martes, 1 de noviembre de 2016

La historia de un poema de Paulina Vinderman

Paulina Vinderman.

Por Paulina Vinderman (*)
Especial para El Desaguadero


Edgar Bayley solía venir a casa a menudo y después de la cena, leíamos poesía y hablábamos hasta el amanecer.

Una noche tocamos el tema de la adjetivación; hablamos del adjetivo justo, del que ennoblece y también del que mata.

En un determinado momento, con su vozarrón inolvidable, Edgar se manifestó harto del exceso de adjetivación de muchos poetas.

Unos quince días después una imagen irrumpió. Una imagen muy precisa: una mujer que avanzaba hacia mí bajo un sol implacable. Y cuando comencé el poema, recordé aquella conversación y me propuse obviar los adjetivos en homenaje a Edgar. Así, lo único que hice fue concentrar el material, «enfocar la atención en lo que es dado» (Denise Levertov dixit).

Acelerar la percepción, atrapar lo esencial, podando antes de escribir.

Utilicé la palabra «dama» en lugar de «mujer» como un guiño del amor cortés; Edgar era un eterno enamorado, para él la mujer era un enigma  a develar, igual que la poesía.

Mucho después, pensé en esa dama como la poesía. La mujer trae de la mano a la infancia, o el recuerdo de infancia convoca a la mujer.

Fue un poema muy alabado; por ser un tour de force, claro. Un escritor se asombró del color del poema, a pesar de carecer de adjetivos. Supongo que inconscientemente los sustantivos elegidos tienen gran carga visual.

Por supuesto, mi agradecimiento eterno a Edgar; maestro a su pesar; su sola presencia era un territorio poético.





La dama del mediodía  (poema sin adjetivos)
a Edgar Bayley


La dama con sombrero de paja
camina desde el sol
hasta mi mesa en la arena.
No puedo ver sus ojos ni sus manos
pero sé que el mar
se incluye en su vestido
y su cintura se balancea
como las olas de aquella tarde.
Había roto mis uñas buscando almejas
sólo para dejarlas otra vez en su lugar
y no había tenido fuerzas de construir castillos.
(La gaviota había muerto,
era plumas y pico en la brisa de las seis).
La vida no es más que eso, pienso,
la lucha para no ahuyentar para siempre
a la dama del mediodía
—vestido de mar, balanceo de cintura—
sin siquiera haber reparado en sus pies.
                                                 
(de Rojo junio )

(*) Paulina Vinderman nació en 1944 en Buenos Aires, ciudad donde reside. Publicó: Ciruelo (2014), La epigrafista (2012), Bote negro (2010), Los gansos salvajes (antología, 2010), El vino del atardecer (2008). Hospital de veteranos (2006), Transparencias (antología, 2005), Cónsul honoraria (antología personal, 2003), El muelle (2003), Bulgaria (1998), Escalera de incendio (1994), Rojo junio (1988), La balada de Cordelia (1984). La mirada de los héroes (1982), La otra ciudad (1980) y Los espejos y los puentes (1978). 


0 comentarios: