por Hernán Schillagi
Como un extraño espécimen de la poesía neobarroca argentina, Tamara Kamenszain se admite sobria y de pocas palabras. La potencia de sus poemas surge quizá desde las fuentes de la narrativa. Es allí, entonces, donde una cadencia sensual y hasta tanguera sale a cazar los versos. Autora de varios volúmenes (La casa grande, Tango bar, El ghetto), ensayista especializada en poesía (imperdible La boca del testimonio), publicó en 2005 Solos y solas (Lumen) de donde son extraídos estos poemas.
Soy la okupa de mi propia casa
desde que la propiedad se fue de mí
ya no tengo escritura y como en los sueños
la puerta de entrada me espera afuera
para que todo empiece de nuevo
atravieso de canto esa hospitalidad
atrás de los cuadros debajo de los muebles
se aquerencia un techo nuevo
donde hubo hogar quedan fotogramas
vos tú él el hombre con la cama doble
mudado por el cuarto a la deriva paso a paso
los libros del living lo siguen arrastrados
en un maletín que se desfonda y es en el baño
donde la mochila ruge por última vez.
Hablo de un inodoro que nos traga lejos
hasta otras casas.
Un par de gemelos se ríe de los puños
en el fondo áspero del cajón
ya no hay camisas es gente descamisada
la que ahora me convoca
rozo una manga me aplican lo que pide un codo
entre aprendices nos pisamos el poncho
bailarines a la rastra muñecos de aserrín
acoplan a la orquesta la letra de su anonimato
cuando en el colmo sudado del salón
la fobia a mí me desgañita
hasta el guardarropas en un paso de salida
teatros pizzerías música interrumpida de walkman
pasan de largo por el bajón de la marquesina
off off de los solos y solas
se apaga en la boca del subte.
Soy sin ellos la cenicienta en radio taxi
todos en uno se libran de mi fiesta
la soledad da ese paso que arrastra con la música
el eco del eco de lo que pueden los letritas:
hacer una canción que diga lo que somos
nuestro sentir más íntimo
dos o tres palabras lisas y llanas
el camino más corto para llegar a casa
cuando la radio le enciende al del horario nocturno
una compañía. Su nuca me ve: estoy sola,
ni la llave me alcanza para sentirme dueña
de la cama doble.
Por la puerta entornada de los sueños
entró todo lo que las palabras no dicen
cada vuelta de llave me introdujo
hasta la casa en su escena primaria
casa ahora es cuerpo y yo
acabo chupada por la lengua
me voy de boca el subte está oscuro
vos no venís ustedes no vienen siempre nosotros
en un efecto pornográfico de grupo
nos desconocemos cuando nadie pero nadie
ni siquiera el que transpiró en mi hombro
tiene el número de teléfono.
Te llamo o llamame
en el club en la escuela en el campamento
repetir y repetir nuestros apellidos
dejó agendada de oído
una comunidad futura
entre vernos y dejar de vernos
media vida hasta ahora ya fue
ahora somos parias de casamentera
dos que no hacen uno en la cuenta regresiva
nos encontramos sin nada en común
con otros tan comunes como nosotros.
Como un extraño espécimen de la poesía neobarroca argentina, Tamara Kamenszain se admite sobria y de pocas palabras. La potencia de sus poemas surge quizá desde las fuentes de la narrativa. Es allí, entonces, donde una cadencia sensual y hasta tanguera sale a cazar los versos. Autora de varios volúmenes (La casa grande, Tango bar, El ghetto), ensayista especializada en poesía (imperdible La boca del testimonio), publicó en 2005 Solos y solas (Lumen) de donde son extraídos estos poemas.
Soy la okupa de mi propia casa
desde que la propiedad se fue de mí
ya no tengo escritura y como en los sueños
la puerta de entrada me espera afuera
para que todo empiece de nuevo
atravieso de canto esa hospitalidad
atrás de los cuadros debajo de los muebles
se aquerencia un techo nuevo
donde hubo hogar quedan fotogramas
vos tú él el hombre con la cama doble
mudado por el cuarto a la deriva paso a paso
los libros del living lo siguen arrastrados
en un maletín que se desfonda y es en el baño
donde la mochila ruge por última vez.
Hablo de un inodoro que nos traga lejos
hasta otras casas.
*
Un par de gemelos se ríe de los puños
en el fondo áspero del cajón
ya no hay camisas es gente descamisada
la que ahora me convoca
rozo una manga me aplican lo que pide un codo
entre aprendices nos pisamos el poncho
bailarines a la rastra muñecos de aserrín
acoplan a la orquesta la letra de su anonimato
cuando en el colmo sudado del salón
la fobia a mí me desgañita
hasta el guardarropas en un paso de salida
teatros pizzerías música interrumpida de walkman
pasan de largo por el bajón de la marquesina
off off de los solos y solas
se apaga en la boca del subte.
*
Soy sin ellos la cenicienta en radio taxi
todos en uno se libran de mi fiesta
la soledad da ese paso que arrastra con la música
el eco del eco de lo que pueden los letritas:
hacer una canción que diga lo que somos
nuestro sentir más íntimo
dos o tres palabras lisas y llanas
el camino más corto para llegar a casa
cuando la radio le enciende al del horario nocturno
una compañía. Su nuca me ve: estoy sola,
ni la llave me alcanza para sentirme dueña
de la cama doble.
*
Por la puerta entornada de los sueños
entró todo lo que las palabras no dicen
cada vuelta de llave me introdujo
hasta la casa en su escena primaria
casa ahora es cuerpo y yo
acabo chupada por la lengua
me voy de boca el subte está oscuro
vos no venís ustedes no vienen siempre nosotros
en un efecto pornográfico de grupo
nos desconocemos cuando nadie pero nadie
ni siquiera el que transpiró en mi hombro
tiene el número de teléfono.
*
Te llamo o llamame
en el club en la escuela en el campamento
repetir y repetir nuestros apellidos
dejó agendada de oído
una comunidad futura
entre vernos y dejar de vernos
media vida hasta ahora ya fue
ahora somos parias de casamentera
dos que no hacen uno en la cuenta regresiva
nos encontramos sin nada en común
con otros tan comunes como nosotros.