domingo, 26 de agosto de 2012

El libro del duelo




Pirsin, de Débora Benacot. Ediciones Culturales de Mendoza, 2012.



No es azaroso que aristas, aritos, espina, anzuelo, garfios, colmillos y, por supuesto, «pirsin» (castellanización juguetona del inglés piercing); pero también, insertar, perforar, punzar, agujerear se sucedan en estas páginas. Porque Pirsin (Gran Premio Vendimia de Poesía 2011) de Débora Benacot, es un libro acerca del dolor.

Ya desde el primer (y hermoso) poema, cuya anécdota gira en torno a una criatura nacida a poco de una muerte prematura, el dolor se hace presente. Porque:

(…)
de todo lo que alcance
a cuestionar su rebeldía
el mito del abuelo
será la única herida
que todavía sangre.


Sin embargo, no es la muerte el único motivo de pesar. Hay otros. Entre ellos: la tenacidad del miedo:

(…)
para qué
si te dejaron
adulto
solitario
los miedos en ayunas
en medio de la jungla.


El paso del tiempo y la consecuente pérdida de la inocencia:

(…)
Habrá que hacer el duelo
de aquello que ya nunca
vuelve a ser lo de antes (…)


Las imposturas:

Es mentira que un escritor
que se precie
deba fumar
beber alcohol con frecuencia
posar frente a su biblioteca
mientras acaricia un gato (…)


Pero hay momentos en que no hay anécdota donde apoyarse, la anécdota es el dolor mismo. Entonces, tal vez porque aprendió con Bodoc «(que la poesía) es un gran atajo porque se puede decir en cinco palabras lo que llevaría varias páginas narrativas. Además, dice con una espesura que ningún otro registro consigue», Benacot apela a la concisión, y en uno de los textos más logrados afirma:

Para asomarme a explicar
lo que esto duele
tendría que escribir
el resumen
más largo
del mundo.


Líneas que se clavan en la mente y el corazón del lector, y recuerdan que la poesía puede ser una experiencia intensa y transformadora, aunque también (o por eso mismo) muy difícil. Más en un poemario como este, donde, texto a texto, se configura una voz que, amén de dar unidad al conjunto, expresa una visión de un pesimismo, a nuestro entender, apenas morigerado por cuatro circunstancias. La primera, el horror a la muerte, que nos coloca frente a la paradoja expuesta por un personaje de Woody Allen: «Pues básicamente así es como me parece la vida: llena de soledad, miseria, sufrimiento, tristeza. Y sin embargo… se acaba demasiado deprisa». La segunda, la postura crítica del yo que enuncia los poemas hacia ciertas conductas, porque esta, en mayor o menor medida, implica siempre una posibilidad de cambio y, por ende, de mejora. Finalmente, y siguiendo el razonamiento de Allen, el amor y la escritura, que abiertamente provocan el lamento por el final abrupto de todo.

En cuanto al tratamiento formal de estos temas, y si como apunta María Negroni: «escribir es la simple percepción de algo que solo puede captarse con esas palabras, ese tono, esa sintaxis, esa dicción y no de otro modo», Benacot ha encontrado en la austeridad sintáctica y el medio tono su manera, que contrasta con la inclinación a los adornos retóricos de su primer opus (Ácaros al sol, 2011), y, fundamentalmente, con el título del volumen que venimos analizando, ya que la connotación decorativa de la palabra pirsin está casi ausente. Exceptuamos el ¿dibujo? que ilustra la portada, que nos permite suponer que su diseñador no leyó el libro, ya que a este, quizá, le hubiera sentado mejor una imagen más sobria. En cualquier caso, vale aclarar que esta austeridad es engañosa, como suele serlo todo lo que a primera vista parece simple, y no debe por tanto confundirse con desidia, pues un análisis minucioso revela el uso genuino de variados recursos poéticos. Entre otros: anáfora, aliteración, encabalgamiento, metáfora y comparación; que la pericia de la autora ha tornado casi imperceptibles.

Pero aunque en Pirsin, como acabamos de ver, la voz de la poeta se haya despojado, hay un estilo reconocible, configurado por la persistencia de ciertos rasgos presentes en su libro anterior. Concretamente: la mirada extrañada, como de recién venida al mundo:

Descubrió que su cuaderno
de espiral
también tenía un pirsin (…)

guardián de aquellas
ochenta hojas rayadas
papel obra
industria argentina.


Y el humor (ciertamente menos risueño y más melancólico):

La mariposa de una bicicleta ajena
incrustada en la pierna
de la hermana

y desde entonces
cada vez que llaman a la puerta

uh, lo que le hiciste
al vehículo de ese pobre hombre
escuchá el timbre
es la policía
que viene a buscarte

pero los niños
no son crueles
solo siembran
en cada familia
las anécdotas.


En una entrevista concedida a esta misma revista meses atrás, Benacot señalaba que: «Cuando el mecanismo (el poema) queda oportunamente ensamblado en su unicidad y extrañeza (…), solo es cuestión de tiempo para que el lector se acerque, toque, se pinche, sangre (…)».  Declaración que funciona como una suerte de arte poética del libro, pues sospechamos que el lector que se arrime a este Pirsin, como quien apoya su mano en el tallo de una rosa, seguro se pinchará, seguro sangrará. Pero asimismo, que no habrá queja alguna en ello, porque pese a que con el correr de los poemas pierda en ingenuidad y gane en escepticismo, la punzante lucidez de estos poemas no desanima, muy por el contrario, espolea a vivir una vida si no más intensa, acaso sí más auténtica.


Débora Benacot



ALGUNOS POEMAS DE PIRSIN




A la recién nacida
pronto van a ponerle
los aritos abridores.

Nadie la ha preguntado
si está de acuerdo con eso
pero
pensándolo bien
tampoco
si quería aterrizar
en este mundo indispuesto
si estaba de acuerdo con su nombre
si esperaba compartir habitación con el hermano
si soportaría el mito de un abuelo extraordinario
muerto
justo un mes antes de su nacimiento.

En todo caso
cuando crezca,
hará muchas cosas
sin consultar a nadie.

Sin embargo
de todo lo que alcance
a cuestionar su rebeldía
el mito del abuelo
será la única herida
que todavía sangre.


*

 

Recién cuando contempla
a esas mujeres
que no usan adornos
ni otro maquillaje
que una sonrisa bien puesta

entiende entonces
cuánto hay de accesorio
en este mundo
y cuánto tiempo perdemos
a diario
en camuflar con placebos
la belleza.

 *
 

Quien sospecha de cada uno
de tus entusiasmos
y te mira de reojo
y frunce la boca
cuando escucha tus verdades

seguro es de esas personas
que de todo se quejan,
que provocan de costado,
pisan en sólido
nunca mezclan el vino con sandía
y solo hacen el amor
con cubiertos.

 *
 

El pájaro espino
sabe
que un solo canto
vale la pena
si se nos vuelca
en él
toda la sangre.

 *

De las redes del olvido
te salva
el anzuelo oxidado
que la memoria clava
a tu paladar anfibio.

*


Y acá me ves
los nervios perforados
de tanto esperarte.

Aparecé pronto

no me dejés esta angustia
como un pirsin inefable.

Nunca confié en la soledad
la vida me queda grande
y además
como te dije aquella vez
vos sos mi cábala.

 *
 

Lo que el perdedor
no vislumbra

                el ego agujereado
                la bronca en el destino

es que el premio
ya es
haber escrito.

*

Las comas son
en el texto
un pirsin.

Los puntos
en cambio
son queloides
de un final (absurdo)
que a duras penas
cicatriza.

2 comentarios:

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