jueves, 18 de febrero de 2010

Perdido: Borges rima con copyright



El escritor y famoso blogger argentino Hernán Casciari analiza el impulso y relectura que una serie de T.V. norteamericana, Lost, le dio a obras como la de Adolfo Bioy Casares, y además cómo la necedad proteccionista de la albacea de Jorge Luis Borges le impide al autor de «El oro de los tigres» deslumbrar con su poesía a nuevas generaciones de lectores de todo el mundo.

Borges se queda fuera de Lost

por Hernán Casciari


El año pasado, una serie norteamericana muy famosa hizo aparecer a uno de sus personajes leyendo una novela de Bioy Casares. La serie se llama Lost, y la novela de Bioy es La invención de Morel.

Con avidez, los fanáticos de la serie en todo el mundo averiguaron que la trama de esa novela argentina (bastante desconocida para las juventudes alemanas, norteamericanas y japonesas) se asemeja bastante a la trama de la serie: entre otras cosas, ambas historias ocurren en una isla donde el espacio-tiempo no es el que parece.

¡Ah, el rumor corrió a la velocidad de la luz! En menos de cuarenta y ocho horas, la librería virtual Amazon comenzó a vender copias de «La invención de Morel» como si fuera pan dulce en Navidad. De un puesto recóndito en el ranking, la novela de Bioy escaló en ventas y estuvo una semana entera en el casi imposible top ten de la lengua inglesa. Y de este modo fortuito, o quizás no tan azaroso, miles de muchachos de diversas lenguas accedieron a nuestra literatura contemporánea gracias a la televisión.

Recordé esta anécdota hace unos días, porque la misma serie de televisión acaba de tener otra relación indirecta con la literatura argentina. En este caso una relación trunca que me llenó de rabia.

Lo resumiré: la serie «Lost» comenzó esta semana su última temporada, y es tan enorme su éxito en cada rincón del planeta que se habla, y mucho, de un acontecimiento histórico. El canal que emite la serie en España (la cadena Cuatro) preparó una publicidad muy espectacular anunciando el episodio inicial.

El spot, que hace un paralelo entre la serie y el juego de ajedrez con el fondo de un poema del persa Omar Khayyam, gustó muchísimo en Norteamérica y se grabó uno idéntico en inglés, con la locución del actor Terry O´Queen, protagonista de la trama. Esa versión, la sajona, alcanzó en Youtube picos inusitados de audiencia, y la obra de Khayyam resultó muy beneficiada por la publicidad.

Hace un par de días, el creador español del anuncio comentó que su intención inicial no había sido usar el poema de Khayyam («todo es un tablero de ajedrez de noches y días, donde el destino, con hombres como piezas, juega») sino que él quería usar el soneto llamado «Ajedrez», de Jorge Luis Borges, que dice más o menos lo mismo pero de un modo superior:

«En su grave rincón, los jugadores
rigen las lentas piezas. El tablero
los demora hasta el alba en su severo
ámbito en que se odian dos colores».

Esas líneas tendrían que haber sido las protagonistas de una locución de off que recorre estos días el mundo, de oreja a oreja entre adolescentes y jóvenes que suelen leer más bien poco, y que se maravillan escasamente con aquello que no sea audiovisual.

Pero no fue así.

El director del video tuvo que recurrir a Khayyam en última instancia, porque el soneto de Borges no pudo ser usado «debido a implicaciones legales en los derechos de autor», según dijo. Y mi rabia tiene su centro aquí, en este punto. Es una rabia que ya lleva años.

Me molesta en el hígado que Borges tenga un dueño, y que además sea un dueño tan mezquino y torpe.

La Nación, Domingo 07 de Febrero, 2010


AJEDREZ


I

En su grave rincón, los jugadores
Rigen las lentas piezas. El tablero
Los demora hasta el alba en su severo
Ámbito en que se odian dos colores.

Adentro irradian mágicos rigores
Las formas: torre homérica, ligero
Caballo, armada reina, rey postrero,
Oblicuo alfil y peones agresores.

Cuando los jugadores se hayan ido
Cuando el tiempo los haya consumido,
Ciertamente no habrá cesado el rito.

En el Oriente se encendió esta guerra
Cuyo anfiteatro es hoy toda la tierra,
Como el otro, este juego es infinito.



II

Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada
Reina, torre directa y peón ladino
Sobre lo negro y blanco del camino
Buscan y libran su batalla armada.

No saben que la mano señalada
Del jugador gobierna su destino,
No saben que un rigor adamantino
Sujeta su albedrío y su jornada.

También el jugador es prisionero
(La sentencia es de Omar) de otro tablero
De negras noches y de blancos días.

Dios mueve al jugador y éste, la pieza.
¿Qué dios detrás de Dios la trama empieza
De polvo y tiempo y sueño y agonía?


Jorge Luis Borges, en El Hacedor (1960)

3 comentarios:

Fernando G. Toledo dijo...

Vale decir que el poema de Kayyam, al menos la traducción difundida, es mucho más maleable para un spot publicitario que el bello poema de Borges, o al menos más explícito. ¿O sólo me parece?

Hernán Schillagi dijo...

Fernando: lo llamativo es que el creador español de entrada quiso usar la cuarteta de Borges. No sé si comparto con él y Casciari que es superior a la estrofa de Kayyam. Son distintas y similares al mismo tiempo.

El mismo Borges no puede dejar de reconocerle la hermosa metáfora en el sonetos II:

También el jugador es prisionero
(La sentencia es de Omar) de otro tablero
De negras noches y de blancos días.


No sé los entretelones para que la indómita María K. se haya negado. Quizá querían "romper" la estructura endecasílaba y las rimas. Quizá sólo se negó como históricamente lo vienen haciendo, sin reparar que Borges es el autor más universal de este país y ya no tiene dueño.

Algunos dicen que ella piensa que la fama de Borges se la debe a ella y su Fundación. Mmmmh...

Lo interesante que plantea Casciari es cómo se ha perdido la oportunidad de la poesía de JLB sea leída desde otro prisma.

Todo por el celoso copyright. Da para pensar.

Escribir, coleccionar, vivir dijo...

¿Ustedes sabían que Borges es el autor más estudiado en el ámbito universitario después de Shakespeare? Su lugar en el mundo literario lo tiene de sobras ganado aunque la Yoko Ono de las letras argentinas lo impida. Hoy es un clásico y dentro de 500 años también. Sin duda, un golpe de masividad a su obra no hubiera estado mal. Pero habría sido un impacto efímero: millones de seguidores de la serie leyendo el soneto, buscando solo las relaciones con la trama televisiva y, diez segundos después, olvidando el nombre del autor del mismo.