jueves, 14 de noviembre de 2019

Reportaje haiku: Claudio Archubi y la poesía que se alimenta del caos

Claudio Archubi.

Basho definía al haiku como «lo que está sucediendo en este momento, en este lugar y atravesado por una reflexión». Inspirados en esas líneas, proponemos un «reportaje haiku», cuyas preguntas y respuestas se apoyen en esos pilares.

por Fernando G. Toledo

La literatura y la física, dos disciplinas en apariencia difíciles de conciliar, convergen en Claudio Archubi (Mar del Plata, 1971), quien además de ser doctor en Física ha publicado numerosos libros (la mayoría, de poemas) sin abandonar su tarea con una de las ciencias más duras. En su bibliografía aparecen: La forma del agua (cuentos, Editorial de la Universidad de La Plata, 2010), Siete maneras de decir tristeza (poemas en prosa, Lima, 2011), Sísifo en el Norte (poemas en prosa, Ruinas Circulares, Buenos Aires, 2012),  La casa sin sombra (poema en prosa, Buenos Aires, 2014), La ciudad vacía (Trópico Sur, Uruguay, 2015), La máquina de las alegorías (poemas en prosa, Buenos Aires Poetry, Buenos Aires, 2016), Arca rota jardín de nadie (Valparaíso Ediciones, España, 2018). Del caos a la intensidad: vigencia del poema en prosa en Sudamérica (Hijos de la lluvia, Buenos Aires-Juliaca, 2017).

Archubi acaba de obtener el Segundo Premio del concurso del Fondo Nacional de las Artes 2019, con su libro Cielo al revés (metafísica de la imagen de «Teresa» soñando el Sur). En este reportaje haiku nos adelanta de qué va el libro y reflexiona sobre su propia poética.

En este momento

Cielo al revés (metafísica de la imagen de «Teresa» soñando el Sur) acaba de ser premiado por el Fondo Nacional de las Artes. ¿Qué podés contarnos acerca del libro?
–Es un poema-libro de 90 páginas, escrito en prosa, que extiende los límites del poema en prosa hasta tocar los de la nouvelle. Trabaja con un fuerte trasfondo emocional porque está dedicado a mi esposa, la poeta peruana Teresa Orbegoso, dialoga con su mirada y sus libros y con el tema de su enfermedad, que es también el tema de su último poemario, Abro el miedo. Sin embargo, la imagen de «Teresa» trasciende a Teresa, lo mismo que Beatriz trasciende a Beatriz en la Divina Comedia, representando a la Teología, y  convirtiéndose en un punto de fuga hacia el cual tiende el poema, la imagen de «Teresa» es símbolo de la imagen como núcleo del poema, y la construcción de esa imagen es una especie de arte poética que describe la génesis misma del poema, y es desplegada dentro del libro evolucionando hasta tomar el control del texto. El poema está dividido en 34 prosas o «cantos» separados por interludios y va recorriendo lugares emblemáticos de la ciudad de Buenos Aires, no exentos de la problemática social, a la vez que dialoga con el Infierno, de Dante. La traducción del poeta Jorge Aulicino, unida a sus minuciosas notas aclaratorias, fue en parte una matriz generadora de este libro, que también tiene, esporádicamente, notas poéticas al pie de página, que no son explicativas sino otra parte del mismo poema, donde se extiende la semántica del poema a la vez que se señalan algunos puentes con el libro de Dante.

En este lugar 

–Sos cultor del poema en prosa, que para la poesía argentina actual (aunque tenga representantes célebres) es más bien una rareza. ¿Qué te atrae de ese formato y qué pierden tus textos con el verso?
–Me parece que el poema en prosa es un formato que me permite un despliegue más cómodo de la potencia vital de las imágenes y los pensamientos que nacen de estas, tan válido como en otros autores lo es el formato del verso. No se pierde musicalidad sino que la musicalidad es distinta, de más largo aliento. Me gusta pensar en un concepto de ritmo del poema en prosa extenso asociado al corte de párrafo, a las pausas sintácticas, a los silencios, las repeticiones y el eslabonamiento de los textos en el libro, algo que bauticé como «ritmo estructural». Es similar a lo que en narrativa se suele denominar «la respiración del texto».  En el caso de mi libro premiado, ese ritmo está dado por los interludios y por ciertas recurrencias, por rupturas sintácticas que aceleran el texto y por las pausas. Si bien el poema en prosa no es un formato que haya sido tan visitado en nuestro país, actualmente tiene fuerte vigencia en el resto de Latinoamérica, como intenté mostrar a través de una antología de autores actuales que lo trabajan de una forma sorprendente: Del caos a la intensidad: vigencia del poema en prosa en Sudamérica.

Una reflexión

–¿Cómo combina tu formación científica con el cultivo de la poesía?
–En cuanto a las relaciones entre ciencia y poesía, he escrito un artículo al respecto, publicado en medios virtuales: «El juego de la ciencia y el juego de la poesía, dos formas de mirar el mundo». En diálogo con el profesor Osvaldo Picardo, que ha escrito el libro Colgados del lenguaje, poesía en las ciencias, también hemos discutido el rol de la metáfora en la ciencia así como el tema de la ciencia en la poesía. Actualmente, las modernas epistemologías de la ciencia analizan hasta qué punto el pensamiento analógico interviene en el corazón mismo de un modelo científico. Se publican papers que discuten apasionadamente ese tema. Pero más allá de estos tecnicismos, es importante tener en cuenta que la ciencia y la poesía son dos formas de interrogar el mundo como misterio y asombrarse ante eso.  En particular trabajo esos ires y venires en mi poemario La Máquina de las alegorías (Buenos Aires Poetry, 2016) donde abordo la imagen del místico catalán Ramón Llull, que dijo haber inventado una máquina capaz de dar cuenta del conocimiento universal, al que se llega por medio de la razón y el amor, superando todas las dicotomías. Ese intento de superar la escisión entre intelecto y sentimiento me parece admirable y es algo que a nuestra época, dominada por la razón práctica o por los irracionalismos más fundamentalistas, le falta. Yo siempre digo que en ese sentido nos hace falta más Edad Media. Y en cuanto al amor como superación de los comportamientos binarios, Robert Musil, en su novela-ensayo El hombre sin atributos,  hace una observación muy profunda comparándolo con un tercer estado, donde uno no es uno ni el otro sino ambos, haciendo analogía con la lógica cuántica, donde ya no vale el principio de identidad de Leibniz ni la lógica de opuestos. Si por caos se entiende eso, el amor se alimenta del caos. Y la poesía se alimenta del caos, organizándolo a su manera, con su propia especificidad que es distinta de la que emplea la ciencia. La opción por la poesía, es por eso en sí misma, política, pues va contra el enajenamiento que nos impone la maquinaria social, sea esta de izquierda o de derecha. La poesía va en busca del ser humano en lo que tiene de ser humano auténtico, como criatura que vive a la intemperie, entre el amor y la muerte, más allá de toda ideología dominante o mandato social de moda.


Un poema de
Cielo al revés (metafísica de la imagen de «Teresa» soñando el Sur),
de Claudio Archubi
Segundo Premio del Fondo Nacional de las Artes 2019



Entrada a la ciudad

Yo, Beatriz*, soy quien te hace caminar;  
vengo del sitio al que volver deseo 
(La divina comedia. Dante Alighieri)

Estoy creando la imagen de Teresa. Está enferma.

Pienso: he dado vida. Pero ella dice que está muerta.

Estoy creando la imagen de Teresa. Hago que se mueva poco a poco.

Pienso: debo ayudarla. Pero ella dice: no se puede sanar a una sombra.

Estoy creando la imagen de Teresa. Comienza a moverse y yo con ella.

(Ella ha puesto su cara contra mi cuerpo: en el cuarto frente a la vibrante autopista he sentido el tiempo temblar contra el vidrio he sentido a sus constructores he sentido la velocidad del amor, y lo que una vez declaré mío contemplé cómo crecía en la triple flecha del tiempo cómo se marchitaba golpe tras golpe hasta desaparecer. Toda una noche a través de los años ella y yo en lo que éramos y en lo que seríamos huella tras huella soñamos nuestro tango que tiembla.
Flor pesada este mundo flor vibrante en un cuarto ajeno el florero que cae y la luna que sube sobre los vidrios para iluminar lo que nunca estuvo ahí.

Brillaba tanto que ambos nos apartamos para contemplarlo).


(*Toda imagen puede transmutar: Beatriz o Virgilio cuando el cielo se da vuelta).

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