domingo, 7 de febrero de 2021

Las resonancias más sutiles




Andréi Rubliov de Diego Roel (Ediciones Rialp, 2020)

por Diego L. García

El Rubliov de Diego Roel, ganador del Premio Alegría convocado por el Ayuntamiento de Santander en 2020, es un eslabón que debe leerse en la cadena de un proyecto poético, asentado ya en varios libros. Hace unos años, escribí sobre Las intemperies del mar, otro de los libros del autor: «Dentro de un sistema religioso, las cosas a las que refiere Roel no dejan de ser trascendentales. Recuperemos esta palabra: relativo a lo que está más allá de los límites naturales, en su raíz está scendere, trepar / escalar; entonces ese límite nos habla de jerarquías verticales, de escalas en las que, por ejemplo, algo asciende de cosa a palabra y luego a mar». El trascendentalismo de Andréi Rubliov radica en los colores y las melodías. Pero también en las sombras, en el roce, en las resonancias más sutiles. 

Las preguntas y los acertijos aparecen como formas de entrar en el misterio. Esa es la zona donde el poeta edifica su voz. El misterio, mucho más allá de los dogmas, es aquello que encerrado en un sistema puede autoalimentarse y perdurar. El único puente entre el interior y nosotros es el lenguaje que transita con fluidez mas no así el sentido: el o los sentidos no salen, no se trafican en la gratuidad de lo humano (ese resto). Es el sujeto quien debe descender y pactar un regreso al decir: «Mi arte es mudo pero sabe hablar», leemos al cierre de uno de los poemas.

Ascensos y descensos
La película homónima de Andréi Tarkovski (1966) es materia central para el libro. Los siete episodios en que se divide son abordados desde el poema: El bufón, Teófanes el griego, La campana, La fiesta, La invasión, El juicio final, y acaso La pasión sin ese título, pero diseminado en cada una de las páginas, junto con otros textos que recomponen escenas del film, como El globo

Sin embargo, no siguen la misma secuencia de Tarkovski, sino que actúan de manera circular. Esa es la figura que ilustraría con justeza la estructura del poemario. No suenan aquí las campanas de la Historia, sino las reverberaciones de un espíritu creador. 

El arte no es una línea recta. Aparecen ante nosotros distintas tomas de una misma escena, modos en que el poema se fuga de la forma acabada y entra en una zona de prueba. Estos poemas entran en el estudio del detalle, y eso es un potente acto de la fe. Una fe en la demora, una fe en la condición de isla de la belleza.

«Volando va desnuda 
una sola palabra en el paisaje. 
Dormida va. 

¿La ves?»

Es este un fragmento de El globo (Otoño de 1400), el primer poema. El ascenso continuará por varios textos hasta su repetición. Hasta que el imperativo abre los brazos se transforme en abre los ojos

Roel alcanza la sencillez de una escritura pulida en extremo y me pregunto por sus tensiones con el realismo: ¿es el lenguaje simple exclusividad de una realidad simple? Posiblemente ahí está la ruptura que la poesía de Diego Roel viene planteando. 


Diego Roel (foto: Diario de Río Negro)




Tres poemas de 
Andréi Rubliov
de Diego Roel

El cegamiento
(Verano de 1407)

EN esta habitación dibujo lo que no puede dibujar
la mano de un hombre.

Vengo del valle de la sombra de la muerte.

Mi arte es mudo pero sabe hablar.



La caza
(Verano de 1403)

¿DÓNDE te escondiste?

¿Debajo del sonido del metal?
¿En la oscuridad de la noche?
¿En el alarido de los moribundos?

Tu sombra es más veloz
que la yegua azabache de los tártaros.

¿Dónde te escondiste?

Me dejaste con gemido.



Invitación al Kremlin
(Invierno de 1405)

EL ícono de la Virgen de Vladimir
me miró a los ojos y me dijo:

«Búscame en el muro donde la tarde extiende su plumaje.

Estoy detrás de los estandartes de cola de caballo,
debajo de las hojas y los frutos.

Búscame en el aire, en las cenizas.

Estoy arriba del puente de todos los ríos,
encima de la huella de los lobos.

Búscame en el arco donde la sangre se desata.

Estoy bajo el ala de la noche».

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