martes, 12 de noviembre de 2019

Entrevista a Valeria Pariso

Valeria Pariso.


«Me maravilla lo silencioso, lo pequeño, lo que no puede salir»


por Fernando G. Toledo


Su mirada es la del asombro, la de quien ve en el mundo que la rodea un desfile maravilloso simplemente porque existe, porque es real. Pero, también, su mirada es la de quien teme con la palabra agregar un peso ajeno a ese espectáculo. La poesía de Valeria Pariso no sólo busca nombrar: busca, al mismo tiempo, asombrarse y preservar lo observado. Y también: seguir saboreando esa existencia gracias a la libertad que la propia poesía construye.
Eso, al menos, es lo que muestran los libros que conocemos: Cero sobre el nivel del mar (2012), Paula levanta la persiana (2013), Donde termina esta casa (2015), Del otro lado de la noche (2015), Triza (2017) y la trilogía Uva negra / Mascarón de proa / El castillo de Rouen (2018) .
La autora, nacida San Miguel (Provincia de Buenos Aires) en 1970, acaba de ganar el primer premio en la convocatoria de este año del Fondo Nacional de las Artes. La obra inédita que la consagró en este prestigioso galardón es Zarmina, un libro en el que, según nos dice en esta entrevista, ahonda en su búsqueda y sus preocupaciones de siempre.

–¿Qué podemos saber de Zarmina, el libro que acaban de premiar con el galardón del Fondo Nacional de las Artes?
–Zarmina es el resultado de cuatro años de investigación sobre la fuerza de cohesión de la poesía y la construcción de la libertad a través del lenguaje.

–Antes de este trabajo, Conocimos tus primeros poemas con la publicación de Cero sobre el nivel del mar (2012). Ese libro no era el de una poeta recién iniciada sino de alguien que, en su madurez, comenzaba a publicar con una voz ya consolidada. ¿Cómo se dio en vos el proceso de escritura y búsqueda de una estética y por qué esperaste hasta los 40 para editar?
–Soy una obsesiva corrigiendo y no era prioritario para mí publicar. Escribo desde muy pequeña y en cada ámbito donde estuve, circuló mi poesía. De manera informal, pero siempre fue así. Mis compañeros de colegio (en cada uno de los niveles educativos) saben de lo que hablo. Mis compañeros de trabajo, también. De modo que yo desde muy chica sentí que era leída y que lo que escribía, circulaba. Hasta los 40 años no había sentido la necesidad de publicar un libro. No dejé de ser obsesiva al corregir, pero aprendí a disculparme por los errores, porque siempre se va a escapar algo.

–Leer tus libros es como leer capítulos del mismo libro: hay una coherencia en los climas, un tono siempre medido pero al mismo tiempo asombrado, una evidente apuesta por un lirismo sin estridencias. ¿Cómo calificás a tu propia poesía?
–Ay, eso no lo sé, eso lo dirán los lectores. Yo escribo porque es mi manera de estar en el mundo.



–Cuando mencionaba antes que al leer tus poemas nos aparece alguien asombrado por el espectáculo del mundo, eso sucede a pesar de que muchas veces tus preocupaciones son objetos, de la casa o de la naturaleza, que te rodean y pueden pasar desapercibidos, y que estuvieran allí para ser nombrados. De hecho, uno de tus versos dice: «Mi obsesión son las cosas por su nombre», ¿eso se explica por tu manera de escribir, quizás surgida de la observación de las cosas simples? 
–Sí, me maravilla lo silencioso, lo pequeño, lo que no puede salir. Me maravilla lo que está por suceder, lo que no puede evitarse, lo que se va romper de todos modos. Me maravilla lo que duele, lo que sana, lo que resiste. Y mi mayor empeño está en encontrar, entre la palabra y el silencio, la mejor manera de nombrar eso que se me acaba de revelar, sin exponerlo, para que el lector tenga su propia revelación.

–¿Cuáles son tus «rituales» de lectura?
–Mi ritual de lectura es leer varios libros a la vez, un poco de cada uno. También es una forma de asegurarme de que no se me pegue la voz poética de nadie, por mucho que me guste lo que estoy leyendo.

–No hay buenos poetas que no sean buenos lectores de poesía, casi como regla. ¿Cuáles han sido tus lecturas recurrentes, tus lecturas formativas?
–Vuelvo siempre a leer a Antonio Gamoneda, a Zurita, a Federico García Lorca, a Alfonsina Storni. Vuelvo a Pizarnik, a Thenon, a Marosa Di Giorgio, vuelvo a Juan Gelman, a Calveyra, a Sor Juana Inés de la Cruz, vuelvo a cada libro de poemas que me conmovió. Porque la poesía tiene eso, uno vuelve porque siempre se encuentra otra cosa. Mis lecturas formativas son todas, soy el resultado de cada libro de poemas que leí, desde el primero hasta el último, y mirá que recibo muchos libros de poemas cada año. El cartero que llega a casa puede dar fe de lo que estoy diciendo.

No todo es poesía
–Hablábamos del lirismo que se aprecia en tu poesía y esto no parece tan extraño cuando está acabando la segunda década del siglo XXI, pero parecía anatema a fines de los 90. ¿Cómo ves la poesía de tus contemporáneos, qué poetas te atraen?
–Leo todo el tiempo a mis contemporáneos. Por un lado, hay mucho que se está escribiendo y bien, muy bien. Por el otro, se escribe mucho que para mí no es poesía aunque la nombren como tal. No todo es poesía. No todo es un poema. Es muy probable que cuando volvías de tomar una birra en la esquina te haya pasado algo fabuloso que te voló la cabeza, y es probable que sientas el impulso irrefrenable de sentarte a escribir un poema, pero hay que saber revelarlo, hay que hacer un laburo para que aparezca la espuma en ese juego misterioso que hacen las palabras y el silencio, porque si no, con lo único que nos quedamos en con que fuiste y volviste de tomar una birra en la esquina. Y eso habrá estado buenísimo, pero no es un poema. Me atraen las poetas y los poetas que van al hueso en el poema, que no le temen a lo que tienen para decir o que temen y se la juegan igual, y lo escriben.

–Además de poeta, sos tallerista y organizadora de lecturas de poesía. ¿Cómo influye en un poeta en ciernes la realización de talleres? ¿Qué particularidad tienen tus talleres?
–Dar talleres de poesía es para mí el trabajo más feliz. Amo dar talleres. Nada se parece a la forma en que mira alguien que acaba de darse cuenta de que escribió y leyó en voz alta eso que tenía para decir y logró decirlo con su propia voz. Mis talleres se llaman Mojito (mojito quiere decir «pequeño embrujo») y se centran en eso, en la búsqueda de la voz propia. Eso exige estar dispuesto a conocerse, a asumirse, a sacar esa voz. Y una vez que esa voz salió hay que desplegarla. Organizar ciclos de lectura de poesía es lo más. El ciclo de poesía en Bella Vista se viene realizando desde 2014 y, año tras año, cada vez más vecinos vienen a leer poesía para otros vecinos. Es una experiencia increíble.

–Si tuvieras que elegir un poema tuyo o un verso, incluso, que represente tus inquietudes poéticas, ¿cuál sería?
–Creo que ese verso que citaste antes: «Mi obsesión son las cosas por su nombre». Entre la palabra y el silencio hay algo, que no es una palabra, que no es un silencio,  que se mueve y que toca lo que quiero nombrar. Mi gran inquietud es el ala de esa mariposa.



* * *

Dos poemas del libro 
Zarmina (inédito)
de Valeria Pariso
Primer Premio de Poesía del Fondo Nacional de las Artes 2019


1

Mi ex marido fabrica chalecos explosivos.
Hui de nuestra casa con mis hijos
y nos refugiamos en Kabul.

He visto a mi ex marido
rociar con gasolina
la falda de su hermana Gulalai.

La falda era larga
y cubría
los tobillos amados de mi cuñada.

La falda era pesada
y oscura
como la mirada de los enemigos.

Gulalai se enamoró de un hombre.
Un hombre se enamoró de Gulalai.

Yo he visto a mi ex marido
encender un fósforo
para que nadie
hable de amor.



16

La construcción de este artefacto
requiere de templanza.

El espacio es pequeño entre el burka
y el cuerpo.

Cuesta respirar junto al pequeño horrible.

El artefacto debe ser conciso
porque no hay tiempo para poemas extensos.

Debe ser redondo. Negro.

Debe caber en un puño.

Debe equilibrar la ira,
el amor, la pena.

Dos versos pesan igual que una paloma.

Eso es, hermanas,
el poema debe parecer una paloma.

Háganlo explotar.

1 comentarios:

patricia dijo...

Leer a Valeria es quedar siempre temblando. Asistir a sus ciclos de lectura de poesía, es saber que hay algo bueno en el mundo que nos aísla del horror. Celebro su premio!!!!