Fotografía: Griselda García. |
La editorial Del Dock, en la colección El Pez Náufrago, publica entre sus títulos de este año Plano secuencia. Antología poética 1998-2018, una selección de textos del poeta, periodista y narrador Fernando G. Toledo (uno de los directores de esta revista).
El volumen se suma a esta colección, acaso una de las más prestigiosas de la Argentina, e incluye 50 poemas que no sólo repasan los cinco poemarios publicados por Toledo, sino que le suma ocho textos inéditos.
Los poemas de Plano secuencia, cuyo título alude a la técnica cinematográfica de mostrar diversas acciones en un solo plano (un procedimiento análogo al de esta antología), está precedido por un prólogo de Santiago Sylvester que reproducimos a continuación, acompañado por dos de los poemas incluidos sólo en este libro.
Toledo, el expulsado
Por Santiago Sylvester
Siempre resulta intrigante el propósito de Platón de expulsar a los poetas del Estado. Tan luego él, uno de los más fecundos creadores de mitos y alegorías. Sin embargo es así, aunque no queden demasiado claras las razones a pesar de que se ha tomado el trabajo de explicarlas.
Pareciera que su desconfianza es porque los poetas no son razonables (y es cierto, no lo son: al menos no del todo), o por la propensión que tienen a mentir («el poeta es un fingidor»: ¡salud, maestro!), o quizás, como también está dicho, quiere aplicar esa «áspera medicina» a quienes pueden producir lo que no pueden explicar (y esto también es rabiosamente cierto).
Montaigne, el mismísimo Montaigne, juega una carta a favor de los poetas cuando dice que Platón era un «poeta deshilvanado»; de modo que mucho antes de que irrumpiera Freud ya se enunció una razón bastante freudiana: se trataría de alguien de la tribu que, mutatis mutandi, opinaba que las uvas están verdes.
Puede ser, todo puede ser, pero pasados los más de veinte siglos desde entonces, y viendo que Platón y sus ideas siguen siendo incansables, lo que me parece claro es que, diga lo que diga, a Platón hay que escucharlo. Por eso yo he adoptado un juego privado, de lector tan maniático como cualquiera, que consiste en preguntarme cuando estoy ante un poeta (o más seriamente ante su obra): «¿Platón lo expulsaría?». Si la respuesta es «sí», todo está bien y la lectura continúa estimulada y feliz; pero si la respuesta es «no», es posible que termine expulsándolo yo: de ninguna República, por supuesto, sino de mi ámbito más íntimo, secreto, que es el de mi interés como lector. Y en esto puedo ser, como todos, más implacable que Platón, con el terrible poder de cerrar un libro y no abrirlo más. Sé de sobra que «con la vara que midas serás medido», así que debo esperar reciprocidades, pero el juicio implacable es tan inevitable que no vale la pena cambiar de costumbres por eso.
Ahora me ha tocado leer Plano secuencia, selección que Fernando G. Toledo nos acerca de sus propios poemas, y lógicamente no he hecho ninguna excepción: me hice esa pregunta abstracta sobre el posible destierro de Toledo, y la respuesta ha llegado cargada de razones. Leo, por ejemplo:
«Una muerte para cada cadáver
Una correspondencia para cada sueño
Tus relojes están llenos»
«Un cuerpo se desnuda y rescata su forma»
«Levantas el papel que nadie ha escrito
y una esquirla de presente te alcanza»
«La suerte presenta la renuncia»
«Es lo que tengo Lo demás se ha ido»
«Este poema va a ser corregido
por el siguiente»
Cito fragmentos porque no es posible copiar ahora poemas enteros; y lo que queda evidente es que en ellos se ocultan motivos fuertes. El repaso de esta obra muestra un destino en ejecución, alguien que calibra ideas, palabras, propenso al endecasílabo y también a que se note poco, que se instala en la incertidumbre, y que camina con los dos pies de la cultura: conocimiento del pasado (he encontrado varios saludos, unos evidentes y otros secretos), y construcción de lo que está viniendo, que es la parte del futuro que nos toca y que Toledo transforma en innovación. Estoy diciendo, para seguir con la alegoría, que Platón lo desterraría.
Sería expulsado por buenas razones, y estaría en buena compañía: no hay que olvidar que a Toledo lo acompañarían Homero, Hesíodo, Píndaro, Ovidio y Eurípides. Nada mal para una temporada fuera de casa.
Mayo de 2018
Dos poemas de
Plano secuencia
Antología poética 1998-2018
Foto desconocida
En esa foto, otro instante embalsamado
Que casi consigue escapar de la eternidad.
No pudo hacerlo. Dejó todo allí, con esas herramientas
Prestadas por la realidad para su propio plagio,
Y convirtió la escena matutina de un colegio
En un campo de batalla con cuerpos cercenados:
Falta un brazo allí, aquel no tiene cabeza,
Muchas piernas se perdieron en el disparo
De la cámara y toda una dimensión cayó
Sin dejar siquiera un rastro de sangre.
Hurguemos en los restos: las caras
Que descubren la lente llaman primero la atención
Aunque no son las que importan. Sin embargo
Allá, ubicado en un ángulo fingido
Por las leyes del formato, un hombre mira hacia abajo
(Siempre hay que andar con cuidado) y presta
Lo opaco de su cuerpo para quedarse allí,
A la vez en el pasado y el presente,
Abriendo, frente a mí, un agujero negro
Que absorbe la materia del olvido y me arrastra
Hacia aquel punto escondido en el cráneo,
Justo detrás de otro recuerdo, fijos sus rasgos,
Nítidos por prepotencia de juventud, provoca
Que yo estire los dedos, los pase por su silueta,
Y compruebe que, sí, ese es mi padre,
Y no aquel cuyo rostro
Quedó cerrado hace años ya a la luz.
* * *
Destino fijo
Porque hay una línea en sal trazada
Que se vislumbra aun a lo lejos,
Vamos a caminar. Lento,
Los pasos se oyen, el eco
Rebota contra las piedras;
Rápido, un relámpago que muy tarde
Se replica en un crujido ronco.
Lento, el sol da de frente
Pero algo vemos al fin; rápido
Es oscuro y a ciegas, como un pérfido juego.
Vamos a caminar: lento,
Un sabor que nos pasa por la lengua;
Rápido, todo
El veneno junto.
Vamos a caminar: sopla en contra
Un arduo viento y nos llaman,
El sendero es pedregoso.
Pero estamos
Cada vez más cerca.
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