En el curso de ingreso a la carrera de Letras, hace ya unos cuantos años, una profesora leyó un poema. No era la primera vez ni sería la última que yo asistiera a un acto semejante. Algo, sin embargo, sucedió. Algo que, aunque suene desmedido, no dudaría en calificar de mágico ¿Cómo explicar si no la porfía de mi memoria (sé que la de otros también) en cobijar esa voz, el clima propiciado por esa voz? Una voz suave, igualmente distante en su dicción del prosaísmo de la lectura de un diario, cuanto de las discípulas de Berta Singerman, que con sus ampulosidades convierten cualquier poema en una “puesía”; o de los performers que… ¿qué hacen exactamente con el texto los performers? En fin. Recuerdo esa voz diciendo:
Con hombres como tú el comercio sería
Cosa leve y tan pura que, sin sudor ni sangre
De ninguno comprada, dejaría a la tierra
Intactos sus veneros. Pero a tu pobreza
El comercio podría allanarle un camino.
Esa voz sigue aquí. Y tal vitalidad me persuade de la importancia de una buena lectura en voz alta, tanto en la experiencia solitaria como en la colectiva de la poesía, pues, es innegable –de eso da fe cualquier manual de literatura-, la ligazón entre lírica y música. Desatender entonces a su condición primera de hecho sonoro, a su “entrar por los oídos”, es, cuando menos, un error.
“Casi quisiera sentenciar que hasta que un texto no encuentra sustento en su debida voz, retacea, al menos en mi sentir, algunas de sus revelaciones fundamentales”, anota con peso Santiago Kovadloff. De mis afanes a ambos lados del mostrador de la institución educativa, he aprendido que el conocimiento es el primer peldaño para alcanzar esa debida voz. O sea, sospecho que poco o nada debía a la espontaneidad la profesora a la que me refiero: cada inflexión, cada tono eran hijos de un conocimiento preciso del texto; incluso su emoción, aunque pura, no era original, era la emoción de lo repetido:
Durante las tardes meridionales del verano,
A través de una clara ciudad, solas las calles,
Llevarías en cestillo guirnaldas de jazmines,
Y magnolias, por un nido fragante de hojas verdes
Oculto su blancor, como alas de paloma.
Es decir, para que la voz escoja el sendero correcto y no otro, para que la benevolencia del público sea captada, más, tratándose de un auditorio -el escolar- esencialmente hostil; quien lee debe apoyarse en el conocimiento. Conocimiento que, nobleza obliga, no abunda, puesto que la lírica es el “talón de Aquiles” en la formación de los profesores de letras; amén de ser también el género que reclama una frecuentación más constante ¿O no fue en la familiaridad donde ese fogonazo casi libidinal que sentimos por algunos poetas devino amor? De más está decir que en cada sílaba proferida por la boca de la que hablo, el fervor por Luis Cernuda vibraba:
Tras de las rejas bajas, si una mujer quisiera
Para su gracia oscura tal vez la fresca gala
De una flor, y prenderla en su pelo o en su pecho,
Donde ha de parecer nieve sobre la tierra,
Una moneda a cambio dejaría en tus manos.
Entonces, no es tarea menor tender con la voz (reitero: no se trata de gargantas potentes al estilo de los egresados del ISER ni de actores aullando a Girondo, dejando jirones de Girondo, sino de voces corrientes entrenadas en la lírica) un puente para que ese amor por el poema alcance, a través del oído, claro, los corazones de los oyentes. Porque aun cuando en la escucha no lleguemos al hueso –semántico- del texto, la impresión de esa lectura, al involucrar los aspectos más sensoriales del arte de la palabra, resulta en muchas ocasiones indeleble.
Así podría darse el caso de que la relectura de un poema se transformara en una actividad “coral”, que nos instale en el centro de algo mayor (¿una tradición?). Léase: mi voz de esta tarde superpuesta a la de Cristina Salatino de hace ya unos cuantos años, interpretando a dúo “El indolente”:
Así, al ponerse la tarde, tú podrías
De un vino transparente beber el calor rubio,
Mordiendo la delicia de un pan y de una fruta,
Y luego silencioso, tendido junto al río,
Ver latir en la honda noche las estrellas.
23 comentarios:
Qué linda esa foto de Cernuda!!!
Sergio, antes que nada quiero felicitarte, por la iniciativa, por el esfuerzo cotidiano de escribir aún en estos tiempos de inicio de ciclo lectivo y por haber plasmado una APOLOGÍA DE LECTURA EN VOZ ALTA DE LA POESÍA, que realmente nos ayuda a reflexionar el valor eficaz de la voz como vehículo para crear un vínculo con los alumnos tan necesario hoy.
Siempre recuerdo en uno de nuestros recreos de esquina haber aprendido de vos algo que a veces trato de practicar a solas y con los alumnos: recitarse poemas como una oración, como una plegaria que nos acompañe en todos los momentos, pero sobre todo en aquellos en que la poesía es un excelente "talismán", al decir de Olga Orozco, para poder decir lo que no podemos.
gracias!
vicky
Siempre cuando hablo de poesía con mis alumnos, les recuerdo esto de leerla en voz alta. Es sumamente importante captar ese zumbido armónico, tan oculto que es el ritmo. Genial tu escrito!
Bueno Sergio, si es importante tratar de entender frente a un curso una vos, en el caso de tener un poema en castellano.
las ideas viajan también en ciertos poemas más allá del lenguaje. la idea de la música y la idea de la idea viajan por sobre las traducciones, impresionantemente.
El viejo Walt o el viejo Blake, son ejemplos muy interesantes, para niños.
saludos.
Vicky:
Es exactamente eso: colgarse poemas como talismanes para cuando la vida se pone espesa –cosa que, lamentablemente, sucede tan a menudo-. Y a veces creo que la mejor parte de nuestro trabajo es esa, despertar en los ninios la pasión por las palabras para que a su vez ellos también puedan buscar sus propios talismanes.
G querido:
Gracias por el elogio.
Y tiene razón: ese “zumbido armónico”, es, creo, tu primera arma para alcanzar el corazón de tus alumnos. Siempre recuerdo a un maestro de teatro que se especializaba en el trabajo con la voz, porque decía que era lo único que “tocaba” al espectador. Y los alumnos ¿no son una especie de público?
Otra vez, gracias por su visita.
Anónimo:
Y vio, hasta ahí no llego. No sé. Y eso que mi ignorancia no me permite leer en otra cosa que en español -Nunca aprendí nada de nada- y he disfrutado de las traducciones, pero es inevitable, algo de la música se pierde. A mí por ejemplo me encanta que mi amiga Fragaria me lea en otras lenguas por el solo placer de oír, aunque no entienda una palabra de lo que se dice. Yo a clase, prefiero llevar poemas escritos en español por esto y además porque hay tanto pero tanto poeta increíble …Aleixandre, Quevedo, Belloc, Vilariño, Peri Rossi, Circe Maia, Marosa (¡cuánta uruguaya!)
querido sergio : Tenés razón hermano ;así no se puede seguir. Qué es eso de andar a los gritos con la poesía ché. Todos esos poetastros/as que aullán la serena inclemencia de un poema de Neruda o Cernuda.Ni que decir de los que ataviados con la túnica del profeta anuncian novedades como vendedor ambulante.En que siglo vivimos querido Sergio !. Lo nuestro es el claustro, la serena castaña en el hogar, la voz de las siervas al retornar de sus tareas, áh amigo: cuanto de eso quedo atrás para siempre.Para siempre.
tuyo; Jorge
Creo que lo más importante que vos decís, pasa por "el conocimiento del texto". Si uno puede aprehender, en un estricto sentido filosófico, el poema, lo dirá desde una emoción y una verdad interna que nada tiene que ver con la altura o la intensidad de la voz del lector. Hace unos días miraba un documental (¿puedo decirlo?) de Benedetti -lo sabés porque te lo comenté en el momento- y Miguel Angel Solá leyó dos poemas muy conocidos del uruguayo, esos de los que huimos como de canción de Palito Ortega. El caso -mi caso- es que este tremendo actor leyó estos textos con una sobriedad y nobleza de madera vieja -muy lejos de los campaneos de un Alfredo Alcón, por ejemplo- que era muy difícil sustraerse a las sensaciones que despertaban sus justas palabras. Será difícil que olvide: Montevideo era verde en mi infancia/
absolutamente verde y con tranvías. Debo decir que el trabajo de edición del documental para dar un soporte visual a esta lectura fue maravilloso al mezclar imágenes viejas y actuales del recorrido trepidante de una calle céntrica.
El qué y -sobre todo- el cómo: he aquí la cuestión. La melodiosa voz de la profesora Salatino aún permanece en la memoria, estremeciendo, después de tantos años.
En futura nota, dele sin asco y con pormenores a quienes sólo exageran y se quedan en el gesto. Y los que incorporan utilería en la perfo de algunos textos? (Aquí me incluyo ;)
Jorgeamigo:
Me morí con lo de las siervas al retornar de sus tareas. Me hizo recordar un poema de Bárbara Belloc muy, pero muy bello en el que habla de una mujer rusa que luego de sus tareas se bebe un vodka y recita un poema. Es eso. O la madre de Almodóvar con “esta es mi aldea”. Sí, es eso: recogerse en la compañía de un poema.
Paula:
Todo se originó en una experiencia personal más cercana que la narrada en el post. Me sucedió que intenté leer a César Vallejo y no, no me salía. No le tenía el ritmo, la respiración. Vamos, que no lo tenía. Y, si lo pienso en función de la escuela, de la enseñanza, este es un error imperdonable. Me contaban que el otro día en una clase de la Facultad una profesora hizo que una alumna leyera el poema con el que iban a trabajar. Y fue, según me dijeron, horrible. La chica hizo lo que pudo. Y toda la gracia del texto se diluyó, la magia se perdió. Y pienso, así no hay forma. Si en ese lugar que supuestamente forma lectores que, a su vez, entrenarán a otros lectores, se derrapa de ese modo…. ¿se puede pretender que en la escuela secundaria no suceda lo mismo? Dudo.
El cómo, he ahí el quid de la cuestión. Sobre todo en presentaciones “espectaculares” de la poesía.
Según creo, el equilibrio, es imprescindible. Ni la recitadora solemne, ni los chicos que saltan y dicen algo que supuestamente es Girondo. Sospecho que cualquier poeta puede ser “espectacularizado”, a condición de que el texto perdure. Pero, para ello hay que leerlo y leerlo hasta comprenderlo. Y muchas veces eso no sucede.
Esto al margen de los poetas que hacen perfomances de sus propios textos, que creen que cuanto más salvajes y zarpados sean más impresionarán al público. Me temo que si el texto no dice nada impresionante o salvaje (por bello, por hondo) pues nada, por más que se suiciden en escena, no le moverán un pelo a nadie. Mucho menos uno del alma. (Si es que el alma tiene pelos o tan siquiera existe).
Gracias por la difusión en la radio. Estuvo realmente encantadora.
Sergio
En la respuesta que me das, sale un subtema que vale la pena debatirse. La facultad, los terciarios de Lengua y Literatura no preparan para la oralidad, esa pata fundamental de la expresión que necesitamos en un 80% dentro del aula. Todos, a los tumbazos o no -hay profes a los que les cuesta menos-, aprendemos a "decir" con los años. Tampoco pretendo que en la formación docente nos preparen para locutores, pero sí que desde el primer año se den talleres de expresión oral. Así como son lamentables los recitados "ocasionales" de los alumnos universitarios, también son lamentables las prácticas de muchos que llegan a ellas "vírgenes" de aula.
Paula:
Según los descriptores nosotros deberíamos estar en condiciones de enseñar a hablar, escribir, escuchar y leer. Convengamos que la facultad nos prepara básicamente para esto último. Hay que ver lo desastrosos que podemos ser escribiendo. Hablando la piloteamos pero ¿escuchando? Vos debés haber estado como yo en una reunión de área y seguro saliste cuasi sorda. Y bueno, son los defectos en la formación que, según las ganas de cada quien, se corrigen con los años y el estudio.
Es esa la realidad, los descriptores son "preciosos", tal es así que nuestros alumnos de 8º y 9º deberían estar en condiciones de promover dichos cursos como conferenciantes y panelistas. No me río porque lloro. Creo, para no caer en el pesimismo improductivo, que al menos nosotros, vos, yo y los que se sumen, no debemos bajar la guardia en la autoformación. Recién esta semana pude leer un cuento sin un error y que al final un par de alumnos dijeran ¡qué buena historia! ¡Casi se me caen las medias, por fin había logrado leer con un poco de emoción!
Sergio querido: en primer lugar déjeme decirle que he paladeado estos días cada una de las palabras que construyen esta nota/semblanza/historia de un poema.
Por que sí: es todo eso y más. Ya que reflexionar sobre cómo leer en voz alta (performers/locutores y actores de lado), ya sea en un café o en una acomedida aula, es todo un tema. Recuerdo una vez que fuimos con Fernando Toledo a una radio de La Colonia (Junín) para que nos hicieran una nota. Hablamos de la editorial y de nuestros libros. Toda la entrevista era mechada por la lectura de poemas de nuestra autoría perpetrada por un "locutor matriculado" con fondo de Keny G. Un espanto de amaneramiento y dicción diáfana!
Por otro lado, quiero comentar sobre esta experiencia compartida de haber sido alumnos de la profesora Cristina Salatino. Yo, además tuve la suerte de hacer un curso de "Lírica y posmodernidad" con ella donde ejercitamos la lectura crítica. Magnífico! Pero lo que aquí importa es la voz y su lectura como una construcción para conmover. Este trabajo de telaraña rítmica no sólo atrapa y "caza los suspiros" de los lectores (como decía Lorca en Las 6 cuerdas), sino que nos tiende un puente cuya orilla opuesta es el despertar del intelecto. ¿Qué quiero decir? Que no hay mejor modo de "entender" un poema si antes se lo vivió en la piel, y además, pasó por los pabellones de nuestros oídos como la rompiente de una ola en las rocas. Todo esto lograba Cristina con su cadencia morosa, su voz suavemente severa y su compromiso de amor eterno por la poesía. Esa verdadera transmisión de conocimientos fue la mejor "didáctica de la literatura" que todos tuvimos. Por eso (y cosas más inenarrables) la hace inolvidable.
Aunque me parece imperdonable que un/a docente de LyL plantee la enseñanza del género lírico del mismo modo que da el verbo de irregularidad común. Sé que la mayoría de las/los docentes reconocen su incapacidad con la lírica (¿falta de lectura?¿falta de motivación?¿pereza mental?). No queda otra. Es un esfuerzo titánico motivar a más de 30 adolescentes en un ámbito hostil (mp3 y celulares mediante), pero no imposible. A ponerse las pilas.
Como estaba muy largo el comentario lo corté. Pero no quería dejar de poner en relieve al hermoso poema de Luis Cernuda y cómo Ud., Sergio, se las arregla en un movimiento para narrar "su historia de un poema", pero con el texto de otro. ¿No es un acto de amor maravilloso?
Ah, muy feliz cumpleaños, amigo. Esta vez el regalo lo hizo Ud hacia nosotros.
Sergio: Es hermoso el texto que ha escrito,comulgo con todo su contenido y siempre lo hemos dicho, creo que la lectura de poema es un desafío en sí mismo.
Quiero hacer un comentario muy breve sobre la formación como docente que recibí en la facultad: creo que es justo rescatar la profesionalización y el amor de la mayoría de nuestros profesores, esto sólo quiere ser un reconocimiento sincero a Quiroga Yanzi leyendo a Fray Luis, a María Banura haciéndome vivir una cabalgata junto a Sancho, a la profesora Egües despertádome con un párrafo de Fortunata y Jacinta... y esto es gusto personal: a Doña Agresti ensalsando con hermosa modulación "Un soldado de urbina", clase quizás inolvidable para mí. La lectura de un poema es tarea que implica un autoconocimiento vocal y esto sólo puede darse con la práctica y la escucha atenta de los diferentes modos de leer un poema, además de la clase que muy provechoso juntarse a leer para de alguna forma ejercitar y aprender del otro.
Párrafo aparte merece la mención de la PROFESORA CRISTINA SALATINO, he de decir que tuve la suerte de escuchar y emocionarme con su modo único de decir un poema, pero por si esto fuera poco la vida me dio un priveligio inmerecido: además de hablar en la presentación de mi primer libro, tuvo la deferencia de leer poemas de mi autoría,creo sin exagerar que fue uno de los días más felices de mi vida; entonces comprendí que sólo vive la palabra cuando es dicha desde el amor y desde un profundo respeto por aquello inasible que propone la cadencia lírica. Hermoso texto amigo, GRACIAS porque ha disparado en mí el recuerdo de una noche irrepetible.
Hernán: no sé por que te quejás si Kenny de fondo es lo más de lo más!!!!
Ahora, en serio, últimamente he pensado que una forma de "entrarle" a la poesía en la escuela es de a poco. Es decir, antes de ensñarla como tema, leer un poema aquí, otro allá. Para qué? Para que los jóvenes vayan acostumbrándose a su sonido, a que con palabras puede hacerse mucho más que comunicar.
Ceci: yo que estuve allí, en la presentación de su libro, también lo viví con mucha emoción. Recuerdo un poema muy muy breve al que la prof Salatino le dio LA entonación y luego dijo algo como "punto suspensivos..." Y lo más maravilloso ahora que lo rememoro fue el silencio que generó. Hay que hacer eso ¿no? Muchas personas apiñadas en la biblioteca Ricardo Rojas (entre ellos muchos jóvenes estudiantes) calladitas, más calladitas que en la misa del domingo. Hermoso!!!
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