Le pedimos a Paula que hiciera una recorrida por el centro mendocino y buscara libros de poesía de autores locales y nacionales sin morir en el intento. Aquí va su crónica tanguera.
«La poesía trae en su ADN la marginalidad»
Hernán Schillagi
Ser marginal es estar fuera de las normas sociales, glosa el diccionario con su dedo índice rector. En las librerías del microcentro mendocino la poesía nacional y local se atiene a rajatabla a esta definición y la extiende holgadamente: si la consigna es «estar afuera», los poemarios de nuestra literatura están fuera de las primeras estanterías, fuera de los mesones de entrada, fuera de la iluminación, fuera de la limpieza a conciencia, fuera del alcance de la mano –si con eso se entiende no arrodillarse o estirarse como contorsionista de circo ruso- y, fundamentalmente, fuera de cualquier tipo de orden que facilite su búsqueda.
Ésta es una reflexión lúgubre. No acostumbro a hacerlas. Por lo general, salgo a la calle a indagar con un candoroso optimismo esperando encontrar experiencias que añadan diversidad a mis crónicas. En este caso, hallé poco, me indigné bastante y traté de sonreír con algunas «ironías» de nuestro mezquino mercado local. Mi metodología de investigación era sencilla, solo dos preguntas a los vendedores de turno: «¿qué me podés mostrar de poesía local?, ¿y de nacional?». Nunca pensé que esta simpleza interrogatoria suscitaría tanta incomodidad.
Empecemos nuestro recorrido por la librería García Santos (San Martín 912 – Ciudad). Aquí encontré mucho material aunque disperso y poco ordenado. Lo primero que me ofreció el vendedor fue Armando Tejada Gómez (Ahí va Lucas Romero y Antología de Juan de Torres Agüero Editor). Acto seguido y sin que yo hubiera emitido sonido, me dijo que no había nada de Alfredo Bufano, Américo Cali y Ángel Bustelo. Le respondí que por el momento no tenía interés en comprar obras de estos autores. Respiró aliviado: «todo el mundo me pide libros de estos poetas y no hay nada. Ni el gobierno, ni las editoriales se preocupan por reeditarlos y hay mucha demanda por parte de las escuelas secundarias, los terciarios y la universidad». Viendo que podía profundizar la charla, le pregunté sobre los poetas locales contemporáneos. «Se venden poco y nada; en general, los compradores son otros escritores interesados por conocer el trabajo de sus pares. También se acercan algunos jóvenes que buscan poesía nueva». Toma aire, duda un poco, pero arroja su conclusión lapidaria: «¿Sabés cuál es el problema? Acá hay más poetas que lectores. Todos publican, poca gente los conoce y las ventas son escasas».
Dejé a nuestro vendedor cavilando y di un vistazo a las estanterías de poesía para encontrar gratas sorpresas: La colección La mesita de luz de Editorial Diógenes, fundamental para comprender el trabajo poético de los 90, se hallaba casi en su totalidad (Postal en movimiento de Carlos Vallejo, Letanía Beat de Luis Ábrego, Los peligros del agua bendita de Rubén Valle, Hotel Alejamiento de Fernando G. Toledo, entre otros). De Ediciones Culturales de Mendoza había menos material y los poemarios Mapas de Adelina Lo Bue y Secuencia del caos del mismo Toledo debían convivir en extraña vecindad con Sabores de la antigua cocina cuyana. Frente a esta estantería sorprendía la calidad de los ejemplares de la editorial porteña El mono armado. Dirigida por el poeta Marcos Silber y su hijo Ramiro, se propone publicar no solo obras de autores de Buenos Aires sino también del resto del país. Quien se acerque a este rincón de la librería encontrará, más allá de un arco iris de lomos coloridos, los poemas del mendocino Carlos Levy (Viejo hotel), la puntana Susana Baigorria (Poemas para decir la luz), el salteño Leopoldo Castilla (Bambú), entre varios más. La Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras estaba presente en unas viejas antologías –con estudios preliminares incluidos- de Vicente Nacarato y Alfonso Sola González. «No te vayas sin ver esto», me dijo el vendedor mostrándome una alta pila de libros de gran formato. Allí estaba mirándome desde las alturas Solo tu nombre de trigo verde de Luis Ricardo Casnati, obra subsidiada por el Gobierno de Mendoza en 2008 y publicada por Zeta editores. El ambicioso poemario iba a recibirme desde pilas semejantes en todas las librerías que visité ocupando, como única excepción a lo que afirmé al comienzo, un lugar central en los negocios recorridos.
Y llegué a la cadena, al limpio e impersonal eslabón céntrico de Yenny (San Martín 1087 - Ciudad). Allí el vendedor fue tajante con mi primera pregunta: «Si querés algo de poetas de acá, andá a García Santos. De poesía nacional vas a encontrar allá abajo» (entiéndase por «nacional» un 80% de porteños y un 20% combinado «resto del mundo» provinciano). Al ras de la tierra, del alfombrado, bah, encontré el vuelo poético necesario para permanecer quince minutos de rodillas sin padecerlo. En el aire me tuvieron Abrigo de Claudia Masin, Solos y solas de Tamara Kamenszain, La máquina de hacer paraguayitos de Cucurto, Oda de Fabián Casas y Tener lo que se tiene de Diana Bellesi. Ya en mi habitual posición bípeda, me despedí del perfume del local, de los acentos foráneos asombrados por los convenientes precios y del olor a tinta fresca.
Pasé por Rayuela recordando que en muchas ocasiones encontré entre sus anaqueles textos que no había hallado en ningún otro lado. Éste no fue el caso. De poesía local tenían los poemarios de Tejada Gómez y Casnati ya vistos y como novedad me enseñaron Los desangelados de Martín Echeverría (Por la huella – Proyectos culturales). Comentario aparte merece el extraño ejemplar Escribir su primer libro de Rodolfo R. Rocha que también me mostraron. Hojeándolo pude encontrar no solo indicaciones de redacción sino también métodos prácticos y caseros de encuadernación, direcciones para el registro de la propiedad intelectual… y cuando me lo iba a llevar, me acordé del vendedor de García Santos y de su “todos publican”. Sentí un poco de tristeza y dejé el texto. Quizás otro lo compraría y saldría entusiasmado a fabricarse un sueño de cuatro vértices.
Concluí mi viaje de tres cuadras en Mendoza Libros (San Juan y Garibaldi). Me volvieron a ofrecer el libro de Casnati y un material desconocido hasta el momento: Poemas para regalarle a su amor de Jorge Sosa (Ediciones Infinito) acompañado por un CD. «¿Se vende?», pregunté, «sí, muy bien», fue la respuesta feliz.
De lo visto y escuchado, pude extraer algunas conclusiones y unas cuantas preguntas:
-El canon escolar pide obras que no edita el mercado (¿los docentes deberían reformularse los textos que solicitan a sus alumnos?, ¿es correcto que pidan “los clásicos” ya que los nuevos autores no han sido lo suficientemente estudiados?).
-El público desconoce la obra de los nuevos poetas (¿deberían tener más difusión en los medios?, ¿el apoyo del estado debería ser mayor?, ¿qué estrategias sería conveniente que implementaran los autores para llegar a más gente fuera del círculo de poetas, periodistas y conocidos?).
-Una obra no vende más ejemplares aun ocupando los lugares centrales de la librería si su autor no es lo suficientemente conocido.
-Un personaje multifacético como Jorge Sosa (escritor, periodista y humorista), muy popular en la provincia, no solo puede vender «muy bien» poemarios, sino también cancioneros infantiles, recopilaciones de monólogos, libros de relatos y hasta recetas de cocina si se propusiera escribirlas.
Conclusiones generales, infinidad de preguntas, pero el gran interrogante que se desprende de estas visitas es el siguiente: ¿las librerías son los canales más propicios para que la poesía encuentre sus lectores? Sin duda, son los más «lógicos». Pero, ya lo sabemos, este género subvierte cualquier lógica, la desafía, «es marginal hasta el hueso» y, quizás, en la circulación de mano en mano, en la recomendación de un amigo entusiasta, en la emoción suscitada por la lectura de un recital, la poesía halla puentes más legítimos para dar con aquel público que no sabía cuánto la necesitaba.
18 comentarios:
pá qué decirte que me ha pasado EXACTAMENTE lo mismo... es frustrante , pero como decís, este "género" subvierte cualquier lógica.
de mano en mano, de blog en blog, en recitales... será esa la forma.
muchas gracias, porque me sentía bastante sola e inútil en la búsqueda.
saludos!
Querida Paula: Excelente pantallazo, cruda verdad. Fue muy ameno leerla. Algo Tatoboresco tiene su estilo, y eso me gusta. La veo muy bien en este espacio de investigación (a lo conductora de La liga, o más precisamente: La lira). :)
Tiene algo de under la poesía, tiene en su ser eso de antro lleno de "freaks" a donde nadie quiere entrar, pero creo también que falta un "ir por la calles con un cuchillo verde y dando gritos hasta morir de frio". Hacer ruido con blogs (como este) que muestren la calidad de nuestra hilacha: poetas mendocinos que tienen mucho para decir ¡más allá de Mendoza aún!
¿Es necesario que mencione lo mucho que me gustó la crónica? Bueno, me gustó mucho. En cuanto a algunos de los planteos, puedo decir que:
a juzgar por el canon que se maneja en las escuelas uno diría que en Argentina no se escribe poesía desde los años 30 aproximadamente (Alfonsina, Baldomero, Lugones son los nombres más habituales); que en España no se escribe desde los 20 (Con Lorca muere la poesía en la Península. Claro, el Lorca más andaluz, nunca el de Los sonetos del amor oscuro). ¿Y en Mendoza? No nos quejemos, la lista llega hasta los 60. Los nombres los citó ud.
En cuanto a los modos de circulación de la poesía, creo que el blog le ha hecho un gran favor. Podrán decirme que no hay filtros, que cualquiera que escribe para abajo puede considerar que lo suyo es poesía. Y bueno, es un riesgo. Pero así como nos encontramos con cosas más bien malas, también hay perlitas. El blog de Paula Jiménez, o la página de María Teresa Andrueto son buenos ejemplos.
Finalmente, la pregunta que me surge es ¿para quiénes escriben los que escriben poesía? ¿escriben para sí mismos o para un público x? Olga Orozco en una entrevista confesó que escribiría aunque nadie la leyera. Cavafis prácticamente no publicó en vida. No sé. Es una duda.
Paula tanguera: si bien la poesía está en las librerías junto al calefón, de ningún modo se la ve llorar. La poesía está agazapada para el que cree que la ha encontrado, pero en realidad es el lector el que cae en la trampa eterna de la poesía.
Te cuento que en las librerías me he tirado de panza, me he arrastrado cual Juanse en "Vicio" (sí, la poesía es un vicio), he salido blanco del dormido polvo, me he sentado como un indio haciéndome un picnic con los libros de poemas. Todo eso y mucho más porque las librerías mendocinas (y de Buenos Aires y Mar del Plata también) "colocan" el estante de poesía en los lugares más subterráneos.
Tus interrogantes son más que compartidos por todos. Se sabe que el Estado invierte en cosas que no hagan preguntas incómodas: como una carrera de autos, la Vendimia o la propaganda turística.
La poesía, también, es un animal vivo y mutante. Entonces, las librerías saben que deben ocultarla en las jaulas de la indiferencia. Pero, hoy el género está más vivo que nunca.
Tu (muy buena)crónica viene a ser como un espejo de un triste inconciente colectivo. Y los bordes (o márgenes) de la poesía lo contemplan desde su nacimiento.
Una joyita del gran poeta (y mejor lector) Rubén Valle que viene al caso:
Instrucciones para encontrar la poesía
Abajo, bien abajo, más abajo aún, allí donde trabajan las arañas o se demora la caspa, en un rincón, lo más lejos posible, diez pisos debajo de cualquier best seller fast food (novela histórica súper top, mucho da vinci y poco código, mucho misterio y más sangre y sexo y santo sudario), ahí, sorteando el último, el humeante del aggiornado gurú de la vida sin escollos (¡oh la vie en rose!) recién entonces puede que se acceda a alguno de ellos. No suelen ser menos de 20 ni más 60, hablo de libros, de poesía en estado brutal, a la espera de ese lector con alma de arqueólogo que difícilmente dé con el poema que busca o el poema que lo busca a él. Casi como sucede con ese amor que nunca llega y acaba de pasarte por al lado o aquel que tal vez esté leyendo tu mismo libro o en su mesa de luz tenga ese mismo título. Por lo que se concluye que la poesía siempre está en otro lugar; en cualquier lugar, menos, mucho menos, en las librerías de un Shopping donde un impune vendedor puede llegar a preguntarte: ¿PizarniK? ¿Es polaca, no?
Bibiana
Me alegra que esta crónica de una rastreadora solitaria se haya unido al de otra rastreadora, eso indica que no estamos tan solos y no somos unos pocos los que buscamos para encontrar esa poesía que nos reclama.
Fragaria
La lira me gustó, tocó un rato el instrumento y con mi falta total de oído musical consigo que me digan lo que quieran.
Sobre el estilo tatoboresco, se lo agradezco, amiga. ¿Sabe que lo había pensado cuando en mi blog publiqué "Buscando a la Musa", era un delirante recorrido surrealista... pero me hizo acordar a esos libretos maravillosos que Varela le escribía al gran Tato. Si alguna vez los contribuyentes me dejan, más adelante quisiera reeditar este texto inclasificable en esta revista.
Sebastián
Tu consigna nerudiana es inspiradora. Arrebatar las calles como en walking around y tomar esas armas surrealistas que no dañan a nadie y hacen divertidas caricias. Armas de poeta, amigo.
Gracias por abrevar por aquí.
Sergio
Yo creo que mencionás dos temas interesantes no presentes en la crónica:
-la gran oportunidad del blog para dar a conocer material poético -vos y yo lo sabemos muy bien- independientemente de la calidad de éste que sería asunto para otro debate.
-y la pregunta, íntima y poderosa, que se hace cada poeta cuando escribe: ¿para quién? Vos das dos ejemplos de autosatisfacción, hay muchos más. Pero también está la larga lista de aquellos que creen que su obra termina en la lectura del otro, el que completa y abre el juego de la interpretación, en fin, como ves, otro tema para debate.
Sobre los elogios, todos inmerecidos, GRACIAS.
Hernán
Yo creo que nuestras experiencias subterráneas tienen mucho vuelo. Personalmente me encanta cuando la gente me mira en esta posición de adoradora de la Meca, de "loca de los libros" -pareciera que con algo de pena pero en realidad es envidia, la pasión siempre la despierta-. Es en esos momentos donde me siento Don Quijote o Madame Bovary, por supuesto, siempre hay algún cura o barbero juicioso que me saca de los pelos para continuar paseos céntricos o shoppinescos para hacer actividades tan banales como comprar zapatos o comer pizza. Desentrañar los secretos de una librería debe ser uno de mis mayores placeres aunque no encuentre lo que busco siempre está esa sorpresa que no esperaba.
Sobre poesía el final de mi crónica coincide con tu reflexión; es cierto el lector es el que cae en la trampa eterna de la poesía. Sobre esto, creo que nosotros tenemos una función de cazadores importante.
Me encantaron las palabras de Rubén Valle. Lectores con alma de arqueólogos. Lectores con machete apartando la maleza de tanto texto inútil en las librerías. Y sobre la cantidad de poemarios...¡Ni que hubiera investigado conmigo, es exacto!
Metiendome un poco en camisa de 11 balas pienso que habría que ver si el poema sin ojos que lo despierten es poema. Creo que el lector es la herramienta que lo atornilla, lo indaga, lo cuelga en el alambre del patio para que se seque, para que cuaje y lo interpreta, volviéndolo monstruo o clima. Creo que leer poesía es construir, es armar. El que lee poesía, la mayoría de las veces construye, y por ende tiene algo de poeta, aunque no lo ejerza. Supongo que para el que no hurga o intenta escribir y leer poesía, es bastante complejo el llegar a construirla más o menos, por supuesto con las fallas lógicas del caso. Entonces, humildemente pienso que quienes se interesan por la poesía tienen que construir, tienen que dedicarse frente al papel y hoy en día en la era del KOIHNOOR eso está difícil. Muy buena la crónica. Saludos
Gabriel
Una amiga que leyó esto y me dijo algo muy parecido a vos y, en parte, la entendí. "Demasiada poesía encontraste, querida, no te quejés". Ella nunca leyó ni leerá poesía, no le interesa, encuentra belleza en otros lados, sinceramente no quiere hacer el esfuerzo lector de meterse y, quién te dice, quererla. La respeto y también a todos aquellos que no se acercan a los poemas con argumentos parecidos. A pesar de TODO ESO, de la era fast food, Koihnoor, y la denominación que se te ocurra, creo que la poesía tiene la obligación de arrimar lectores, de salir de las élites, de los ghettos, de "las torres de marfil" donde, muchas veces, los mismos poetas la han confinado.
LES MANDO SALUDOS. MUY BUEN ARTÍCULO. HE VISTO EN EL BLOG UN POEMA DE CUADERNO BLANCO. MUCHAS GRACIAS. MI MAIL ES EDITOR2002@HOTMAIL.COM. QUEDAMOS EN CONTACTO PARA CUALQUIER COSA. MATÍAS
Matías
Gracias por enviar tu contacto, ya lo agendamos y agradecemos tu buena predisposición para colaborar.
Paula: HERMOSA CRÓNICA,perdón por pasar tan tarde, es auspicioso ver que tanta gente: los que escriben y los que sólo leen EL DESAGUADERO, sintamos este profundo amor por la palabra.
Tu escrito revela una posición del género dentro de la cultura, pero como he podido ver en otros parajes no es un sitio marginal, sino más bien es un lugar escondido, quizás suene algo romática pero creo que la poesía, como esas piedras halladas a un lado del camino en una tarde de lluvia; espera, espera que alguien la tome y descubra su color, mientras tanto respira pausadamente y se acomoda sin preocuparse.
Repito, HERMOSA CRÓNICA en cada palabra se reconocen hasta tus gestos al hablar, esos que reflejan la pasión que ponés al hacer las cosas!
Sí Cecilia, aquí no hablo de INEXISTENCIA, hablo de LUGAR ESCONDIDO. Es cierto, suena más romántico que marginal. La poesía está ahí, no precisamente al alcance de la mano, pero convoca con su fuerza misteriosa para atraparnos para siempre. Espero que desde nuestra escritura y nuestro compromiso logremos "adicciones duras", sin recuperación.
Gracias por tus elogios, ¿hago muchos gestos al hablar? Ja.
Un beso.
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