martes, 23 de febrero de 2016

La historia de un poema de Marcelo Dughetti

Marcelo Dughetti.

Doméstica bitácora del animalito en junio

por Marcelo Dughetti (*)
Especial para El Desaguadero

Fue en junio cuando el animalito del frío paseaba por la casa. Enrejaba la lluvia a los cuatro árboles que con mi hija habíamos plantado: un limonero de cuatro estaciones, un pino y dos algarrobos. Con la madre terminábamos un matrimonio de 12 años que nos había consumido y, a la manera del cuervo de Poe, graznaba su frase lacónica. El mundo se debatía en otra de sus guerras y el país en esas luchas intestinas que nos sobresaltan y enloquecen.

Había alquilado una pieza y un baño que compartía con primos. Mi casa, mi lar, quedaban atrás. En un Rastrojero había cargado mi bicicleta, dos bibliotecas breves, discos y ropa: nada más pediría. En la mudanza, entre los libros encontré un dibujo en papel verde que mi hija me hiciera. Allí me retrataba con mis anteojos, barba rala y una capa corta. Un superhéroe. La realidad no podía estar más distante. Esa fragilidad, ese precario sentimiento de no poder con nada construía ahora para mi criatura el símbolo de una caída.

Entonces, una vez instalado en aquella pieza y tapado con cobijas a falta de calefacción, agarrotadas las manos, comencé a escribir este poema que es ni más ni menos que la encarnación de toda la precariedad; de toda la impotencia que sentí ante el mundo abierto como una fruta podrida que cayera al suelo y estuviera a merced de todo tipo de alimañas. Aquel capullo familiar había reventado y colonias de insectos se repartían los despojos.

El poema tenía, de por sí otro final, pero en la mitad del aliento llamó mi hija y le dije que se calmara, que íbamos a estar juntos, que todo esto era parte de crecer. En fin, las estupideces que intentan explicar un naufragio que sabía seguro. Por eso es que llega hasta el llamado y cambia, y cae quizás en un simple «te extraño y que descanses».

Solos, los padres sabemos lo que esa primera noche hace con nosotros. Por eso es necesario, más que necesario esa primera noche, estar alejados de filos y alturas conmovedoras, aferrarse a fotos , pequeños dibujos, restos que fulguran.


hija
yo no puedo salvarte de nada
pero te prometo un paraguas roto
un poema a media mañana
la soledad de la única flor de la enredadera
la canción con la que te acuné
los feriados al sol leyéndote cuentos
la mamadera tibia 
los caramelos de menta
mi abrazo que es como la flor de esa enredadera
una oración
el arroz pasado con aceite normal según vos
cualquiera que no sea de oliva
las aceitunas de la pizza que pedimos los viernes
los automóviles con patentes impares
el color rojo
la lluvia en las mañanas del sábado
los grillos en la caja de fósforos
los caminos que siempre van a Roma
y los otros que nunca se sabe
bueno 
que duermas bien
te extraño 
mayo se ha perdido
junio es un animalito suelto en el patio.


[poema que integra el libro inédito Los galgos de sol]



(*) Marcelo Luis Dughetti nació en Villa María (Córdoba) en 1970. Publicó en poesía: La joroba de bronce (2003), Donde cayó esta muerta (2003), Los caballos de Isabel (2009), Hospital (2012), Los perros del loco Torriglia (2010), Sioux (2013) y Fui a cuidar los árboles (2014). En narrativa: La bicicleta roja (2007).

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