Una mirada
sobre algunos libros mendocinos de 2018
Por Hernán Schillagi
La edición de libros en una provincia como Mendoza, responde
más a un secreto deseo que a una publicación programada y continua. Sin
embargo, los que somos lectores de poesía -y tenemos una especie de mandato
feliz por conocer y hacer difundir estos poemarios- buscamos entre
presentaciones, festivales y ferias, los ejemplares de poetas que han decidido convertir
en papel las palabras que los justifican. Así, nos sentamos y pusimos sobre la
mesa los libros que nos fuimos encontrando en este 2018. El arco va desde la
edición autogestiva hasta la publicación en editoriales dentro y fuera de la
provincia. La muestra no quiere (ni puede) ser exhaustiva, sino que pretende
ser una excusa para convertirnos en cómplices de estos libros y continuar la
búsqueda de los que faltan en esta lista.
El poeta, corrector y reconocido tallerista, Fabián
Almonacid debuta como editor artesanal con un poemario de tapas de cartón,
hermosa encuadernación japonesa e ilustraciones de Lidia Leventeris en los
interiores. De entrada, el autor propone un modo de lectura lúdico, ya que en
medio de los poemas que hablan de la soledad, del oficio de escribir, de la
inminencia de la muerte y de las obsesiones cotidianas; aparecen los
«entrepoemas», es decir, pequeños recortes en forma de «stickers» que irrumpen
en plan epigramático: «Los viajeros no mienten / sólo lo hacen los
establecidos, / los que hace viajes cortos / y deben ver a las mismas personas,
/ y a sí mismos / todos los días…». El resultado:
un viaje no lineal e intenso por el paisaje de un hombre.
-Lo negro de la nieve
& otros poemas así, de Rubén Valle. Ediciones Literarte, Buenos Aires,
2018, 20 págs.
La obra poética de Rubén Valle se inició a mediados de los
’90 con una voz que, rápidamente, se hizo notable al estar atravesada por el
pop, las referencias literarias de culto, la ironía y la contundencia cabal de
cada verso. Más de dos décadas después -y con un grupo de excelentes libros
sobre su espalda-, el autor obtuvo merecidamente el «Primer Premio del Concurso
Internacional de Poesía Ediciones Literarte 2017». Una serie breve y
miscelánica donde la madurez en el decir se enfrenta con lo indomable del lenguaje:
«Confórmense con que logremos / hacer pie en el abecedario / Acertarle con la
lengua a un verso bien parecido / Poner en foco lo intuido en la niebla…».
Valle, con conocimiento de causa, logra lo que promete en el título: una
precisión inusitada, brillante.
Hacía un tiempo que Usach venía pidiendo pista para que su
voz fuera escuchada. Dos libros publicados (Versos
para beber hasta y Muecas de una voz
pájara), además de una activa participación en festivales nacionales y
latinoamericanos, hicieron que no fuera una sorpresa cuando este año recibió el
«Primer Premio Literario Vendimia de Poesía» por un libro que reúne un grupo de
poemas tan esmerado como potente. Los textos de magnética siguen el legado de
una lengua femenina, lunfarda y sublevada; como también proponen una sintaxis dislocada,
que se rompe para emitir una música propia, resultado de un trabajo arduo con
la palabra que, así y todo, nos suena familiar: «vuelvo a pasar por el baúl voy
/ de reverso me achico hasta ser / la guacha insurrecta o la mínima /
recapituladora de inocencia / busco la otra lengua en lo oscuro…».
Si editar en la provincia es una especie de milagro, es para
celebrar que Cáceres (periodista cultural, poeta y narrador reconocido) vuelva
con una reedición del recordado poemario de 1999 dedicado a las Madres de Plaza
de Mayo, donde su voz busca la carnadura de la justicia y de la memoria. De
este modo, las palabras son preguntas que, de otro modo, nadie más se atrevería
a responder: «Soy un pozo / donde la piedra / no halla el agua. / Me desfondó el desvelo de las madres / en
tantas madrugadas / en tantas noches trizadas por la espera…». Un regalo para
el final: una generosa carta del recientemente desaparecido Osvaldo Bayer dirigida al autor. El ritual de la memoria y de la lectura se ofrecen una vez más.
Esta poeta, nacida en Catamarca, reside en Mendoza desde hace varios años y su actividad poética se ha
hecho notar con las performances del colectivo «Write like a girl», además de
su participación en el «Taller de los Jueves». Luego de la plaqueta Registros (2017), Urquiza levanta ferviente la mano con este primer poemario atravesado
por textos tan breves como intensos. Su palabra poética se despliega en cinco
capítulos donde se evidencia la búsqueda y el recorrido para construir un tono,
una expresión propia. La autora se desdobla sutil, se interroga ferozmente e
intenta que los lectores compartamos su impiedad, aunque también su entrega:
«Seguiré prefiriendo el libro aquel / que releo y releo, / seguiré buscando
entre las excusas / la que mejor me cuadre, / el café no muy fuerte, / el té
con canela, / el desorden…».
Si en su libro anterior, Fotogramas
(2015), Villalba nos proponía un centenar de poemas cortos como lúcidos
fragmentos de una película imposible; en este Aguas vivas, el autor abre la mano para desplegar (y desplegarse)
con una vitalidad e irreverencia que sorprenden y emocionan. Humor, ironía,
referencias políticas, musicales y literarias van apareciendo con toques de
belleza y reflexión. Un poeta de casi 80 años que lleva más de media vida entre
preguntas impertinentes en forma de versos: «¿Quién es Milagro Sala? / ¿Alguien
que encuentra su yo en el nosotros?...». Al mismo tiempo, su contundencia
poética adquiere peso propio para nombrar y definirse: «Luis Alfredo, más que
un nombre, / es una clave a descifrar. // Este hombre habla y escribe, pero sin
gramática, / porque no tiene dioses. / Este hombre luce un cuerpo traslúcido, /
desde que todo lo sólido se desvaneció en el aire…».
-Plano secuencia.
Antología poética (1998-2018), de Fernando G. Toledo. Ediciones Del Dock,
CABA, 2018, 112 págs.
Otra edición para festejar es esta antología de Toledo que recorre de un modo tan cinematográfico como literario los veinte años de su
poesía. Aquí, la selección es variada y contundente; no obstante, este «barrido»
visual privilegia una línea que -al decir del poeta Santiago Sylvester en el prólogo- sigue
la «poesía de pensamiento». Cinco poemarios, entonces, sustentan el esfuerzo
del autor por hallar una forma precisa en cada poema, además de su abordaje a
temas incómodos como el ateísmo, el silencio y la escritura, lo cotidiano y la
conciencia de un fin: «Me pregunto si hubiera dicho algo / Diferente al saber
que tres días más tarde / Ibas a respirar / Por última vez sin decir adiós / En
aquel hospital. Decir adiós / Es lo que no se elige decir…». Un grupo de textos
inéditos cierra el libro como una auspiciosa y meditada propuesta para el
futuro.
A tan solo un año de su emotivo En las fotos todavía corre el viento, Benacot sorprende con este
poemario donde, ya en el título, aparece la propuesta de un personaje lírico que
fusiona en su nombre la ansiedad con la palabra. Al abrir el libro, nos
encontramos página a página con la alternancia formal de la prosa con el verso.
De este modo, la autora va a permitirse describir, narrar y hasta reflexionar
en el relato, con destellos tan mordaces como poéticos: «La esperatriz vive en
un castillo mental, esos son sus dominios. Demasiados inviernos le forjaron una
piel de mithril para correr por los jardines sin temor al granizo. Más de una
vez la abandonaron a su mala suerte…»; aunque también dará estiletazos certeros
de belleza y musicalidad en cada corte de verso en los poemas: «Le han crecido
/ raíces en la espalda / finos tentáculos que se alimentan / con la aspereza
líquida / del pasado…».
-Extra: también
nos quedamos con ganas de tener en las manos, leerlos y comentarlos aquí, a
libros como El Puerto (Editorial
Equinoxio), de Lía Truglio Farina; Fiebre
para saciar (Fundíbulo Ediciones), de María
de las Mercedes Gobbi; Más destierros
en la Zona de Tormentas y Restos del Naufragio (Editorial de Autores), de
Carlos Levy; Apenidad, de Antonio Gómez; Pestañee humanidad, de Janet Grossi, entre muchos otros.
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