Complejos (y complejidades) de los poetas argentinos
por Hernán Schillagi
1.La vendedora de fantasías. Sábado a la tarde. Los intrincados laberintos del zapping me conducen hasta canal 7 de Buenos Aires. Extrañado, observo a una Mirtha Legrand hermosa, aunque sin photoshop de por medio. Sí, toda en blanco y negro, su voz atiplada vuelve loco al galán de turno y me confunde a mí que escucho: «Tú», «Por ti», «Tienes», «Óyeme», como ráfagas discordantes e incómodas. Entonces me pregunto ¿Esto no es el cine de oro argentino?¿O es que puertas para dentro del Río de la Plata no hablamos de vos? Inmediatamente, sin desvíos, la cabeza se me dispara hacia la poesía para trasladar el interrogante: ¿Cómo nos hemos llevado –y nos llevamos- con el voseo los poetas argentinos?
2.No sos vos soy yo. Cualquiera que se haya acercado a la poesía alguna vez sabe que ésta no tiene por qué ser verosímil y mucho menos realista. Hacer creíble el discurso es una mochila que cargan desde siempre la novela y el cuento. A ningún poeta se le ocurriría la necesidad estilística de reflejar «el idioma de los argentinos», como le gustaba decir a Borges. También es cierto que el voseo tiene el estigma de no ser muy musical que digamos. La mayoría de sus flexiones verbales son agudas, cortantes, ásperas y suenan imperativas al resto de los oídos latinoamericanos: «Me gustás cuando callás, porque estás como ausente», recitaría Neruda, apoyado en un farol del barrio de Flores. ¡Todo un engendro! Y así de artificial nos tendría que sonar a nosotros el tuteo de boca de nuestros poetas. Como también, estoy seguro, nos resultaría extrañísimo escuchar en la performance de un argentino el pronunciamiento interdental de las zetas y las ces, como se hace en España.
3.Poesía eres (y siempre serás) tú. Me acerco a mi biblioteca y tanteo sin elegir demasiado. Olga Orozco: «Me reconoces, me palpas, me recuentas». Enrique Molina: «Óyeme:/perdida hechicera del perfume del viento». Amelia Biagioni: «Recuérdate surgir de mi balada». Basta, no sigo más y me alejo. Seguro que alguien pensará que el tuteo no les impidió a estos poetas plasmar una poesía alucinante y única. Nadie lo niega. Sin embargo no puedo dejar de ser un aguafiestas que en medio del carnaval carioca inquiere: ¿Por qué escritores como ellos, con una voz tan poderosa y original, no se atrevieron a vosear? Vuelvo a estirar mi brazo temblando y saco otro libro. No, Alejandra, vos no: «Porque a Ti te debo lo que soy» (Pizarnik).
4.La traición de Tita Merello. Viene un amigo y me trata de convencer. «Usar el voseo», me dice, «nos convertiría en una comarca aislada, cuando afuera nos esperan 400 millones de hispanohablantes que tutean a lo loco». Lo que sí estoy seguro, le contesté, es que Juan Gelman no pensó en lo mismo para convertirse, a fuerza de un lenguaje tan personal como argentino, en el poeta (nacido en estas huestes) más conocido y premiado del mundo en la actualidad. «Pero ponete a escribir tangos, che», y mi amigo pega un portazo y se va. Entonces no me deja decirle que sí, que uno de los «peligros» de vosear es parecerse demasiado a un milonguero de pucho en la boca y pelo engominado. Sin embargo, ¿no sería un desafío mayor escribir poemas sin complejos ni complejidades para no tener que recurrir a la ortopedia del tuteo ibérico?
5.Che papusa, oí. Por lo tanto, el planteo sería el siguiente: ¿Escribimos tuteando por comodidad auditiva?¿Para ampliar el «nicho comercial» de lectores?¿Tenemos miedo que en un futuro distante el voseo sea avasallado por tanta telenovela colombiana y doblaje mexicano y se repliegue hasta desaparecer, como le está pasando al respetuoso y atribulado Usted? Porque si de algo estamos seguros es que al tú le queda una larga vida en la comunidad hispanoamericana.
6.La voz, ¿a vos debida? En todo este divague compulsivo del voseo contra el tuteo no puedo dejar de pensar en poetas como Dante Alighieri. ¿Creen que me fui muy lejos? Tal vez, pero el florentino se arriesgó con un convencimiento de hierro por su lengua nativa ante el prestigioso e «inmortal» latín. Dante, junto con otros poetas (Cavalcanti y Guinizelli), en el siglo XIII propulsaron el «Dolce Stil Novo»; que era, nada más y nada menos, escribir poemas con el habla de uso cotidiano, aunque los académicos de la época recomendaran, para la perdurabilidad de una obra, la lengua de los antiguos romanos per secula seculorum. Por gestos de valentía como éste nos quedó La divina comedia y, más adelante, los sonetos de Petrarca. ¿Tanto nos costará a nosotros, por tanto, encontrarle la vuelta al ripioso vos?
7.Rezo por vos. Como la hegemonía de lo que se conoce con el mote de «Poesía de los ‘90» está en un lógico y oxigenable retroceso (basta con leer un poco lo que están publicando editoriales como Gog & Magog, Abeja Reina y Del Dock); otro temor sería, pues, que vosear en un poema te convierte en «chabón», «cartonero» o en un «cronista posmo» del reviente nocturno. El verdadero riesgo aquí siempre ha sido el volverse funcional a una estética de moda, en un colaboracionista del eje poético dominante. Es por eso que no dejo de reconocerles (y agradecerles) a Fabián Casas y a Patricia Rodón que, en su momento, levantaran la «bandera del vos» y que, de ningún modo, resignaran lirismo por veracidad sociolingüística.
8.Seremos como el Che. Finalmente, todos saben (aunque prefieren ignorarlo) que el voseo es un fenómeno que está en el habla de casi todos los países de Latinoamérica desde el siglo XVII. En algunos es de uso estrictamente familiar, en otros lo paladean sólo los jóvenes y las clases más populares; o como en Uruguay, el vos se mezcla con las formas del tuteo. Si hasta el mismo Andrés Bello amonestó a los chilenos y su particular «vos, cómo andái»; y los mandó a escribir cien veces tú al pizarrón de la vergüenza estándar. Lamentablemente, esta realidad del voseo es pasada por alto y nadie conjuga aquí como Martín Fierro manda. Muy pocos poetas se la juegan hoy por encontrarle la verdadera cadencia siglo XXI sin tropezar con los tópicos del 2x4. Quizá, una posibilidad se encuentre en la siempre atenta y punzante Tamara Kamenszain: «donde hubo hogar quedan fotogramas/vos tú él el hombre con la cama doble». Aunque, parece, muchos prefieran ser los que mañana escribirán sus textos como si teclearan en el teleprompter poético de la CNN en español.
Final.Va por vos. Incluir las formas verbales del voseo en los poemas, entonces, no implicaría un regreso lugoniano al nacionalismo reaccionario; sino un salto ecuestre a una nueva musicalidad, un oír «el ruido de rotas cadenas» que nos libere de prejuicios y complejos de inferioridad, una apertura simultánea de ventanas a las naftalinas líricas del tú, un tomarle las astas al toro pesado del canon. ¿Acaso por mucho menos que eso, algunos no andan diciendo que escriben poesía?