IV Festival VaPoesía Argentina – Semana en Mendoza, 20/06 – 24/06
Organizadores: Marta Miranda, Ricardo Rojas Ayrala y Noelia Andia
Poetas extranjeros:
Otoniel Guevara - El Salvador
Balam Rodrigo - México
Irina Henríquez - Colombia
Felipe Javier Moncada – Chile
Poetas mendocinos:
Balam Rodrigo - México
Irina Henríquez - Colombia
Felipe Javier Moncada – Chile
Poetas mendocinos:
Sergio Pereyra
Facundo López
Paula Seufferheld
Facundo López
Paula Seufferheld
En una entrevista
reciente, Ricardo Rojas Ayrala,
organizador del IV Festival VaPoesía, se refería a los objetivos del mismo: «nuestra
idea es hacer énfasis en la inclusión social, desarrollar nuestro festival en
centros de detención de mujeres, de menores, escuelas rurales, comunidades
nativas, centros culturales en villas de emergencia, sindicatos, barriadas
populares, refugios de gente de la calle, centrarnos en acceder a un público al
que jamás le llegan estas voces, estas situaciones dialógicas ni estos
discursos de respeto e intercambio entre pares, donde nadie viene a adoctrinar
a nadie y nadie es una tabula rasa que se debe llenar de contenidos; solo
pretendemos generar una simple
conversación de iguales».
En cada encuentro del
que participé durante la semana que VaPoesía
pasó por nuestra provincia, vivencié desde el descubrimiento y la emoción, esta
«conversación de iguales» a la que alude Ricardo en su respuesta. Lejos del
recital de poesía convencional, cada espacio visitado se convertía en una rueda
de palabras: poetas, alumnos, profesores, personas en situación de reclusión
tejíamos una red de poemas, historias y anécdotas que nos sacudían desde la
risa, el silencio reflexivo o el llanto. En este intercambio, todas las
etiquetas caían y al mirarnos nos reconocíamos como simples seres humanos.
20 de junio – día 1
Espacio de Inclusión Social «Vengo a proponerles un sueño».
Palmira, San Martín.
A pocas cuadras del centro
de Palmira, se encuentra «Vengo a proponerles un sueño». Es muy fácil confundir este espacio con un
comedor comunitario más. Pero es una primera impresión. Y engañosa como suelen
serlo. Bastó compartir una tarde con sus integrantes para ver en sus caras que
allí había un hogar, para algunos, el único posible.
«¿Vos hacés poesía, ¿me
decís unos versos?», me espetó un nene inquieto apenas llegué. «No, ahora no,
cuando vengan los demás poetas», contesté. «¿De dónde vienen?, ¿son muchos?»,
siguió interrogando. No pude contestarle, porque yo misma me hacía esas
preguntas. A los pocos minutos, llegaron, o mejor dicho, irrumpieron con
alegría los organizadores y parte del grupo de poetas extranjeros. Ricardo tomó
contacto inmediatamente con los niños. Con algunos poemas les demostró que la
poesía muchas veces es un juego nada solemne y puede apelar tanto a palabras
bellas como a onomatopeyas graciosas en forma indistinta. Luego de su
merienda, los niños se despidieron de
Cristian Bassin, gestor de este proyecto, y quedaron las mujeres que día a día
dan vida a este espacio con su trabajo solidario. Balam Rodrigo y Otoniel
Guevara mezclaron la lectura de sus textos con historias de sus respectivos
países. Para muchas, fue fácil ver que tanto en El Salvador como en México hay
chicos que sufren y sortean el desamparo igual que sus hijos en alguna calle de
Palmira. Esta identificación hizo que pronto fueran ellas las portadoras de
historias. Cada una tenía marcada la mirada y la voz por el dolor de pérdidas,
adicciones, hambre y golpes recibidos en silencio. Al final del relato de cada
una, estaba un presente esperanzador y
el «gracias» a Cristian que, sin querer, las había unido en este lugar
que las contenía y las hacía sentirse útiles. Juntas y abrazadas, en la foto
final del encuentro, se las veía fuertes, ¿quién podrá con ellas?
22 de junio - Día 2
Comunidad El Borbollón: Centro Integrador Comunitario.
Compartimos con adultos y adolescentes en proceso de alfabetización del CIC y
el CEBJA 3-230
Nunca había ido a El Borbollón. Mejor dicho,
había pasado de largo por este pueblo. Miraba
el basural cuando viajaba a San Juan. No pensaba en la gente que ahí
vivía y cómo lo hacía. Siempre, a los pocos minutos, se imponía el desierto y
mis pensamientos se desplazaban en otra dirección. En el marco de VaPoesía
conocí este lugar y a parte de sus
habitantes: los alumnos del CEBJA 3-230; de nuevo comprobé que el paisaje
humano es mucho más bello y conmovedor que el que propone la geografía.
Adolescentes en el fondo del salón, un grupo de madres jóvenes con sus niños
pequeños y en el centro, en torno de una rueda de mate, las estudiantes
abuelas. Me tocó a mí comenzar a leer; primero, tímidamente, sentada,
concentrada en el papel y después parada, en el centro de la sala. Elegí una
serie de poemas que aludían a mi niñez y no pude evitar quebrarme y llorar un
poco cuando evoqué con mis versos a mi abuelo materno. Fue difícil, pero
hermoso, levantar la cabeza y enfrentar la mirada de las abuelas presentes. En esos
ojos recuperé un poco a ese ser amado y las palabras se volvieron recuerdo
vivo. Sergio Pereyra aportó con sus textos la gracia y el ingenio suficiente
para levantar un poco el ánimo y despertar literalmente a una asistente que
dormía. Finalmente, Irina Henriquez, nos sumergió en su Colombia caribe, en su
mundo rodeado de aguas y muchos de nosotros, baqueanos del desierto y de la
sed, escuchamos atentos como si se refiriera a otro planeta. Sin embargo, logró
que nos identificáramos con uno de sus poemas («Para beber no»). En este
texto, el agua se urdía y filtraba en el sonido, era palabra:
[…]Partiré para inclinarme ante otros ríos,
los de palabras, los de silencios.
Partiré al filo de la tarde con el corazón en
mano
porque en mi espalda ya no caben más miradas
opresoras,
porque mis ojos vuelan lejos de este cuerpo
en busca de las olas verdes de los días
y de las olas negras de otros ojos. […]
La lectura terminó solo para preludiar el
diálogo con los estudiantes. Nos enteramos de que algunos chicos escribían y
muy bien según la apreciación de sus propios compañeros. Luego la conversación
giró hacia la historia personal de algunas abuelas. La vida de una de ellas,
recorrida por el dolor, el sacrificio y alguna que otra satisfacción como la de
poder estudiar ahora, nos conmovió a todos. Uno de los alumnos adolescentes no
pudo contener una afirmación que resumía todo: «ella es un héroe».
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