sábado, 23 de mayo de 2009

Lo bello y lo útil (crónica de una mujer formal)




por Cecilia Restiffo


La barca no era cómoda, sin embargo si uno quería podía ubicarse de tal manera que el paisaje fuera deslizándose ante los ojos sin necesidad de pedirle a Caronte que se acercara a tal o cual orilla.

PRIMER CÍRCULO

Mi viaje a la Feria del Libro 2009 semejó al que con gran maestría nos contara Dante; y es que después de tomarme el subte en una Buenos Aires surcada por un halo de niebla llegué a lo que podría decirse el primer círculo; una entrada atestada de gente de boina, de lentes, de barbas largas y grises, de minifaldas y bucaneras, de chupines, de pachminas rústicas o tejidas, de perramos setentosos, de sobretodos largos largos, de bombín; y nosotros los atónitos provincianos: otra clase de pecadores, que como cada uno tienen su propia expiación. Todos a un tiempo tratando de cruzar la puerta esponsoreada por la Ñ de Clarín.

SEGUNDO CÍRCULO


Las obras de arte, que recibían en la primera sala, eran ya un primer impacto para el desprevenido que iniciaba el recorrido mareado por la cartelería, los mapas de colores, los anuncios de tal o cual ponencia, presentación, lectura o el ingreso en algunos minutos de Cóppola (Guillermo) a la Feria. Todo por el mismo precio. De pronto aquello que parecía un despropósito de ofertas se ordenaba casi como por arte de magia y aparecían los salones designados por colores: el salón azul, el ocre, el amarillo (para confusión de hombres que tomaron a los dos por igual), el rojo y el verde; qué epifanía, qué atropello a la razón. Cada editorial era un panal para las abejas que ávidas de palabras llegábamos sedientas, desde las que ofrecían libros especializados y educativos, pasando por las de best sellers, las clásicas y monstruosas de literatura consagrada y nueva, hasta llegar a las pequeñas editoriales boutique de poesía. Allí el tumulto se esparcía según su gusto y bolsillo porque, hay que decirlo, las ofertas no eran tales y en muchos casos el mismísimo libro estaba a mejor precio en calle Corrientes o Santa Fe.

PURGATORIO

La misión de esta profesora devenida en cronista era cubrir el lunes 11 de mayo, un evento anunciado como EL DÍA DE MENDOZA. Un título bastante poco agraciado según mi parecer, ya que quizás para el nostálgico menduco aporteñado este spot lo llevara a la presunción de “bueno quizás me tome unos vinitos”, o “si reparten libros de poesías quedo bien con mi novia”. Error. El tan mentado DÍA DE MENDOZA fue, sin más ni más, un mágico momento en el que la poesía encendió sus velas iluminando el final de la tarde, para que “cada uno de los presentes nos sintiéramos guarecidos o amenazados bajo las palabras”, al decir de Schillagi, ante una lluvia profana que anunciaba la ceremonia no secreta gracias a las doscientas cincuenta personas que allí asistieron.
La iniciación estuvo a cargo de los representantes del gobierno que increíblemente estuvieron austeros en sus discursos. Luego siguió, lo que a mi juicio fue el comienzo real de la velada, la presentación de los tres ganadores del PREMIO VENDIMIA: Salvador Vozzi (narrativa), Daniel Fermani (teatro) y Hernán Schillagi (poesía). Este último, sin subjetividades, fue el verdadero anfitrión, ya que con un juego metafórico de inspiración espontánea, conmovió las almas de los asistentes quienes retribuyeron con un aplauso cerrado. Así se iba desplegando la noche, cada uno de los escritores habló de su obra y la creación, Schillagi rescató también el papel de las gestiones independientes y todo el movimiento que se está generando en Mendoza.
En un segundo momento se llevó a cabo la presentación/homenaje a Arturo Roig y su libro Mendoza en sus letras y sus ideas, tomo II. Andrés Oliver estuvo a cargo de la lectura de su prólogo a la obra, y después el público asistió a una clase de historia y cultura; ya que el autor nos deslumbró con una memoria envidiable y una lucidez que a más de uno apabulló.
El tercer momento tuvo una presencia que quizás sea algo difícil de explicar, todo estaba listo para el homenaje y el recuerdo a Fernando Lorenzo, y no sé si fue una impresión o realmente algo había en el ambiente, pero en el momento en que Ramiro Lorenzo comenzó a cantar algunas de las canciones compuestas a dúo con su padre, una atmósfera blanca revistió la cadencia con que la voz grave iba desgranando las palabras. Luego vinieron poemas del autor leídos por Alejandro Frías el presentador y una amiga del autor, Silvia Ghilardi, quien como nosotros pudo sentir que algo bullía en esa noche de visitas que había terminado con la emoción y el recuerdo de esa mirada tibia que abrazaba las palabras.



INFIERNO

Eran las 21:27 hs. todavía llevaba en mí los acordes de Poeta cuídate, letra y música de los lorenzos. Rápidamente me deslicé por la manga llena de ploters de Clarín-Ñ que rezaban a un paso frases de diversos autores laureados, toda la alfombra toda me conducía a los pabellones coloridos que aún no terminaba de recorrer; faltaban poco minutos para que la carroza se convirtiera en calabaza; los stands ávidos de lectores de último minuto ofrecían rebajas y sonrisas.
En mi último giro enloquecido me detuve por aquí y por allá hasta arribar nuevamente al stand de Mendoza, para esperar el toque de la campana final; emocionada me dediqué a mirar los guiños que desde los escaparates me traían el recuerdo de mis escritores, allí estaban Colombi, Guerrero, Rodón, Valle, Toledo, Levy, Ballarini, y algunos otros que con porfía aguardaban en medio de las últimas luces.
Una sirena ondulante anuciaba que el fin había llegado, todos espontáneamente empezamos a aplaudir mientras que los libreros y las promotoras comenzaban a desmantelar los carros vendimiales de un largo carrusel de márketing y creación. Desde mi sitial, encaramada en el pequeño living del stand, como una reina departamental miraba con un dejo de melancolía cómo las cajas y bolsas ya ocupaban los espacios que las luces iban dejando a las sombras.
Lentamente bajé de aquel trono prestado, tomando el abrigo retraté a la gente que sin prisa pero sin pausa abandonaba el salón con las manos llenas de nerudas, masines o belenfranceses recién salidos del horno.
Alguna vez me dijo Blanca Arancibia: “lo útil es enemigo de lo bello”, quizás esta dicotomía sea el espíritu de la Feria: todo y para todos, pero siempre con glamour, como diría Moria.
Mis pasos fueron llegando al final, la lluvia esperaba en una Buenos Aires hermosamente infernal, tomé aliento levanté el cuello de mi gabán y sin mirar atrás me fui, como quien se desangra.

16 comentarios:

Escribir, coleccionar, vivir dijo...

Cecilia

A través de tus palabras he visto esa feria que todavía espera mi visita. Hacer una buena crónica es reproducir lo que captaron de un momento todos los sentidos en palabras y lo has logrado con emoción e inteligencia.

Dudas: ¿por qué mujer formal?, ¿por lo del gabán? Todavía intento huir de los dos términos.

La foto: la imagen con Cortázar es genial. Parece que hubieras encontrado otro amor en tu vida, algo más conocido que el tuyo, ja. Yo también en Buenos Aires, el año pasado, me saqué una foto con Julio en el Ateneo de la calle Florida, era tal el amor del gran escritor hacia mí que la gigantografía se me vino encima para desesperación de los empleados del local.

La cara de susto: Schillagi, que siempre parece un bálsamo, si se observa detenidamente su foto, está tenso, pueden notarse sus ojos de asombro: ¡es que 250 personas no es moco de pavo!

Finalmente, tu propuesta de descenso al Averno ha tenido mucho más de ascenso, fresco ascenso, celestial.

¿Huelen? Es la lluvia que caía como música de fondo. ¿Escuchan? Es el trajinar de los libreros desarmando sus stand hasta el próximo año.

Fernando G. Toledo dijo...

Si de infiernos hablamos, la poesía ardía en llamas en esta feria. Cenizas de ella estaban arrojadas en un oscuro rincón de la misma, al que había que llegar sorteando stands mucho más onerosos y también el miedo a entrar a esa carpa de mala muerte a la que estaba recluida. La Zona de Poesía esta vez parecía la «Zona 0» de Nueva York, donde antaño se alzaban las Torres Gemelas. Pocos libros, pocos visitantes, pocas ofertas.
Otro infierno resultaron los precios: quien tuvo oportunidad de pasear antes por calle Corrientes, por ejemplo, acaso descubrió con pavor que en la Feria algunos libros estaban más caros. Yo por mi parte, quien anduve por otras orillas, recibí un consejo sabio de parte del mismísimo librero que me mostró un libro que pedí: «No lo llevés. Tiene menos de 200 páginas y sale 75 páginas. No se puede creer la locura que están cobrando».
En fin, seguiremos recordando aspectos de la feria infernal del libro.

Escribir, coleccionar, vivir dijo...

En el infierno de Toledo hasta las denominaciones monetarias cambian: ¡hay que pagar libros con páginas! Fuera de broma, pregunto a ustedes que saben más y vieron: ¿por qué la poesía -en singular, como género: Schillagi no se asuste- desde siempre ha tenido y mantenido ese lugar marginal en la literatura? (obviamente hay excepciones, pero hablemos de lo que regularmente sucede) ¿Será que es terreno para iniciados? Tengo la sensación de que para leer y, mucho más, para escribir poesía hay que ser inducido por otros, hace falta, por lo menos, un puntapié inicial. Pocos lectores regulares se acercan de motu proprio a, por ejemplo, la poesía contemporánea argentina sin tener al menos una recomendación o asesoramiento.

Cecilia Restiffo dijo...

Fernando: tu comentario es apropiado y quizás viene a completar algunos datos que por espacio no incluí en mi relato infernal.A esta apreciación sumo: en TODOS los stands provinciales había libros, no sólo de poesía, de EDITORIALES INDEPENDIENTES, y esto para que a todos quede claro no es una queja que apunta a que LIBROS DE PIEDRA INFINTITA no estuvo; sino más bien a la cortísima visión que del asunto tienen nuestras autoridades. Qué mejor propaganda sería haber visto que en Mendoza existen varios emprendimientos a pulmón que reman para que este desierto deje de escuchar sólo la voz del viento; cito un ejemplo que a mi corto entender es importante: hubiera sido muy interesante ver por ejemplo la novela LA COFRADÍA DE LOS SUICIDAS de Silvio Mashad, engalanando (término patrio si lo hay) los escaparates de nuestro stand, por su valor literario y genérico, ya que publicar una novela en Mendoza es TODO un acontecimiento! ¿O no?

Cecilia Restiffo dijo...

Paula: gracias por tus palabras que alientan a esta oscura (y otra)escriba.

Aspectos para aclarar:

*¿Por qué mujer formal? porque siempre me parece que estoy fuera de tiempo, como esta crónica que salió casi diez días después, será que ordenar mis ideas me lleva a un “dilei” del que es muy difícil zafarse.

*El gabán es más una figura poética que un abrigo real, es una palabra que me recuerda a la infancia a un abuelo que sabiamente me supo enseñar costumbres de otro tiempo que vuelven a mi memoria y a veces son fuente de inspiración para la escritura.

*La cara de susto: aunque quizás lo parezca puedo afirmar por mi conocimiento y experiencia que el escritor en cuestión no estaba nervioso, lo que ocurría era que trataba de enfocar y visualizar a alguien dentro del público ya que las luces eran tan directas que no le permitían ver nada. Hesse escribe que cuando lo invitaban a dar una conferencia buscaba siempre, dentro de los asistentes, algún rostro amable de aquellos que asienten a nuestros decires para darse confianza y que de alguna manera terminaba hablando para ése que acordaba con él; tal vez Hernán quería encontrar en aquella concurrida asistencia los ojos amigos que siempre cobijan nuestras palabras.

*Con respecto a la periferia poética creo, y esto es sólo una VISIÓN, que dentro de la Feria la poesía ocupaba un lugar, y esto es ya decir algo, no la vi marginada, tuve la sensación de que era como la ropa en una gran tienda, digamos por caso Bloomingdale’s: todo lo top estará puesto en centro, en las piletas con más cartelería y manequins; luego uno busca lo que sabe que nunca falla, ese color que “te sienta”, esa marca que es fiel como ninguna; ese diseño que nos hace sentir Jennifer López saliendo con Richard Gere… tal vez suene demasiado burdo el ejemplo pero creo que la palabra poética tiene su escaparate muy bien diseñado, en espera del lector atento que descubra la suavidad y el garbo de un modelo que bien cortado, sugiere y seduce hasta al más despistado porque no siempre el último grito de la moda es lo que mejor te queda. Me parece que esa es la esencia del género: estar siempre; vi mucha poesía de todos los colores, tipos y tamaños; y en esos espacios también vi a muchos lectores en una búsqueda que aunque no es fácil hoy por hoy tiene más oferta que hace algunos años.

Escribir, coleccionar, vivir dijo...

Cecilia, veo que tu visión es más optimista que la de Fernando. De todos modos, los dos, como observadores de primera mano coinciden en algo: el lugar marginal que ocupa la poesía (haya crecido o siga siendo la misma fragua del infierno). Obviamente que es inútil competir con el último libro de Bucay o el horóscopo chino de Ludovica: siempre serán best-seller. Pero, revolviendo el avispero, hablando más y más de poesía, acá, en los medios, en las aulas, quizás podamos lograr que los espacios sean mayores o, al menos, calentarnos en el infierno y no achicharrarnos.
Tenemos una tarea aquí. Creo en esta revista y en ustedes (está frase es sentida, no es que me haya dado un ataque de Cristina).

PD: la imagen de Richard y Jennifer me ratonea, ¿Bailamos? A pesar de mis prejuicios previos, fue una gran película.

Hernán Schillagi dijo...

Cecilia: mi visión de el espacio para la poesía se acerca más a lo que opinó Fernando. ¿Es muy ingenuo de mi parte preguntar por qué no hay una "Zona de cuentos" o una "Zona de novelas"? No por nada comencé mis palabras con "La poesía trae en su adn la marginalidad".

Agrego que el stand era todo blanco y en un rincón, como en penitencia. El cartel estaba hecho en computadora impreso en una A4. Nada de un plotter o gigantografía. Los libros estaban "ordenados" por editorial, pero no siempre. No había variedad, y sólo había uno o dos ejemplares de cada obra. Los precios, ya se dijo, muy caros. No había un rincón de ofertas ni promociones ¿No es el espíritu de cualquier feria? Enfrentado, había una parte para las revistas especializadas. Busqué "La guacha" y no estaba (esa manía de buscar lo que falta!) Sí encontré revistas de todo el país (había unas del sur que me encantaron) y eso estuvo interesante. Debo decor que salí bastante decepcionado de ese "codo" gastado de la mayor feria latinoamericana.

Pero comparto con vos el entusiasmo. Decir presente ya es un logro, aunque sería interesante que a los stands de editoriales de poesía como "Del dock" o "Gog & Magog" les liberaran el pago del alquiler. Esta vez sólo estuvo "Bajo la luna". Y es muy poco.

Por otro lado quiero rescatar el homenaje que armó Alejandro Frías y Ramiro Lorenzo para el gran poeta Fernando Lorenzo. Tenía guión, había un buen manejo de las luces, la poesía estaba bien ensablada con las canciones. ¡Y Frías leyó de pie! Sobre esto ya me he expresado antes, pero verlo ejecutado en otro me dio emoción. Agrego , además(ya que me lo contó con énfasis Alejandra Adi), Juan López, que leyó en la misma mesa con Diana Bellesi, pidió pararse cuando le tocó su turno. Hubiera pagado por estar allí.

Fernando G. Toledo dijo...

Hernán: excelentes dos rescates que has arrojado, como cuerdas salvadoras, en tu pequeño comentario. Dejé para esta intervención aludir al bello stand sembrado de los libros de Bajo la Luna y algunos más (¿Abeja Reina), que descubrimos cuando los relojes nos daban las diez y los bolsillos no tenían ni cinco. Sólo la pizza de Güerrín iba, más tarde, a aliviar esas penas.
Sin embargo recalco que no es sólo que el sector dedicado a la poesía era horrible, sino que era peor que otros que he visto y que ya tenían ese carácter marginal que no me molesta se le dé a la poesía. Diferente es que se la maltrate con desorden, mala iluminación y, sobre todo, precios inconvenientes.
El otro rescate que rescato es el del homenaje a Lorenzo, que en su momento elogié en este texto:

http://www.diariouno.com.ar/edimpresa/nota.php?id=212683

Has terminado de entusiasmarme con la lectura «de pie».

sergio dijo...

¿”Esta profesora devenida cronista”? ¡Qué modestia, querida! Sabe, cuando leí su texto, pensé inmediatamente en el título de portada de la última Ñ: “Cronista con armas de escritor” (se refiere a Arlt. Puede, sin embargo, aplicársele también a ud). Porque, narra ud con una soltura envidiable, sobre todo para los que como yo no podemos contar ni un mísero chiste. Porque, no sólo narra sino que además opina (y sí, amiga, la crónica es muuuuy subjetiva). Porque no sólo narra y opina…¡también describe! Y lo hace tan puntillosamente, como la niña aplicada que aún es. Confieso que me apabullaron su conocimientos de la moda. A propósito ¿qué es un perramos? ¿qué diferencia hay entre el amarillo y el ocre?

Si en algún momento se hastía de corregir evaluaciones, diseñar tests de lectura, preparar actos, etc, etc (bah, de las actividades que realizan los docentes y por las que no cobran) tiene ud el pan asegurado: cronista de sociales. Eso sí: súper glamorosos.

Escribir, coleccionar, vivir dijo...

Un perramus es un piloto de lluvia (en realidad una metonimia, así se llamaba la fábrica). El ocre es oscurito, amarillo hoja sucia, el color de "sus abriles" querido.

Sobre la lectura en "voz alta", me entregaron, como docente que soy, unas "sugerencias bien normativas" de las que rescato algunos fragmentos:

"La puntuación es la escritura de los silencios. La interpretación de éstos es un factor fundamental para la construcción de sentido" (Gerardo Ciarianni, Rumbo a la lectura).

"Una lectura en voz alta bien trabajada ocurre cuando quien la realiza escucha a quien escribe, ve lo que cuenta y se oye a sí mismo a medida que hace suya la historia que está descubriendo". (Eduardo Sacheri)

Me encantaron las frases, las comparto con ustedes, compañeros de letras y de aulas. Incluso con el Fernando que durante años fue docente.

Cecilia Restiffo dijo...

Amigo Sergio, como se nota que me quiere, tener la osadìa de compararme con el maestro ARLT es casi un sacrilegio. Para màs datos el perramus o perramo no es sòlo un piloto; tiene la particularidad (que se reflejaba en el precio) de estar diseñado con un gènero cuyo entramado tiene tela y algo parecido al plàstico de los pilotos comunes y baratos, esta propiedad hace del perramo un elemento no sòlo para cubrirse de las lluvias sino que le otorga un toque de elegancia y distinciòn al usuario aùn estando completamente empapado, se destaca por poseer cortes ligados a la satrerìa masculina y femenina lo cual sienta muy bien.
El ocre es el amarillo mezclado con el verde seco, podrìa emparentàrselo con el llamado mostaza.
Cuando venga a casa le presto el perramo y salimos a chapotear!

Cecilia Restiffo dijo...

Paula:Gracias por tus aportes en lo referente a la lectura en voz alta, es siempre un desafío leer en público y más cuando es poesía,se debe uno cuidar de no caer en la declamación.

Ani Dietrich dijo...

Cecilia: también estuve en la feria y pude revivirla desde tu evocación. Ni Dante hubiera logrado tanta imagen vivida. Disfruté la canción, leí los comentarios y me quedó como flotando algo... ¿Hacia dónde te dispara la lectura? ¿Habrá límites en el dejarse llevar hacia "otros lados"? La polifonía de la palabra... todavía resuenan en mi cabeza toda esa parafernalia de gente que quería vaya a saber qué y yo que quería beberme con los ojos todo lo que mi mente no podía abarcar. Son lindas las Ferias, lindas para llegar y también para irse, a la calle Corrientes, comprarte por ahí un libro elegido en la tranquilidad de la soledad y sentarte a hojearlo-devorarlo en ignoto café, lejos del mundanal ruido. Gracias por la invitación, gracias por el desafío. Valió la pena.

Escribir, coleccionar, vivir dijo...

Sigo citando sobre la lectura en voz alta:

Ventajas y desventajas La ceremonia de escuchar priva al oyente de parte de la libertad inherente al acto de leer -elegir el tono, subrayar un punto, volver a un pasaje preferido-, pero también proporciona al versátil texto una identidad respetable, un sentido de unidad en el tiempo y una existencia en el espacio que pocas veces posee en las manos caprichosas de un lector solitario. (Alberto Manguel, Una historia de la lectura).

Cecilia Restiffo dijo...

Ana: gracias por pasar, y sí la lectura es una fuerza maravillosa que puede provocar diversas e inesperadas relaciones. A mí me pasó lo mismo en cuanto a la Feria, me maravilló, me asombró, me abrumó tanto que luego en una descansada librería recién pude reencontrarme con la lectura amena.
Reitero las gracias y espero que te conviertas en otro miembro de esta propuesta, necesitamos de todas las voces que quieran poblar este desierto.

Fragaria Vesca dijo...

Qué tarde vengo a comentar! Pero Cecilia sabe que lo bello es tan útil como atemporal. ;) Desearía haber podido estar allí. Hernán merece ése y todos los reconocimientos. Un gran abrazo.