? 

Diana Bellessi.
Así, en un primer intento (si a eso corresponde la primera de las dos partes de este libro), la autora de El jardín avanza como en una aventura a tientas, cuando no a ciegas. Lo hace como quien quiere hacer las preguntas más que como quien quiere responderlas, y por eso de a ratos hay cierta penumbra y el tono es, curiosamente, poético. Es decir, no sólo ensayístico, sino eminentemente lírico, como si los ensayos sobre poesía tornaran, ellos mismos, en poemas: un espejo puesto delante de otro.

Veamos, por caso, este ejemplo:

«Sí, yo es otra. Yo es en otras. No en mi voluntad de enunciación. Pero quizás sí en la crianza de mi alma. Si el estilo es el espíritu individual, éste es simplemente quien lleva a cabo el recorte, quien rastrilla en el océano del gran rumor donde el vulgo canta» (ensayo 1 de la parte 1, 1998-2003).

En la segunda parte, desatada ya y asumida sin reparos la condición poética, reconocido ya su puesto marginal y desestabilizador, Bellessi mira en torno. Y es allí donde, entonces, como liberada, da rienda suelta a su capacidad para reflexionar sobre panoramas y corrientes de la poesía actual, para advertir sobre el retorno de la lírica, para hablar del carácter rupturista de los grandes poemas y, por último contarnos cómo suena la música de la poesía. Y con todo eso construye, al fin, un libro hermoso que nos canta en voz baja. Con una voz pequeña, sí (pero siempre a punto de estallar).



La pequeña voz del mundo

Diana Bellessi




Ensayo 1, parte 1

Esa pequeña voz del sueño o de la vigilia más atenta que la idiota de la familia escucha, los ojos fijos en la gloria de las formas. Intenta traducirla con las mismas herramientas inocentes del vulgo, pero la engola a veces, la encierra y no deja a la grácil melodía fluir por donde quiera. Esa pequeña voz que escribe los poemas. Quién, si no ella, podría decir nadie se baña dos veces en el mismo río. Arcaísmo sutil de un pensamiento que no desea ir mucho más allá de la ofrenda o la celebración de diminutas revelaciones repetidas siempre, una y otra vez sobre la huella de la conciencia humana. Pura emoción que se traduce, se enfría como condición ineludible del recorte y vuelve a llamear, con fortuna, por gracia de resurrección sonora a cuyas ancas sentidos y significaciones se tejen como jaez que permite la monta del caballito flameante.
La voz del poema, la voz que el poeta cree su voz. Su condición de vanguardia consiste en ser retaguardia, vigía del fondo, tragafuegos que se funde con la última silueta anónima del cortejo de la feria. Ella lo sostiene, desde lejos, desde atrás, y lo impulsa a ser la cresta. Fondo y figura moviéndose fugaces bajo el tambor del corazón.
Las tareas de esta voz: permanecer atenta a lo inútil, a lo que se desecha, porque allí, detalle ínfimo, se alza para ella lo que ella siente epifanía. Las tareas de esta voz: deshacer las cristalizaciones discursivas de lo útil y tejer una red de cedazo fino capaz de capturar las astillas de aquello que se revela. Atención y artesanía. Las tareas de esta voz: desatarse de lo aprendido que debe previamente aprenderse, y disminuir así los ecos de las voces altas para dejar oír la pequeña voz del mundo. La voz es a menudo correcta, es inteligente, es interesante, pero no es la voz del poema, se ha quedado en las fases de su formación, se ha desatado del fondo que le da su ser y ya no fluye por el río que a ambos alimenta. Se ha cortado, entonces, la marea, y la lengua es lengua muerta, no importa cuán famosa sea la patética figura.
Sí, yo es otra. Yo es en otras. No en mi voluntad de enunciación. Pero quizás sí en la crianza de mi alma. Si el estilo es el espíritu individual, éste es simplemente quien lleva a cabo el recorte, quien rastrilla en el océano del gran rumor donde el vulgo canta.
Y la epifanía de este canto es, a veces, sentido y a veces herida del sentido. Si la orfebre engarza bien las chispas de la hoguera, cardúmenes luminosos que saltan siendo, volviendo a ser materia opaca, entonces el objeto que compone, el poema, es una cicatriz que ante los ojos de quien lee, ante la escucha, vuelve a abrirse en herida resplandeciente, vuelve a ser de quien fue siempre: del vulgo. Por un instante parpadea y da cuenta, da memoria del rumor. Se refleja en el cristal de agua de quien posee también la voz pequeña. Nuestra tarea no es ir lejos, es ir cerca. Construir espejismos que nos ayuden a vernos en el espejo.
El lirismo más puro es siempre arcaico. Señala una sola cosa: nuestra pertenencia. A la casa de lo humano, a la casa de la materia, por supuesto, y al pequeño pago de la lengua. Gloria y fragilidad de su sentido puesto en duda, afirmado, puesto en duda..., en medio del gran coro, por la idiota de la familia, es decir, la voz de la poesía.

1 comentarios:

Hernán Schillagi dijo...

Fernando: cuánto gusto me dio leer este libro de ensayos de la gran Diana Bellessi. Es cierto que la primera parte abruma un poco la hibridez del ensayo con la prosa poética, sin embargo, en cada capítulo el tono ya se nos ha inoculado más, la tesis -la poesía, esa pequeña voz del mundo- comienza a formar parte de las imágenes y las metáforas. Lo más importante:invita a la relectura, porque en realidad es un TODO poético-ensayístico.

La segunda parte: la de los ensayos más arduos y formales en argumentación. También destaco el de "La lírica vuelve a su casa", sobre todo por la osadía de la tesis. Porque luego de más de dos décadas donde lo lírico era sinónimo de cursi o anticuado, Bellessi se atreve a celebrar (o, al menos, a ponerlo en palabras) el regreso de la l´rica a la poesía argentina. Habla del fin de estos tabúes y censuras. Debo confesar que hasta a mí me costó aceptar lo propuesto en ese ensayo. Pero dice: «Si al yo lírico se lo ha acusado de artificioso, de mentiroso y hasta confesional, deberíamos recordad que el lenguaje mismo lo es...»

Uno de los que más me gustó, también, fue el de "La traducción del poema", emparentando su famoso recorrido con sus descubrimientos literarios. Imperdible.