lunes, 29 de julio de 2024

Joaquín O. Giannuzzi: 100 años de un poeta esencial





El paisaje de la poesía argentina del siglo XX es ancho, variado, convulso a veces. Un paneo por ese paisaje nos muestra desde el preciosismo modernista del Lunario sentimental de Lugones hasta la poesía «chatarrera» de los 90 (Santiago Sylvester dixit), pasando por la «renovación clásica» de Borges, el tamizado surrealismo de un Enrique Molina y una Olga Orozco, el desborde verbal de Ramponi, el personal racionalismo de Roberto Juarroz, la búsqueda postvallejiana de Juan Gelman o el expresionismo onírico de Alejandra Pizarnik.

Pero en medio de todo ese paisaje aparece, con especial fulgor, la poesía de Joaquín O. Giannuzzi (1924-2004). Un fulgor particular, emitido por el velador de una habitación vacía en una noche de verano. Giannuzzi, de cuyo natalicio se celebró este 29 de julio el primer siglo, es acaso uno de los más influyentes y venerados poetas contemporáneos y, sin embargo, no siempre su poesía se muestra con el carácter de ineludible que ha de tener. A veces esto sucede por algún malentendido, otras por el propio tono mesurado de sus versos. Pero basta con asomarse de lleno a la profundidad de sus textos para descubrir que era él todo lo contrario a lo que decía de sí: Giannuzzi no era ni un «poeta estándar» ni un poeta «menor de toda antología». Era un poeta excepcional que dejó algunas de las obras más fascinantes de la poesía argentina de las últimas décadas.

La más reciente oportunidad para conocer la poesía de este autor la proporciona la Poesía completa (1958-2008), que publicó el Fondo de Cultura Económica, con prólogo de Fabián Casas, e incluye todos los libros publicados en vida más algunos póstumos y poemas sueltos.

Giannuzzi, hijo de un inmigrante italiano que se dedicó a la marmolería, pudo haber cumplido el deseo de su padre y ser ingeniero. Pero lo cautivó el trabajo con las palabras al descubrir, muy joven, la poesía. Dado que vivir de los versos que trazaba no era rentable, se dedicó al periodismo. Se jubiló de esa profesión, después de escribir para los diarios Crítica, Crónica y la revista Qué.



En las horas libres de ese trabajo, Giannuzzi fue publicando sus libros: desde el primero, Nuestros días mortales (1958) hasta el último, ¿Hay alguien ahí? (2003). En el medio, se cuentan algunas obras maestras, especialmente la tríada que conforman Señales de una causa personal (1977), Principios de incertidumbre (1980) y Violín obligado (1984).

La experiencia como periodista forjó de algún modo, según reconoció Giannuzzi, el tono de su poesía. «Mucha gente subestima la labor periodística considerándola dañina para la labor literaria. Yo creo que, en mi caso, el periodismo me ha dado mayor fluidez», le confesó alguna vez al también poeta y periodista Jorge Fondebrider.

El propio Fondebrider caracterizó algunos de los rasgos de la poesía giannuzziana: «Partiendo de una obsesiva antinomia que opone el mundo de los hombres a cierta idea de mundo natural –algo así como la naturaleza traicionada por lo humano–, Joaquín O. Giannuzzi ha intentado una poesía "objetivista" que trata de restituir un orden perdido».

Acertadamente, Fondebrider (en el prólogo de una antología del poeta publicada por el Centro Editor de América Latina) ha apuntado también cuatro «temas recurrentes» en la obra de Giannuzzi que, «puede afirmarse, bordean la obsesión». Estos temas son la oposición naturaleza/hombre, el arte, la historia dibujándose en el presente y los objetos inanimados.

Una manzana sobre la mesa, un disparo en medio de la noche, el sonido de un laúd o la dalia que agoniza en el jardín pueden conformar el instrumental poético de un autor que, con eso, llega a altísimas reflexiones en las que lo poético se enlaza con lo filosófico: «Este cerrado dolor de cabeza / causado por la presión del mundo visible / reclama un significado» nos dice en Teólogo en la ventana. Para preguntarse y responder, luego, como desde el punto de vista de ese teólogo: «¿Cuál es la relación de esta escena con el otro orden? / La divinidad está aquí por delegación sombría».

Mencionábamos cierto malentendido para con su poesía. En el ensayo Sobre Giannuzzi, Sergio Chejfec dio claves del mismo: «(...) Su constante empeño en descubrir el significado profundo de lo evidente tenía como necesaria contrapartida una cierta igualación del mundo, un regodeo en lo patente». El carácter de «objetivista» que se adosó a la poesía de Giannuzzi («poesía es lo que se está viendo», había escrito en su Poética) provocó en algunos epígonos una excursión a lo deslavado, tosco y prosaico. A una exacerbación de la enumeración y la mención, como si con ese pobre ejercicio pudiera, tan fácil, escribirse un poema.

Pero en Giannuzzi había otra cosa. No era objetivista, creemos, sino, a lo sumo, un objetivista lírico, sintagma que no quiere ser un oxímoron sino la expresión de la síntesis magistral que logró «J. O. G.» (tal como se mencionaba en sus propios poemas). En una entrevista había dicho, justamente: «Yo intento hacer descripciones objetivas, pero muy pocas veces lo consigo. Aun sin quererlo estoy siempre ahí».

La poesía de Giannuzzi («uno de los grandes de la poesía contemporánea», según Leónidas Lamborghini) buscó y consiguió, al fin, ser eso que dice uno de sus versos: «seguir perfeccionando / las terrestres formas venideras». 





Cinco poemas de Joaquín O. Giannuzzi


Fábula

Abrumado por el tabaco y la cultura
y convertido en un engaño por su propia clase
estaba esperando la revolución
por la desnuda, terrible acción de los otros en la calle.
Pero detrás de los cristales
a cubierto del viento social donde toda culpa
entra en crisis con sus razones podridas,
resolvió que el cambio acontecía en las pequeñas mutaciones
permanentes del cielo y el polvo,
en el giro de la cuchara en la taza de té,
en las decepciones periódicas del hígado,
en la muerte de papá y de las moscas.
Inventó un poema con todo eso
y el resultado es una estafa a la vieja forma,
una lejanía cada vez más vergonzante
de un nuevo lenguaje que puede estallar en cualquier momento.

(de Las condiciones de la época, 1967)


Poniéndome la corbata

Cuando J. O. G. se pone la corbata
su mueca ante el espejo no interpreta el mundo.
Más bien es una distorsión desesperada
de un rostro que está allí sin saber cómo.
Ojos espantados que preguntan cuándo acabará todo.

Piedad para todos aquellos que como J. O. G.
aprietan el nudo de la corbata cada mañana
y nunca terminan por ahorcarse.
Sentimentales y astutos como moribundos
que olfatean el límite y retroceden a tiempo.

(de Señales de una causa personal, 1977)


Cuando el mundo es puesto en duda

Entre verso y verso se instala una pausa
donde el mundo es puesto en duda: entonces
pongo mi amarga cabeza a circular por el jardín.
Busco un rumor terrenal
a un costado de la escritura consciente.
Palpo un higo maduro, una dalia inclinada
por el peso del agua
hacia este oscuro planeta. No residen aquí,
en estos suaves, acuerdos, las negaciones
de la existencia, su sonido negro. Al pie del muro
un susurro de violetas, la humedad feliz
de la vida individual. Del otro lado
los días de la muchedumbre que alza los puños
poseída por un conocimiento decisivo. Estas cosas
han optado por sí mismas. Toman la tierra
por asalto, la fecundan con un sentido
que me estoy debiendo. Ahora suena un disparo:
¿debo elegir? ¿Mentir en la oscuridad de mi
habitación?
¿Cómo ser exacto? La época apresura su pánico
dentro de mi cabeza, allí
donde un aullido oscila oscuramente
de un extremo a otro de lo desconocido.

(de Violín obligado, 1984)


Invitación a la dalia

Querida mía: te propongo
una visión oblicua con relación al universo.
Que tu egoísmo y el mío sean uno
y hagan el amor sin necesitar
que restauren el mundo para nosotros.
¿Es demasiado soberbio
dar la espalda a la calle
donde rugen los automóviles terroristas
y la policía rebosa de actualidad?
Tanto mejor volvernos
con huesos desconocidos. Clausurados,
macho y hembra en época de crisis,
hacia el fondo de la casa
donde hay un jardín creciendo
fuera de la historia,
capaz de barrer la sombra contaminada
entre el deseo y la carne.
He descubierto allí
una planta de dalias con el tallo surcado
por una vena roja
que asciende hasta engendrar
estallidos fríos y violáceos en lo alto.
Que tengamos comunión y bodas
con esa certidumbre vegetal. 

(de ¿Hay alguien ahí?, 2003)


La paz del torturador

El torturador está cenando
con su sagrada familia.
Todo parece andar bien en este pequeño mundo.
Él está satisfecho con su trabajo
tan gratificante
que con 220 voltios es capaz de hacer maravillas
como arrancar de raíz
el más recóndito secreto de Dios.
La esposa no tiene por qué saber nada
acerca de estos asuntos
que por otra parte no le servirían
para hacer una buena sopa.
Sus dos hijitos admiran a papá
por su generosa manera
de llenar el mundo a su alrededor.
Cuando llega de la calle
el perro mueve felizmente la cola
y a los dos les da lo mismo
cualquier sistema social.

(de Un arte callado, 2008)

sábado, 27 de julio de 2024

Mud, nuevo poemario de Rubén Valle




Mud es el nuevo libro de poemas del periodista y escritor Rubén Valle, editado por Libros de Piedra Infinita.

En el jazz, el concepto de mood alude a la atmósfera o el sentimiento emocional que una música transmite. A su manera, Mud es una traducción antojadiza de un mundo que excede lo sonoro y se manifiesta, por qué no, también en la poesía.

Dice Miguel García Urbani en el epílogo: «El jazz y la poesía tienen algunas condiciones similares, una de las más disfrutables es la demora en la entrega. El silencio hace parte, se diría incluso que tanto el jazz como la poesía son grandes silencios apenas intervenidos. Rubén Valle se levanta la solapa y sale elegantemente bien librado de ese desafío. Él, que ha manejado grandes caudales de tinta en las redacciones de los medios gráficos durante tantos años, se ha guardado en la manga la humedad justa para decir solo lo necesario. Eso también es jazz.
«Monk, Miles, Dizzy, Billie, Mingus, son algunos de los nombres familiares que aparecen capturados en los versos de Mud, pero les diría que la condición jazzística de este sincopado poemario está más allá de las alusiones; se crea y recrea en el clima, en los escenarios sugeridos, en la íntima universalidad de ese fenómeno que llamamos jazz, que incluso excede la música, pero que nunca está más allá de la condición humana».


 
VARIACIONES
 
En su nocturna caminata lunar
                       sobre las teclas
un gato negro y bizco
logra que ese desvencijado piano
suene como un sótano fantasmal
donde acaso el intruso intuya que la noche
echó a andar sus demonios
y ya no tenga las siete vidas de rigor
Todas y cada una quedarán
a su aire en el escenario
como variaciones de la muerte
que se ríe de sí misma
y vuelve a ser un standard
que nadie toca y a todos toca.


***




Rubén Valle (Mendoza, Argentina). Periodista y escritor.

Ha publicado los libros de poemas Museo Flúo (1996), Los peligros del agua bendita (1998), Jirafas sostienen el cielo (2003), Placebos (2004), Tupé (2010), Grietas para huir (2012), Lo negro de la nieve & otros poemas así (2018), La lengua del ahorcado (2019), Ojodrilos (2021) y Mud (2024).

Integra las antologías de poesía Promiscuos & Promisorios, La ruptura del silencio, Martes literarios y Poesía en Tierra.

Su narrativa breve incluye Desperté en el bosque después de haber soñado un bosque (2013) y La medida de lo posible (2015), ambos publicados por Ebook Argentino, y Modo luciérnaga y Cono del silencio, editados respectivamente en 2020 y 2023 por Ediciones Peras del Olmo.

En 2020 crea Quizás Quizás Quizás (QQQ) junto con el músico y productor Alejandro Moyano. Un proyecto musical donde desarrolla su faceta como autor de canciones, plasmado en el disco Bucle (2022).  

Ha trabajado en varios medios de su provincia (Diario UNO, Los Andes, MDZ online, entre otros). En la actualidad es director de Prensa de la Universidad Nacional de Cuyo y dicta talleres literarios.  

miércoles, 24 de julio de 2024

5 poemas de Alejandro Cesario



Alejandro Cesario nació en Colegiales en 1967. Publicó: Esas miradas tristes - un viaje por la Patagonia (novela, 2006), El humo de la chimenea (poemas, Ediciones del Dock, 2009), Fragor de borrascas (poemas, Ediciones del Dock, 2011), Ciervo negro (poemas, Ediciones del Dock, 2012), Estación de chapas (poemas, Ediciones del Dock, 2013), La última sombra (poemas, Ediciones La Yunta, 2015), El bruto muro de la casa propia (poemas, Ediciones La Yunta, 2018), Tonada que no canta (poemas, Ediciones La Yunta, 2020) y Una hilacha en lo real (poemas, Cartografías, 2022).
Integró la Antología Federal de Poesía de la Provincia de Buenos Aires y algunos de sus poemas fueron publicados en distintas revistas de poesía y diarios culturales.
Esta selección de cinco poemas (breves, como todos los de ese volumen) forman parte de Una hilacha en lo real.

 

Labrador

De regreso a la barraca

chupa las vainas 
de algarrobo maduras

y escupe el resto fibroso.

Queda un amparo,

el asilo del abrazo.



Titiritero


Con fulgor y con palabras,

una hilacha en lo real,

y otra

en la brizna magia.



Paralelo 46 Sur


Ahí.

Clavado, ignoto,

sobre una pizca
de la llanura arrecida,

ese crucifijo yerto,

que se urde al sol.



Inundación


Algunos trepados a los techos.

Otros,

en chalupas con sus bebés aupados
y con sus perros.

Y en el patio,

en la maroma,

se tamiza un sueño,

penden los botines al sol.



Reencuentro con el hijo


Hay,
sobre el culmen de la montaña,

el latir de una ausencia

que quiere estrujar.