especial para El Desaguadero
LA GEOMETRÍA ESTALLA
Simplemente, celebraba mi juventud. Había pasado el colegio secundario, el tortuoso servicio militar y la dictadura agonizaba. Eran épocas de escritura compulsiva. Sabía que tenía todo el mundo y el tiempo por delante. De manera que decidí consagrar mi vida a la poesía y vivir a través de ella. O a través de lo que ella quisiera entregarme.
En aquellos años, el fervor por la palabra escrita pasaba exclusivamente por el universo del discurso lírico. No concebía la idea de que la pasión tuviese lugar en elementos o experiencias ajenas al estallido del corazón. Quiero decir, no aceptaba que un alma sensible pudiese conmoverse por eventos que no comprometieran su capital amoroso, contemplativo o trágico. Me refiero a esos alumbramientos que irrumpen reveladores en un espíritu que vibra a través del lenguaje poético. En pocas palabras, rechazaba el concepto de que el arte -en cualquier de sus formas- se consumara en temáticas relacionadas con las ciencias duras; como la matemática, la física o la química, por ejemplo. Así, mis primeras escrituras ardían en recargados fuegos pasionales: la adoración de la mujer amada, el interrogante de la muerte, la angustia existencial, el amor no correspondido, y demás etcéteras de imágenes edulcoradas.
Años después, durante una cursada de literatura griega y luchando contra las agudas contradicciones que conlleva la madurez, descubrí en una edición enciclopédica los pormenores de la muerte de Arquímedes. Ese genial geómetra, matemático e ingeniero siracusano que fue muerto por un soldado romano en el siglo III a.C. Por lo tanto, y a poco de comenzar dicha lectura, quedé seducido por la obsesiva búsqueda del conocimiento que este genio desplegaba a través de ecuaciones numéricas, teoremas y trazados geométricos. El hecho de que Arquímedes dedicara su vida al saber científico, sin otro interés que el conocimiento mismo, me maravilló y me condujo a reformular las erróneas ideas que albergaba respecto de lo que significaba la pasión creativa.
Cuenta la historia que un soldado romano había sido comisionado para conducir al siracusano ante el despacho del prefecto de turno; comisión que se advierte difícil cuando el legionario encuentra a nuestro héroe resolviendo cálculos sobre una parcela de tierra. Pero el viejo sabio no presta atención a la orden castrense. Escucha, sí, pero no le importa lo que el hombre armado viene a comunicarle, ya que su disciplina es prioritaria por sobre cualquier reclamo o decreto. El griego está concentrado en sus estudios y odia que lo interrumpan. Y más aún cuando la sombra del gladiador estorba sus escrituras.
La versión biográfica de marras testimonia que las últimas palabras que pronunció Arquímedes, antes de que la espada del soldado cayera sobre su cuerpo, se alzaron en una pregunta «¿Quién es el que se atreve a interrumpir mis estudios?». Comprendí entonces que sólo la pasión puede abstraer a un hombre, o a una mujer, de la realidad más cruda que en ese momento esté atravesándolo. Sólo la pasión por lo que se ama transforma en obsoleta la realidad y superficial la materialidad del mundo, al punto de llevar a un científico desarmado a desafiar la brutalidad de un soldado invasor.
Así como la ciencia matemática fue desarrollada para explicar el orden del universo a través de los números, no hay posibilidad de que la búsqueda y el desafío existencial transcurran por fuera de la pasión. Ergo, la pasión reina por sobre la multiplicidad de lenguajes. Y uno de ellos es el que ilumina la poesía. Aunque el poema se recluya en la melodía de una música lejana, en la pintura, en la danza, en el poema, o en el vuelo que sugiere un trazo geométrico sobre una parcela de Siracusa. La pasión siempre gobernará por sobre la voluntad de cualquier mortal. Porque es allí donde late la esencia de la poesía y tiembla el corazón del poeta.
Mundo terrible la geometría.
Todo lo que resta es un círculo,
una línea volviendo a su origen.
Una figura creada para sabernos
sobre un espacio seguro.
Todos contemplamos la redondez
de esa línea, pero festejamos el vacío,
no la línea.
Así nosotros: un punto sobre otro.
Imprudente ciencia, dicen, y alguien
olvida la luz; ama la sombra que borra.
Entonces la geometría estalla.
del libro Teatro teorema. Ed. Libros de Tierra Firme. Bs. As 1996
*RICARDO COSTA es docente, escritor y promotor de lectura. Reside en la ciudad de Neuquén, Patagonia Argentina. Obras publicadas: Casa mordaza (Libros de Tierra Firme, Bs.As 1990); Homo dixit (Libros de Tierra Firme, Bs.As1993); Teatro teorema (Libros de Tierra Firme, Bs.As1996); Danza curva (Ed. Del Dock, Bs.As 1999); Veda negra (Ed. Del Dock, Bs.As 2001), Mundo crudo: Patagonia satori (Ed. Limón, Bs.As 2005); Fenómeno natural (CODIC 2012). En 2007 publicó el ensayo Un referente fundacional. Ed. El Suri Porfiado. Bs. Aires 2007. En 2011 publicó la novela Fauna terca. Ed. El Suri Porfiado. Algunos reconocimientos: Concurso Becas y Subsidios a la Creación Artística- Fundación Antorchas 1995; Primer Premio Fondo Nacional de las Artes 1998; Tercer Premio Concurso Iberoamericano de Poesía Neruda, Chile 2000; Conc. Poesía en Tierra. Fondo de Cultura Económica-Centro cultural de España 2004; Primer Premio II Concurso Nacional de Poesía Javier Adúriz 2012. En 2008, en México, su obra Mundo crudo, Patagonia satori fue ganadora del Premio Internacional de Poesía Macedonio Palomino para obra publicada.
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