viernes, 22 de abril de 2011

Recuerdo de Matías Vernengo


por Hernán Schillagi

En la Semana Santa, pero de 2010; un poeta que había elegido el camino lento pero firme de las palabras, sin altisonancias ni luces de marquesinas, desapareció por un trágico accidente en las rutas argentinas para que sus poemas sean ahora los que hablen por él.

Matías Vernengo, nació en Buenos Aires en el año 1963. Alzó su voz poética por primera vez en 1994 con el poemario El gesto que danza (Tercer Premio Municipal de Literatura Luis José de Tejeda 1993, Córdoba); sorprendió al jurado compuesto por Joaquín Giannuzzi, Santiago Sylvester y Jorge Boccanera con El ojo y la cerradura (Mención especial del concurso 1999 de Ediciones del Dock). Luego mantuvo un silencio editorial de diez años -aunque con algunas colaboraciones en revistas como Omero, Hablar de Poesía, Barataria y otras-, pero con un arduo trabajo en los poemas que integraría el magnífico y concentrado Cuaderno Blanco (Alción Editora, 2009). En los últimos años se había trasladado a Cortaderas, San Luis, persiguiendo un sueño tan personal como literario. En la entrevista que le hizo Fernando G. Toledo para El Desaguadero nos decía: «…Tener la posibilidad de editar, colocar a la luz una obra, transformar un texto en un libro, es una tarea maravillosa. Desde que decidí mudarme de Buenos Aires y comenzar a vivir aquí, en San Luis, más precisamente en este pueblo, Cortaderas, ubicado a los pies de las Sierras de Comechingones, tuve la intención de generar desde aquí una editorial, y poder trabajar en conexión con Buenos Aires y también con otras localidades y provincias como Córdoba o Santiago del Estero o también Mendoza. Mi pequeña editorial se llama La Volcada Libros y lleva el nombre de la casa en la que vivo, La Volcada, una casa que perteneció a mi familia, que a su vez tiene una tradición literaria […] Intento hacer, desde esta casona de adobe a los pies de las sierras, un lugar que sirva como centro, y continuar con la tarea de dedicarse a los libros, la lectura y la literatura…».

No tuve el privilegio de conocer a Matías personalmente, sin embargo cruzamos varios e-mails antes y después de la entrevista que le pedimos. Nos habíamos prometido vernos en algún verano con las sierras puntanas como escenario y mandarnos nuestros libros por correo. No pudo ser. Aunque él llegó a leer estas palabras que le escribí con toda sinceridad:

«Tuve la inmensa suerte de encontrarme con El ojo y la cerradura en una librería de Mar del Plata hace unos años. Estaba abajo de todo, lleno de polvo y olvido; pero con los brazos abiertos y los ojos atentos para que algún sediento lo hallara.
Yo estaba encantado, porque también había conseguido allí El cielo del mendocino Raúl Silanes; obra que ganó en 1999 el premio de poesía "Del Dock". Vernengo, con ese delgado pero contundente libro, había obtenido la merecidísima primera mención y la consecuente publicación.
Recuerdo que el autor de esta entrevista, Fernando, también estaba en la costa y le envié un sms que decía algo así: ‘Estoy leyendo a un poeta que le ha encontrado una vuelta de tuerca a la poesía breve’.
Cuando este año (por 2009) encontramos con Fernando, Cecilia Restiffo y yo el nuevo poemario de este poeta en la Feria del libro de Bs. As., creo que saltamos de alegría y nos abalanzamos sobre él. Bueno, debo confesar que fui yo el más alocado.
Me parece que, en sus dos últimos libros, Matías Vernengo extrema el decir, condensa en pocos vocablos el grito y su desgarramiento. En El ojo y la cerradura lo hace a través de la perversión; en Cuaderno blanco, lo consigue con la tragedia (o la amenaza previa de lo trágico)…»


Matías me agradeció el comentario de este modo: «en serio, ese elogio hacia Cuaderno blanco me lo llevo, y justifica tanto dolor. Ya sabemos, ‘oscuramente fuerte es la vida’, como dice un italiano. Y hay algo aun peor que el canto de las sirenas, su silencio’, como dice el maestro K…»

Finalmente, Vernengo nos habló desde la contrición del dolor hecho poema, desde la rabiosa esperanza de los proyectos por realizar, desde una vigilia sostenida con uñas y dientes. Su poética lo deja bien en claro: «El poeta no duerme, escribe. Empuja a la inversa. Trabaja una materia ambigua: un recuerdo preciso, metálico, una incisión en el agua. Y sabe caer al caer la noche, y no caer…»


Algunos poemas de Matías Vernengo



ANIMAL NOCTURNO

No es el ala su escritura, sino
esa membrana que forma entre sus dedos
el insomnio:

                    ese ir y venir
bajo los techos
de un asunto privado,

ese casi dolor

ante una mínima
insinuación
de la luz.

de El ojo y la cerradura, Buenos Aires, Ediciones del Dock, 1999


 LA PESTAÑA POSTIZA

Desesperadamente
araña la madera del cajón

(la creyeron muerta,
la enterraron con todas sus honras
y maquillajes).

Afuera no hay nadie
y la conciencia del mundo en ella
vacila.

Insiste con las uñas
con las rodillas
los tacos,

hasta que al fin el párpado izquierdo
se pega al ojo para siempre
y la pestaña postiza
(como una mosca aplastada)
queda en mitad
de la mejilla.

de El ojo y la cerradura, Buenos Aires, Ediciones del Dock, 1999


NO ALCANZA

No alcanza el atardecer en el valle.

Y hay aguiluchos amontonados
sobre el cuerpo de una yegua alazana.

Existir es demasiado.
Y no alcanza.


de Cuaderno blanco, Alción Editora, 2009


LAS MANOS

Apoyadas en la superficie fría,
como flotando, las manos
sobre el agua
traen paisajes: los tallos
altos y verdes
y los penachos rubios
de las cortaderas,
las piedras grises y blancas,

el cielo, como una vena azul
que baja por la quebrada.


de Cuaderno blanco, Alción Editora, 2009


LARGA NOCHE

Tal vez es sólo eso,
el tiempo, la existencia:

un patio con dos aljibes,
los discos de Serú, los de Floyd,

y la espuma que se forma
en la parte superior del vaso
al echar coca en el fernet,

en una larga noche fugaz.


de La fragilidad, inédito

3 comentarios:

Paula Seufferheld dijo...

Recuerdo, semblanza, homenaje, anecdotario de dos poetas que se conocieron sin conocerse -al fin y al cabo, muchas veces el encuentro cara a cara pone en contacto dos máscaras que la intimidad del teclado puede romper, aunque suene paradójico-, selección de poemas certeros... sencillamente, amigo, has escrito un texto maravilloso y emocionante. En muy pocas ocasiones somos el arco que dispara flechas que llegan con tanta precisión a la sensibilidad del lector y con este escrito lo has logrado. Gracias.

María del Carmen Vianna dijo...

La vida es una novela. Después de siete años vengo a saber de la muerte de Matías Vernengo... Lo conocí en agosto de 1989, en ocasión de recibir un premio Givré, en Buenos Aires.Recuerdo que también conocimos allí a otro premiado, Martín Arias (anoche anduve por esas fotografías...) Mi recuerdo de él es el de un chico hermoso y prometedor poeta, admirador de Borges.
Anoche vi todo en Google y leí sus bellos poemas. Qué tristeza saber su desenlace. MdelCarmen Vianna.

Fernando Carregal dijo...

Conocí a Matías. Fui su amigo y creo que él el mío. No hay palabras para describir su personalidad aguda y poderosa. Fue dolorosa su partida y todavía lo pienso con frecuencia. A veces, quiero creer que sigue allá en Cortaderas, escribiendo y desarrollando su proyecto editorial. Definitivamente su lugar en el mundo.