lunes, 9 de febrero de 2009

Las raíces del poema


Por Hernán Schillagi


1.
Hace unos años llegué a la entrada del Centro Universitario donde estudiaba y el chofer del micro nos dijo: "Vamos, vamos que hasta acá llegamos". El tránsito estaba cortado por unas vallas. Al bajar, el frío de la mañana nos golpeó en las narices. Un poco más arriba, nuestros ojos hacían como que no miraban a una topadora enorme, flanqueada por cuatro móviles policiales. La uña de acero de la máquina estaba escarbando en el adobe de unos ranchos.

2.
En el costado norte de las facultades se había instalado, como lo hacen las sombras al declinar la tarde sobre la tierra, una villa miseria. Uno llegaba y se encontraba siempre con dos mundos completamente distintos y en pugna. El del Saber y el de la Pobreza. El conflicto: los terrenos pertenecían a la Universidad y los habitantes de la villa, después de varios años de convivencia, estaban siendo desalojados.

3.
Yo había sentido hablar de la villa. A veces estaba sentado en el bufet de la Facultad y escuchaba a los de la mesa de al lado que decían: "Nos vamos a comer a la villa". Semejante oxímoron no pasaba desapercibido para mis oídos; sin embargo, nunca me animaba a preguntar. Hasta que un día fui. Allí había una especie de cantina con piso de cemento y unos palos como columnas que sostenían el techo de chapa. Por cincuenta centavos te vendían una hamburguesa y por unas monedas más, un vaso de tinto. La música sonaba fuerte y nuestras risas se entonaban a medida que el vino empujaba la dudosa carne molida. Cuando regresé a cursar, mi cabeza tuvo que hacer un esfuerzo para acomodarse a "mi" realidad cotidiana de baldosas bien lustradas y garcilasos bucólicos.

4.
La topadora avanza. Unos villeros se enfrentan a ella con las manos desnudas mientras las mujeres insultan abrazando a sus niños."Se tienen que ir, flaco -me dice un estudiante avanzado de chaquetilla verde- no pertenecen aquí".

5.
Cuando llegué a mi casa, los insultos, los sirenas policiales, el ruido de los escombros, los llantos; no se me despegaban de la cabeza. Tiempo después escribí:

Sin raíz

Ser nada
y dolor.

Arraigar
los espacios vacíos.

Recogerme en pedazos.



Publicado en Mundo ventana (2002)


6.
Unos años después, donde estaba la villa se erige la flamante Facultad de Derecho. Todavía quedan algunas paredes mutiladas, todavía hay un par de ranchos que resistieron, todavía están esperando: ¿Otro poema?¿Otra actitud?¿O la verdad?

6 comentarios:

BEATRIZ dijo...

Siempre existe el conflicto entre la urbanización del "progreso" y la destitución de los pobres (sin poder alguno para conservar lo poco que tienen, lo que han tenido por generaciónes)...es paradojico-universidad de derecho sobre la violación al derecho de otros...¿seguro que no había otro espacio para construír la universidad?...esto es para enojarse. Pero usted tuvo el valor de escribir un poema, lo felicito.

Saludos

Escribir, coleccionar, vivir dijo...

Ya lo dice Rubén Darío golpeteando sus huesos: es LO FATAL en versión minimalista.
Una joyita para mesa de luz, como las esculturas de Giacometti en las cabezas de alfiler.

Anónimo dijo...

Beatriz: muy buena su observación sobre las "dos caras del derecho". A veces pienso -y lo digo en el post- que el "gesto" de escribir el poema no alcanza (ni alcanzará nunca). Sí, tal vez en nombre de la memoria, en dar palabras a los que no tienen voz. O, tal vez, uno modo de hacer "justicia poética" ante tanto atropello civilizatorio. Ahora el dueño de un multimedios le está peleando unos terrenos a la UNCuyo y, obvio, sus gritos reinvindicatorios de propiedad privada se hicieron sentir en todos los medios. Y sí, era y es para enojarse.

Pd: gracias por ser la primera que comenta en este blog

Anónimo dijo...

Paula: gracias por la referencia a Darío. Él sí que la sabía lunga en esto de afilar palabras. Me gustaría, más que cabeza, ser punta de alfiler. Para que los pinches molesten un poco y hagan sentir escozores a los anestesiados. No es poesía social o comprometida. Pero cada poema tiene un motivo y una historia. Sección de esta revista que de seguro nos traerá muchas sorpresas.

Escribir, coleccionar, vivir dijo...

Sobre la "justicia poética" (me imagino que no viene enmascarada), hace poco leí un discurso de Juan Gelman cuando le entregaron el Premio Nacional de Poesía (1997). Él decía que para los griegos el antónimo de olvido no era memoria sino verdad. Cuando a través de un medio, en este caso la poesía, podemos dar voz a tantos mudos de impotencia, estamos develando su verdad. Interesante material para reflexionar, ¿no?
Adio.

Julieta Díaz dijo...

Hoy en día existen muchas familias viviendo al lado de la facu de Derecho. Me pregunto: Facultad de Derecho ¿para qué? ¿para quiénes?