miércoles, 27 de enero de 2010

Una mirada desde abajo: «Ni jota» de Paula Jiménez


Ni jota, Paula Jiménez. ed. Abeja reina, Buenos Aires, 2008. Pról.: Claudia Masin. 64 págs.


por Cecilia Restiffo


Entre la poesía y el relato de una historia, en este intersticio se pronuncia «Ni jota», de Paula Jiménez. Las páginas anuncian cuatro partes o capítulos que describen los momentos de una infancia que vuelve en destellos hecho palabras : «El viento se alzaba fuertemente y nos dejaba caer una lluvia de recuerdos. Las nenas no entendíamos ni jota. Empapadas salíamos a la calle, como después de haber cruzado un río…»

El tono íntimo de la obra se entrelaza con el humor, en una cadencia que está marcada por la presencia constante de la letra jota, elemento mágico que -como un talismán encantatorio- juega dentro de la página y a lo largo de los poemas; a la manera de pulso en una sístole y una diástole que trasladan al lector por los diferentes escenarios presentados por una voz que juega a ser niña: «Jondo jondo cantaban todos juntos, venimos de Jranada. Y descorchaban vinos y los corchos pegaban en el techo y rebotaban después le caían a Juanita, la tía, en la cabeza…»

En el marco general de la obra de Paula Jiménez, «Ni jota» se erige como otra voz, una manera distinta de descubrir un mundo que en apariencia se deja percibir con la ternura de los primeros recuerdos, pero que poco a poco en la lectura descarna lo triste de la vida. Esto es presentado por un yo lírico que fusiona la inocencia, el humor y por momentos la mirada transversal que de un solo corte muestra la realidad cotidiana que duele y es inevitable. A pesar de la descarnadura, esa voz infantil acuna el dolor que sobrevuela el texto, este efecto se hace y se deshace; lo que logra que la historia que se cuenta vaya mezclándose con el devenir poético: «Las mujeres de antes se vuelven locas de amor o locas de madre. Tía Juanita era de todo un poco, parada en la punta de la mesa pasó la vida entera y parado sobre una sola pata el tero pasó su vida.»

Asimismo, el relato que se conforma a lo largo de los textos tiene por momentos una levedad que demanda al lector la mirada atenta, una vuelta al texto y a la obra como un todo, sólo de esta forma pueder asirse el sentido completo que la página a veces ofrece y a veces mezquina.

En uno de los últimos relatos, «Las cartas», la autora escribe: «Arma mía decía Juanita porque la ele se transformaba en erre, al revés que los chinos. Cuánto te quiero arma, y apretaba la barbilla de la niña. Y dentro de la caña el corazón vacío le disparaba la risa. ¡Ju!¡Ju! Palabras rientes de bambú ¡jaraja! La plenitud de nada era esa risa. Puro aire vivo, pero sin ton ni son…». Este libro, así, permite que el lector y el texto se emparenten en un recorrido que se anuda con la risa de la infancia, de una mirada extrañada ante un mundo hermoso y cruel a la vez.


Tres textos de «Ni jota», de Paula Jiménez



Debajo del jardín

Desde adentro, por debajo del jardín, en la trastienda del camino de la hormiga, la catacumba o el alma de la casa, desde allí mismo se gestaba el huracán, una fuerza centrífuga trayento al comedor los sucesos de los días. El viento se alzaba fuertemente y nos dejaba caer una lluvia de recuerdos. Las nenas no entendíamos ni jota. Empapadas salíamos a la calle, como después de haber cruzado un río.


Unos bombones

Como un sapo, un día el novio de la Tía me puso un pucho en la boca y fue encendido. Tosí con rapidez en lugar de decirle gracias, prefiero unos bombones. Tosí como si dentro de mí no hubiera espíritu para sacar afuera, lejos de la vida de Juanita yo no era más que una niña carrasposa. Un cuerpo manejable sin boquilla, como un monopatín.


Niña Bambú

Dame gordura y te daré hermosura, repetía. Juanita hablaba sola. No, Juanita hablaba por su lengua los sonidos que después reconocimos en la niña. Enseguida la supimos distinta de Juanita. Trae una caña bajo el brazo, dijo, y suena como su padre, mezcla de bambú y vapor de barco. Así la Tía dejó de ser la Tía para hacerse Mamá. Como si nos la hubieran robado.

9 comentarios:

sergio dijo...

A mí, salvo algunos textos de espacios naturales, la poesía de Jiménez me gusta mucho. Espero tener pronto en mis manos Ni jota porque, por la crítica de Restiffo, parece un libro interesante. Además, y esto es absolutamente arbitrario, me gustan los textos con juegos de palabras.

Fernando G. Toledo dijo...

Me quedo por ahora con La mala vida.

Hernán Schillagi dijo...

Cecilia:

Podríamos decir que todo poeta tiene una única obligación: y es no repetirse. Sabemos que las reiteraciones forjan un estilo, pero todo el que escribe y los que leen sabemos cuando un autor transita tanto un lugar hace un surco del que no puede salir. O sí, pero sólo desbordándose.

Por eso cuando leí "Ni jota" me encantó. Yo había descubierto antes "La mala vida" y flasheé con su poética casi cruel y de los bajos; y ahora se aparecía con una visión de la niñez (con humor, pero nada trivial) y en lugar de ser de "los bajos", ahora era "desde abajo". Como si le respondiese al lector: "De La mala vida, ni jota"

Debo decir que el poema en prosa (o prosa poética) es un híbrido que toca dos cuerdas al mismo tiempo y provoca en el lector un estremecimiento ambiguo. En este libro sucede más de una vez y se intensifica -como apuntás, Cecilia- en el arco tensado de la lectura de todos los textos. Una historia nos espera al final del camino.

Los juegos de palabras (como todos) son arbitrarios, pero en el libro de Paula Jiménez tienen la justificación que da la voz de la infancia recuperada, para perderla -qué remedio- nuevamente.

Lo que he leído de "Espacios naturales" tampoco me entusiasma mucho, sin embargo -con una poeta que apuesta a dinamitarse a sí misma en cada libro- espero encontrarme con algo que me sacuda y me cambie la mirada.

Muy buena reseña, por cierto.

paula jimenez dijo...

Cecilia, principalmente, y también Hernán: muchísimas gracias. Sinceramente, me alientan sus palabras y las agradezco.

Fernando G. Toledo dijo...

Bienvenida, Paula. Es un honor que pasés por este humilde arrabal.

Hernán Schillagi dijo...

Paula: los agradecidos siempre somos los lectores cuando un/a poeta se ofrece en cada palabra como vos. Un abrazo enorme.

maria eugenia dijo...

Ni jota tiene esa belleza de la que hablàbamos polèmicas antes: la de la parresìa. Es decir, la de quien ha encontrado la libertad para decir su verdad desde el corazòn. Leerlo es una bocanada de aire fresco, entre tanto libro pretencioso de literatos que se esmeran por escribrir la Obra con cualquier cosa que se parezca un poco a lo que entienden -mal- como la Poesía (lugares comunes con retoques, demasiado roìdos huesos prestigiosos).

Habrìa que hablar de lo inusual que es en encontrar un autèntico devenir-niño/a (no es la voz de una adulta con ese anenamiento, tan frecuente en la lit arg, del que habla Marìa Moreno), del don de la mirada inmediata, de la recuperaciòn de la particularidad de una risa (los que la conocemos, sabemos que Pau està ahì, mucho màs en este que en cualquiera de sus otros libros).

Ya de por sì es raro encontrar un libro desde la risa, llevada como quien lleva sus huellas dactilares o el tono de su voz, es decirm de una manera natural y espontàneamente ùnicas. (algo de Calveyra, pienso, y no se me ocurre otro precedente en eso)

paula jimenez dijo...

Euge, muchísimas gracias, y se nota que me conocés, sí. Un beso grande a vos y a tu familia, los quiero y quiero a Mendoza, sólo me dieron alegrías.

negro dijo...

me parece que marìa eugenia se pasa o excede en su comentario medio de pasadita como de vecinamiga o a la chiru como se suele decir cuando chico.traer a ejemplo a calveyra es poco atinado y desconcertante puesto que hoy en dìa encontramos voces similares a la de paula jimènez en la literatura escrita ,sobretodo por chicas. un saludo a todos y bueno espero no incordiar o incomodar. hasta luego. ricardo