En las fotos
todavía corre el viento, Débora Benacot. Fundíbulo Ediciones, 2017, 114
págs.
Por Hernán Schillagi
En qué se parecen las
fotografías a los poemas. Mejor dicho, cuánto de las palabras, los movimientos,
los gestos nerviosos y las sensaciones ocultas quedan apresados en el breve
cuadro de una foto antes de que una cámara dispare su click luminoso. La poeta
Débora Benacot (Mendoza, 1976) busca en su nuevo libro En las fotos todavía corre el viento capturar la fugacidad de los
momentos -en formato verso- al modo de lo que sugiere Susan Sontag: «Todas las
fotografías atestiguan la despiadada disolución del tiempo…».
Ya desde su título, la
obra propone que las imágenes de una foto poseen un elemento extra (o extraordinario),
un efecto al estilo cortazariano de «Las babas del diablo», donde los ojos
pueden sorprenderse con un recuerdo no visto que se corre, o descoloca todo de
su lugar fijo. Por eso, el libro en el
diseño simula ser una polaroid recién impresa, con su margen blanco y un cuadro
negro detrás, que sostenemos con las manos y, cómo no, también con la mirada: «Todo
estalla en la cara / todo está ya /
detenido para siempre // y sin embargo / la sangre seguirá corriendo en esa
foto…». Como en sus libros anteriores, Ácaros
al sol y Pirsin, Benacot
construye series poéticas, es decir, tiradas temáticas que agrupan significados
o campos de exploración: «Panorámicas», «Retratos», «Analógicas», «Instantáneas»,
«Tira de prueba» y «Cámara oscura». Por lo tanto, las modulaciones de la luz
que cada poema emite, reflejan recuerdos de la infancia, juegos de palabras, referencias
a la cultura pop y la poesía, humor y mucha ironía; como cuando actualiza socarronamente
el antiguo refrán: «Selfies vemos, /
corazones no sabemos». La autora despliega así un álbum intenso y miscelánico
ante el lector, donde los amigos, familiares, algunos poetas y actores famosos (Ted
Hughes, Sylvia Plath, Marilyn Monroe y Michael Fox) son flashes manifiestos de
una oscuridad compartida.
Entonces, más allá de la
moda actual de las autofotos, en toda fotografía que se precie, siempre ha
habido una ausencia; alguien que sacrifica su retratada inmortalidad para ser
el que está «del otro lado», el que decide los límites de la realidad que esa
imagen va a congelar. En este caso, Benacot realiza en varios poemas un intento
de vínculo trascendental (quizá ese viento que corre) entre las fotos y su
padre, un fotógrafo tan aficionado como certero: «Tu padre ha muerto / no es un
ángel que te cuida / desde el cielo / es un nombre / en una placa de aluminio
/cuerpo quieto en una caja / desintegrándose en el parque…». Si la poesía, por tanto,
es recuerdo, aquí la pregunta sobre la semejanza con la fotografía hallaría su
anclaje, su justificación punzante, ya que el poema sobre el padre continúa con
esta especie de respuesta: «es una foto / en la que sonríe / como si nada
doliera…».
En una época donde los
soportes tecnológicos y las redes sociales han permitido una abundancia casi
obscena de las fotografías, tomar un puñado de textos que hablen de una pérdida
inmensa, enfocar el dolor para revelar en el laboratorio de la metáfora imágenes
inolvidables y proyectar, finalmente, el retrato panorámico de una despedida;
resulta ser un verdadero acto de amor, de esos que quedan grabados a fuego en
la memoria fotográfica de los días y las noches.
***
Seis poemas de En las fotos todavía corre el viento
Un copo
que no es igual
a ningún otro.
Esa estampa inmarcesible
regocijo de criatura
en el asombro
ver así de cerca
lo blanco
para siempre.
Una foto
única
donde todavía
cae la nieve.
*
Cuando tu primogénita
llora en la vereda
y mira hacia el suelo
con su jardinera roja,
polera amarilla
vos das un paso atrás
tomás distancia
paren el mundo
lágrimas y rulos
y ejecutás el disparo.
No es sádico, sino más
bien
un gesto hasta poético.
Debo haber heredado eso de
vos,
además del humor
y los juegos de palabras.
¿Me ves llorar
ahora menos
rulos más alta
sin nadie que se apiade
que venga a eternizar con
luz
este otro desconsuelo?
*
Éramos tan jóvenes
En esa foto -como en
otras- sonreímos.
La piel tirante,
el pelo del color
que amábamos en esa
temporada.
Las ganas de pasar
el rato en el rito de los
libros
la lengua larga para
hablar
de todos y de todo
lo que hacía girar nuestro
universo
mate, metas, mitos, vino
y siempre en el final
bailar como entusiastas
en el claro de los
sillones
que era la pista mejor
para los pasos
que improvisábamos
con el descaro
de sabernos
eternamente impunes
tan bien acompañados.
*
Michael Fox no tiembla
en ese álbum del pasado
adolescente
pero a la nostálgica que
permanece en vos
ahora le preocupan un poco
más
los que desaparecen de las
fotos
del futuro.
*
Blow up
Las manos en el líquido
amniótico
que revela la imagen
que flota de apoco
que viene del fondo a
boquear
en la superficie.
El olor del líquido y la
sangre
subiendo
empapando la gasa
al costado de la sien.
Tu muerte
el final enmarcado
en esa cama de terapia
intensiva.
Me alejo
con horror
de la instantánea
que aparece
ante los ojos
Me alejo, pero no
retrocedo
quedo adherida a la escena
los olores
las manos que duelen
-olvidé los guantes,
no tomé con pinzas-
el piso pegoteado con las
babas
del diablo.
Todo estalla en la cara
todo está ya
detenido para siempre
y sin embargo
la sangre seguirá
corriendo
en esa foto
como el viento
o el tiempo en estas venas
al costado de los días
desahuciados.
*
Pictures of
you
Una canción vieja
para llorar
este dolor nuevo.
La grabás una vez detrás
de otra
del mismo lado del cassette
y empezás a torturarte de
modo persistente
porque los dolores nuevos
cicatrizan más rápido
cuando se escuchan
a todo volumen
de corrido.
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