lunes, 14 de diciembre de 2009

La poesía como última noticia

Producción fotográfica: Cecilia Restiffo


por Hernán Schillagi

La poesía no nace.
Está allí, al alcance
de toda boca
para ser doblada, repetida, citada
total y textualmente…

Joaquín O. Giannuzzi

(en Señales de una causa personal, 1977)

Cada domingo a la mañana, un ritual urbano y pedestre conecta a miles de personas: levantarse a leer el diario mientras unos mates destapan las cañerías de nuestros cerebros dormidos. Ese día los periódicos son bien diferentes, vienen más voluminosos con su cargamento de revistas dominicales, suplementos infantiles y análisis sesudos de la opereta política y económica semanal. Es decir que toda la familia se informa a su manera.

¿Pero cómo era esta práctica cotidiana en un pasado remoto? Si bien la crítica debate hace más de cien años el modo en que surgieron los «cantares de gesta» (Collin Smith vs. Menéndez Pidal), se sabe que hacia los siglos X al XII un juglar se apersonaba en una plaza castellana y –a voz en cuello- hacía gala de una memoria prodigiosa para cantar/contar determinados acontecimientos sobre campañas militares, acciones de guerra, hazañas de héroes enormes como el Cid Campeador o Carlomagno. Su finalidad, por tanto, era informar al público medieval con breves composiciones en verso, los llamados «cantos noticieros», que sin exageración se podrían comparar con las actuales notas periodísticas, crónicas policiales o gestas deportivas.

Sin embargo hoy, la parafernalia informativa ofrece flashes cada media hora onda TN, actualizaciones instantáneas en Yahoo, 24 horas de noticias en unos 5 canales de cable, lectura de las portadas de los diarios en la radio y más y mass. En síntesis, «demasiada información», como decía Duran Duran, para poder hacerle frente a la realidad con la cabeza clara y atenta.

Es por eso que ahora, las mañanas me encuentran con la pava a punto y con tres o cuatro libros de poemas sobre la mesa. Contrariamente a lo que se cree, leer poesía no es una abstracción y mucho menos una evasión de la vida cotidiana; de todos los medios de comunicación que existen, la lírica es el que más necesito para conectarme con mi entorno, para cargar de electricidad mis antenas, para saber que no puedo aceptar el mundo tal como se me presenta. Un poema es una herramienta aguda para poder observar las profundidades de aquello que nos quieren ocultar o volver confuso los «otros medios» de (des)información. [1]


«Escribir poesía es un acto de amor/ se escuchó a mediodía por la radio», anunciaba el poeta Luis A. Villalba hace unos años; entonces muevo el dial más cerca en el tiempo y oigo un pronóstico de Bettina Ballarini en La cantina del alba que me alerta: «Si en la madrugada/ ella fuera nuestro jardín secreto/ entonces/ sin duda/ sería mejor que lloviera/ mientras esperamos el tiempo/ diluyendo con las manos/ todo nuestro desolado naufragio.» Un doble click en apariencia inocente me sorprende: «A la luz del celular escucho los grillos./ Precoz desperté en el sueño/ y caminé por la ciudad mía,/en el bar mío me senté a tomar./Vi en mi cielo despejado/ una raya de humo que gritó mi nombre» (Leonardo Pedra, Nunca fui tan feliz como cuando era dark).

Con este modo de lectura no quiero etiquetar a los poetas como meros periodistas reproductores de contenidos «massmediáticos». La poesía nos entera, nos abre los ojos de una manera que –sin perder cierta ingenuidad- vuelve nuestras pestañas mucho más filosas, nos transforma –sin más- el ADN para que la sangre nos circule a otro ritmo ante el esnobismo atolondrado y la pereza creativa.

Quizá por eso, una corresponsal mendocina en Buenos Aires nos avisa: «Todo es distinto/ bajo la superficie:// el movimiento lento/ y la luz que reverbera en el fondo/ mezclada con el agua// Imágenes de un mundo/ todavía sin formarse» (Marta Miranda, Nadadora). También desde Córdoba, Daniel Mariani en El ático nos muestra el dolor de la memoria de una infancia incompleta como una pequeña y bella tragedia: «Después de quitar sus rueditas/ la sostuvo/ cuidadosamente/ desde el asiento. / Pedaleá, dijo./ Y corrió detrás de mí/ hasta que me soltó de golpe/ y anduve solo.// A veces caigo/ cuando miro hacia atrás./Ya no hay nadie.» Es el momento cuando entra el móvil de San Juan y Damián López trae las últimas noticias de La otra cara de la almohada: «Si este insomnio es puro capricho/ rincón del hastío en el que ejercito la desgracia/ entonces, cerrarles el mundo de traslamirada/ resulta un viento ajeno y desganado/ un escape hacia la nada.»

Por lo tanto, toda lectura poética se vuelve sospechosa para una sociedad que espera que C5N le avise si puede salir a la calle; ya que en los datos que proporciona un poema están los anticuerpos que identifican y neutralizan las bacterias que nos quieren mantener más controlados y adocenados. Por eso más que nunca la poesía está en riesgo: los poemas se han convertido en formadores de opinión.

¡Último momento! Laura Lovob desde La casa de la abeja declara: «en el piso de enfrente/ apagaron la luz, si el mundo/ no va a estallar/ debería buscar algo que encender…»[2]


[1]Aquí reformulo y amplifico un párrafo del arte poética que me pidieron para «Promiscuos&Promisorios. Antología de la poesía en Mendoza para el siglo XXI». LunaRoja, 2009.
[2]Los poemas citados en orden de aparición son:
«Córdoba VII», de Luis A. Villalba, en Hoteles baratos (Diógenes, 1999)
«I», de Bettina Ballarini, en La cantina del alba (Jagüel, 2007)
«Dark». de Leonardo Pedra, en Nunca fui tan feliz como cuando era dark (Carbónico ediciones, 2008)
«Camina por el borde», de Marta Miranda, en Nadadora (Bajo la luna, 2009)
«Bicicleta», de Daniel Mariani, en El ático (Ediciones del Copista, 2009)
«VI», de Damián López, en La otra cara de la almohada (El andamio ediciones, 2007)
«En el piso de enfrente», de Laura Lovob, en La casa de la abeja (Gog y Magog, 2007)

25 comentarios:

Cecilia Restiffo dijo...

A veces un manojo de palabras, es lo único que necesito, para redoblar la apuesta de la mañana cargada de incertidumbre, de pruebas por corregir, de verbos por explicar, de tanto y tanto machaque sobre el pavimento de la oración simple... a veces esta periferia de amonestaciones por poner, me tira al vacío de una taza de café humeante,por eso abro mis noticias, las últimas y las que necesito volver a leer para abrir los postigos y que entre todo diciembre cargado de complementarios, de sudor, de alma que aulla entre tanta birome roja, entre tanto trimestral espiralado, a veces sólo un manojo de tinta y papel sirven para salvarme:


"No todo es mezcla: todavía/quedan separaciones en la naturaleza: un álamo/no es el vuelo en falso de las charatas: el río/no es silencioso como el crecimiento de los árboles:hay más cosas que nombres/y esto es un don:la palabra no alcanza." (en: El reloj biológico, Santiago Silvester- fragmento).

Quisiera conservar ciertas palabras, como recuerdo/ o confirmación de haber sido una mujer antes/de que la pasión que me unió a tu vida/me hiciera desaparecer del mundo y del lenguaje.(en: Abrigo, Claudia Masin)

Llega sola y en punto/significa:/la cita fue entendida/a las doce como siempre/para ver las estrellas/es decir:/de espaldas en la tierra/la noche dura,/penetra. (Cita en el baldío, Matías Vernengo, del libro: El ojo y la cerradura).

Nada peor que casarse un día lluvioso./Mañana entera de cepillo y brushing/para llegar sin tocado/salteando las baldosas embarradas y el vestido/alzado por la mano del anillo. En cambio a ella/no le importó si tronaba o salía el sol/porque cayó al civil con borceguíes,/ropa de cuero y en el pelo un lío./Venía preparada para todo/y se rió cuando le hablaba el juez/del amor y de los hijos./Un escándalo es nada, no hubo arroz/ese jueves ni vals por la noche. Bailamos/hasta que se hizo el día. La novia, loca/de contenta, dijo"es lo que quise:regalos y una fiesta".(en: La mala vida, Paula Jiménez).

Lenta late, esponjosa, la distancia entre pájaro:/afelpándose, marcha la bandada en la lluvia./Negro sobre gris claro, letras en una página/como esta ante tus ojos.(La distancia, Beatriz Vignoli, del libro: Bengala)

A lo mejor lo más importante/está sucediendo en la anotaciones de los márgenes/en lo que iluminan los rayos tangenciales del último sol/o del sol que ya se fue, en la zona/de los rayos verdes que amaban los Julios -Verne y Cortázar- en los espacios/
que abren y cierran paréntesis.(en: La mirada tiene dos manos, Beti Zapata)

Mi madre cuelga ropa en la soga,/echa al sol nuestras cosas: blusitas,/pañales, toallones.../(...ya no azula las prendas con azul/de lavar)/A veces se queda mirando la espuma/y en el fondo de su corazón/grita una niña./Ella la friega, la estruja,/(...y la niña tiembla/en la tarde limpia). (Tendedero, María Teresa Andruetto, del libro: Kodak)

Damián dijo...

pero bueno... muchas gracias!!!


la verdad, emocionado por el favor de hacerme presente

yo también ando ejercitando la Primera Persona, aunque es un ejercicio de trasnoche: mis domingos arrancan a puro rock (ensayo con la banda a las 10)

más allá de todos los textos, de todos los bandos, crear un lazo de la nada, por el puro gusto de ser varios en el mundo, bien vale tanta poesía

saludos desde san juan, para lo que guste mandar

Bibiana Poveda dijo...

¡Bien ahí, Hernán! Es un gustazo (a mate) leer un artículo como este.
Un abrazo.

Damián dijo...

una sola aclaración: poesía cortada con galletitas MAYCO puede ser peligrosísimo!!!

Escribir, coleccionar, vivir dijo...

No deja de parecerme curiosa la idea de conectarte con el entorno a través de la lírica. Sin duda la poesía agudiza la percepción, pero en mi caso para transformar "el afuera" en un mayor entendimiento de mi mundo interior. El planteo me parece interesantísimo y la búsqueda de fragmentos poéticos que ilustran tu hipótesis, además de ardua, es admirable.
Yo los domingos leo los diarios en la compu en el siguiente orden: Uno, Los Andes, Clarín, La Nación y Crítica. También busco la solapa noticias del google. Más que nada leo títulos y bajadas y si algo me interesa clickeo. Mucho antes me he tomado mi café con leche con tortitas escuchando radio, ¿otra idea distinta de la mañana del domingo? y sí, totalmente opuesta. Es que pasa que yo me conecto al mundo a través de los medios tradicionales. Por ahí una buena ficción en prosa o en película me dan una mirada más certera del contexto social o de las costumbres y modos de una época que 100 diarios o un mes mirando TN. Con la poesía no me pasa. Para mí, leerla o producirla es casi una forma sutil y bella de entenderme, de autoanalizarme. Aunque, releyendo el ensayo, no descarto la posibilidad de que pueda, de ahora en más, de servirme de dispositivo para comprender la realidad exterior.
MUY BUENO.

(No hace falta que aclarés que leés el diario La luna, ya sabemos donde estás siempre, ja. Más precisamente la de Valencia).

Escribir, coleccionar, vivir dijo...

fe de erratas:
"servirme" en lugar de "de servirme"

Hernán Schillagi dijo...

Cecilia: sí, creería que más que salvación, los poemas nos dan combustible para seguir cuando nuestro burro de arranque está más que ahogado.

Qué duro que se hace el fin de año para todos. Más cuando cada uno de nosotros quiere que la faena se termine pronto. Para los docentes, la cosa se vuelve casi "judicial": este se salva, este "marcha preso" hasta marzo. Un bajón. Sin embargo allí está Sylvester con su mirada escéptica pero con una palabra que alivia.

Hoy, mientas los alumnos se debatían con una reseña crítica en el examen complementario, yo me leía "las últimas noticias" que Giannuzzi me daba: una mujer que mira por la ventana mientras acaricia su vientre materno, una padre que oye a sus hijas que están por salir y prescinden de su cuidado, un hombre que queda perplejo con los arabescos de una acróbata. Después, sin regalarles nada, a tratar de salvar a los alumnos.

Hernán Schillagi dijo...

Damián: no tenés nada que agradecer. Has cumplido en tus poemas con la función de mantenerme "alerta".

Pienso que la comunicación que establece la poesía es más que efectiva: estos comentarios son una muestra de ello. La poesía le dio un envase a nuestras ganas de pronunciarla, de reflexionarla y de establecer conexiones que traspasan fronteras de "traslamirada".

Ah, no sabés cómo alucino leyendo poemas cortados con una mayco y queso crema ¡light! ;-)

Hernán Schillagi dijo...

Bibiana: habiendo tantos festivales por ahí, podríamos organizar el «1° Festival del mate y la poesía». ¡Sería un éxito! Utilizaríamos como slogan una paráfrasis de Maradona: ¡Que la sigan chupando... a la poesía con mate! Creo que estoy delirando un poco, pero quién te dice... ja!

En serio, es una alegría contar con lectoras como vos, que se mantienen atentas a fuerza de ingerir poemas sin rebajarlos con agua.

Hernán Schillagi dijo...

Paula: creo que "mi" idea sobre la poesía como última noticia es más que conocida. Más allá del remoto ejemplo de los juglares (que también eran una entretención para el medioevo sin internet ni celulares), pienso también cómo las letras de las canciones de rock en la época del último Proceso Militar vinieron a reemplazar tanta noticia cínica y deformada (¡VAMOS GANANDO! decía la Revista Gente durante la Guerra de Las Malvinas). Alguien escuchaba "Las grasas de las capitales" o "Los sobrevivientes" de Serú Girán que con toques surrealistas para "zafar" (así lo declaró Charly después) les cantaban a los jóvenes un poco lo que estaba pasando.

Justo en la última Ñ, Gabriel Martín Cocaro dice algo al respecto tomando al Luis A. Spinetta como ejemplo: "Los militares, con un lenguaje burdo, advertían algo, para ellos incomprensible, que estaba subvirtiendo el orden en el cual vivían. Tenían razón. Almendra (habla de la vuelta del grupo en el '79), generaba un pensamiento diferente en los jóvenes de la época. Eso, era lo que incomodaba".

Seguro que -sin caer en la psicología barata- la poesía tiene también esa extraña "función" de verbalizar lo que uno tiene callado adentro. "La poesía te mejora las preguntas" decía nuestro amigo Sergio Pereyra en uno de sus ensayos.

Yo soy matero de corazón, pero me inicié cerca de los 20 años. Quizá por eso me tomo unos 3 termos diarios, para recuperar el tiempo que perdí. El café (bien negro como tinta) fue una pasión "oscura" que me duró un par de inviernos hasta que mi estómago nos hizo perder el encanto.

Escribir, coleccionar, vivir dijo...
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Escribir, coleccionar, vivir dijo...

Hernán:

Insisto, tomar a la poesía como instrumento para ver la realidad es un concepto novedoso para mí. En la Edad Media los romances informativos -era la construcción métrica más utilizada porque permitía recursos mnemotécnicos al orador- no eran considerados poesía: eran "la noticia" propiamente dicha, la forma que tenía el pueblo de enterarse en plazas y ferias sobre los sucesos de su comunidad. Por eso el concepto de "género" no es estático y muta permanentemente.

Por supuesto que muchas letras del rock y también del tango pintan frisos sociales más profundos e impactantes que los que muestran los mass media.

(Ah, aflojale al mate, te lo dice alguien que hizo uso y abuso de las dos bebidas estimulantes y llegó al borde de la gastritis con ambos. Al café mucha leche y trata de abrir las puertas de la percepción al té, no por una pasión inglesa, sino porque ¡no queda otra!)

Hernán Schillagi dijo...

Paula: si bien los romances hasta son considerados dentro del género narrativo, en esos tiempos los oyentes no tenían esas preocupaciones de nomenclatura y taxonomía (¡qué épocas!). Pero sí, los recursos propios de la lírica estaban en función de entrar de un modo penetrante en el público medieval (la anáfora, la amplificación, la enumeración, etc.), tanto que luego cada uno repetía los versos y se los llevaba como un tesoro dentro de su boca.

Ah, fui un gran "bebedor de té" desde mi más tierna infancia, ya que fui "alérgico" a los lácteos desde los 5 años (después se supo que fue un error de los médicos, pero ya no me gustaba la leche). Ahora un te de "herbal mix" me salva de algún atracón del fin de semana. Pero el mate con las cascaritas de naranja es la transfusión que necesito para salir a clavarle los dientes a la jornada.

sergio dijo...

Amigo:

Dice ud "leer poesía no es una abstracción y mucho menos una evasión de la vida cotidiana; de todos los medios de comunicación que existen, la lírica es el que más necesito para conectarme con mi entorno, para cargar de electricidad mis antenas, para saber que no puedo aceptar el mundo tal como se me presenta. Un poema es una herramienta aguda para poder observar las profundidades de aquello que nos quieren ocultar o volver confuso los «otros medios» de (des)información"

Y la verdad, lo envidio. A mí la poesía lírica me vuelve hacia adentro. Sí, tengo el ego súperdilatado y siento que el "yo" no sólo me habla "a mí", sino que también me habla "de mí" (a esto le llamo castrar una lectura). Del mundo y esas cosas, poco o nada. Bueno, tengo épocas.Cuando estoy con necesidades "exteriores" leo ensayos. Pero ahora que lo pienso últimamente no he tenido tantas inclinaciones al mundo porque sólo leo ensayos que hablan de literatura.

Por ahora sólo podría hablar de nuestra Juana Bignozzi:

Por ejemplo, este poema que me gusta pero que no podría refrendar (justamente por lo dicho más arriba)


Una poesía para impresionar
con grandes imposibles olvidos que no llegan
o esas frases de: tengo para poco
una poesía en realidad para ser un animal herido entre la gente
para irse a un rincón y tratar de no molestar
si digo esa poesía ya no me interesa
es porque he empezado a sentir gusto por la vida en serio.

Otro ejemplo:

los hombres que vuelven en el sueño
son los que se fueron en la vida
vuelven con la cara de hoy
y aunque no la conozco debo aceptarla



Muy interesante el artículo.

Cecilia Restiffo dijo...

Hernán: Qué bueno que tu nota convoque a otras voces que alertan para afuera como en mi caso o para adentro como en el de Sergio, creo que la palabra dentro del poema es ese latido que comienza a acompasarse sin que nos demos cuenta...
Me quedé con la alianza de mi padre
en terapia intensiva se la sacó la enfermera
era un edema el dedo de la diálisis
la retuvieron con esfuerzo las falanges en crecimiento de mi hijo
hasta que resbaló y yo pude mirar
a través de ese círculo privilegiado.
(Tamara Kamenszain, Solos y Solas)

Hernán Schillagi dijo...

Sergio: pienso que si los poemas sólo te abren "puertas hacia dentro", el efecto sería el mismo, pero tardaría un poco más. Me explico: al sentir que un poema habla "de uno mismo", el lector no sale ileso de esa lectura. Es más, sus ojos seguro que sufren algún tipo de trasnformación imperceptible para enfrentarse con lo cotidiano. Ergo: tu lectura en apariencia "egoísta" te ha formado una opinión, te ha modificado las bases con las que podés llegar a recibitr una "noticia de último momento".

Hernán Schillagi dijo...

Cecilia: cómo me gusta ese largo poema "La alianza" de Tamara K., como también de algún modo Juana Bignozzi me acompaña cuando titula un poema así: "Sólo mata el engaño"

Fernando G. Toledo dijo...

Fuera de todo lo dicho quisiera a mi vez decir que si hay hoy algo que no quiero es mezclar (confundir) la lectura y escritura de noticias con la lectura y escritura poesía.

Hernán Schillagi dijo...

Fernando: precisamente de eso es lo que trata este breve ensayo. El que mezcla ambos discursos confunde; y se confunde también a la hora de tratar de entender el entorno que lo rodea.

Digamos que leer poesía "como última noticia" es una licencia poética para permitir la entrada de argumentos que se dirigen hacia otro lugar menos concurrido que el "mediático": la propuesta de una lectura poética menos ingenua, menos "chamánica e imantada", menos psicoanalítica y egoísta; en fin, menos complaciente.

Cecilia Restiffo dijo...

Fernando: justamente es el meollo de la cuestión, y mi preocupación estética, la diferencia de despertarse del letargo cotidiano a partir de un poema que redimensione el pensamiento,simpre hablando de un texto que interrogue al silencio, que encuentre nuevas formas de decir; no un texto que traiga sólo una anécdota vacía, que bien puedo leer en cualquier otro lado, que como dice Hernán podría ser una "noticia" solamente.
Creo que la analogía viene acorde a cierto aire embrujado que a veces nos distrae de la verdad, del verdadero trabajo, en sentido liso y llano, que implica escribir o leer un poema.

Gabriel Vanella dijo...

Creo que leer o hacer poesía te saca de la persecución cotidiana. El verso es la posibilidad de tocar otra realidad (entendida como la sustancia que no es lo que nos maneja como marionetas mecánicas la mayor parte del día) Es la posibilidad de mirar por la ventana la esclavitud de la semántica y poder transformarla, decirla con el color que se te antoja. Aunque no es una libertad plena (eso es lo que la hace un juego) ni remotamente, porque seguimos presos de cierto significado y de cada letra pero sigue siendo lo más cercano a a tentación de pensar patas paa arriba. Es la válvula de escape que nos des-racionaliza o todo lo contrario. Nos desinfla, o nos hace arañar las paredes para sentir que sentimos. Por eso creo que el lugar de la lectura o producción poetica se despega enormemente de la producción o lectura de cualquier aparato semántico. Ese mundo-tiempo impostado, en el mejor uso del término, de la creación poética viene en dosis pequeñas (al menos en mi caso que cobro 1500 pesos y la inflación me come los versos) lo cual es incómodo de aceptar y un pasaje directo a la mediocridad como creador. Ojalá pagaran por un buen verso. Igual Hernán voy a hacer la prueba de empezar las mañanas con un librito a ver si me paro diferente ante los cachetazos de la realidad.

Escribir, coleccionar, vivir dijo...

Gabi, cuando hablamos de sueldos licuados por la inflación, lo único que se me ocurre es apelar a la poesía del tango:

Cuando rajés los tamangos
buscando ese mango
que te haga morfar
la indiferencia del mundo
que es sordo y es mudo
recien sentirás.

Verás que todo es mentira,
verás que nada es amor,
que al mundo nada le importa,
¡Yira! ¡Yira!


Bastan un par de canciones-poemas de don Enrique Santos Discépolo para tener un panorama completo de la mediocridad y corrupción que tiñen toda nuestra historia.

Y ánimo. Como dije más arriba, estoy haciendo la prueba de empezar mis mañanas con un poemario o alguna canción -como en este caso- para que esos cachetazos de la realidad me encuentren mejor parada.

Hernán Schillagi dijo...

Gabriel: realmente son muy buenos y reflexivos tus comentarios (casi edifican un "arte poética").

Es cierto que para escribir un poema -al menos en el momento de su ejecución- casi hay que "aislarse" o "alejarse" de la realidad cotidiana. Sin embargo, pienso que la chispa (no confundir con la anodina inspiración) que hizo entrar en combustión el motor creativo es el contacto alerta con la realidad circundante. Es por eso que en los versos se cuela ese deseo de "escapismo" o de amargura esperanzada. No creo en la "des-racionalización" del que lee un poema, sino absolutamente todo lo contrario. Leer poesía te mantiene alerta.

Por otro lado, soy de los "sinremedio" que bregan porque nunca la palabra poética sea rentable. Entiendo que escribir es -con nuestras torpezas- lo único que nos sale mediamente bien; sin embargo, si te pagaran por un "buen verso", jamás te saldría. No quiero pasar por ingenuo: una vez escrito un poemario -que no es otra cosa que la necesidad irrefrenable de decirnos-, uno puede luego presentarlo a concursos, premios, etc. Pero la obra ya está escrita.

Finalmente, si con este artículo logro que alguno de los lectores se amanezca con un libro de poemas en la mano, me doy por satisfecho. En todo caso, no deja de ser una propuesta -como en todo ensayo que se precie- a comprobar.

Después nos tomamos unos buenos mates.

Hernán Schillagi dijo...

Paula: ¿En serio ya compraste el diario "La Luna"?

E. Santos Discépolo hubiese sido el editorialista de ese matutino. Mirá lo que encontré en los "clasificados":

Compro un reloj que cuente más horas que las del día.
Un reloj sin media noche que me amenace con el desvelo o el insomnio.
Un reloj donde alcancen lo mismo los deseos que las obligaciones.
Un reloj con tiempo para la maternidad, la domesticidad,
el jardín, el marido, la poesía, las novelas, el diario,
los correos electrónicos. Ando desesperada por un
artefacto semejante. A quien lo encuentre le pagaré bien.
Y prometo no preguntar en qué oscura tienda de
beduino o museo, lo encontró.

«Compro un reloj que cuente más horas» de Gioconda Belli.

Gabriel Vanella dijo...

Hernán, tal cual. No creo ni remotamente en la inspiración. Es una palabra con la que de hecho no he tenido buenas experiencias. Y sí, me corrijo de alguna forma en mis decires con respecto a la des racionalización pero no totalmente. Paso a explicarte (y hablo por mi) es como que para escribir mi proceso invisible sería: racional-alejamiento (desracionalización que sigue siendo racional)-racional. O algo así, creo que la idea que intento explicar tiene que ver con la posibilidad de descomponer la racionalidad semántica. Pero tenés razón en que para descomponerla previo tiene que haber una realidad compuesta, racional. Y sin dudas podemos no descomponerla también y simplemente tomar partes y partes que pueden darnos buenos versos. No quiero estar muy de acuerdo con vos (aunque en el fondo lo estoy) en el tema de que si nos pagaran por buenos versos no nos saldrían más.
Creo, sin dudas, que estar incómodo, mal pago, correteando de aquí para allá por algunos mangos, es una fuente de creación casi te diría inagotable, pero pienso al mismo tiempo (no desde una visión capitalista de poesía industrializada)que tener la posibilidad de dedicarse enteramente a la poesía sin tener que sortear otro tipo de precipitaciones no implicaría necesariamente que se nos agotaran los versos. No sé, en realidad como no me ha pasado no te lo puedo asegurar, solo es una especie de predicción deseable... Abrazos y como siempre muy bueno el espacio...