Foto: Marcelo Ramos |
por Hernán Schillagi
Melissa Carrasco (Santiago de Chile, 1987), es poeta y
profesora de Lenguaje y Comunicación. En su oficio como correctora ha
colaborado con diferentes editoriales de Valparaíso. Desde que vive en Mendoza
dicta talleres de poesía y edición, además de ser una editora independiente.
Fue finalista en 2015 del premio «Gabriela Mistral» y, en 2016, participó en el «IV Festival Internacional de
Poesía de Mendoza», junto con Ignacio Martín Sánchez y Sabrina Barrego, para la
mesa de poetas inéditos. Ese mismo año apareció Las Plantas, su primer libro
donde concentra un poderoso grupo de poemas tan precisos como desbordantes de una
luz extraña. En un comentario final, Gabriel Pérez nos dice que este poemario: «Pone
en evidencia y a la vez denuncia, directa o indirectamente, la trágica verdad
del mundo, vacío y procaz, en el que nos enfrentamos por estos días…». Tres
preguntas, entonces, para entrar al mundo natural y poético de Carrasco.
1-EN ESTE MOMENTO
–En tu primer libro, Las Plantas (2016), hay una mirada extrañada
sobre la infancia, ¿Cómo pensaste, desde la actualidad, los recuerdos
convertidos en poemas?
–La infancia para mí siempre fue tema crucial, creo que es
la etapa en que nuestro lenguaje es poético en un estado más puro, intrínseco,
sin las pretensiones que tenemos de adultos. Este libro lo escribí en
Valparaíso hace unos tres años y busca acercarse (vanamente) a esa instancia,
que ya no es la misma cuando la escribimos y en ocasiones a ese lenguaje, un
total imposible. Finalmente, como expliqué alguna vez, lo que quise fue
desenterrar los juguetes de la infancia, intentar ese juego y enterrarlos
nuevamente. Para mí es un verdadero alivio que haya salido este libro, para
olvidarme de él. Vendrán otros, igualmente dolorosos, pero diferentes.
2-EN ESTE LUGAR
–Sos una de las que coordina el ciclo Indeseables/Poesía
Itinerante, contanos cuáles han sido sus actividades y cómo ves a los/las
poetas de Mendoza.
–Indeseables/Poesía Itinerante es un movimiento cultural
independiente, sin fines de lucro, que coordinamos junto a Paula Bilen. Armamos
una agenda mensual con encuentros literarios, a veces temáticos, donde solemos
exponer algunos estudios sobre literatura, hay música, ilustración, en
ocasiones teatro, micrófono abierto y creación colectiva, siempre en distintos
espacios de Mendoza. Además hacemos actividades de Poesía a la Calle, que
incluye intervenciones públicas en espacios y medios urbanos, y muchas otras
cosas que tenemos en mente. Todas las actividades son abiertas y contemplan una
participación libre, desprejuiciada. Con respecto a los/las poetas de Mendoza, creo que hay
menos de los que se cree, pero muy buenos. Hay una herencia importante que de a
poco voy conociendo, a la que creo todos debiesen mirar un poco más. Hay varios
poetas mendocinos, vivos o muertos, que admiro mucho. Aunque también advierto
actualmente un clima muy autocomplaciente y sectario, que generalmente va de la
mano con la falta de autocrítica y trabajo serio.
3-UNA REFLEXIÓN
–En uno de tus poemas decís: «cuando yo abro mi boca /
también soy una ola…», ¿De qué maneras las mujeres que escriben poesía están
haciendo oír su voz?
–Puedo hablar en mi caso y referido a las poetas que
conozco: trabajando juntas, elaborando proyectos, abriendo espacios para todos
y todas, llevando nuestra convicción poética a cada taller o exposición que
realizamos, a cada libro que empujamos a salir, y sin permitir, en ningún caso,
desvaloraciones paternalistas que no tengan que ver exclusivamente con nuestro
trabajo.
Las últimas horas
Yo voy dibujando casas por el camino.
Tengo los nervios duros,
la boca hecha pasta,
cinco lápices en cada mano.
Tú quieres las casas en el papel.
Una casa de una puerta
y cuatro ventanas como la mía,
ofrece cuatro modos de beber el día,
sólo uno de vivirlo.
Una casa sin puertas
y sin ventanas es el mundo,
creo que en algún momento que no recordamos
hemos entrado en esta casa
y ya se nos hizo imposible salir.
Una casa con dos puertas, sin ventanas,
es donde pasan sus últimas horas las plantas,
ajenas de todo impulso, de toda aspiración.
Lugar donde entran
o salen
los enfermeros que las atienden,
quienes al salir sirven a la vida
y al entrar rinden culto a la muerte.
*
Enredadera
Yo miro por si pasan mis árboles
por si alguien viene a buscarme
a coser este brazo que desencaja.
No veo más que tormenta,
la furia desenraizando los campos.
Nada hay que sobreviva a esta casa:
ni las lámparas ni los relojes ni las voces
ni la enredadera que colgué del techo
ni el poema clavado a la puerta.
La enredadera saldrá de este lugar,
pues no encontró luz dentro
ni encontrará
al romper el vidrio de la ventana.
Mis árboles han entrado en los torbellinos.
No vendrán a devolvérmelos.
Se pierden
como yo
diminuta
en el fondo.
2 comentarios:
Simplemente me traslada y modifica
Espero seguir disfrutando de esas bellas poesias
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