domingo, 6 de septiembre de 2009

Alejandro Zambra se atiende a los poetas


Una polémica y más que ácida visión del derrotero de un poeta, sus anhelos y sus miserias nos propone el narrador chileno Alejandro Zambra en esta diatriba tan descomunal como simpática. Era imposible que en una revista de poesía como El Desaguadero pasaran desapercibidos estos dichos. Aquí va el texto completo publicado hace unas semanas, y se abre el fuego, poetas.

Contra los poetas

A los veinte años ya acumulan experiencias importantes: han publicado poemas en revistas y antologías, han participado en talleres, han escrito artículos para anuarios escolares y quizá han concedido una o dos precoces entrevistas. Ya tienen listos sus primeros libros, que están a punto de aparecer en editoriales emergentes. Son libros muy malos, pero por ahora eso no importa. Sus poemas son largos y sentenciosos, abusan de los gerundios, de los signos de exclamación y de los puntos suspensivos. Leen a Vicente Huidobro, a Delmira Agustini y a Oliverio Girondo, pero sobre todo se leen los unos a los otros, en interminables sesiones sólo a veces amistosas.

A los veinticinco años ya han renegado de esos primeros poemas, que consideran lejanos pecados de juventud. Esperan encontrar pronto la madurez como poetas, que a ellos les importa mucho más que la madurez como personas. El segundo libro cumple con creces el objetivo: no es bueno, pero indudablemente es mejor que el primero. Dicen estar todavía buscando una voz propia y mientras tanto planean antologías que incluyen a todo el grupo, pero nadie quiere escribir el prólogo, pues nadie desea correr el riesgo de convertirse en crítico literario.

A los treinta años ya han sufrido varios desengaños. Han sido incluidos en antologías nacionales y latinoamericanas, pero han sido excluidos de otras tantas publicaciones y les cuesta muchísimo aceptarlo. Por momentos escriben solamente para demostrar cuán arbitrarias han sido esas exclusiones. Han publicado, a esta altura, tres libros de poesía. Han fundado dos editoriales y cuatro revistas literarias. En sus reseñas biográficas se afirma que han participado en más de trece –en catorce– encuentros de poetas y que sus libros han sido parcialmente traducidos al italiano. En realidad les han traducido solamente un poema, pero da lo mismo: los han traducido, eso ya es mérito suficiente.

Recién a los treinta y cinco años comienzan a incomodarse cuando los presentan como poetas jóvenes. Ahora dictan talleres en los que aconsejan a sus alumnos que eviten los gerundios, que cuiden los adjetivos, que declaren la guerra a los puntos suspensivos y a los signos de exclamación. Les inculcan la suprema libertad creadora, pero les prohíben una lista bastante larga de palabras: vacío, angustia, desolación, desesperación, crepúsculo, ocaso, alma, espíritu, corazón, vagina. Les hablan de melopoeia, de fanopoeia y de logopoeia, pero se enredan un poco en la explicación. Se enamoran de poetas de dieciséis años y las comparan con Alejandra Pizarnik, pero nunca han visto una foto de Alejandra Pizarnik.

A los cuarenta años a nadie se le ocurre presentarlos como poetas jóvenes, pues sus caras y sus barrigas han cambiado de forma tal vez irreversible. Los poetas experimentan con mayor sufrimiento que el común de la gente la llamada crisis de los cuarenta. No decidieron ser poetas para tener cuarenta años. De ahora en adelante todo será decadencia. Se han vuelto inofensivos. Es más fácil incluirlos, pedirles prólogos, invitarlos a los recitales y aplaudirlos sin énfasis, respetuosamente. Son, en otras palabras, verdaderos fracasados.

Para que el fracaso se cumpla es necesario que reciban, de vez en cuando, señales equívocas. A los cincuenta, a los sesenta, a los setenta años los poetas ganarán dos o tres premios menores; tímidos estudiantes de pregrado y quizás alguna bella doctora norteamericana analizarán sus libros, que tal vez serán traducidos al francés, al alemán, al griego o al menos al argentino. Por lo demás, siempre habrá alguna editorial emergente interesada en rescatarlos del olvido.

Da lástima verlos junto al teléfono, esperando la noticia de un premio, de una pensión del gobierno, de un homenaje, de un viajecito al sur, lo que sea. Parecen niños asustados, y en el fondo eso son: niños asustados, adolescentes ya muy viejos para suicidarse. A veces algún reportero compasivo les pregunta para qué sirve la poesía en este mundo deshumanizado y consumista. Ellos suspiran y responden lo que han respondido siempre: que sólo la poesía salvará al mundo, que hay que buscar, en medio de la confusión, palabras verdaderas y aferrarse a ellas. Lo dicen sin fe, rutinariamente, pero tienen toda la razón.



Fuentes: http://sinliteratura.wordpress.com/2009/08/20/contra-los-poetas/
Publicado en Etiqueta Negra Nº 65 http://etiquetanegra.com.pe/



24 comentarios:

Damián dijo...

E-X-C-E-L-E-N-T-E!!!

Escribir, coleccionar, vivir dijo...

Es un artículo ácido, lúcido, 100% verdadero aunque a mí no me afecte particularmente. A mis 35 la poesía es un juego de iniciación, ya soy lo suficiente vieja y leída para no gritar ayes en el papel ni atrasar cien años imitando a la Agustini, aunque mi vida abúlica podría tener un romance tortuoso como el suyo, en fin.
Me he divertido horrores con este autor chileno y agradezco su mirada brillante y despiadada sobre la omnipotencia de tanto poeta de medio pelo.

Sebastián Goiburo dijo...

jaja no lo conosco pero debe ser poeta: felicitaciones!
Esta página sigue caminando lindo!

Hernán Schillagi dijo...

Me llama la atención -para bien- que las palabras ácidas de Alejandro Zambra hayan caído "agradablemente" en los comentarios anteriores.

Es cierto que está escrito con una prosa precisa, como es cierto también que el autor es (¿fue?) poeta (según reza Wikipedia). Entonces ¿por qué esa semejante diatriba sin incluirse? Mmmm. Así y todo, las miserias descriptas con pluma punzante son TODAS ciertas, o al menos, un poco exageradas para lograr una argumentación contundente. Uno termina de leer y comienza enseguida a preguntarse en qué "etapa poeteril" se encuentra.

Eso sí, no vendría mal un "Contra los narradores". Desde ya una característica que los aúna a todos: la soberbia (todos se creen la reencarnación de Borges). Jaja!

Fragaria Vesca dijo...

Por suerte me identifiqué con pocas mañas de las apuntadas.
Me pregunto: los narradores, ¿se leen entre sí, al menos? ¿No se puede tomar lo de los poetas como un "sano aguante"? Digo, si no nos leyéramos/escucháramos siquiera entre nosotros...

sergio dijo...

¿Tan ridícula es la vida de un poeta? Y sí, un poco ridícula es. Pero ¿más ridícula que la de un mecánico? Más o menos. ¿Y que la de un abogado? Y, más o menos también. Entonces, por lo que parece, todas las vidas son más o menos ridículas. Y si, pese a esta ridiculez, Girondo, Pizarnik, Delmira y Huidobro escribieron es porque algún placer debe de haber en juntar palabras. El mismo que deben experimentar los que escriben cuentos o crónicas o lo que fuere, incluso notas como esta que, huelga decir, me pareció excelente

Escribir, coleccionar, vivir dijo...

Como dice Débora, es preferible todo ese circuito de poetas leídos por poetas o aspirantes a... (¡eh, que son lectores también!)que terminar como los personajes del cuento "Obras completas" de Monterroso -Fombona y Feijoo- que, primero uno, luego otro, renuncian a sus sueños juveniles de ser poetas para transformarse en críticos literarios ultraespecializados. Me parece que aunque nuestro círculo de poetas locales es reducido y los lectores no-poetas escasean, por lo menos nos damos el gusto de dar recitales, aparecer en alguna que otra antología, publicar libros, tener editoriales artesanales, revistas digitales o de papel, programas de radio: TODO MODESTO PERO MUY LEJOS DE LA FRUSTRACIÓN de los tristes personajes del autor guatemalteco.

Hernán Schillagi dijo...

Débora: sé de narradores que temen leer a otros por "miedo" a que escriban mejor que ellos. Aunque hay que reconocer la pereza que da leer una "tracalada" de cuentos de un aspirante a escritor. Los poemas son más breves y más libres. En el cuento siempre está la idea de "esfericidad" dando vuelta, la estructura férrea, las descripciones y el remate revelador. ¡Y todo eso debe ser entretenido!

Yo soy de leer de todo y me gusta que mis amigos narradores me pasen sus textos. ¿Será porque además soy poeta y tengo esa solidaridad a la que te referís?

Hernán Schillagi dijo...

Sergio: y sí, "de poeta y de loco, todos tenemos un poco". Siempre me intrigó esa frase popular (¡!). ¿Será porque se asocia el "modus operandi" del poeta a los actos absurdos, inútiles y desquiciados? Me enorgullecen bastante, siempre y cuando me aleje de una vida cuadrada, planificada y sin sobresaltos. Pero cuando la idea me acerca al ridículo, ya me empiezo a enojar.

Los poetas tienen (tenemos) actitudes patéticas, si bien es cierto que no andamos pensando que la fama y la fortuna están detrás de un premio otorgado por un monopolio empresarial que no sabe nada de literatura. Como son los jugosos premios de novela.

El mismo Borges (seguramente narrativizado) se burlaba de los poetas como Girondo y Lorca. Hemos leído que al enterarse de la muerte de Oliverio dijo que su poesía era "nada". Y al español lo tildó de "gitano profesional".

Lo importante aquí es que un narrador queda realmente en la historia de la literatura, cuando saqueó, con astucias de pirata inglés, las siempre abiertas y abundantes arcas de la poesía (en recursos de estilo, concisión, fragmentación, etc.): Juan Rulfo es uno de ellos, Joyce también y Jorge Luis más que ninguno.

Escribir, coleccionar, vivir dijo...

Hernán

Borges también decía que prefería la prosa de Manuel Machado a toda la poesía de su sobrevalorado hermano. En fin, creo que nuestro genio era un provocador que creía poco en sus declaraciones y más bien se reía por el escandalete literario que provocaban. Era su manera de hacer cholulismo.

Sobre algo que decís por ahí: ¡pagaría por verte desquiciado! Ja.

Hernán Schillagi dijo...

Paula: seguro que la frustación es lo más alejado de lo que se siente un poeta.

Alguien que escribe poemas, edita su libro de manera artesanal o en una editorial pequeña; es la persona más feliz del mundo. Lee a sus colegas en un bar, o le trata de mostrar a algunos alumnos de secundaria un par de trucos y se siente que ha ganado el Cervantes.

Un narrador, por la vorágine misma del mercado (y la novela es parte carnal), si no edita en una editorial importante, y obtiene un contrato a largo plazo, y no lo premian en 3 años se puede considerar un fracasado e irse a dictar clases a Estados Unidos a gente que, por esnobismo, estudia "narrativa del tercer mundo".

Silvio dijo...

Hay Dios mío tanto para comentar! Jajajaja. Empiezo porque me encantó el artículo más allá de algunas diferencias que tengo. Coincido y no con todos. Coincido en el tema de que no es frustración publicar en forma independiente. Sea poesía o prosa. Pero creo que hay una diferencia que hace al tema y es meramente una cuestión de horas de trabajo. Componer una poesía (no un conjunto) no lleva el mismo tiempo que componer una novela. Tal vez sí puede ser más cercano escribir una poesía que un cuento. Por ese lado entonces me parece que es por eso que los narradores pensamos que es importante una publicación de una editorial con peso. De todos modos creo que esas editoriales son solamente un medio para llegar a los lectores. Cosa que todo escritor espera. Porque coincido que ser publicado por una editorial reconocida no garantiza buena literatura.
Respecto de leernos a nosotros mismos. Es el camino que ha recorrido la historia literaria. Borges, Bioy Casares, Ocampo, no se leían entre ellos? No fundaban las revistas y editoriales donde ellos mismos publicaban? Ese es el camino del creativo. Estas tertulias más que encuentros narcisitas, sirven para obtener otras perspectivas y crecer en el camino del artista. Porque estos grupos se amalgaman no arbitrariamente, sino por el descubrimiento de las visiones compartidas. Yo tengo mis amigos escritores que me leen. Y brindo por ellos. Mucho de lo que he logrado lo debo a sus perspectivas y a sus honestos consejos y críticas.

Silvio dijo...

Fe de erratas. Me faltó una coma al principio. Donde dice: coincido y no con todos (yo con vos, yo con vos, yo con todos), debería leerse: Coincido y no, con todos.

Hernán Schillagi dijo...

Silvio: comprendo tu modo de encarar las diferencias desde el tiempo de trabajo y dedicación entre la novela y el poema.

Sin embargo no creo que la cosa ande por ahí. Los novelistas saben, son concientes que hay un mercado muy jugoso (económico, periodístico, cinematográfico, etc.) detrás de la narrativa; más precisamente, una novela. Pienso en "La viuda de los jueves" de Claudia Piñeiro. Ganó 100.000 pesos con el premio Clarín-Alfaguara- Éxito en ventas (con el aparato de prensa de un multimedios detrás, aunque no le quito mérito porque los otros ganadores han pasado desapercibidos por las librerías)- Contrato sustancioso por varios libros- Articulista estrella en suplementos culturales- Película argentina for export... Entonces (te) pregunto: ¿es sólo porque lleva más horas de escritura que un narrador no se resigna a publicar en forma independiente? Nada de estas "maravillas" le puede pasar a un poeta.

Aunque acepto que la "marginalidad" la coloca a la poesía en un lugar cómodo. ¿Quién puede acusar a un poeta de ambicioso, de haberse vendido a un holding empresarial, de publicar libros para cumplir? Aceptémoslo: es el mercado el que no tiene en cuenta a la poesía.

Damián dijo...

Coincido con Hernán en que la brecha que hoy se nos plantea entre la narrativa y la poesía es que la primera está socialmente jerarquizada. Pero ojo, que esto no quiere decir que la poesía no tenga su marcaje: el poeta es el "outsider", el marginal, el... ¿verdadero artista?

ahora tiro la piedra para el otro lado:
¿leemos las novelas como obras de arte, o como historias ocurrentes? ¿el mercado inspira a que la novela vuelva a ser una obra de arte (si es que alguna vez lo fue, o si es que alguna vez dejo de serlo)?
¿el poeta se permite reconocerse seguidor de la narrativa?
¿el narrador reconoce que lee poesía, si es que la lee?

pienso en Liliana Bodoc, su narrativa profundamente poética. Y digo: sí, la novela tiene un peso específico, un pulso propio, dado inevitablemente por su extensión. Pero la novela y la poesía están hechas de lo mismo: la materia prima de la literatura es la PALABRA. ALgunos dizque narradores dirán que los poetas la llevan fácil porque escriben lo que sienten y no lidian con personajes o espacios: la poesía (la verdadera poesía) se hace de PALABRAS. El sentimiento es su motor, obviamente, pero el sentimiento es el motor de todas las actividades del ser humano. Lo específico de la literatura es la PALABRA. Y esto también es cierto para la novela. Por muy piola que sea la historia, si la prosa hace agua, la historia no se transmite.

Ahora, con esto obviamente quiero también defender a los narradores de los poetas: diría el poeta que el narrador se esconde en sus personajes, que puede no ser su "yo" el que se transluce, que con una anécdota interesante puede hacer una historia y no comprometerse emocionalmente. ESO ES FALSO, y perdón que lo diga de esta manera: es el legado borgeano de la literatura ascética y aséptica. PENSEMOS EN ARLT, POR DIOS, QUE ES EL MÁS NUESTRO!!! LA LITERATURA TIENE QUE SER UN CROSS A LA MANDÍBULA!!!

Y respecto de leernos entre nosotros mismos, yo tengo la visión personal de una situación un tantito más trágica: nosotros somos los primeros en NO leernos. Entre muchos escritores y dizque escritores circula el acuerdo tácito del halago mutuo: varios enemigos me he granjeado por romper el pacto.

Seamos honestos: ¿nos leemos? ¿en el aspecto completo de la palabra: leer, reflexionar, generar una opinion, darla a conocer? ¿cuántas veces nos tomamos el trabajo de hablar con autores que nos satisfacen o (muchísimo menos) con autores redondamente malos, que merecen que alguien les de una opinion fundamentada?

¿no sigue ganando el caradurismo? ¿no seguimos evitando la confrontacion? ¿no seguimos creyendo que lo mejor es laburar con autores muertos, o lejanos, o ya consagrados por el sistema, asi nuestra voz se diluye en la masa?

no se, a lo mejor no. A lo mejor simplemente la gente no me lee a mí.

gracias, como siempre, por el espacio

Anónimo dijo...

Alejandro Zambra es poeta y esa es la gracia del asunto. Un poco de autocrítica. Gran artículo.

Saludos,
AE

drfloyd dijo...

el articulo aparecio hace ya mas de un año!
no digo yo....

Hernán Schillagi dijo...

AE: sí, creo que todos entendimos el sentido del humor de Alejandro Zambra. Por eso en la presentación no dejamos de decir lo "simpática" que nos parecía la nota. Ponerla aquí (un blog netamente de poesía) es una reafirmación de la autocrítica, pero también estaba bueno reflexionar sobre las miserias y mañas de los narradores. Pensarnos en paralelo, para encontrar las coincidencias.

Hernán Schillagi dijo...

drfloyd: este blog no pretende ser periodístico y mucho menos "vender primicias". La buena fe está expresa en la introducción y también al final de la nota están las dos fuentes donde extrajimos este pivcante artículo. En una de las fuentes reza que es del 20 de agosto de 2009, es decir, hace menos de un mes. ¿Será que no leíste hasta el final? mmmh... Debe ser porque no hacés ningún comentarios del tema. ¡Cuánta pereza!


Pd: lo que sí averigüé es que el mismo Zambra está subiendo artículos nuevos y viejos a su flamante blog. Pero en este caso no aclara más que la fecha citada del presente año(yo no iba a inventar lo que no sé). Espero tu respuesta con el link del año pasado. ¿O te da flojera?

Gabriel Vanella dijo...

Me pareció excelente. No vaya a ser que sea una auto descricpión del mismo Zambra. Todos estamos en algún rincón de ese texto.
Una joyita.

Hernán Schillagi dijo...

Gabriel: un poco ésa era la idea. Pero qué bueno es reconocerse a tiempo para cambiar. Aunque lo más importante es tener sentido del humor. Cada uno sabe donde le incomoda el traje.

Hernán Schillagi dijo...

Damián: veo que te quedaste enganchado con la "teoría de Renzi" de "Respiración artificial". Igual creo que Piglia la ficcionalizó porque no se animó a escribir un ensayo donde defendiera semejante tesis. Lo mismo hace Sabato en "Sobre héroes y tumbas", le pega a Borges en la voz de los personajes.

Pero ni esta nota ni este blog es el lugar para charlar de estas anacrónicas dicotomías.

No sé cómo será en San Juan, pero aquí nos leemos mucho y (al menos varios) nos criticamos (constructivamente) nuestros escritos. Si hacés un paseo por algunos de nuestros blogs podrás comprobarlo.

Aunque te miento si te digo que todos tienen el mismo interés por lo que escribe el de al lado. Por mi parte tengo un interés doble: primero, como editor de libros de poesía. Segundo, como editor de una revista de poesía virtual. Tal vez mi caso no sea el más paradigmático, sin embargo cuando era más chico (entre los 20 y los 23) estaba literalmente "desesperado" por leer a mis pares. Quería saber si los quemaba el mismo fuego que a mí. Por suerte -en el camino- ya me he encontrado a varios.

Damián dijo...

Tal vez yo viva en la Tierra de Nunca Jamás...

Acá sigue pasando lo mismo:

muchos dizque narradores acusan a los poetas de holgazanes, porque la poesía no tiene estructura, es lo que sentís y punto...

muchos dizque poetas acusan a los narradores de ser los "ingenieros" de la literatura, los fríos, los asépticos, los que se esconden...

muchos dizque en definitiva...

pero existen, y forman una masa de considerable tamaño

acá en San Juan y en muchas otras partes, por lo menos lo que yo veo, es que hay más hipocresía que lectura, y eso por dos razones, a mi entender:

1- nadie tiene los huevos de enfrentarse con el otro y decirle "sos un amigazo, pero lo que escribís no me parece bueno"

2- nadie tiene los huevos de enfrentarse a sí mismo. por eso mantienen la imagen del escritor-que-no-lee: el inspirado, el que no "se contamina" con lecturas ajenas, el artista, el que no se deja encadenar por términos "científicos", que no va a hacerle una autopsia al texto.

Y en este sentido, sí concuerdo con Borges en la idea de que ante todo, un escritor debe ser LECTOR (no para hacer de su literatura un catálogo de lecturas, como sí lo hizo él de alguna manera) sino para comprometerse activamente con el rumbo de la literatura, con la intelectualidad de su oficio por fuera de los márgenes de la escritura misma.


pero vuelvo a repetir... tal vez no me leen a mí

Silvio dijo...

Coincido en que en la actualidad, el mercado literario está centrado específicamente en la novela, y con más detalle, en algunas que reúnen temas y características particulares.
Creo que en los 60/70 esta era la posicion del cuento.
Y acepto que la poesía ha sido siempre el género marlgina.
Ahi coincido con Damián en cuanto a que la prosa (novela y cuento) tiene la particularidad de contar historias. Cierto es que hay mucha narrativa que no se limita solo a eso (Puig, Castillo), pero lo cierto es que aquella literatura de profundidad, además de lo que intenta decir, tiene esa historia como soporte. De ahí que mucha gente lee más prosa por eso mismo, porque sí o sí encuentra la historia, aunque no necesariamente vislumbre otras cosas.
Creo que para la poesía eso es más complejo. De ahí que su proceso creativo es más arduo para obtener buenos resultados. Y lo que muestra es el sentimiento crudo. Más complejo de interpretar. Y debido a la preza de la que habla hernán, la gente descarta el género. Porque para disfrutar la poesía se exige mucha lectura previa.
En cuanto a la situación mediática de la literatura de hoy, no tengo mayores inconvenientes. Creo que hay todo un fantasma alrededor de esto. Los escritores decimos ser escritores por elección, y a raíz de ello, debemos vivir de otra cosa. Si cabe en la cabeza esa posibilidad, por qué no es aceptable que para vivir, un escritor escriba cosas que no son literatura? Podría ser periodismo. Podría ser guion. Y también podría ser prosa, un best seller, por qué no. Lo importante sería distinguir si eso lo hace porque cree que eso es lo que tiene valor artístico o porque es lo que le permite vivir.
Y a mí me gustaría tener publicaciones de grandes editoriales, porque eso me acercaría al objetivo último que es encontrar lectores. Y nos guste o no, la gente tiene la tendencia a comprar libros de sellos que tienen mucha distribución.
Claro que esa gente muchas veces compra los libros y no los lee. Pero bueno, uno no puede llegar hasta ahí. No vamos a andar poníendole un revolver en la cabeza para que nos terminen leyendo.
Y es cierto que filmaron Las viudas de los Jueves, pero también es cierto que filmaron El secreto de sus ojos, que es una novela de un autor publicado por una editorial mediana. La novela se llamaba La pregunta de sus ojos. Y la película es buenísima. No he leído la novela. Habría que ver. Y también se filmó Ensayo sobre la ceguera. Y bueno, muchas más.
Acá lo que hay que hacer es aceptar realidades, aunque nos pese. Las grandes editoriales tienen la manija en cuanto a difusión sobre literatura. Buena o mala. Diría que uno encuentra buena y mala, como en todos los ámbitos. Y luchar contra eso es imposible. Es así, mal que nos pese.