lunes, 8 de enero de 2018

La historia de un poema de Liliana Lukin

Liliana Lukin (foto de Camila Toledo).


por Liliana Lukin
Especial para El Desaguadero

Leí durante años a Spinoza sin comprenderlo del todo, en una traducción directa del latín, con construcciones sintácticas raras y abstrusas que no me rechazaban: algo allí resonaba como un diapasón. Yo leía y releía como literatura lo que era filosofía y literatura, de todas maneras. ¿Qué era ese libro para mí, que me pedía convertirlo en escritura poética? 

La Ética de Spinoza podría leerse también como la teoría de un «mundo soñado». Toda utopía lo es, y cuando un deseo político se hace programa, ¿qué es sino un sueño, el deseo máximo que se aspira realizar en lo real ?

Leí en la Ética el sentido de «volver posible un sueño», leí a Spinoza como la letra de un proyecto que todavía no ha sido posible, como la voz del que va a sentar las bases de ese mundo, creyendo en la racionalidad viable de ese proyecto, explicando sus leyes internas y pensando un mundo donde eso sea, a pesar de todo. La Ética será eso.

¿Cómo ficcionalizar, poetizar, un pensamiento, no ya un libro, como la Ética demostrada según el orden geométrico, de Baruch de Spinoza?

Pero el recurso al concepto «sueño» como sustantivo y no como verbo, que en este relato aparece como frase hecha, y que es una idea repetida en la historia («deseado» como sinónimo de «soñado»), fue como un eureka, después de largas lecturas y búsquedas de una resolución formal, pero un eureka intuido apenas como dirección, o estructura.

Empecé a trabajar en lo que era una expresión de deseos enunciada orgánicamente, y el concepto se deslizó de sustantivo a verbo: cada poema un sueño, todos los sueños, uno por uno infinitos y distintos, iguales cada vez desde otro lugar (describir un sueño, comparar un sueño y la vigilia posterior, analizar el mecanismo del soñar, dudar de lo soñado, saber que es sólo un sueño, imaginar el argumento de un soñar, explorar variaciones de un argumento, derivar hacia otros, en fin, declarar en el poema un saber y renovar la fe en su posibilidad), siempre en relación con lo que la Ética propone y que me interpela, aquello leído allí de mi propio pensamiento político, ético-estético, más o menos visible en todo lo que escribo («La libertad consiste en saber que la libertad está en peligro», dice Levinas).

En el libro siguiente, Libro del Buen Amor, los poemas son como el enunciado de la consecuencia del fracaso de Spinoza en este mundo, donde igual, algo fracasa mejor con él.

Al principio la voz era la de un yo femenino, identificable con el yo de la escritura, la escritora, pero supe que debía pasar todo a masculino, y me resultó perfecto: era él el que explicaba sus obsesiones, como si él fuera un inocente, un médium, un ser sencillo que tiene esa especie de misión: fundar un texto sobre sus sueños de un mundo mejor, aún sabiendo cómo es el mundo.

Un ser que concibe, contra todo el desgarro que el cristianismo instala y aún hereda nuestra ideología, un cuerpo no separado de un alma, un alma que sólo vive por un cuerpo, un cuerpo que determina, un complejo sistema de emociones, deseos y voluntades afectados por otro sistema de pasiones que devienen una u otra conducta, y unas ideas imbatibles sobre lo que es mejor para los hombres y mujeres en esta tierra: la certeza de que «no deseamos una cosa porque es buena, sino que es buena porque la deseamos», fundando casi el pensamiento psicoanalítico y el principio de goce y de placer... y así podría seguir..

Finalmente: la Ética de Spinoza ha sido soñada otras veces a lo largo de tantos siglos, que el hecho de que la palabra «soñar» fuera tan fácil de usar, estuviera tan «cargada» de usos, fue algo contra lo que escribí, y esto es fundamental: yo tomé esa palabra literalmente. Insistí en su literalidad para cambiar la obviedad de su uso, relacionable con los deseos y utopías, y trabajé en el límite de esa doble escucha de la misma, y quise igualmente trabajar sobre el acto de soñar y hablar de lo soñado, incluso cuando lo soñado (y ese es, por eso, el poema clave) sea «el sueño de todos». Va primero ese poema, y como todo este libro ha sido tratado como un sólo y único poema y sus variaciones, siguen otros:

XIV 
Algunos sueños son
mejores que otros,
porque parecen una fuerza natural
donde me pierdo
en otros que los sueñan conmigo,
son felices,
más fáciles de recordar
y antiguos: como si fueran
lo que llamamos –todavía-
“el sueño de todos”.

I

Siendo que
‘el sueño de la Razónengendra monstruos’yo deseo que la Razón
no sueñe,
sino que obedezca al deseo
y sirva a la necesidad.
Mi sueño de obediencia
y servicio se olvida
de incluir entre sus frases
‘si no así, cómo, si no aquí, dónde, si no ahora, cuándo’.
Mi sueño es un sueño
incompleto. Temo por él.

IV

Con una marca de tinta
señalo las puertas
de los sueños no cumplidos:
años de tinta, tiza, carbón,
años de sueños señalados.
Cuando duerma
otra vez, las ideas bailarán
alrededor de una mesa
la danza de los apenas
satisfechos.
Al despertar abriré,
apenas tocando, lo marcado
y gritará: una rajadura
basta para entrar
al paisaje de lo incompleto.
Y estaré cansado,
no como quien trabaja
en un sueño,
no como quien insiste
dibujando detalles de un tapiz
para no corromperse
en lo quieto de haber visto,
sino agobiado,
como quien pone los platos
que faltaban
en una mesa interminable
y no tiene platos
ni pan,
sólo puertas.

V

Si lograra dormir,
profusas imágenes en movimiento
darían plenitud
a la cosa soñada.
Como una mesa sucia
donde han comido los amigos
la escena se expandiría
hacia los bordes: todo mesa,
todo sucio de haber saciado,
todo mantel el mundo.
Pero estoy despierto
y los niños me miran
porque canto, lloro,
bailo en círculos cada vez
más grandes
e inmerso en la pena
entro en la oscuridad.

VI

Sueño con voluntad:
mis sueños como una maqueta
de vidas por armar,
diseñados con materias probables,
equilibrios frágiles y torpes,
razones intercambiables.
Planos de planta,
dibujitos habitables
por los excesos y
la precariedad: telas,
vidrio, papel,
generosidades, honestidad,
obstinación.
En mis sueños,
toda vida así construída
encuentra su arquitecto
y su felicidad.


Y este es el que abre el libro, si bien fue el último que escribí:

Demostración

(habla Baruch de Spinoza)

Sueño con una puerta:
armo mi cerrojo
como una llave.
Como en todos los
bellos sueños humanos,
la puerta da a un jardín.
Pero mi llave abre hacia
adentro, donde solo
hay sombra, perfume y rumor
de hojas y de viento.
Yo que he sido
echado, expuesto, amo el resto
de luz que hace posible
ver el jardín donde no
hay un jardín: amo
mi arrojo, mi cerrojo,
el peligro del texto
concebido.
Escolio:
Sueño con pertenecer. Yo,
que nada tengo, a quien nada
pertenece, he sido arrojado.
Amo mi arrojo,
ese acto contra mí
ha hecho de mí lo que soy:
un artífice
que documenta la visión:
un revelador y un
rebelado.
Sueño con ser
recibido,
que mi madre
tome mi rostro entre
sus manos y no pueda
dejar de llorar.
Sueño con perder
el miedo como se pierde
el amor: practicando
su falta.
Sueño con volver
al regazo aún atroz
del mundo,
con los libros que he
escrito, carne de mi carne,
dentro
del saco, como
almohada:
Yo, que he sido
puesto fuera, temido y
desoído y siempre a punto
de caer, cuelgo
del hilo de mi razón
como de la cuerda
el ahorcado:
soy mi razón y mi cuerda.

Sueño con dejar
palabras en el oído
de un niño: quién
podrá decir que no
dije lo que pensaba y
amé y entregué y cuidé
mi pensamiento
como un padre ?
Sueño con una puerta:
armo mi cerrojo
como una llave.
Como en todos los
bellos sueños humanos,
la puerta da a un jardín.
Pero mi llave abre hacia
adentro, donde solo hay
sombra, perfume y rumor
de hojas y de viento.
Yo que he sido
echado, expuesto, amo el resto
de luz que hace posible
ver el jardín donde no
hay un jardín: amo mi arrojo,
mi cerrojo, el texto
en el peligro
concebido.

Gracias a El Desaguadero por la idea, la invitación, la incitación y el compartir.


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