Lluvias, Laura Wittner, Bajo la luna, 2009, 48 páginas.
Gris plomo. Gris plata. La tapa Lluvias de Laura Wittner anticipa en el color del fondo y la tipografía de su título las variadas y exquisitas cortinas de agua que atravesaremos con su lectura. Si en anteriores poemarios la mirada de la autora se enfocaba en realidades diversas, incluso distantes geográficamente como en Las últimas mudanzas (Vox, 2001) donde los viajes líricos podían concluir en Toronto o Nueva York, esta nueva producción poética cierra el espectro de paisajes y situaciones para centrarse en un único tema que da a la obra un marcado carácter conceptual. Pero este cierre no es sólo temático, el estilo se despoja de enumeraciones excesivas, frases en inglés o superposiciones inconexas de elementos cotidianos que estaban presentes en poemas anteriores. Así Lluvias crea una belleza desnuda y directa forjada de imágenes y metáforas precisas.
El texto se divide en tres secciones: No llueve, Llueve y Llovió. Espera, acto, recuerdo. Quizás la vida misma es una sostenida repetición de esta tríada de momentos. Las lluvias constituyen aquí la excusa para mostrar estos instantes que movilizan cualquier existencia.
A través de intensas imágenes sensoriales, los poemas de No llueve revelan un yo lírico que espera la lluvia como refugio: «Débil olor a lluvia, y las hojas del árbol que empiezan a / moverse. // Deseo inconfesable: que llueva, que no venga nadie». De todos modos, aguardar que llueva no sólo es promesa de intimidad, también puede ser experiencia frustrante: «si todo el día no fue más que / una preparación para el escándalo / y al final no estallara la tormenta».
En la segunda sección, el tono introspectivo desaparece y da paso a versos vertiginosos de fuerte intensidad narrativa. La autora necesita «contar» de manera gráfica y contundente la acción de llover: «La vida es lluvia / que de repente toma envión y hace más ruido / algo así como dos kilos de papas / rallados sin miramientos». Pero la lluvia no sólo asume el ropaje de tormenta destructiva. En su infinita variedad, también es sutileza que capta la mirada poética: «Lluviecita subrepticia / que corrige la mañana».
La humedad se evapora y los poemas de Llovió recuperan la calma del comienzo. Laura Wittner a través de la memoria intenta apresar la fugacidad del agua aunque sabe que sus intentos son vanos. El cielo es techo distante y seco de nuevo y la lluvia sólo ha dejado algunos rastros: «Unas palomas se sentaron en el piso / a respirar el olor a eucaliptos»
Otro libro
En la página 32 concluye Lluvias para dar comienzo a Huecos, un texto distinto del reseñado en todo sentido. Desde lo temático hasta algunos rasgos de estilo, hay pocos puntos de contacto entre ambos. Entonces, ¿por qué están juntos?, ¿un pedido de la editorial?, ¿la necesidad de la autora de publicar más poemas? Independientemente de cuál sea la respuesta, Huecos reúne una serie de textos muy autónomos entre sí que remiten a temas variados. Dos artes poéticas sobresalen sobre el resto de la producción. Se trata de los poemas Receta de la abuela y Huecos. Para la poeta, empuñar la lapicera puede ser un oficio sombrío: «Lo de encontrar la luz es verso / o está en verso. / Como si esto no fuera / más que una ligera superficie / donde jugamos a danzar / -ratoncitos imantados- / y por debajo el vacío, seriamente, / se dedicara a desplegar sus pasadizos».
Finalmente la lectura de Lluvias termina, pero sus versos persisten como un goteo insistente. Quizás ya formaron un charco donde, una y otra vez, podamos contemplarnos.
Tres poemas de Lluvias
Certeza
No tengo idea de dónde estoy,
perdí toda referencia. Lo único
que te puedo decir es que el rectángulo
de esta ventana apiña árboles
entre los que distingo una palmera,
una magnolia y varios tipos de coníferas,
y que todos se están balanceando con las ramas hinchadas
mientras emiten un uuuuuuu bastante agudo
incentivado por un espeso viento: lo único
que te puedo decir es que se viene
y que voy a ver llover en algún lado.
*
Fuerte
En la extremísima quietud del sueño,
como piedras, los durmientes imaginan
que la tormenta lo que hace no es caer:
es galopar hacia delante en frenesí.
Tronarles órdenes a sus caballos
que si no fuera por las riendas
elegirían desbocarse poniendo como excusa
la aterradora iluminación electrizada.
*
Receta de la abuela
Dejá primero que se te llenen los oídos
de conversación y elementos metálicos.
Volcá sobre esa capa los poemas impresos
y dejá que te llenen la cabeza.
Mientras tanto café, y con viento a favor
suena la alarma y manoteás la lapicera.
Laura Wittner
12 comentarios:
Paula: qué interesante la lectura que has hecho de "Lluvias". Yo tenía el libro hacía dos meses y no había relacionado, aunque sea superficial, el "gris plomo" con el concepto atmosférico.
Realmente a mí el libro me gustó mucho. A la amenaza latente de la tormenta exterior, siempre estamos esperando -como le pasaba a Rubén valle en su poema- la lluvia de palabras que es el poema. Pero, además, en el libro se precipitan más cosas. En las páginas nos llueven preguntas incómodas, pero que nos alertan, recuerdos, hechos cotidianos y sonidos familiares que no dejan de ser extraños.
Estoy de acuerdo que el último capítulo es casi un "injerto" en el libro. En un comienzo pensé que esos huecos podían ser los charcos que habían quedado después del aguacero, pero los poemas son bastante miscelánicos para que se enganchen con las series anteriores. Lo que no puede dejar de decirse que uno los agradece, porque están muy bien escritos y mantienen el nivel propuesto.
Aunque los lectores no hayan leído el libro les hago una propuesta:
*que nos digan qué poemas conocen que tengan la lluvia como tema o fondo.
*Y si no, que nos cuenten si la "lluvia los inspira" y cómo.
Hernán
Te voy a tirar dos cantautores españoles -que me parece no te gustan mucho, pero bue-.
El gran Nano tiene LLUEVE, ese tema que dice: "Llueve, detrás de los cristales llueve y llueve..." y sigue; es un poco reiterativo pero te dan ganas de ponerte un chal y esperar que se desencadene el diluvio universal. Tristeza infinita.
El otro guitarrero hablador es Ismael Serrano, aunque personalmente me parece una copia mediocre del Nano y bastante aburrido (él sí lo es y no Serrat) tiene un verso en una canción que me produce mucha empatía: "quiero ser la lluvia del otro lado del cristal", deshacerse, desaparecer, que el dolor haga el milagro de evaporarse, ¡por favor!
dos sobre la lluvia:
"la lluvia nos provoca tristeza porque nos recuerda cuando fuimos peces" (R. de la Serna)
"a veces cuando llueve mucho/ mucho/pareciera que están lavando/ el mundo" (Juan Gelman, ¿próximo Nobel?)
Paula:
La reseña cumplió con su misión (digo, una reseña con una valoración altamente positiva). De pronto, así sin más, tuve ganas de que lloviera, y estar en mi casa junto a la ventana con ese libro gris entre las manos.
¿Qué agregar? Que la lluvia tiene esa capacidad de colocarme en estados propensos a la reflexión, a la lectura. Ahora, cuando debo salir de casa y llueve, ahí coincido con Birabent: no me inspira.
Inspire, no inspire, creo que la lluvia tiene la particularidad única de poner en escena un deseo íntimo: que el agua lave, borre, arrastre todo aquello que nos duele. No hay lluvia, por más escasa que sea, que no ponga en mecanismo el engaño.
Hace poco yo escribí algo que tenía que ver con las cosas que pueden pasar durante la nieve; pero la lluvia, al ser más frecuente, tiene mucha tela que cortar (y empapar).
Comparto lo que dice Borges en un soneto, "La lluvia", que las tormentas siempre suceden en el pasado:
Quien la oye caer ha recobrado
El tiempo en que la suerte venturosa
Le reveló una flor llamada rosa
Y el curioso color del colorado...
Uno siempre recuerda (con nostalgia, generalmente) la lluvia anterior; y se dispone a experimentar la lluvia presente como algo que ya tendrá una "muesca" en el recuerdo irremediablemente.
Por otro lado, Roberto Malatesta, ha ido un poco más allá y escribió "Por encima de los techos"; un libro de poemas donde se cuenta la inundación de Santa Fe de hace unos años (luego de unas torrenciales tormentas):
y el río crece. Para mí y para mi perro
lo único seguro es el techo de la casa.
Quiero gritar, pero mi grito es tinta
y no tengo papel en dónde derramarlo.
Miro al cielo: Llovizna. Detrás de la llovizna
veo la cara húmeda de Dios.
Yo pensaba justamente en eso. En lo importante que es la lluvia como motivo literario.
Sobre el rojo y el colorado de Borges, en una vieja entrevista televisiva el maestro decía que detestaba la palabra rojo, supongo que los sonidos vibrantes y guturales no tenían la musicalidad del "colorado". Aunque venero a nuestro máximo escritor, para las pasiones y las manzanas hay solamente rojo y sangre, más precisamente.
Paula: con respecto a ese color hay un par de cosas más (y estamos derrapando con respecto a lo que propone el post, pero hay que hablar de algo):
La clase alta y de abolengo no dice "rojo", sino "colorado". Rojo lo consideran grasa como decir "cenar". Ellos dicen "comer.
Lo extraño es que el primer poemario de Borges (inédito, rebelde, juvenil, whittmaniano y deslumbrado por la Revolución Rusa) se llamó precisamente "Los salmos rojos". Pasó mucha "lluvia" sobre esa cabecita.
Hernán:
Quizás un alud nos ha hecho derrapar, en la misma entrevista el maestro renegaba de ese texto y de las falsas ideologías que poblaban su cabeza adolescente.
Volviendo a las lluvias, el extracto del poema de Malatesta es magnífico, hoy releí el texto completo y admiré, como a pesar del derrumbe total, el poeta se muestra entero para cronicar con belleza la última gran inundación en Santa Fe.
Este es un poema en el que la lluvia da pie a una reflexión muy honda sobre las "muertes" que preceden a La muerte. Es de Hugo Mujica. Espero les guste.
HACE APENAS DÍAS
Hace apenas días murió mi padre,
hace apenas tanto.
Cayó sin peso,
como los párpados al llegar
la noche o una hoja
cuando el viento no arranca, acuna.
Hoy no es como otras lluvias
hoy llueve por vez primera
sobre el mármol de su tumba.
Bajo cada lluvia
podría ser yo quien yace, ahora lo sé,
ahora que he muerto en otro.
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