martes, 30 de abril de 2013

Toledo: invitado al Festival Internacional de Poesía de Buenos Aires, y con nuevo libro

 
Fernando G. Toledo (foto de Camila Toledo).

El poeta, periodista y editor mendocino Fernando G. Toledo (Mendoza, 1974) ha sido invitado a participar del VIII Festival Internacional de Poesía de Buenos Aires, que se desarrollará entre el 3 y el 8 de mayo. Esta edición del encuentro ha convocado a 29 autores de distintos países e incluye una nutrida agenda de lecturas dentro de la 39ª Feria Internacional del Libro de Buenos Aires y fuera de la misma.
El Festival Internacional de Poesía de Buenos Aires es, junto con el análogo de Rosario, el más importante del país, y sigue la estela de otros relevantes festivales poéticos de otras latitudes, sobre todo de habla hispana, y muy especialmente el de Medellín (Colombia). Está dirigido por la poeta Graciela Aráoz y cuenta entre sus asesores con la mendocina residente en Buenos Aires Marta Miranda.
En esta edición, el listado de escritores invitados incluye, entre otros, a nombres como Cees Nooteboom (Holanda), Nora Gomringer (Suiza), Raymond Bozier (Francia), Haydar Ergülen (Turquía), Pooja Garg Sinsh (India), Jean-Paul Daoust (Canadá), Mohamed Zakaria (Palestina), Pia Tafdrup (Dinamarca), Miguel Barnet (Cuba), María Ángeles Pérez López (España) y los argentinos Mirta Rosenberg, Mercedes Roffé, Leandro Calle, María Teresa Andruetto, Maritza Kusanovic y el propio Toledo.

El afiche del festival.


El poeta (autor de cinco libros de poesía y también creador del sello Libros de Piedra Infinita y de la revista El Desaguadero), es el único representante mendocino en este encuentro, del que en ediciones anteriores han participado también los locales Patricia Rodón y Juan López.
Fernando G. Toledo también tendrá la oportunidad de presentar su reciente libro de poemas, Mortal en la noche (Alción Editora, 2013) en el stand de Mendoza en la Feria Internacional del Libro. Será el viernes 3 de mayo a las 20, y las palabras de presentación estarán a cargo del prestigioso poeta porteño Luis Benítez.


Dos poemas de 
Mortal en la noche
de Fernando G. Toledo


Gesto en el universo

La abundancia sideral del mundo allá afuera
No parece bastarme por sí misma: busco
Entre toda esa madeja algo que volcar
En un poema. Pero un perro se hace oír a lo lejos
Resolviendo antes que yo sus asuntos,
Y pienso en esto que ahora
Voy a poner por escrito:
Un ladrido como un acto reflejo
Contra algo que se mueve en la noche.


Codo a codo

El médico es ecuánime: concede
La heroica salvación de su paciente
A la pericia de los cirujanos
Y a que la bala «sólo por milagro»
(Ya que no de otro modo ha de llamarse)
Arrancó apenas parte del cerebro,
Dejando en manos de la medicina
El tramo sangriento del salvataje.

Digamos que fue un trabajo en equipo.
Los doctores removieron pedazos,
Soldaron el cráneo, hicieron suturas,
Y Dios consintió un disparo preciso,
Suficiente para una hemiplejía,
Pero no para matar, por ahora,
Al hombre del que va a encargarse luego.

domingo, 21 de abril de 2013

La historia de un poema de Fabián O. Iriarte


por Fabián O. Iriarte
(especial para El Desaguadero)


«Leyendo entre líneas» es el poema de apertura de mi libro La Caja P (Buenos Aires: Ediciones del Dock, 2012).

Pienso en la estructura de mi libro a la vez como una caja y como una narración. Como caja, el lector va abriéndola y descubriendo cada poema, de a poco. Como narración, el libro sigue (de manera imperfecta, a propósito) el hilo de la historia de Pandora y la caja que le dieron los dioses. Ella no soportó el misterio, abrió la caja y dejó salir, para su sorpresa, todos los males y las enfermedades que antes los mortales no conocían, causando devastación en el mundo. Sin embargo, en el fondo de la caja latía, pequeña, el ave verde de la esperanza, que también salió volando.

El epígrafe del poema es una cita de un artículo de Diane Rayor («Translator / Reader»), que fue publicado en Translation Review 23 (1987): «Este material requiere la lectura de los puntos, los paréntesis, las letras de incierta lectura, los espacios en blanco, las correcciones.» Rayor se refiere a las dificultades inherentes a la edición de algunos textos antiguos, de la antigüedad clásica, debido al estado de los manuscritos. Sin embargo, las dificultades son inherentes a todo texto, por completo que esté. Toda lectura es incierta. Nuestra interpretación nunca coincide un 100% con lo que idealmente propone el texto, y quizás no sea siquiera deseable que coincida. Quizás en el porcentaje de lo no-entendido resida la supervivencia del poema, su fascinación, la persistencia de su magia.

Este ensayo era parte de un seminario sobre la traducción que dicté en la Universidad CAECE, como parte de la carrera de Traductorado Público, en el segundo cuatrimestre de 2010. Un día, mientras estaba leyendo y analizando las ideas de Rayor con mis alumnas, se me ocurrió que esta afirmación era precisamente lo que me faltaba para completar (irónicamente, ya que se trata de un poema sobre lo incompleto, lo no dicho) el poema que había empezado hacía bastante tiempo atrás.

En la segunda estrofa, «espíritu suave» alude tanto al soplo de la respiración, al espíritu santo que infunde aliento de vida, como al signo que solía ponerse en algunas palabras griegas sobre las vocales iniciales aspiradas.

La cita entre comillas es un fragmento del poema de Safo acerca de los efectos del amor en una persona. La poeta los enumera como si se tratara de los síntomas de una enfermedad, de una condición patética, que hay que «interpretar» como lo haría un médico. También en medicina, como la práctica diaria lo demuestra, la «lectura» sintomática tiene varias interpretaciones.

La cuarta estrofa cita en los paréntesis unos versos del poema de Ezra Pound, «Papyrus»: «Spring… / Too long… / Gongula…» Dos o tres veces he usado ese poema en mi clase inicial de Literatura Comparada. Al principio, mis alumnos me miran como si estuviera demente, como diciendo: «¡Pero eso no es un poema!» Los invito a considerar cada «verso» por separado, a rellenar los espacios en blanco con lo que cada palabra sugiere. «Primavera»: amor, vida que vuelve a surgir, florecimiento. «Demasiado tiempo»: separación, nueva reunión, la última vez. «Gongula»: perplejidad; no están seguros. ¿Un lugar, el nombre de una mujer amada, una joven?

Mis alumnos terminan comprendiendo, asombrados, que han leído lo que al principio no creían que fuera un poema. Que las asociaciones que han hecho les permiten armar el rompecabezas del poema, a pesar de (como dice Rayor) «las letras de incierta lectura» y los «espacios en blanco» del texto. Que cada uno va a crearse un poema diferente, y que sus lecturas son igualmente válidas, siempre y cuando se apoyen en las palabras del poema, que son las únicas claves que poseemos. Ese es el momento de la revelación, de la epifanía de los propios mecanismos que ponemos en marcha para andar en la realidad. Es el momento que yo espero cada vez.

Este primer poema es, entonces, una invitación a imitar a Pandora, a abrir la caja P (de poemas llenos de dolores y de alegrías) y tratar de comprender, aun cuando «falten» algunas cosas, haya espacios vacíos, se detecten errores de interpretación. Siempre hay claves para entender la realidad y las personas, que nos sirven (aunque más no sea provisoriamente) de guía en el laberinto del mundo.


 








Leyendo entre líneas


This material requires reading dots,
brackets, uncertain letters, gaps, and emendations.

—Diane Rayor



Como un poema lírico griego arcaico,
hay personas fragmentarias.

Se las lee entre líneas, despacio, con cuidado
de no pasar por alto
un espíritu suave que sople al principio.

“Me parece igual a los dioses
aquel que se ha sentado frente a ti”.

Una coma inexistente, una modulación
temporal (primavera tan lejos)
(hace tanto tiempo)…

La persona está fragmentada, hecha astillas
o hecha estrellas, como la noche,
como un espejo roto. Y quién es el experto
que pueda leer el texto.

Quién puede leerte.

martes, 16 de abril de 2013

Entrevista a Pedro Luis Barcia

Jardinero del lenguaje

Pedro Luis Barcia, presidente de la Academia Argentina de Letras.



En tiempos de depredación verbal, de catástrofe léxica, de caos idiomático, los guardianes del lenguaje parecen personajes descastados. Son vistos como aureolados por la petulancia, y sin embargo, parece, buscan todo lo contrario: buscan cuidar la lengua como una planta débil, pero también preservar sus mejores brotes.
Algo de esa tarea, la de un jardinero del idioma, es la que lleva a cabo Pedro Luis Barcia, presidente de la Academia Argentina de Letras y miembro de la Real Academia Española. El académico, nacido en Entre Ríos en 1939, pasó por Mendoza durante la última feria del libro provincial para dar dos charlas que tuvieron a la poesía como eje. La primera, trató de las miradas que sobre el Martín Fierro propusieron Leopoldo Lugones y Jorge Luis Borges. La segunda, presentada por la SADE local, trató sobre «El valor de la lectura».
Antes de su visita, Barcia se prestó a un diálogo que recorrió no sólo los temas de sus conferencias, sino cuestiones como la evolución del lenguaje español, la deficiente cultura lectora de los argentinos y hasta cierta chusmería literaria surgida recientemente.

–Comencemos por la primera de las charlas que ofreció en Mendoza. ¿Cuál es la imagen que ofrecen, por un lado Lugones y por otro Borges, de la obra de Hernández, y qué aspectos revelan de la misma con sus propios textos?
El Payador, de Lugones.
–Lugones, con El Payador (1916), editado con motivo del centenario de nuestra independencia, propone la promoción del libro de Hernández a nivel de poema épico nacional, y a sus dos partes las avecina a Ilíada y Odisea. Es un esfuerzo por prestigiarlo y, al tiempo, darnos un fundamento cultural nacional en un libro paradigmático. El intento del cordobés es excesivo, aunque noble. Borges, en cambio, dice que si hubiéramos elegido Facundo como texto canónico, otro sería nuestro destino. Para Borges, Fierro es una individualidad, un gaucho malo, que no encarna dimensiones nacionales. No ve la obra como un poema épico sino como una novela en verso. Borges desajusta su visión del personaje a partir de prejuicios que dejan de lado la letra del texto. Pero ve con claridad la distinción entre poesía gauchesca y poesía folclórica, que otros no vieron.

–La otra charla habló sobre «El valor de la lectura». ¿Está, como parece, olvidado ese valor en la actualidad?
–El eje de mi charla es el conjunto de aptitudes, destrezas y valores que comporta el hecho de leer. Existen formas del analfabetismo curiosas como: las de leer sólo textos que consuenen con nuestra ideología, pues mata la motivación de la tolerancia y el diálogo, que es base de la democracia, y leer es dialogar; la de leer sólo un género de literatura, lo que lo priva a usted del resto de manifestaciones que hacen a la riqueza de la cultura humana; el leer sólo los contemporáneos, le borra el sentido de continuidad de lo humano y del legado y herencia. En fin, son formas de estrechamiento espiritual en lugar de liberación (liber, libro y libre) y amplitud. Cuando presenté los tres tomos de las Obras completas de Borges, anotadas por Costa Picazo, dije que debían llevar una faja que dijera: «Evite el Alzhéimer: lea a Borges». Sus paradojas, ironías, falacias, ambigüedades, plurisentidos, silencios, estimulan la actividad del cerebro y lo mantienen en vilo y dinámico. Ese es otro valor de la lectura. Las estadísticas señalan que en nuestro país se lee medio libro por habitante y por año… es penoso.

–¿Cree que la escuela argentina, en sus diversos niveles, estimula debidamente la lectura en los niños?
–Las estadísticas de nuestro Ministerio de Educación han señalado que algo más de la mitad de los egresados del secundario no tienen lectura comprensiva, hecho gravísimo para la inserción social y la vida democrática: un pibe pierde un empleo porque no entiende las consignas para llenar la solicitud, y no digamos si debe presentar una nota solicitándolo. La escuela ha dejado de lado varias cosas, tal vez porque debió atender a otras que no le eran propias, debido a las necesidades sociales.

–¿Qué cosas específicas ha dejado de lado la escuela?
–Hay varias realidades: a) no se organizan programas de lecturas graduadas y en totalidad, a lo largo de primaria y secundaria: el caudal de lecturas ha descendido en los últimos diez años en un 70%; b) no se desarrolla la oralidad de los chicos, que ocupa el 85% de la realidad comunicativa cotidiana, el resto es gesticular y escribir; c) se ha reducido, por disminución de lecturas y exigencias, el caudal léxico del muchacho. Hace una década, manejaba unas 2.000 voces en la práctica oral, hoy está en los 700 vocablos. El empobrecimiento verbal afecta al pensamiento: el pensar se estrecha con la reducción de palabras que se manejan. Si el joven no puede expresar («soltar lo preso») por la palabra, lo hace por el sopapo, la piedra o la violencia varia. Esa pobreza lingüística lo hace un ciudadano de segunda, un disminuido para la defensa de sus derechos.

–La Real Academia Española publicó a fines de 2010 una nueva Ortografía, que incluyó cambios no exentos de polémica. Si bien los cambios, en este sentido, suelen tener resistencias, hubo algún caso criticado muy seriamente y que, de hecho, ni siquiera la RAE se atrevió a considerar como obligatorio (lo dejó en la categoría de las sugerencias): es el de la supresión de la tilde en el adverbio «sólo». Ciertamente, los casos de ambigüedad parecen multiplicarse con su eliminación, muy especialmente en la poesía. ¿Qué nos puede comentar al respecto?
–A esta obra de la Asociación de Academias le faltó tiempo de discusión y elaboración. Para a la Gramática  le destinamos 15 sesiones; al DPD, 10 reuniones, y a la Ortografía: dos. Cuando presenté en la AAL la Ortografía, comencé con una frase definitoria: «La opcionalidad es el cáncer de la ortografía». Antes de que se editara nos hicimos oír por los medios, con nuestras disidencias. Es el código del idioma que debe ser más firme y general, con la menor cantidad de excepciones posibles. No es así, lamentablemente: hay tantas opcionalidades que no tiene fuerza de ley, lo que despista y apampa al usuario. Una vez que aprendimos a decir «licua» y no «licúa», nos dan la opción. Es el código más descalificador socialmente hablando. La gente no advierte las faltas sintácticas, pero la mala ortografía lo pone a uno en el banquillo. Los casos de confusión para el «solo» intildado (que no es lo mismo que inacentuado) son escasísimos y casi siempre la ambigüedad se disuelve por el contexto. La próxima edición debería ser muy castigada en pro de la unidad. Cabe decir, también, que ha habido muchas reacciones adversas a las propuestas porque no se conocen los fundamentos, que el texto académico da.

Borges y Bioy.
–Recientemente asistimos a una polémica sobre ciertos dichos de la señora María Kodama sobre Borges y Bioy Casares. ¿Qué opinión le merecen? ¿Cuán importante, según su opinión, fue la amistad literaria y personal entre estos dos autores para las letras argentinas?
–La amistad literaria entre ambos fue asimétrica, pues quien aprendió de su amigo mucho del arte de escribir, fue Bioy. No son comparables ni en la calidad (el talento creativo de Borges y su dominio de la lengua es impar), ni en la coherencia (en cuanto a mantener un alto nivel creativo a lo largo de su obra, Bioy es desparejo); ni en la influencia en la literatura nacional y mundial: Borges es el mayor de los nuestros en este ámbito. Lo segundo, creo que la publicación del Borges, póstumo, de Bioy no fue feliz. Lo que alimenta es la chismografía literaria. María Kodama es centro de vapuleo porque boga o porque no boga. Pero lo esencial es que a todos nos gustaría tener los derechos de «Georgie», y cuando ella marca territorio, genera molestias. Si hay abusos, lo dirimirá la justicia. En esta polémica ambas partes se han ido de boca. Pero estas disputas son ajenas a la axiología literaria.

El habla de los argentinos
–La Academia Argentina de Letras investiga, entre tantas otras cuestiones, acerca del habla de los argentinos. ¿Qué particularidades puede compartir con nosotros sobre algunos «argentinismos» que la Academia haya aprobado recientemente?
–Le paso algunos de los que acabamos de aprobar, y aún tienen calorcito de horno: abrochar (embromar, perjudicar), bacha (de baño), sacabollos (chapista especializado), bolonqui (quilombo), boludez (hecho torpe, tontería; cosa fácil de hacer; cosa ni importancia, nimiedad: como se ve nuestra «boludez» es rica semánticamente); combi, conchero (el de las bailarinas), estrolar (chocar o golpear contra algo), fragote (rebelión militar, de Fraga: y situación complicada, armada intencionalmente), legislatura (en tres sentidos que no usa España), peludo (difícil, complicado), tunear: modificar el aspecto del auto según el gusto personal del dueño: producirse mucho una persona), yeite (habilidad o pericia especial, viene del latín y de allí al portugués y a nuestra lengua). Si esto no es el pueblo, ¿el pueblo dónde está?

–Un aspecto que siempre resulta llamativo a la hora de analizar la lengua española es el caso de los insultos. ¿Son de insultar los miembros de la Academia? ¿Se cuida la corrección también en las puteadas, o es, digamos, un terreno liberado para la experimentación idiomática?
–Hasta ahora no he oído en las sesiones esa presencia. Quiero señalarle que yo no me rasgo las vestiduras frente a esa materia: la estudiamos, la definimos, la codificamos. Le damos trato profesional. Suelo ser quien propone estos elementos en la Comisión del Habla de los Argentinos: los diez sinónimos de «pene» o las treinta expresiones para el verbo «copular», en mi Diccionario fraseológico. Pero, como el que estudia un virus, no lo anda uno desparramando en la plaza: es en la plaza donde se cultiva y recoge, y en la AAL se lo estudia. La puteada es munición de alto calibre que hay que preservar para las ocasiones oportunas donde ella resulta funcional y no cabe otra cosa que darle salida a esta explosión categórica del idioma. La radio argentina, sobre todo la vespertina, avanzó últimamente con retahílas de puteadas y groserías en cadena. Eso perjudica a la funcionalidad del insulto y de la palabra gruesa, porque la reiteración los hace banales, insignificantes, vacíos de carga semántica contundente. Nuestro país es el único en Hispanoamérica que ha generado dos diccionarios de insultos: Puto el que lee, de Editorial Barcelona, que es de una notable exactitud asistida por el humor, y Diccionario de injurias, Editorial Losada. Esa presencia revela la asiduidad de uso. Así como en nuestro Léxico del dinero, registramos doce acepciones del verbo «coimear» (aceitar, embadurnar, facilitar, etc) lo que revela que está institucionalizada la actividad.

Clásicos y contemporáneos
Rubén Darío.
–Usted es un especialista en Rubén Darío. ¿Vislumbra entre nuestros poetas a un autor contemporáneo que esté a la altura literaria del guatemalteco? ¿Le interesa la poesía o los poetas argentinos contemporáneos?
–No veo a nadie en el horizonte que pueda cumplir en nuestros días la doble función de Darío: la renovación total de la lengua literaria y, con ella, las formas de la prosa (cuento, crónica, novela, periodismo, etc), más pesantes , y las del verso en el Modernismo. En su momento, Huidobro «mató la lengua materna», como él decía, y dio un vuelco notable con su creacionismo; luego, Neruda, con su poderosa creatividad; en nuestros días, Juan Gelman, y su poder sincrético del verbo, pero ellos han sido los revolucionarios en el verso. Darío fue «el último libertador de América», como lo llamó Lugones, en prosa y verso. Y por ello, le valió la imagen de Max Henríquez Ureña: él generó la inversión del camino del oro: la vuelta de los galeones. Por otra parte, la  nueva narrativa hispanoamericana, cumplió la liberación en la prosa y el retorno de estos otros los galeones. Fui, desde muchacho, un devorador de poesía, y gracias a mi buena memoria, generé una rica antología portátil, de la que conservo dos terceras partes. Hasta que el señor alemán haga estragos en mí.  Hoy, releo  a mis preferidos (Marechal, Borges, Machado). Pero leo poco a los nuevos poetas, y lo siento. Pero tengo una sola vida y dos academias ad honorem, es decir, de concepción argentina: la cultura es impagable.