Por Hernán Schillagi *
Un día entero. Ángela Pradelli. Ediciones del Dock, 2008, 72 páginas.
Para aquellos que conocen a Ángela Pradelli por sus novelas y resonantes premios (Emecé 2002, Clarín-Alfaguara 2004, entre otros) no se sorprenderán al encontrarse con el libro de poemas “Un día entero”, ya que en las páginas de su obra narrativa rezuma una lírica honda y contenida, que se construye a partir de breves fragmentos y descripciones intimistas.
En “Un día entero”, Pradelli se propone dar vuelta el guante de los géneros y “narrar” en ritmo de verso los sucesos mínimos de una jornada que no presenta, en apariencia, nada excepcional. En un ambiente de suburbio, los pequeños hechos se nos revelan como una fotografía movida o a contraluz: “Es la mañana y/los vasos permanecen sobre la mesa/con la aspereza/de los restos del vino de la noche.//Entre las transparencias sucias del vidrio,/el sello de las bocas/la mudez.” Además cada poema significa el avance sin freno de las horas, por lo tanto la reflexión sobre la fugacidad del tiempo nos lleva a acompañar a la poeta en un viaje hacia la épica de lo callado.
Entonces, una voz entre dientes comienza a describir a distintos seres de la vida diaria: como un jardinero prolijo que hace de su trabajo un arte efímero, una mujer que mendiga en el subte, un viejo rengo, los hijos que ya no están, los pájaros de la noche. Todos suman momentos intrascendentes, pero vitales. También, al promediar el libro, los recuerdos irrumpen en el día como un bálsamo ante tanto ajetreo. Aquí, el lector de “Turdera” (Emecé, 2003) se encontrará con un inesperado regalo, ya que la autora reformula un largo e inolvidable pasaje de su novela sobre un viaje en tren con su padre al sur: “Los vagones desfilan delante de él/y los rostros de los pasajeros/ enmarcados en las ventanillas pasan/sonrientes,/preocupados,/tristes,/indiferentes./Mi padre quiere verlos a todos…”
Esto demuestra que Ángela Pradelli transgrede las fronteras entre narrativa y poesía para construir con sus poemas una historia que queda en nuestros oídos como una melodía antigua y borrosa. Lo mismo sucede con su otra novela “El lugar del padre” donde los capítulos sólo se conectan por los hilos sutiles de lo no dicho. Aquí también podría decirse que, en el afán de relatar, algunos poemas pierden musicalidad o sutileza rítmica en los cortes de los versos; sin embargo, en el conjunto de este “día entero”, vamos comprendiendo y aprehendiendo la entrecortada respiración de la que habla.
La poesía de esta década ha tenido (y tiene aún) el desafío de recuperar el lirismo que la fobia snob de los ’90, por no caer en la solemnidad, convirtió en chatarra reciclable. Ivonne Bordelois dice que “la poesía empieza con la escucha humilde y purificadora, no con explosiones prematuras de un narcisismo mal contenido”; es por eso que Pradelli, desde un lenguaje depurado, un estilo objetivista que se permite algunas metáforas desconcertantes y una narratividad sin remordimientos sale a hacerle frente a los monstruos cotidianos que amenazan la palabra.
Poemas de “Un día entero”, de Ángela Pradelli
Es la mañana y
los vasos permanecen sobre la mesa
con la aspereza
de los restos del vino de la noche.
Entre las transparencias sucias del vidrio,
el sello de las bocas
la mudez.
*
La devoción por los tratados es sólo para estudiar
algunos pases que la magia niega cada día,
sólo para caminar algún día
sin piel entre la gente.
*
Conozco de memoria
esa voz que repite unas palabras sin sentido,
pero a veces creo que me está llamando a mí
y entonces husmeo
en los rincones de la casa
y hundo mis narices
en los colchones viejos.
Después viene el silencio.
*
Irse lejos,
caminar y caminar
por no soportar
el horror de verse repetida
en las ferias, en los subtes,
en las plazas.
*
Las lenguas en enjambre
van lamiendo los cuerpos,
un aliento fétido se
enmascara en las gargantas,
los gusanos siguen deslizándose
por los talones.
Llueven lunas en el fango;
imposible despegar los pies de la carroña
para avanzar en medio de las densidades.
La piel se hace erizo sin mar,
las ciénagas van cubriendo las siluetas
hasta inundar las bocas.
Se asfixian las voces,
se confunden los llantos, se enmudecen.
*
Los pájaros van arrastrando
su luto.
Nadie entierra a los pájaros cuando mueren,
sin embargo no se encuentran
sus cadáveres.
Miles han muerto. Desde siempre
la tierra sangra sus voces.
Nosotros caminamos sobre ellas
para acallarlas.
*
Por ahora esto es todo,
una mujer sentada en la boca del subte,
un par de piernas rotas y la lengua seca.
Es vieja hasta el asco de todos.
El tren abre las puertas y la gente corre
hacia algún lugar conocido.
*
Empieza a hacerse la noche.
Cada sueño tiene un nombre propio,
imagino a mi padre solo en su casa
y llamo a mis hijos para besarlos.
Pero no es cierto que ellos tengan miedo,
Cuando la muerte se recuesta en el umbral
corro a comprobar que he cerrado con llave las puertas.
Mañana, pienso mientras me acuesto,
agregaré un candado
nuevo por las dudas.
Publicado en del Dock, 2008. Colección El pez plátano.
5 comentarios:
Me gusta la primera poesía: esa mañana que todavía no se deshace de los sucesos de la noche y su vino. Eso sí, esa "y" del primer verso o bien sobra, o yo la hubiera enviado al segundo. Un detallito.
Me gusta la cita de Bordelois del comentario, la voy a aplicar a mis "ambiciones poéticas".
Paula: sí, se me hizo bien difícil la selección cuando los poemas están planteados como fragmentos de "un día entero". Parecía que siempre se escapaba algo al extraerlos. Sin embargo, estos y otros más son muy hermosos en la unidad. La sutileza del primer poema, o (algo que no entró en la reseña) ciertos toques del haiku japonés en algunos poemas elevan quizá esa falta de musicalidad a la que hacés alusión y yo apunto también en la crítica.
La cita de Ivonne Bordelois es del libro de ensayos "La palabra amenzada". De ahí la conclusión de mi texto.
PAULA:
Decís:
«Eso sí, esa "y" del primer verso o bien sobra, o yo la hubiera enviado al segundo»
Lo que pasa es que estás «atrapada» por otros versos, anteriores, que rondan en tu memoria. Los cito, aunque no recuerdo el nombre del autor:
«Es la mañana
Y una cuerda
Puede estar ahora
Quebrándose»
(1998)
Jaja! Yo sí recuerdo el nombre del poeta y decía algo así como "Estamos hechos para ser mudos/decís" Ah, te acordás cuando voseabas? Eso era antes de que te volvieras un poeta internacional y te alejaras del rioplatense hotel con tu tuteo.
Me parece que esa "y" de Pradelli es como que está al borde de los vasos, sin embargo a mí tampoco me suena muy bien. Aunque el poema es muy sutil.
Me quedo con el joven poeta cuasi ignoto que voseaba pero ponía la "y" en su punto (soy ingeniosa dando vuelta expresiones populares, ¿vieron?) y no con una "y" mal colgada, por más que venga de la Pradelli y todas sus chapas -narrativas y bien merecidas, por cierto-.
Fernando, ya sos una marca registrada en el inconsciente colectivo.
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