jueves, 23 de junio de 2011

El asombro de los ácaros


Ácaros al sol, Débora Benacot, Fundíbulo Ediciones, Mendoza, 2011, 232 pág.


por Sergio Pereyra

Uno de los trabajos más largamente esperados del ambiente poético mendocino ha visto la luz. Este otoño, por fin, Débora Benacot sacó sus Ácaros al sol. Y a juzgar por el resultado -una suerte de summa poética de esta habitué de recitales y antologías- la espera valió la pena.

Si fuéramos por partes –las cinco que integran el libro- este comentario excedería sus intenciones. Nos concentraremos, por tanto, en el aspecto que, como un perfume, impregna el conjunto. Porque más allá de las temáticas y de las formas que la poeta maneja con singular pericia, el libro responde a lo que en este momento se nos ocurre denominar como «una poética de la extrañeza».

Es que el sujeto que enuncia los poemas de Benacot, al mirar el mundo como si fuera la primera vez consigue uno de los propósitos más apreciados de la literatura: presentar la realidad desde una perspectiva nueva, insólita; donde un verso puede desmontar una idea petrificada por el uso. Así, el yo lírico, al dirigirse a una segunda persona, afirma: «Estás ultimando los detalles./ En el minuto más pensado/ lo apuñalas» (el resaltado es nuestro).

Y este sujeto extrañado no lo está solo por lo que ve o piensa (la de Benacot, en diversos grados, es siempre una poesía reflexiva), sino que su asombro se agudiza al usar el lenguaje, que pierde su sentido habitual y se llena de otros más traviesos, menos convencionales. En «Las cosas que hay que bear» el poema concluye: «Este oso también/ es bisexual/ y entonces goza el doble». Juego que, al repetirse, responde a un programa de la poeta enunciado en «Ludópata»: «Jugás con las palabras/ porque acaso/ pensás que ya aprendiste algunas reglas/ y aunque casi siempre/ la lengua te haga trampas/ y pierdas/ no podés evitarlo// tenés debilidad por las revanchas».

Extrañeza que por supuesto nos alcanza a nosotros, los lectores, que nos vemos forzados a desautomatizar nuestro pensamiento, respecto de la vida en general, pero también de los discursos en particular. Entre otros, el de la publicidad:


Si la vida lo agobia
si no halla un sentido
si los dioses pedestres
desoyeron sus ruegos
he aquí una propuesta
que le hará estirar la pata:
sea suicida en nuestras academias,
con todo éxito.

(«Si la vida lo agobia»)


O el de los mandatos sobre los usos del cuerpo (que también son discursos):

A nadie rindes cuentas
a nadie decepcionas
hace tiempo renunciaste a la parodia
de acometer una vez más
el himen perfecto.

Tu cuerpo es una fiesta
y están todos invitados

(al fin y al cabo
nunca soñaste con ser
una heroína
de Mármol).

(«La edad de merecer»)

En un mundo que tiende casi maniáticamente a apoyar sus pies sobre el cemento de lo conocido, que las ideas se desautomaticen, o más técnicamente se (nos) desconloquen, es un obsequio que solo la poesía puede hacernos.

Un cuestionamiento que acaso podría deslizarse hacia algunos pasajes del libro es su carácter de código para el hoy («Amado Vudú», «Justicia poética»); y es probable que si, nos apuran, coincidamos. No obstante estamos cada vez más convencidos de la futilidad de imaginar la trayectoria posterior de un texto. Un texto es presente (presente que incluye a los lectores dispuestos –con los códigos del hoy- a embarcarse en él).

Si como afirma Barthes: «la literatura es una cuestión de efectos, no de intenciones», Ácaros al sol es una lección ejemplar para los jóvenes que se inician en las lides de la poesía (a esta altura de la soiree, ¿alguien duda que un buen poema es el resultado de una lucha encarnizada con el lenguaje?), pues la forma (híper trabajada, trabajada hasta el punto de que cuando el texto ya no puede retocarse, el trabajo sobre la construcción del sentido se continúa en la edición, precisa y preciosa en este caso), la forma, decíamos, nunca asfixia el contenido, y se dispone de acuerdo a un efecto siempre buscado, nunca aleatorio.

La extrañeza –o sorpresa, o asombro-, entonces, que producen estos Ácaros al sol, nos alcanza por varios flancos: por la madurez de un primer libro, por la singularidad de ese libro (el humor nada inocente de la voz que enuncia los textos resulta una rara avis en un medio donde la gravedad y lo coloquial se disputan la hegemonía); por la posibilidad, en fin, de que aunque un poema no cambie el mundo, ni anude el hambre, ni aplaque guerras conserve aún la posibilidad de sorprendernos.


Algunos poemas de Débora Benacot

Cursi

A dos pasos del infierno
está tu beso
ese que aún no me das,
pero que intuyo
tanto ignoro de vos,
igual
te elijo entre los hombres
me afilio a tus pestañas
proclamo el renacer
del fuego en extinción de los amores
que valen el intento.
A tres días del dolor
el purgatorio decide prescribirme
la pena ambulatoria
endeble libertad bajo palabra
por eso aprovechemos
mientras siga en proyección
este holograma.

*

in aeternum

A veces
en mitad de la noche
te incorporas de pronto
de algún sueño
y lo entiendes absolutamente todo
tanto lleva este mundo
boyando en el espacio
naciendo y deshaciendo
las órbitas, las vidas, las estrellas
hace tiempo, algunos
soltaron la flecha
bajaron de los árboles
encendieron el fuego
inventaron la rueda
y hace poco vos,
en tu pieza,
doble clic al insomnio
y sigamos andando.

*

Amado Vudú

Brujas opositoras:
¡Ya está en todas las jugueterías
el auténtico muñeco de trapo
del ministro de economía!
hasta agotar stock
(no incluye alfileres).

*

Rocío Baldío

9 en una pieza para 3
por eso ella se siente libre
por las noches.
Cuando vuelve
de su prolija cacería de cartones
siempre para en una plaza desierta
taciturna
allí abre los brazos, cierra los ojos, respira la sombra,
contempla en calma las almas del verde,
la ausencia de los pájaros que duermen.
Durante esos segundos
olvida un poco el hambre.
el sinsabor
de manos extrañas en su ropa.
Entonces juega -sin saberla
ritual comunión del desamparo:
y es la novia que lleva
algo viejo (casi todo)
algo azul (el frío en sus pies descalzos)
algo robado (manojo de flores rancias que oficiarán de ramo).
Suspira cuando piensa, resignada,
qué perra suerte tuvo
qué lejos ve pasar por su costado
la fastuosa nave de los pocos.
En cambio,
mientras siente en los párpados cerrados
el aire libre de la noche fresca,
en su comarca de ratas y luciérnagas
ella sueña que es la reina buena
del final feliz de un cuento
que nunca le contaron.

*

Muebles de jardín

Una mesa de pequeñas dimensiones
para salir a cebar
mientras los pájaros se aburren
del otoño
una mesa y dos sillas
porque cebar es transitivo
sobre la mesa papeles
preferentemente en blanco
para escribir al vuelo
lo que unos pájaros
cantan a desgano
mientras se aburren
del otoño.

*

Consuelo de tontos

Un poema no cambia el mundo
ni anuda el hambre
ni aplaca guerras
y sin embargo
en el lugar y momento indicados
tal vez pueda ser
una tregua de palabras
embrague de los mundos
cierta especie de alimento.

5 comentarios:

caro dijo...

Adoré simplemente, no espere de mi critica constructiva,lo mío es una extensión abriéndose que ud mi querido genera o no,y si, entré, compré, gozé y os felicito a todos los que hicieron y rodean a este ASOMBRO MARAVILLOSO de ácaros al sol,continuad,seguid campo adentro que nadie os detendrá.

Periquito Lasabrosura, poeta brujo. dijo...

Una gran poeta. Algo q no abunda en esta yerma tierra d mal sol y buenos malos vinos.

Cecilia Restiffo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Cecilia Restiffo dijo...

Lo que siempre admiré de Débora es la profundidad de su mirada sobre la realidad que nos circunda. Este libro es prueba de ello porque, aunque pasa por el humor, en otros casos -mis preferidos- aborda con poética pluma las preguntas del ser humano, las miserias, o las dudas que desde la palabra pueden llegar al alma, al corazón sabiendo el cuándo y el cómo.

Es un libro que permite y exige varias lecturas, y esto siempre me pareció una condición vital de un buen poemario, me tildarán de anticuada: es exacto lo soy. Busco en la palabra poética el trabajo, la decantación, la pelea contra el silencio más que el efecto rápido que sólo deja una sensación vacía de significado; en Ácaros al sol este trabajo sobre la palabra se nota y hay más: un estilo mordaz, cínico que la voz lírica comparte con el que lee.

Por otro lado hay una incomodidad que plantea la poesía de Débora, en sus reflexiones, en los finales punzantes que invitan a releer el texto buscando “eso” que la palabra esconde y guía a un tiempo.

Debo agregar que esta crítica es también uno de los trabajos más largamente esperados del ambiente periodístico mendocino y ha visto la luz en este otoño: por fin. Su mirada, Pereyra, ha puesto luz en mi lectura y me ha invitado a la relectura de este hermoso libro, por lo que su misión está cumplida.

Muy buena crítica, me "desconlocó" su aparición aunque no su nivel, pues de ello no tengo dudas.

sergio dijo...

A seguir leyendo ácaros al sol. Se puede leer gratis. Pero si lo quieren comprar, háganlo. Es un libro precioso. Mérito de la diseñadora Melisa Benacot.